El loco de la roca (Novela) -Captulo 1-
Publicado en Aug 22, 2013
Don León Tigre y Gato comenzó a leer a Umberto Eco: "Fue entonces cuando vi el Péndulo. La esfera, móvil en el extremo de un largo hilo sujeto a la bóveda del coro, describía sus amplias oscilaciones con isócrona mejestad".
- ¿Isócrona? -pensó en voz alta. Sin decir nada más, Don León Tigre y Gato se acercó a la estantería de los Diccionarios de la Biblioteca Municipal de Murcia y buscó ansiosamente, con visible temblor de manos y la mente como huida, cual perdido en las tinieblas de sus pensamientos. - ¡Isócrona! ¡Isócrona! ¿Qué diablos puede ser esto de isócrona? - No se moleste usted tanto en buscar... porque yo se lo puedo explicar... Fue entonces cuando Don León Tigre y Gato se dio cuenta de la presencia de ella. - Perdone, señorita, pero estoy enloqueciendo... - No se vuelva loco, señor. Es muy fácil. Isócrona significa que se realiza con un ritmo constante. Con períodos de igual duración. Pero ni hace falta ni es necesario que me de usted las gracias. - Entonces... ¿podría aceptarme una cerveza? - No puedo tomar cervezas con un desconocido; sobre todo cuando me triplica la edad. - ¿Cuántos años crees que tengo yo, jovencita? - A simple vista se descubre que son más de sesenta. - ¿Y usted sólo tiene veinte? - Diecinueve para ser más exacto. - Escuche señorita... sólo quiero hablar... resido en Porlán... muy cerca de la costa y... bueno... quizás le aburra lo que le estoy contando. Ella le miró a los ojos. Una impenetrable espesura. Una mirada árida y blancuzca. - ¿Qué le ocurre? ¿Es usted un danzante loco de esos que van contando cuentos con tal de convencerse a sí mismo que los años no han pasado? - Lo mío no es un cuento sino una tragedia. - ¡Ah, ya! La misma historia con todas... ¿no es cierto?... - No. No es cierto. Tú no eres como todas... Ella pensó que se había encontrado con uno de esos viejos que siempre cambian de opinión a la mañana siguiente. - ¿Cómo se ha podido usted fijar en mí? - No me he fijado en ti. Solamente ha sido el Destino. - ¡Vaya, vaya, vaya! ¿Es usted de esos que suelen hablar del Destino con cualquier persona desconocida? - Si me dices tu nombre habrás dejado de serlo. - Micaela. Micaela Sanromán Santamaría. Y soy de San Javier. Pero le advierto que no soy ninguna santa para que me tome por tonta... Un brillante color dorado en su cabello, que se notaba que era producto de algún tinte, la hacía aún más hermosa de lo que ya era de por sí misma. - No estoy pensando en hacerte ningún daño, te lo aseguro -la interrumpió el aparentemente sesentón León Tigre y Gato- sólo quiero hablar y que alguien me escuche. Me llamo León Tigre y Gato. Ella bajó un poco el tono de su voz. - Ahora me va a soltar usted "el rollo del solitario"... - ¿"El rollo del solitario"? ¿Qué es "el rollo del solitario" - Una pequeña historia de algunos que, bien educados y con singular inteligencia, cuentan con misantropía pero con perverso entusiasmo cuando alguien les escuchan. - ¡Me parece que tú has leído mucho a Edgar Allan Poe! - Está bien. ¿Qué es lo que, en realidad, quiere de mí? - Los inviernos son fríos, Micaela. - ¿Está usted mal de la cabeza? ¿A qué santo y seña viene eso de citar al invierno ahora? - Los inviernos son fríos, Micaela. - ¿Sigue usted interesado en invitarme a unas cervezas? - Exacto. Dos mejor que una. Como los plátanos de Canarias pero en femenino. - Hasta tiene usted cierta gracia. Es lógico reconocerlo. - También es cierto que no hay dos sin tres. - Me parece que está usted muy acelerado, Don León... - ¿Entonces? - Entonces una nada más. - Menos da una piedra. - Exacto. Menos da una piedra y dele usted gracias a Dios. Una sonrisa vertical apareció en el rostro felino de Don León Tigre y Gato. - ¡Ah, si hubiese yo sabido antes que estabas aquí esperando! - Le repito que va usted demasidaod deprisa, Don León... porque resulta que estoy aquí esperando pero no precisamente a usted. - ¿Tienes novio? - Desde que tengo memoria. - ¿Y cuándo va a aparecer el afortunado? - ¡Espere usted un par de horas y le verá aparecer! - ¡Qué disparate! ¡No! ¿Cómo puedo yo ser un rival de alguien que logra enamorar a una chica tan guapa como tú desde que tienes uso de razón? Hablando del uso de razón, lo razonable es que salgamos afuera y nos tomemos esas cervezas sin nada en qué pensar. Sólo porque sí. Solo por designio del Destino. Tu novio ni se va a enterar... - Pues le advierto que es demasiado inteligente. - No lo dudo. ¿Se puede saber qué edad tiene tu novio? - Si le digo que veintiseis y que está en plena forma física... ¿sigue usted empeñado en invitarme a esas cervezas? - No hay nada malo en ello, como dijo Júpiter. - ¡Jajaja! ¿Tal vez lo dijo cuando quiso violar a Leda? - ¡Por los mil diablos, Micaela! ¿Por quién me tomas? - De acuerdo. Tomo solamente una, me cuenta su historia personal y después cada uno por su lado. La sonrisa vertical volvió a aparecer en el rostro felino de Don León Tigre y Gato. - De acuerdo, jovencita. Será como hablar con mi nieta más preferida. Ambos salieron de la Biblioteca Municipal de Murcia y se dirigieron a la Cafetería del Polideportivo Juan Carlos I. - ¡Espere un momento, Don León! ¡Me he dejado los apuntes en la mesa! - No importa. Nadie te los va a robar. A nadie le interesa robar cultura. Si fuese tu bolso seguro que ya ni está en un radio de