El loco de la roca (Novela) -Captulo 5 -
Publicado en Sep 07, 2013
Junto a la chimenea del hogar, para poder hablar con la máxima tranquilidad posible, se encontraban sentados Doña Pilar Santamaría Santarosa, Don Pedro Sanromán Sanemeterio, Don Carlos Magno Sáinz Mayoz y Roberto Félix Alegría del Monteverde.
- Presiento que la noche va a ser movida, Don Pedro. - ¿Qué quiere con eso, Don Car - ¿Tú que opinas, Roberto? - Que a estas horas hasta la ha podido violar ya varias veces... - ¡Ay, Dios mío! ¡Ay, Dios mío! y ¡Ay, Dios mío! - ¡Escucha, Pilar! Si vas a continuar metiendo a Dios en este asunto es mejor que hagas el favor de levantarte y servirnos unas copas de coñas a todos! ¡Después puedes irte a dormir a ver si se te tranquilizan los nervios! - Pues yo le veo mucho más nervioso a usted, Don Pedro... y en cuanto a lo que barrunta este joven quizás sí... pero estoy seguro de que no... al menos de momento... - ¡Ay, Dios mío! ¡Ay, Dios mío! y ¡Ay, Dios mío! - ¡¡Cállate ya Pilar!! ¡Y sírvenos esas copas! Doña Pilar se levantó y se dirigió al mueble bar... - ¿Qué hacemos ahora, Don Carlos? - Yo creo que debemos esperar... - ¿Esperar? ¿Cómo puedes ser su novio y estar tan tranquilo que sólo se te ocurre decir que tenemos que esperar? - No se enfade usted con este jovencito, Don Pedro. - No soy tan jovencito como usted cree, Pepe Luis. Ya tengo veintiséis años de edad y vivo emancipado. - ¡Dale otra vez con lo de la edad! No importa que tengas 26 o´62. El baile de los números es siempre musical y todos bailamos al son de la misma música. Lo que importa ahora es que llevas razón. - ¿Le está usted dando la razón a Roberto Félix por convicción o por lástima? - Se la estoy dando por convicción. La lástima no produce ningún beneficio a nadie. Dar lástima es despreciar a un ser humano. En este asunto de su hija que sólo tiene diecinueve y ese viejo que ya tiene ochenta y cinco, la lástima es un lastre, una rémora, una hándicap, un sobrepeso que debemos eliminar. - ¡Sea usted más concreto, Don Carlos Magno! Al terminar de hablar Don Pedro, su señora esposa trajo las copas de coñac y se volvió a sentar en un sillón entre su señor esposo y su futuro yerno. - ¿Por qué no se limita usted a ser más optimista, Don Pedro? Lo de Magno sobra aunque este coñac sea de la marca Magno. - ¡Puñetas con el optimismo! ¡Cómo se nota que habla usted así porque no se trata de ninguna de sus dos hijas! - ¡O se tranquiliza usted o se nos va todo el asunto a la mierda! - ¿Quién te ha enseñado a hablar como un verdulero, Roberto Félix? Para tratarse del novio de mi única hija que es heredera universal de todos mis bienes, te expresas como un barriobajero sin clase ni estilo alguno. - Pues resulta que este muchacho, dejando aparte esa expresión tanmalsonante e impropia de un verdadero caballero elegante en su manera de hablar, lleva también razón ahora. si no estamos al loro se nos puede escapar la oportunidad de atraparlo. - ¿Estar al loro? ¿Qué significa estar al loro? - Aprovechar cualquier ocasión que se nos presente antes de que sea demasiado tarde para poder evitarlo. - Evitar qué, Don Carlos... - No se inquiete usted tanto, Don Pedro. Tengo dos hijas y sé lo que puede usted estar sufriendo al pensar que ese tipo viole, de alguna manera, a Micaela. - ¡Ay, Dios mío! ¡Ay, Dios mío! y ¡Ay, Dios mío! - ¡Escucha, Pilar! ¡Si vuelvo a oírte decir otra vez eso de ¡Ay, Dios mío! ¡Ay, Dios mío! y ¡Ay, Dios mío! es lo último que te oigo decir esta noche! - ¿Es usted capaz de matarla por