Emilín (Diario)
Publicado en Aug 10, 2013
Cuando le llamábamos cariñosamente Emilín se le ponía un humor de mil diablos, se le hinchaban las venas del cuello y hablaba ferozmente entre dientes como para asustarnos y hacernos temblar de miedo. Pero, en realidad, nosotros no teníamos la culpa de que mi madre le hubiese puesto Emiliano y le dijéramos Emilín por no decirle Emilianín que hubiese sido todavía más difícil de aceptar por su carñácter de niño bronca, de niño violento, de niño déspota, de niño dictador. Yo pensaba, para mi interior, que quizás Hitler coomenzó de la misma manera posiblemente porque le llamaban de pequeñ¡o Adolfín. El caso es que se lo deciamos cariñosamente, sobre todo la Maruchi, la hija de Estrella, a la cual Emilín no podía ver ni en pintura.
Y entre pintura y pintura, con el soldado machaca en el pasillo de la vivienda de Alcalde Sáinz de Baranda dándole a la brocha y a los pinceles lo de Emilín era tan cariñoso que él no lo podía aceptar. Tampoco es que lo de Boni y lo de Quiqui les hiciese gracia a los otros pero lo de Emilín es lo que más gracia le hacía a Maruchi de la que, por cierto, Emilín tomó venganza haciéndonos saber, no sé si era verdad o mentira, que su novio era un tipo tan pasado de moda y de años que teia la cara de color verde. Ante aquellas peleas surgidas entre Marichu y Emilín yo siempre creí que la "Delantera Eléctrica" (no me estoy refiriendo a la delantera de Maruchi) era solamente una pero, mira por donde, hubo hasata tres "Delanteras Eléctricas" en el Real Oviedo de mucho antes de mi nacimiento. Y de eso me he enterado siguiendo el rastro de Emilín. No el rastro de Emilín "El Emilianoi" sino del Emilín "El Asturiano" Y que conste que Emilín se puede dar un canto en los dientes porque peor sería que le hubiésemos tenido que llamar, cariñosamente por supuesto, Pasarín o Laurín. Así que dejemos que a Emilín se le sigan hinchando las venas del cuello y ahí va el dato de las tres,"Delanteras Eléctricas" de mucho antes de haber nacido yo. Y que conste que yo no tengo la culpa de que le pusiesen Emilín por aquello de Emiliano... Datos del Internet: Las primeras temporadas del Real Oviedo, fueron muy decepcionantes sin que en ningún momento se pudiese pensar seriamente en el ascenso a Primera División. Sin embargo, la directiva no dejaba de reforzar el equipo con jugadores de calidad: en la temporada 1930/1931 llegaron Gallart y Tonijuán, jugador que luego pasó a realizar funciones de entrenador con notable éxito y, sobre todo, el que fue el mejor goleador del Real Oviedo y uno de los mejores de España: Isidro Lángara; en la 1931/1932, Casuco y Galé. Con estos mimbres se confeccionó la llamada primera delantera eléctrica: Casuco, Gallart, Lángara, Galé e Inciarte. 1933-1950. Primera época dorada. En la temporada del debut en Primera División, la 1933/1934, el entrenador Tonijuán renunció al cargo por considerar que no estaba capacitado para dirigir al equipo en la nueva categoría. Además Galé dejó el fútbol por los estudios. Sin embargo, el Real Oviedo se reforzó con Emilín (que no era Emiliano sino Emilio) y, sobre todo, con el que llegaría a ser auténtica alma del equipo hasta su retirada: Herrerita fichado al REal Sporting de Gijón por la astronómica cifra para la época de 30.000 pesetas, el segundo fichaje más caro del fútbol español hasta el momento tras el de Ricardo Zamora por el Real Madrid. De esta manera se formó la segund adelantera le´ctric a formadad por: Casuco Gallart, Lángara, Herrreita y Emil´0in (no Emiliano sino Emilio). A partir de la temporada 1942/1943, durante 5 temporadas, y coincidiendo con la presencia de Manuel Meana en el banquillo, el club remontó su situación deportiva que llegó a ser estimable aunque nunca llegó al nivel anterior al de la guerra. En estos años se formó la llamada tercera delantera eléctrica formada por Antón, Goyín, Echevarria, Herrerita y Emilín (no Emiliano sino Emilio). Una noche, antes de dormirnos plácidamente, Emilín me confesó que estaba frustrado por haberle puesto de nombre Emiliano y que tampoco debían estar muy contentos ni Bonifacio ni Máximo y que Isabel y yo habíamos tenido mucha más suerte. Yo sólo le escuché y sentí, por dentro de mi sensibilidad, que ni Isabel ni yo tuvimos culpa alguna en aquello. Así que nunca me he podido explicar que nos tuviese odio por llamarnos como nos llamamos. Le pusieron Emilín (a los otros dos Bonifacio y Máximo) y ni mi hermana ni yo fuimos culpables. Por cierto, antes de cerrar esta página de mi Diario he de escribir en él, solamente como recuerdo de mis tiempos gloriosos en El Esparta, el Gabelistas, el Estrella Olímpica y el Deportivo Olímpico, que Emilín (Emiliano y no Emilio) antes de fracasar como portero de fútbol había ya fracasado como delantero en punta. Cosas de ser o no ser. Cosas de ser humilde o no ser humilde. Cosas de ser soberbio o no ser soberbio. Cosa de tener envidia o no tenerla. Sólo Dios sabe qué cosas son esas que se esconden dentro de los espíritus malvados.
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