acción de cien kilómetros a la redonda pero... ¿cultura?... ¿tú crees que interesa robar cultura hoy en día? - Estoy de acuerdo. Si alguien los coje antes de que vuelva yo... y dudo que alguien lo haga... será solamente para entregarlos a alguna de las empleadas que atienden a los usuarios. - ¿Y tu novio está macizo? Esto le sorprendió a Micaela... - ¿De verdad le interesa a usted saber cómo está mi novio? - ¡No! ¡¡No te confundas conmigo!! Sólo es por saber... - ¡Es un atleta completo, Don León, un atleta completo! ¿Le interesa saber que practica todas las artes marciales? - ¿Me estás intentando meter miedo? Soy demasiado mayor para tener miedo. - De acuerdo... es usted demasiado mayor y no teme a nadie... pero eso quizás baste para que usted no intente nada más que contarme su historia. Esa historia que nadie quiere escuchar. - No te vas a arrepentir. - Para empezar a arrepentirme o para empezar a no arrepentirme no entiendo por qué lleva usted una gabardina puesta en pleno mes de agosto. El viejo aparentemente sesentón sacó un pergamino muy sucio del interior de su gabardina. - Por esto... - ¿Esto qué significa? - Pon mucha atención a lo que está dibujado con pluma. Se detuvieron, por unos instantes, en la misma puerta de la biblioteca, ya en la calle, para que ella observara atentamente el pergamino que tenía ahora entre sus manos. - ¿Esto qué es? - ¡La Isla Hiperbórea! ¡¡Es la Isla Hiperbórea!! - ¿Qué diantres es eso de la Isla Hiperbórea? ¿Quizás un sentimiento? - Mucho más que un sentimiento, Micaela. No podemos evitar que ciertas cuestiones... - ¿Puede ser usted más concreto? - La locura no se debe confundir con la pasión pero la pasión se confunde muchas veces con la locura... por eso no es lo mismo decir "no pero no" que decir "no aunque sí"... - Intento comprenderlo del todo... - Ya lo comprenderás más tarde. Ahora fíjate en lo que hay en el ángulo superior derecho... - ¡Una calavera! ¡Oh, sí, es una calavera! Indudablemente parece interesante. Las dos manchas negras parecen ojos... ¿no es cierto? - Sí. Es cierto. - Y la más larga, la que viene debajo, parece una boca. Además, la forma entera es ovalada. - Perfecto, Micaela. Es una calavera ovalada porque es una calavera femenina ya que si fuera una calavera masculina aparecería mucho más cuadrada. - No llego a comprender. ¿Quiere usted decir algo con todo eso? - Quizás... pero me temo que no eres una artista a pesar de que por merecimientos físicos lo podrías ser si te lo propusieras. - Se equivoca, Don León. Soy una artista desde que se lo dije a mi mamá cuando tenía solamente cinco años de existencia continua. Aquella forma irónica de hablar le molestó a Don León Tigre y Gato. - Bromeas... Ella no hizo caso a la observación del viejo aparentemente sesentón y siguió detallando lo que observaba. - El cráneo es muy pasable, puedo decir que incluso es un cráneo excelente. - ¿Entiendes de dibujos? - Tengo un gran maestro al que conocemos como Pepe Luis; un tipo genial porque lo más curioso del asunto es que se llama Don Carlos. - ¿Cómo es eso, Micaela? - Muy fácil de entender. Se llama Carlos pero es tan gracioso que todos sus alumnos y alumnas le llamamos Pepe Luis porque nos hace recordar a José Luis López Vázquez. De ahí viene lo de Pepe Luis que, por supuesto, a él no le importa en absoluto porque, en realidad, tiene tanta personalidad propia que pasa olímpicamente de todos nosotros y de todas nosotras. - Entonces... ¿ese tal Don Carlos vive todavía? - Está más vivo que usted y yo juntos y es más libre que todos los que le llamamos Pepe Luis. Simplemente hace su trabajo como un verdadero profesional de la enseñanza. Que le llamemos Pepe Luis intentando bacilarle le importa menos que una papa frita. Él es siempre él y nadie de nosotros ni de nosotras está ni puede estar a su altura. Simplemente es un ser superior. - ¿Murciano tal vez? - Lo curioso es que puede pasar por un murciano pero es madrileñísimo de toda la vida. Madrileñísimo por todos los lados menos por uno... - No te entiendo. Ahora resulta que tu historia es más interesante que la mía. Micaela Sanromán Santamarïa siguió observando el extraño dibujo del mapa. - ¡Las antenas! Las ha hecho usted tan claras como lo son en los propios insectos. - ¿Quièn te ha dicho a ti que las he dibujado yo? - Presumo que ya es suficiente. Micaela, con gesto decidido, entregó el pergamino a Don León Tigre y Gato quien, sin decir nada, lo volvió a guardar en el bolsillo interior de su gabardina, a la cual le faltaba el botón superior. - Es curioso... ¿no se ha dado cuenta usted de que le falta un botón en su gabardina? - Eso también forma parte de mi historia. Pero el tiempo pasa, Micalea, el tiempo pasa... incluso para las gabardinas... El viejo León Tigre y Gato puso una cara de malhumorado y sintió deseos de volver a sacar el pergamino, estrujarlo y tirarlo a la papelera que había en la misma entrada de la Biblioteca Municipal de Murcia; pero se contuvo, enrojeció intensamente, y luego se quedó muy pálido. - ¿Qué le sucede, Don León? ¿Se encuentra bien? - Encontrarse. Ese es el verdadero problema de la existencia. - Yo no creo que sea cuestión de filosofar... - ¡Por Júpiter que me molesta lo del botón! - No hay por qué romperse la cabeza pensando en eso, caballero. - Cuando te cuente mi historia cambiarás de opinión. - Entonces... ¿a qué esperamos?... ¿Vamos