tal cuestión, Don Pedro? - ¿Tú eres imbécil desde que naciste o desde que te enamoraste de mi hija? - ¡Ay, Dios mío! ¡Ay, Dios mío! y ¡Ay, Dios mío! - ¡Con tanto Dios mío vamos a acabar todos por rezar un rosario compelto, Pilar! ¡Y yo no estoy ahora para ninguna clase de rezos! - Señora... limítese a escuchar y callar, por favor... si sigue poniendo nervioso a sus eñor esposo no vamos a poder tratar el asunto con la atención y tranquilidad que se deben tener ante esta clase de problemas. - ¡Cuánta razón tiene usted, Pepe Luis! - ¡No admito que le llames Pepe Luis delante de mi persona! - No se enfade por tan poca cosa, Don Pedro. Me llama Pepe Luis porque me tiene confianza y no como ocurre con usted que, por culpa de su mal genio cuando está nervioso, recela hasta el gato. El gato, en cuanto escuchó que hablaban de él, se levantño del lugar que ocupaba a los pies de Don Pedro y salió como un rayo buscando un rincón poculto y salvador. - Ha asustado usted al gato, Don Pedro. - ¿El gato? ¿Qué sucede con el gato, Roberto Félix? - Se lo voy a explicar yo, Don Pedro. El gato es un animal que intuye cuándo va a haber una movida peligrosa y por eso se limita siempre a intentar salvar su pellejo. - ¿Tanto sabe usted sobre las reacciones de un gato? - Me he criado junto a ellos. - ¿Que usted, todo un señor catedrático universitario, se ha criado entre gatos? ¡Jajaja! ¡No me haga reír que me duele la dentadura! - Me he criado siempre rodeado de animales y, entre ellos, algunos seres humanos que se comportaban como bestias. - ¡Ay, Dios mío! ¡Ay, Dios mío! y ¡Ay, Dios mío! - ¡Me estás poniendo enfermo del todo, Pilar! ¿O te vas tú o me voy yo? - Por favor, señora... ¿puede usted tener la amabilidad, si no le es mucha molestia, de dejarnos solos a su amado esposo, a su querido futuro yerno y a mí mismo? Ya que se ha ido el gato también podría hacer usted un esfuerzo y marcharse a dormir lo más lejos posible. Doña Pilar dio un largo suspiro, se levantó lentamente y se marchó hacia la habitación matrimonial. - ¡¡Y duerme bien, cariño!! - No sea usted tan prepotente, Don Pedro... - ¿Quién te ha dicho que opines sobre asuntos de mi matrimonio, Roberto Félix? - ¿Es que siempre que digo algo, sea lo que sea y del tema que sea, me va a echar usted los perros? - Otra vez lleva razón este joven. Si vamos a trabajar en equipo los tres... debemos de tener las mismas oportunidades... - ¡Pues entonces limítate a pensar! - ¿Pensar? ¿Qué tengo que pensar ahora? - La manera en que se produzca el milagro de que tu novia Micaela siga siendo virgen... todavía... Doña Pilar había entrado en la cocina para beber un vaso de agua y había escuchado lo dicho por su esposo... - ¡Ay, Dios mío! ¡Ay, Dios mío! y ¡Ay, Dios mío! Rápidamente volvió a la habitación matrimonial antes de que Don Pedro pudiese decir algo... - Oiga, Don Pedro... ¿usted tiene algún equipo de grabación? - ¡Don Carlos, yo soy un hombre muy moderno! ¡Claro que tengo un equipo de grabación! ¡De alta punta de tecnología! ¡Lo mejor que hay en el mercado actual! ¡Lo máximo que se pueda usted imaginar! - No hablemos ahora de imaginaciones sino de aprovechar la más avanzada tecnología punta para que se produzca el milagro... - ¿El milagro? ¿Qué milagro? - El milagro de encontrar a Micaela sana y salva y que no haya sufrido ninguna clase de violación física ni mental. - ¿Y para qué quiere usted mi moderno equipo de grabación? - Por una razón muy sencilla. O me equivoco mucho, cosa que no suele sucederme casi nunca, o