o no vamos a la Cafetería? - Por supuesto que sí. Allí tengo yo a un amigo llamado Nacho Ávila... - ¿Conoce usted a Nacho Ávila Contreras de la Villa? - Por supuesto que conozco muy bien a Nacho Ávila Contreras de la Villa. Cuando entro en esa cafetería solemos tener conversaciones muy interesantes. También es madrileñísimo por los cuatro lados menos por uno... - ¡Jajaja! ¡Tiene usted buen humor, Don León! Ambos se pusieron a caminar hablando mientras subían, lentamente, las escaleras que les conducía a la Cafetería del Polideportivo Juan Carlos I. - Lo de mi buen humor sólo es relativo, Micaela... - ¿Y de qué hablan Nacho y usted? - Por supuesto que de mujeres... - ¿Nacho y usted hablan de mujeres? - ¿Te parece tan raro eso? - Me temo que sí... - ¡Cómo! ¿Qué quieres decir? - Supongo que hay temas más interesantes de los que hablar, Don León. - ¿Y qué motivos tienes tú, por Júpiter, para hacer tal suposición? - Cuando dos hombres hablan de mujeres siempre se van demasiado de la boca. A mí no me gusta, para nada, que mi novio me hable de mujeres ajenas. - ¿Y tú crees que Nacho Ávila Contreras de la Villa y yo hablamos de mujeres ajenas? - No lo creo. Lo sé. - Está bien. Supongamos que hablamos de mujeres ajenas. ¿Qué hay de malo en ello? - Que termina siendo demasiado caro. Una vez que dos hombres hablan de mujeres, sean propias o sean ajenas pero sobre todo si son ajenas, no se toman una sola cerveza sino todo un barril entero. Nunca entenderé por qué sucede eso, sobre todo cuando se trata de mujeres ajenas. - Según dijo un tal Andrew Baner Law, no existe la guerra inevitable. Si llega es por fallo del hombre. - Luego me está usted dando la razón. - No soy de los que afirman, con actitudes de sabios, que todas las mujeres guapas sois irracionales. - ¡Jajaja! ¿Acaso es usted uno de esos hombres que, con cualquier edad que tengan, siempre andan enamorados? Por tercera vez, en tan breves minutos, una sonrisa vertical apareció en el rostro felino del aparentemente sesentón León Tigre y Gato. - ¿Siempre tiene usted la sonrisa vertical? - Solamente cuando hablo con alguna mujer tan explosiva como tú. - Pues tenga mucho cuidado porque las mujeres explosivas, pueden explosionar según dice mi padre... - Supongo que has querido decir explotar... - No. He dicho explosionar. Según mi padre hay diferencias muy esenciales entre ambos verbos. Una tarde estuvimos un largo tiempo hablando de eso. - ¿Y a qué conclusiones finales llegasteis? - Que las mujeres guapas explosionamos sin previo aviso. La diferencia es que explotar siempre viene con aviso previo, mientras que explosionar siempre pilla por sorpresa. - Supongo que tu padre lleva razón. - Es que mi padre es muy lógico. - ¿Es quizás algún profesional dedicado a la Logística aplicada a la mente humana? - No lo sabe usted hasta dónde puede llegar en ese sentido, Don León... Ya habían terminado de subir las escaleras y se encontraban ante la puerta de la Cafetería del Polideportivo Juan Carlos I. - ¿De verdad estás interesada en tomar una cerveza conmigo? - No me pregunte más de lo que sé. - El Diablo me lleve si lo sé yo también. - ¿Está usted bien de la cabeza, Don León? - Como un toro. Tengo la cabeza como la de un toro. - ¿No sería mejor decir como la de un león? - ¡Jajaja! - ¿No me irá usted ahora a contar la famosa historia del hombre traicionado por la mujer amada que es bella y hermosa y todo lo demás? - No tengo tan mal gusto, Micaela. No se me había ocurrido pensar en eso. Por fin entraron los dos en la cafetería... - ¡¡Hola, Nacho Ávila!! ¡Sirve dos cervezas pero rápido y no me preguntes nada porque no tengo ganas de contarte nada en el día de hoy! Mañana será otro día mejor si la lluvia no lo impide. O si las autoridades no dan su permiso. Como sucede con los toros. - ¿Qué te sucede, León? ¿Crees que con tanta afluencia de clientes tengo ganas y deseos de perder el tiempo contigo? - Pues ya que estamos los dos de malhumor sírvenos esas cervezas y que seas feliz, muy feliz, sobre todo guardando silencio para siempre si no tienes nada que objetar. - ¿Siempre se tratan ustedes de esta manera? -intervino Micaela. - Poco más o menos solemos siempre empezar así... - No sé si es usted más raro que él o él es más raro que usted. - Sentémonos y hablemos. Micaela Sanromán Santamaría, de San Javier, y Don León Tigre y Gato, residente en Porlán, se sentaron ante la única mesa que quedaba libre dentro de la cafetería. - ¿Dónde nació usted, Don León? El viejo aparentemente sesentón vio la ocasión de comenzar su tarea de atracción natural... - Yo nací en la más completa oscuridad. - ¡Eso nos pasa a todos y a todas! ¡Todos y todas nacemos sin ver nada! - Cuando digo que nací en la más completa oscuridad te quiero decir que no sé en qué lugar he nacido ni en qué lugar pasé mis primeros cinco años de edad. - ¡Caramba, Don León! ¡Vaya que es usted interesante! Viendo que ella parecía estar absorbida por su historia, el aparentemente sesentón Don León Tigre y Gato siguió adornándola... - ¿Sabes que Júpiter tenia toda la razón con eso de los nacimientos? - Ahora mismo no sé qué me quiere usted decir... - Los egipcios también llevaban razón con el asunto de los escarabajos. De veras. - Si lo dice con tanta seguridad seguro que es cierto. ¿Puede sacar otra vez el pergamino? - Puedo hacerlo pero no he quedado contigo para hablar de escarabajos ni de calaveras sino porque necesito que alguien me escuche. - ¿Y no tiene para eso a su amigo Nacho Ávila y no sé qué más? - Ciontreras de la Villa. Se apellida, exactamente, Ávila Contreras de la Villa y no tengo tanta confianza con él para contarle mis historias más apasionantes. - Salvo cuando se trata de mujeres... ¿no es cierto?... - Salvo cuando se trata de mujeres. Pero no perdamos el tiempo perdiéndonos en el limbo de los dioses. - ¿Es que usted se cree todo un dios? - Júpiter y yo necesitamos la ayuda de una persona en quien podamos confiar. Y no es precisamente Nacho Ávila Contreras de la Villa un tipo en quien se pueda confiar porque traiciona demasiadas veces. Por eso me cae tan gordo además de que esté tan gordo. Tú eres una persona distinta. Tú eres una persona única. Tú eres una persona adorable. - ¿Hemos venido aquí a que me piropee sin discriminación alguna o a que yo haga de buena samaritana en esto de escucharle? - Deseo vivamente que me comprendas. ¿Tengo la plena confianza de que no se lo vas a contar a nadie? - La tiene. - Entonces espero que no la consideres una absurda historia. - Lo siento... lo siento mucho... pero eso sólo lo puedo considerar o no considerar una vez que la haya escuchado. Ahora bien, comienza usted muy mal si cree que soy fácil de impresionar haciéndose pasar por Júpiter. - ¡Insisto en que lees mucho a Edgar Allan Poe! - Pues no es mi preferido. Yo no soy aficionada a leer cuentos de alcohólicos como los de ese tal Poe. Prefiero cuentos de escritores lúcidos y lucidos y para mí que ese tal Poe no sabía escribir bien y por eso se emborrachaba antes de ponerse a la labor de hacer cuentos de escarabajos, por muy escarabajos que fuesen, o de gatos negros, por muy negros que fueran. Don León Tigre y Gato se quedó ligeramente apesadumbrado; pero insistió en todo aquello de Júpiter intentando hacerse más interesante de lo que en realidad era... - Entablar conversación con una dama que no entiende nada de Júpiter me parece que es tener pocas probabilidades de tener éxito... pero... en fin... intentaré ser lo menos engreído posible... - ¿A su edad es usted todavía engreído cuando ya debería estar de vuelta de todo? Me recuerda a un tal Agustín Rondero Filo que conocí en los madriles. - Cuando te cuente toda mi historia completa comprenderás mejor. - Le repito que no me subyugan las historias de miedo. Ni aunque me las cuenten seres tan engreídos como aquel tal Agustín Rondero Filo, que se las daba de filósofo porque estaba enamorado de su escasa inteligencia. - Dejemos entonces de hablar de Edgar Allan Poe... - Eso está mucho mejor. Pepe Luis, o Don Carlos si a usted le parece mejor llamarle Don Carlos, me contó a nivel privado que Poe se empeñó en ser poeta desde los quince años de edad, quizás por su apellido de Poe y perdone el chiste fácil, pero que fracasó en todos sus intentos. - Pero... ¿a tanto se atreve ese tal Don Carlos? - No es sólo que se atreva a tanto sino que lo dice de verdad. Poe sólo es un poeta producto del marketing y toda su obra literaria es producto de ese marketing y nada más. ¿Me cuenta ya su historia o vuelvo a la biblioteca a encontrarme con mis apuntes? - ¿Puedo saber a qué te dedicas, Micaela? - Trabajo con los muertos. Un sobresalto sobrecogedor recorrió todo el cuerpo del viejísimo Don León Tigre y Gato. - Por los diez mil diablos ds de San Luis... esto... quiero decir del Averno... ¡¡no cites a los muertos!! - Es que trabajo con los muertos. A Don León Tigre y Gato le volvió a sacudir otro temblor corporal completo. - ¿De verdad que trabajas con los muertos? - Sí. En "La Paz". Una especie de calma balsámica hizo que Don León superara su miedo. - ¡Menos mal! ¡Creí que eras sepulturera! - Es que soy sepulturera. De nuevo Don León Tigre y Gato volvió a temblar mientras dio un brinco en su asiento. - ¿No eres enfermera de "La Paz"? - ¡Jajaja! ¿Yo enfermera? Yo sólo sé que soy una aspirante a ser actriz. Lo que sucede es que, de momento, hasta que llegue mi salto a la fama, trabajo en la funeraria "La Paz". - Entonces... tus apuntes... - Exacto. Son anotaciones sobre cómo actuar bien en los papeles estelares de las películas. - ¡Por Belcebú! ¿Tan alto quieres llegar en el Cine? - Exacto. Si lo consiguió Marilyn Monroe también lo puedo conseguir yo. - Pero Marilyn Monroe era rubia platina. - Yo voy a demostrar que una morena puede llegar tan lejos como llegó ella y sin tener que morirme pronto. Pero... me cuenta ya su historia personal completa o me largo de aquí... - Está bien. Pon mucha atención. Como te dije antes yo nací en la más completa oscuridad. - Buen comienzo pero... no crea usted que yo soy tan ingenua... - No es cuestión de ingenuidad. Yo no he sabido nunca dónde nací. Ni tan siquiera sé si me trajeron de otro planeta y me abandonaron en la Tierra. - Bonita historia. No podría usted haber elegido un comienzo más peliculero. Pero sobre eso ya hay mucho escrito y mucho rodado... - Lo digo en serio. El caso es que fui criado en una granja de Guadalajara, en Mexico, de donde me trasladaron a Guadalajara, en España. De un lugar que no puedo recordar a otro lugar que tampoco recordar puedo. Nadie me ha dicho nada sobre eso. De mayor, pasada ya la adolescencia, me fui a vivir con un par de compañeros que ya han muerto. - ¡Lógico! Si tiene usted ya tantos años es lógico que compañeros mucho