dentro de muy poco tiempo usted va a recibir una llamada de ese vejestorio. - ¿Cómo puede afirmarlo sin ninguna clase de duda? - Las dudas no forman parte de mi personalidad. - ¿Puede al menos razonarme algo que yo pueda comprender? - Se lo razono. Esté loco o no esté loco lo que va a hacer es ponerse en contacto directo con usted. Así que enchfe su equipo de grabación al teléfono. - ¿Caramba, Pepe Luis! ¡Es verdad que es usted súper inteligente! - Gracias, Roberto... pero no me ensalces tanto antes de tiempo porque puedo equivocarme. Soy un ser humano muy normal. - ¿Enchufo o no enchufo el equipo de grabación? - Lo más rápido que pueda, Don Pedro. Don Pedro bebió un poco de su copa de coñac, para darse ánimo, se levantó y, siguiendo el consejo de Don Carlos, enchufó el equipo de grabación a su teléfono. - ¿Y ahora qué, Don Carlos Magno? - ¡Sobra lo de Magno! - ¿Y ahora qué, Don Carlos? - Pues ahora recemos para que no me esté equivocando... - ¡Usted nunca se equivoca, Pepe Luis! - Espero que tú tampoco, Roberto. Si sucede lo que estoy pensando vas a tener que ayudar mucho. - ¿Ayudar? ¿Puedo yo ayudar estando aquí sentado? ¿De qué manera puedo yo ayudar? Soy un gran profesional de las artes marciales pero sentado no creo que eso sirva de mucho. - Sé que eres un gran especialista en descubrir los diversos acentos regionales del idioma español. - ¿Quién le ha dicho eso? - Micaela. - ¿Micaela ha estado hablando con usted sobre mis capacidades humanas? - Si te refieres a lo que hacéis en privado cuando estáis solos no me ha ha contado nada; pero en cuanto a tus capacidades físicas y mentales me ha hablado tanto de ellas que espero que acudas a mi próximo Taller de Conematografía para poder ofrecerte algún papel de importancia en mi próxima película si es que "Latona" tiene éxito. - ¡No vuelva usted a citar la Cinematografía delante de mí, Don Carlos! ¡Estoy hasta el gorro de todo lo relacionado con el Cine! Quizás sea por culpa del Cine por lo que mi hija está ahora en peligro. - ¿Por qué dice eso, Don Pedro? - Porque soy su padre y como soy padre de ella también tengo intuiciones como si me comunicara mentalmente con Micaela. No olvide eso, Don Carlos, no olvide que soy el padre de ella y siento por ella mucho más de lo que muchos se imaginan. Siempre hemos tenido muy buena onda entre ella y yo. Se llama saber empatizar. - No vuelva otra vez a enfadarse conmigo, Don Pedro. ¡Micaela ha dicho que quiere ser una actriz estelar y va a ser una actriz estelar! - Mientras viva bajo mi techo... ¡¡jamás de los jamases!! - Nunca diga usted jamás de los jamases porque el jamás de los jamases no existe cuando la voluntad humana está presente. ¿Qué sabe usted sobre la voluntad humana, Don Pedro? - La Voluntad es una madre amorosa a la cual recurrimos cuando estamos desfallecidos y faltos de ánimo: ella nos recoge en su regazo y nos da fuerzas suficientes para continuar el camino. La Voluntad es una madre amorosa. - Muy bien, Don Pedro, la ha definido usted muy bien y supongo que gracias a sentirla y vivirla de esa manera es por lo que usted ha tenido tantísimo éxito financiero. - Exacto, Don Carlos, por eso sé muy bien lo que digo. - Pero parece usted olvidar que la Voluntad es decir siempre sí a lo imposible. - Lo imposible es imposible, Don Carlos. - Lo imposible no es imposible cuando la Voluntad es lo suficientemente potente como para rebasar fronteras. - ¿Es que "Latona" va a ser expuesta más allá de los límites de nuestra amada patria? - Eso es, Don Pedro... y