mayores que usted estén ya muertos. - ¿Cómo sabes tú que esos dos compañeros eran mucho mayores que yo? - Por una razón también lógica. Si estuviesen vivos usted no tendría que buscar a nadie para contarle su historia personal porque les tendría a ellos. Supongo que eran su padre adoptivo y su madre adoptiva. - Es que no eran mis padres naturales ni mis padrees adoptivos. - Comienza a ponerse más interesante su cuento. - ¡No es ningún cuento, jovencita! - Vale, vale, supongamos que es cierto... - Pero lo más extraño de mi infancia es que un día llegué a conocer a un ermitaño que me entregó este pergamino del cual no he podido separarme nunca jamás aun que a veces lo he intentado. Hasta he pensado en quemarlo varias veces pero algo siempre me hizo que no lo destruyera. Así que he descubierto que nací en la Isla Hiperbórea. Voy contando por el mundo que no sé dónde nací porque no sé donde está esa isla. Intento saber, de una vez por todas, si soy un habitante nacido en la Tierra o provengo de cualquier otro planeta. - ¿Y por qué no consulta usted a algún astrólogo? - Los astrólogos siempre se equivocan porque no dicen más que lo que ven. Pero lo que ellos ven no es la realidad sino sus reflejos de lo que ellos piensan que es la realidad. ¡No me interesa saber lo que piensan los astrólogos sino lo que en verdad sucedió conmigo! - ¿Y qué ha hecho usted para saber la verdad? - He caminado enormes cantidades de kilómetros y he sobrepasado ya los límites de la resistencia humana por muy increíble que te parezca. He dado varias veces la vuelta a este planeta. Durante algunos momentos de mi vida me examinaron los mejores psicólogos y psiquiatras pero ninguno de todos ellos me pudo explicar con lógica lo que me sucedió. A veces pienso que soy Supermán pero de verdad y no como un cuento de tebeos llevado al cine. - ¿No ha buscado usted en su árbol genealógico? - Mi árbol genealógico no existe. Me llamo León Tigre y Gato porque así me llaman desde pequeño pero, por supuesto, no sé nada sobre mi verdadero nombre ni sobre mis verdaderos apellidos. A veces creo que lo de León Tigre y Gato me lo pusieron porque me debieron encontrar en alguna selva, al igual que sucedió con Tarzán pero esta vez de verdad y no como pura ficción. A Micaela Sanromán Santamaría comenzó a interesarle... - ¿Hasta dónde quiere llegar usted? - Capta primero lo que te voy a decir ahora y entonces tú misma podrás saber qué caminos he seguido... - ¡Egipto! ¡Supongo que usted ha estado haciendo en Egipto algunas averiguaciones que le indicaran su procedencia! - ¿Por qué estás tan segura de eso? - Por el escarabajo que tiene dibujado en el pergamino y del cual no parece que usted tenga demasiado miedo. - ¿Tener yo demasiado miedo de un escarabajo? ¡Ni mucho ni poco! ¡No tengo ningún miedo de ningún escarabajo! Dibujo escarabajos desde que era muy pequeño pero no les tengo ninguna clase de miedo. ¿Cómo voy a tener miedo de un escarabajo si no lo tengo ni de las panteras ni de los guepardos? - ¿Guepardos? ¿Se refiere usted a alguna clase de leopardos? - No. Los guepardos son diferentes a los leopardos. ¡Son más temibles porque son menos conocidos! Desde aquel momento, Micaela puso mayor atención mientras su espíritu aventurero comenzaba a inquietarse. Quería salir de la cafetería y volver a la biblioteca, pero comprobaba que no le quedaba otra alternativa más que considerar a aquel pobre viejo como alguien atacado de una especie de locura transitoria. Comenzó a poner mayor interés en lo que él le contaba... esperando alguna sorpresa mientras reflexionaba sobre qué sería mas preferible hacer: ¿seguir allí sentada escuchando cosas que empezaban a ser ya increíbles o volver de inmediato a casa y no contar nada a nadie? - Tengo miedo de lo que usted me pueda seguir contando... - ¡Por Júpiter! ¡Pero si todavía no he hecho más que comenzar! - ¡Cita usted demasiadas veces a Júpiter! ¿De verdad no se cree un dios? - ¡¡No me creo ningún dios!! - Está bien. Pero no chille tanto porque estamos llamando demasiado la atención de todos y todas. Don León Tigre y Gato se dio cuenta de que se había alterado demasiado y de que aquella muchacha tenía el don de ponerle completamente nervioso del todo. - Bueno. Calma. No me creo ningún dios sino que cito continuamente a Júpiter porque muchas veces he llegado a creer que yo nací en ese planeta y que, por alguna cuestión que todavía desconozco, me trajeron a la Tierra... - ¿Otra vez con esa absurda tontería? - ¡No es una tontería y mucho menos una absurda tontería! - Baje la voz, por favor. - No es ningún absurdo y tampoco es una tontería. Es que de verdad creo que soy de Júpiter; por lo menos hasta que no sepa bien dónde está la Isla Hiperbórea. - Podemos volver a la biblioteca y buscar en los libros de Geografía y de Historia. - No estoy por la labor de consultar ni geografías ni historias de ningún tipo... lo que yo quiero solamente es saber quién me puede ayudar a viajar hasta ella... Nacho Ávila Contreras de la Villa se acercó con los dos vasos de cerveza sobre la bandeja,. acompañadas de un platillo con aceitunas verdes sin hueso. - Perdón por el retraso pero, como está usted viendo, hay demasiado clientela sedienta hoy en este local y me encuentro solo. - Soledad. ¡Esa es mi palabra favorita! ¡¡Sol y edad de mi solitaria existencia!! -explotó, de improviso, Don León Tigre y Gato. - Te oigo perfectamente bien sin que tengas que levantar tanto la voz. ¿Ya estás contando a otra víctima inocente la increíble historia de la Isla Hiperbórea? - ¡Me molestan los cotillas como tú, obeso! ¡No eres más gordo porque más gordo no se puede ser en cuanto al género humano! ¡Deja las cervezas sobre la mesa y lárgate por donde has venido, murmurador sin conciencia! - ¡Podrida vida la tuya, León, podrida vida la tuya! - ¡Si tú estuvieras tan solo como lo estoy yo no dirías tantas majaderías! ¡Tu vida sí que está podrida del todo a pesar de tantas personas que conoces! Prefiero la calidad de esta señorita que la cantidad de todas las que te ríen a ti las gracias! - Es que eres muy pesado con las historias que cuentas. - ¿Así se trata a un pobre anciano? - Nada de anciano, León. ¡Tú no eres un anciano sino un viejo! Seguro que ahora le vas a contar a esta belleza que tienes a tu lado lo de la misericordia humana para que se compadezca de ti. ¿Me equivoco? - Escucha, Nacho Ávila Contreras de la Villa... ¡un día te pueden pìcotear los cuervos! Micaela intervino buscando la paz porque el asunto se estaba complicando demasiado... - ¿Qué quiere decir usted con eso, Don León? - Solamente es una manera de hablar, Micaela. Es una forma de pararle los pies a quien se convierte en un entrometido. Pero olvidemos. Bebamos para olvidar... Nacho Ávila Contreras de la Villa decidió que lo mejor era alejarse y dejarles solos. - Pero resulta que yo no tengo nada que olvidar... - El tiempo pasa, Micalea, el tiempo pasa y cuado tengas sólo unos pocos años más verás cómo si tendrás muchas cosas que olvidar. - ¿Tiene usted algo muy importantre que olvidar, Don León? ¿Tal vez algo relacionado con el botón que le falta en la gabardina? - Tienes muy buenas intuiciones, Micaela... - ¿Qué pasa con ese botón que cuando lo nombro usted se pone nervioso aunque intenta disimularlo? - Una maldita aventura... Micaela empezó a sentir que aquello se ponía cada vez más interesante... - Cuente usted, cuente usted Don León. - Sucedió una noche... - ¡Vaya! ¡No podía faltar la noche en una historia increíble! - El primer botón de mi gabardina era de oro... - Así que le pone nervioso haberlo perdido... ¿no es cierto?... - No es cierto. Lo que me pone nervioso es la forma en que lo perdí. - Quizás lo tenga usted perdido en algún lugar de su vivienda... - ¿Mi vivienda? ¿Sabes tú cuál es mi verdadera vivienda? - Supongo que tendrá alguna. - Supones bien pero no tiene ahora importancia alguna. El botón de oro no lo perdí en ningún lugar. - No se puede perder nada en ningún lugar. Siempre debe haber algún lugar para perder algo. - ¡¡Me lo robaron!! - ¡No se agite usted tando, Don León, no vaya a ser que salgamos todos rugiendo! ¡Un botón de oro, por mucho valor que tenga, no merece la pena tanta agitación nerviosa! - Es que lo que no se puede admitir es la manera en que me lo robaron. - Cuente, cuente Don León. Parece que la historia se anima. - Fue una noche en Madrid. Andaba yo en la Luna... - ¿Fue en Madrid o fue en la Luna? Aquella irónica salida de Micaela hizo que otra sonrisa vertical aflorara en el rostro del viejísimo Don León Tigre y Gato. - Fue en Madrid... - Le veo ya más relajado. Por un momento creí que usted había sido alguna vez astronauta. - Lo intenté. Intenté serlo. Pero la NASA no tenía ya interés en enviar a ningún otro hombre a la Luna. Simplemente llegué tarde. Pude haber sido el primer humano interesante en llegar a ella en lugar de ese anodino Neil Armstrong. Yo no habría dicho la memez de "un pequeño paso para el hombre, un gran paso para la humanidad" que, por cierto, la llevaba ya apuntada antes de partir la nave espacial de Cabo Cañaveral. Ella empezó a beber su cerveza... - ¿Qué habría dicho usted? - Algo no premeditado pero mucho más interesante. - ¿Por ejemplo? - Por ejemplo... "este es un paso enorme para la imaginación" - No está mal. No está nada mal. Muy romántico. Pero... ¿qué pasó con el botón de oro de su gabardina? - Te repito que fue una noche en Madrid. Andaba yo preguntando por la Isla Hiperbórea en diversos bares de mi ruta predilecta, a las gentes del mal vivir por ver si alguno de ellos o de ellas me podía aclarar la cuestión ya que los hombres y mujeres normales, los de la vida sin aventura, son incapaces de hacerlo. Se me acercó un tipo que me habló de la Patagonia pero yo no estaba dispuesto a hacerle caso, porque era muy aburrido por cierto, y como no le hice ni puñetero caso se enfadó cuando le llamé pampero, porque era lo más parecido a un pampero que había visto yo en mi vida. Al descubrir que el primer botón de mi gabardina era de oro... él junto con otro compinche más aburrido todavía que él... me lo arrancaron y se dieron a la fuga. Aquel botón representaba algo muy emotivo para mí. No me interesa tanto el oro pero lo que no admito es gente tan vil en mis recuerdos vitales. ¿Sabes algo? - Si me lo cuenta... - Aquellos dos envilecidos e inmorales personajillos de la noche madrileña están ya muertos y bien muertos que están. - ¿Muertos de verdad? - Muertos de verdad en mi memoria. ¡Que el Diablo se haya apiadado de ellos porque supongo que están en los infiernos! - ¿Y qué significaba para usted un simple botón de gabardina aunque sea de oro? - Me lo regaló una bruja que trabajaba en Madrid pocos antes de morir. - No me diga que usted es de los que