ahora que ya está suficientemente aclarado el asunto de mi película... ¿por qué no hablamos de su hija Micaela y ese señor llamado León? - ¡Puedo admitir todo excepto llamar señor a ese león zarrapastroso. - ¿Tiene usted algo en contra de los leones de San Mamés? - ¡Jajaja! Compruebo que es verdad que es usted un fanático seguidor del Athletic Club de Bilbao. - Soy seguidor, desde que tengo uso de razón, de ese club de fútbol pero no soy ningún fanático seguidro que pierde la cabeza por un triunfo o una derrota y, sin embargo, ya estopy viendo que usted tiene todas las paredes de este Salón llenas de fotografías del Real Madrid. - Es cierto. Soy fanático del Real Madrid pero sigo insistiendo que nunca llamaré señor a ese miserable viejo verde. - Habla usted como si hubiese cometido una fechoría. - ¡Si aprecia su vida espero que no la haya cometido! - Como le haya tocado solamente un pelo a mi novia... - Somos tres y él está solo. Me parece que jugamos con ventaja. - ¿Y eso es malo, Don Carlos? - Eso es muy valioso, Don Pedro. Es formidable que podamos llegar a trabajar en equipo para dar caza a ese tal León, Tigre y Gato. Sabe más que los ratones colorados. Lo que no sabe es que a los ratones colorados se les puede atrapar dándoselas con queso. - ¿Qué quiere decir eso, Don Carlos? - Eso quiere decir, Don Pedro, que le estoy preparando una ratonera y que, si no me equivoco mucho, muy pronto va a entrar en ella. Lo que hace falta es saber si escapará o no escapará de la trampa. - Por lógica no puede escapar. - Ya le dije antes que este asunto no tiene nada que ver con ninguna clase de lógica. - Entonces... ¿cómo lo vamos a capturar? - Con la intuición. - ¡Jajaja! ¡Venga, Don Carlos! ¡Hable en serio! - Pepe Luis siempre habla en serio cuando está interpretando, Don Pedro. - ¿Cómo sabes eso, Roberto? - Porque Micaela también habla mucho de usted cuando está a solas conmigo. Es como si usted fuese un dios para ella y le adora como a un dios. - No exageres, Roberto. Micaela me quiere y yo también la quiero a ella, pero sabe que soy solamente un ser humano y no un dios porque cometo algunos errores. Dios, el verdadero Dios Padre de Jesucristo, no comete ninguna clase de error. La diferencia abismal entre Dios y los dioses es que Dios es inteligencia absoluta mientras que el conjunto de todos los dioses es ignorancia supina. - Entonces... ¿por qué está rodando una película sobre los dioses? - Por una razón fundamental. No estoy rodando una película ni sobre la Inteligencia ni sobre la Ignorancia sino sobre la Imaginación. Las tres palabras comienzan con I pero la diferencia estriba en que la Imaginación no es ni inteligencia ni ignorancia sino solamente emoción, misterio, magia encantadora... Y de todo eso nace "Latona". - Muy bien, Don Carlos, pero volvamos al tema concreto de mi hija Micaela. El tiempo pasa y no hay ninguna llamada telefónica. Me siento de verdad angustiado. ¿Qué hacemos? - Brindar ahora, los tres juntos y al mismo tiempo, por el éxito de nuestra misión imposible. - ¿Misión imposible ha dicho usted, Don Carlos? - Perdone, Don Pedro... pero ya sabe lo adicto que soy al Cine y por eso se me ha venido a la memoria lo de misión imposible. - Si esto es una misión imposible... ¡qué carajo hacemos los tres aquí sentados! - Por lo pronto, brindar. Los tres hombres alzaron sus copas de coñac y brindaron por el éxito. - ¡Éxito! ¡El comienzo es ya todo un éxito! - ¿A qué éxito se está usted refiriendo con eso del comienzo, Don Carlos? - A