acuden a las brujas para conocer su futuro? - Con tal de saber dónde está la Isla Hiperbórea todo puede valer. - Pero... ¿no se da cuenta de que las brujas mienten más que hablan y eso que rajan más que el cuchillo de un melonero? - En esta ocasión me predijo que si perdía el botón yo perdería, para siempre, mi memoria... - ¿Y usted se cree esa tontería? - No. No me lo creo. Pero la verdad es que estoy perdiendo la memoria poco a poco. - No me lo puedo creer. Uster recuerda hasta el momento en que nació. Bueno, perdone esta ironía, pero no he visto a nadie que tenga tanta memoria como usted. - Reconozco que es así; pero... ¿por cuanto tiempo me durará esta lucidez mental? - Supongo que hasta que encuentre la Isla Hiperbórea y pueda vivir en ella sin tener ya nada más que recordar sino ser feliz sion recuerdo alguno. ¿Cuántos años hace que le robaron ese botón de oro? - Más de treinta... algo más de treinta... -Esto... usted no tiene sesenta años de edad... ¿no es cierto?... - ¿Cómo puedes dudar de eso si todos lo creen así? - Porque si aspiraba a ser astronauta en lugar de Neil Armstrong, por lo menos tiene usted ochenta años de edad o incluso alguno más de ochenta. ¿Cuántos años tenía usted cuando se presentó en la NAsA pidiendo ser el primer astronauta que llegó a la Luna? - No sé la causa o el motivo pero a ti no te puedo mentir, Micaela. Tienes unos ojos tan bellos y una mirada tan dulce y noble que no te puedo mentir. Tenía cuarenta años recién cumplidos. Quizás por eso me eliminaron como aspirante. - Pues ya estamos en el años 2014 después de Jesucristo... así que haciendo un sencillo cálculo mental, como Armstrong llegó a la Luna en 1969, si es que es cierto que llegó y no fue un montaje de los Estados Unidos, usted tiene ahora ochenta y cinco añós de edad aunque parezca que sólo tiene sesenta. - Muy inteligente, Micaela, muy inteligente... - Por ciedrto, Don León... ¿fue verdad que Armstrong llegó a la Luna o fue un montaje? - Las gentes buscan fantasmas donde no los hay. - No ha contestado a mi pregunta. - Si fue verdad o si fue mentira no tiene importancia. Armstrong llegó a un lugar desconocido. Algo así quiero hacer yo. - Pero es verdad que usted tiene ochenta y cinco años de edad. - Espero que no se lo cuentes a nadie. Estoy mucho más cómodo cuando todos creen que tengo solamente sesenta. ¿De verdad eres de San Javier? - Sí. De verdad. De muy cerca del Aeropuerto. - ¿Tendrías algún inconveniente en que te llevara en mi coche hasta tu casa? Me has caído muy bien y no quiero que en tu casa te regañen por haber llegado tarde a la hora de la comida. Si te das cuenta ya son las tres. - ¿Y qué sucede con mis apuntes? - Dejalos en la biblioteca. Alguien los encontrará y los entregará a los empleados de seguridad. Sabem guardarlos hasta que alguién pregunta por ellos. Ambos terminaron su cerveza y Micaela quedó un largo rato pensativa... - ¡Vamos, Micaela! No tengas ningún temor de un hombre de ochenta y cinco años de edad que podría ser tu bisabuelo. - Me llaman "La Aventurera" pero en esta ocasión... - ¡En esta ocasión nada de aventuras, Micaela, sino solamente el detalle agradecido de un simple amigo llevándote a casa para que no te regañen por llegar tarde! - Está bien. Si alguien ha encontrado mis apuntes estarán esperándome a que los recoja pero... ¿y qué pasa con mi novio? Me he citado con él para comer juntos... - Simplemente le dices, cuando le veas, que te olvidaste que habías quedado ya anteriormente con un excelente e inolvidable amigo y que era importante cumplir con él porque era la última vez que le ibas a poder verle. ¿No te aprece una buena excusa parfa tu novio? - ¿Quiere usted decir que le diga, cuando le vea, que era la última vez que iba a ver a un excelelnte e inolvidable amigo? - Sí. Le puedes decir que era un compañero de estudios al cual le debías demasiados favores, en el buen sentido de la palabra, y que ya no le verías más veces en el aula para poder agradecerle dichos favores, dicho todo ello en el buen sentido de la palabra. ¿Quñe te parece lo del amigo excdlente e inolvidabvle al cual ya noi verás nunca más? ¿No te parece una excusa genial? Hasta tiene cierta gracia si te das cuenta y te pones a pensarlo. Tanta graci8a que hasta te puede entrar ganas de reír en lugar de llorar. ¿No lo crees tú asçí? - Me parece un chiste sin gracia alguna... - Perdona que te lleve la conmtraria, Micaela. Tiene muchísim,a gracia inventarse un amigo al cual no se le puede dar un plantón porque es excedlente e inolvidable pero al que ya no le vas a ver más. Si no fuese porque es mentira hasta se le saltan las lágrimas a uno de sólo pensar en la nobleza de ese amigo excelente e inolvidable por el cual se puede dar un plantón al novio porque el novio lo va a poder comprendr. Parece un chiste pero si lo haces bien no se va a noitar tu mentira. - Pero yo voy perfectamente vestida y arreglada para una cita amorosa... - ¿Y no se tiene también amor por un amigo excelente e inlvidable auqnquie no sea tu novio ni vaya a serlo jamás? Tiene mucho más glamur yh morobo el asunto visto desde ese enfoque. ¿Lo comprendes? Te arreglas para estar mejor que nunca con tal de deslumbrar a ese amigo exclentge e inolvidable al cual ya no vas a ver jamás y supoongo que eso le emocioanrá a tu propio novio cuando descubra lo dulce y tierno de tu corazón por tan gran detalle con tu amigo excelente e inolvidable. Ella se quedó otro largo tiempo pensativa... - Vamos, Micaela... esfuerza un poco tu imaginación y piensa, salvando la ewnomre distancia de añlos que nos separan, que yo soy ese amigo tuyo tan excelente y tan inolvdable, al cual le debes tantos favores y al que no vas a vovler a ver jamás... ¿no te parece tan emotivo como parfa qwue tu novio no tenga por qué tener celos si se lo explicas bien y con toda clase de detalles? A lo mejor hasta le haces llorar a tu novio cuando compruebe el gran corazón que tienes hacia los necesitados. - Me parece que usted n o está entendiendo nada, Don León. Mi novio no es tan tonto ni tan ingenuo. No creo que pueda colar esa historia del amigo exzclente e inolvidable al que nunca voy a volver a ver jamás. Adem ás... ¿qué nombre le pongo?... - Ponle el nombre más sencillo de todo. Llámale simplemte Pepe y así tu novio no podrá dudar de tu sicneridad y no se dará cuenta del engaño. - Pero... ¿eso serñia engañlar a mi novio? - ¿Por celbrar una comida con un amigo excedlnte e inolvidable, llamado Pepe, en lugar de clebrarla con él? Yo creo que no sólo se lo va a creer sino que te va a amar más por el extraoridnario sentido que tienmes sobvre lo que es una buena y sana am,istad. - Me parece que me está usted convbenciendo9, Don LÑeón. Puedo inventarme lo de mi amigo Pepe y no pasa nada... - Por supeusto que no pasa nada. No es un problema de conciencia que sea mentira... ¿no es cierto, Micaedlka? - La mentira forma parte de la aventura... cuando la aventuira es apasionante y nobel... - Claro. Salvo que lo de Pepe fuese verdad. Pero como es mentirar... ¿no es cieto que es una mentira piadosa nada más, preciosa aspoirante a actriz estelar? - ¿Es necesario mentir? ¿No puedo contarle la verdad a mi novio? - Yo te recomiendo que te inventes lo de un juvenil y simpático amigo íntimo llamado Pepe antes de contarle que has estado toamnos uian cerveza con un viejo de ochenta y cinoc años de edad que, para mayhor ironíoa, se llama Don León. Tu novio solspechará menos de ese tal inventado Pepe quie de este real Don León que te tiene que contar una apasionante hgistroria,. Necesito llevarte a San Javier parfa poder conta´rtela entera, - ¡Tiene usted razón! ¡Lléveme ya a mi casa `pero espero que su historia sea inolvidable! - Será inolvidable. Tan inolvidable como esa invención de un tal Pepe con el que has queddado para comer en lugar de ir con tu novio. Te prometo que mi historia será mucho más intertesante y que no habrá lugar para las lágrimas si es que no es necesario. -Supongo que no será necesario, Don León. - Creo en las mentiras piadosas, Micaela. - No dejan de ser mentiras, Don León. - Te equivocas. Todos los religiosos dicen que son pecados aunque sean mentiras piadosas; pero son mucho más bonitas que la cruel realidad. Prefiero una mentira piadosa antes que cien verdades crueles. ¿No lo crees igualmente, Micaela? - Posiblemente sí. - Quizás lo de decir a tu novio que tuviste que acudir a una comida con ese imaginado e irreal Pepe, porque es un amigo excelente e inolvidable, sea una mentira piadosa, pero mentir de esa manera no es un pecado sino una virtud. Es la virtud de convertir un sueño en una realidad. ¿Crees que no merece la pena poder vivir nuestros sueños o eres tan joven que no lo puedes comprender? - Soy joven pero lo comprendo o al menos intento comprenderlo. Es mejor una mentira piadosa que no mentir jamás. Es mejor la mentira piadosa para poder tener sentimientos. - ¡Eso es, Micaela! Cuestión de tener o no tener sentimientos. Y ene sta cuestión de los sentimienos hay que ser como los niños y las niñas. Yo también prefiero mil veces a las mentiras piadosas que nos hacen desarrollar la imaginación que todo eso que el mundo llama verdades. ¿Crees que el mundo entero, con tantas verdades, es feliz? - Dicho de esa manera... - ¿Sí o no? - Yo solamente digo que amo al Cine. - Yo también. Quizás el Cine sea una manera de ser mucho más perfectos que tanto realismo cruel. Como dijo Ralph Waldo Emerson, "nada asombra tanto coom el sentido común y la franqueza". Yo he visto muchos sentidos comunes y muchas franquezas en las mentiras piadosas del Cine y de la vida. Prefiero eso que a todas esas verdades que nos condenan por tener imaginación suficiente como para transformar la realidad. ¿Te da miedo saber eso? - Supongo que ser valientes es superar más cantidad de miedo que los demás... - Cierto, Micaela. Hay muchos que no desean ser felices. Espero que tú no seas de ellos. - ¿El mundo es su pasión, Don León? - ¿El mundo? ¿Qué tiene que ver este mundo conmigo? - Quizás nada... - Exacto. Quizás nada porque nada me puede ofrecer. Se trata de vivir, Micaela, de vivir aunque sea en base a bonitas mentiras piadosas antes que morir conn tantas verdades dirigidas. - ¿Dirigidas? - Sí. dirigidas por los seres más infelices. ¿Qué es mejor, Micaela, un novio o un hombre que te ama? - ¿No son la misma cosa? - No. Son hasta cosas opuestas. Y espero que seas capaz de comprenderlo, entenderlo y asumirlo. - Lléveme ya a casa, Don León, y por el camino pensaré lo que me ha dicho... Ambos salieron de la Cafetería del Polideportivo Juan Carlos I dejando a Nacho Ávila Contreras de la Villa con la boca abierta ante el billete de cien euros que estaba sobre la mesa.
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