que, por fin, estamos los tres de acuerdo. - ¿Y eso es un éxito? - En principio, sí, Don Pedro, porque debe usted de saber que del corazón surge el éxito y de la cabeza sale el fracaso. - Eso es un poco irracional, Don Carlos. - Pues resulta que lo irracional no tiene por qué ser una carencia si el corazón manda más que la razón. Es más, yo diría que estamos ante un personaje que es mucho más fascinante porque no se mueve por razones simples sino por simples instintos. Saber eso nos llevará al éxito. - ¿Y ahora? - ¿Qué hora es? - Faltan cinco minutos para la una de la madrugada. - Pues dentro de cinco minutos exactos se realizará la llamada telefónica. - ¿Cómo diantres puede deducir eso y afirmarlo de una manera tan rotunda? - No lo deduzco. Lo afirmo porque lo intuyo. - Pues tiene que haber alguna razón... - Sí. Es muy fácil de explicar. Ese personaje es un solitario y... ¿cuál es la hora más solitaria de cualquier día tal como hoy? - La una de la madrugada. - Eso es. La una de la madrugada es aquella que no está acompañada de ninguna otra hora. Por eso es la hora de los solitarios. Está a punto de llamar. pero cuando usted hable con él tenga en cuenta lo siguiente: no tiene sentido gruñirle a una persona si se tiene una pistola humeante. Así se te cierra y no te cuenta su historia. No lo dije yo sino que lo dijo el norteamericano David Frost. Lo dijo él pero me sirve. ¿Va comprendiendo mi manera de hacer las cosas? - ¡Me deja usted perplejo! - La perplejidad siempre es una sorpresa y es en la cabeza donde suceden los ataques. - ¡Muy bien dicho, Roberto! ¡Igual sucede en las grandes carreras de ciclismo! ¡Veo que Micaela te habla mucho de mí! Eso fue lo que le dije yo a ella un día en que le parecía difícil interpretar una escena... - No me diga usted que mi hija... - ¡Jajaja! No, Don Pedro. No fue una escena de cama sino de terror. Un fuerte temblor sacudió los cuerpos de Don Pedro y de Roberto Félix. Enorme temblor hasta que se convirtió en enorme sobresalto al sonar el teléfono. - ¡Ya está! ¡Ya ha entrado en la ratonera! Ahora coja usted el teléfono, Don Pedro, y procure hablar con él el máximo tiempo posible, hasta incluso añada unos cuantos miutos de bonificación extra si es que puede, mientras se graba todo lo que dicen. ¿De acuerdo? - De acuerdo. - Pues entonces suerte, vista y al toro. - ¿También le encanta a usted la fiesta nacional? - No me encanta sino que me fascina; pero no voy a discutir con usted sobre eso. Ahora conteste usted antes de que el toro se nos escape sin haberlo matado. Don Pedro entendió el mensaje de Don Carlos y atendió la llamada. - ¿Dígame? - Hola. La voz de aquel personaje resultaba ser, efectivamente, la voz de un hombre demasiado viejo. - ¿Es usted el padre de Micaela? - ¡Señor Don Pedro Sanromán Sanemeterio! ¡¡Soy el Señor Don Pedro Sanromán Sanemeterio!! - ¿Y usted cree que no le está llamando otro señor? - ¿Qué clase de señor puede ser usted cuando me molesta a la una de la madrugada? - ¡Señor Don León Tigre y Gato! ¡¡Soy el Señor Don León Tigre y Gato!! Un ligero temblor de piernas sacudió al padre de Micaela, debido a aquella especie de coraje que desprendía la voz del misterioso mendigo, pero recordó el consejo de Don Carlos y comenzó a procurar alargar la conversación el mayor tiempo posible sin perder los nervios. - ¿Qué ha hecho usted con mi hija? - ¿Con su hija? ¿Cuánto cree usted que vale su hija? - ¿Estoy dispuesto a pagarle, por su rescate, to lo que usted me pida! - ¿Usted se cree que yo soy un loco cualquiera? - No. Es usted muy inteligente. Por eso creo que podemos llegar a un acuerdo económico amistoso. - ¿Acuerdo económico amistoso? ¿Mide usted a sus amistades solamente en base al dinero? - Yo solo digo lo que en su día escribió Jonathan Swift: ningún hombre aceptará un consejo, pero todos aceptarán dinero; de donde se deduce que el dinero vale más que el consejo. - ¡Jajaja! ¡Cree usted demasiado en los personajes célebres; pero mire usted por dónde yo deduzco que ese tal Jonathan Swift andaba totalmente equivocado. - ¿A qué se refiere usted, Don León? - ¿Resuelve usted todos sus problemas a través de acuerdos económicos aunque sean amistosos? - ¿No es eso lo que buscan siempre los individuos que raptan a personas inocentes? - Muchas gracias por tratarme con el respetable honor de llamarme individuo porque así me diferencia de la masa; pero supongamos que su hija es inocente, lo cual es mucho suponer... - ¿Qué ha hecho usted con mi hija? ¿Cuánto quiere por ella? ¡Le repito que le pagaré todo lo que usted me pida! - ¿De verdad cree que yo estoy loco? - No lo sé ni me importa. Lo único importante para mí es mi hija. - ¡Piensa usted demasiado en Micaela! - ¡Soy su padre! ¡¡No olvide usted nunca que yo soy su padre y ella es mi única hija y heredera universal!! Al viejo León se le dibujó una sonrisa de oreja a oreja... - ¡Mañico! ¡No tienes trasláu! ¡A mí me las den todas! ¡Vuelta la burra a las coles! ¡Míale que majo! ¡Estate al tanto! ¿Y yo? ¿Qué pasa conmigo? ¿No tengo yo derecho a gozar de ella? ¡Usted ya la ha gozado durante diecineuve años! - ¡Qué burrada está usted diciendo! ¡¡Yo jamás he abusado sexualmente de nadie y mucho menos he abusado de mi propia hija!! - Cálmese, Don Pedro Sanromán Sanemeterio. No van por ahí los tiros. Quiero gozar de ella por completo. ¿Me entiende ahora? No se ponga usted nervioso, por favor. - Sé que tengo el nervio propio de los hombres verdaderos cuando se trata de algo muy importante; porque tengo mucha responsabilidad y porque detrás de la crianza de Micaela hay mucho esfuerzo, mucho cariño, mucho amor, mucha profesionalidad y, sobre todo, mucho sentido familiar. - ¡Acaba de dar usted en el clavo, Don Pedro! Mucho sentido familiar. Eso es lo que yo pido. Tener una sola oportunidad, en esta vida, para experimentar lo que es el sentido familiar. Puedo estar hasta dos mil horas junto a Micaela sin hacerle ningún daño físico ni mental... pero eso sólo depende de usted... - ¿Cuánto pide por ella? ¡Le puedo dar hasta un millón de euros? ¿Qué opina sobre eso? ¿Qué le parece un millón de euros por liberar a mi hija? - ¡Ya te has caído, chaquetón! Voy a decirle algo: la virgen de Pilar dice que no quiere ser francesa que quiere ser capitana de la tropa aragonesa. - Espero, por su propio bien si es que le gusta estar vivo, que siga siendo la virgen de Pilar porque Pilar se llama su madre y porque sigue siendo tan virgen como nació. - Le creo, Don Pedro, le creo pero... - ¡Pero ni se le ocurra violarla de alguna manera física o psicológica si quiere seguri contándose entre los vivos! ¿Puede decirme ya cuánto quiere por su liberación? Podemos deliberar si así lo desea. ¿No le parece suficiente un millón de euros? - ¡No quiero ni un millón de euros ni dos millones de euros! - ¿Quiere usted tres millones de euros? ¿No le parece excesivo el precio del rescate? - Escúcheme bien, señor multimillonario. ¡No quiero dinero! ¡El dinero apesta cuando lo tengo entre mis manos! - No le entiendo... - ¡¡Quiero dos billetes para la Isla Hiperbórea!! - ¡¡Está usted verdaderamente loco, Don León!! ¿Cómo voy a conseguir dos billetes para un lugar que no existe? - Le doy un plazo de 2.000 horas para que los consiga. Traducido eso a días eso supone que puedo estar viviendo a solas con Micaela durante 83 días y 8 horas sin interrupción. ¿Sabe usted todo lo que puede suceder durante ese tiempo? - ¡¡Si le hace algún daño físico o mental a mi hija dese por muerto, señor León, señor Tigre, señor Gato o señor cualqueir animal. ¿De verdad cree que yo puedo conseguir esos dos billetes para la Isla Hiperbórea? ¿Es usted de este planeta? - ¡Lo puede conseguir lo mismo que consigue contratos súper millonarios para sus empresas! - ¡Lo hago de manera totalmente lícita y legal! Quienes me conocen saben que es cierto y que nunca he ido en contra de la Ley. - ¡No lo dudo! ¡Por eso sé que, gracias a sus amistades, puede conseguir esos dos billetes! - ¿Y qué pasará con mi hija? - ¡Usted ha gozado de ella durante 19 años! - ¿Qué vuelve a insinuar, salvaje? ¡¡Repito que yo soy incapaz de abusar de nadie y mucho menos de mi propia hija!! - ¡No enloquezca tanto, Don Pedro! ¡No estoy diciendo que vaya a abusar sexualmente ni piscológicamente de ella sino que voy a gozar de su presencia! - ¡En ese sentido yo, que soy su padre, he gozado de su presencia por 19 años y pienso seguir haciéndolo por muchísimos años más! Todos los hombres y mujeres que la han conocido gozan después de conocerla... - Lo creo. Es muy normal. No hace falta que usted me lo jure. Sólo viéndola cómo es de sexy, de interesante y de inteligente, se enamora cualquier persona de ella. Pero... ¿y mi Soledad?... ¿qué sucede con mi Soledad? - Yo no tengo ninguna culpa de ello. ¿Cómo voy a saber lo que es su Soledad si no sé quién es usted y qué clase de vida ha llevado? - Si quiere usted conocerme algo escuche lo siguiente: Acababa de morir Mamá Milagros y allí estaba, triste, huérfana y abandonada, su hijita Soledad. Soledad lloraba desconsoladamente porque ahora ¿quién le iba a seguir llenando sus ilusiones, su pequeña aventura diaria de soñar con soles en días llenos de luz y de color y con lunasen noches llenas de encanto y de poesía? Pasó entonces, por el sendero, la tía Esperanza y, recogiendo a Soledad, la arrulló entre sus brazos y la consoló haciéndole saber que la amaba y que jamás quedaría abandonada, que limpiara a sus ojos de llanto para contemplarla a ella, a la tía Esperanza que venía a llenarla de nuevas ilusiones. Y así Soledad olvidó el llanto y supo que la tía Esperanza era el milagro diario que seguiría originando dentro de su alma millones de sueños bajo el sol y la luna. - ¿Está usted llorando, Don León? - ¡Sí! ¿Y qué le importa a nadie si estoy llorando o no estoy llorando? Estoy seguro de que usted nunca ha tenido que llorar jamás durante su vida. ¿Sabe lo que son las lágrimas del desamor? Pues escuche otra vez, don todopoderoso: No sé cuándo, ni cómo ni tampoco por qué, pero llegará una noche en que te pediré que me recibas, con tu voz melodiosa extendida por la atmósfera del íntimo suspiro, la última poesía del álbum de la vida... y entonces, oyendo en mi interna concepción de la existencia tus palabras convertidas en esencia, me iré deslizando lenta, lenta, lentamente, muy lentamente, por el campo del trigal que con tanto amor regamos con las lágrimas, y te pediré que no llores sino que sonrías, aun con el corazón totalmente destruido, cuando me marche con el equipaje de todos los momentos vividos junto a ti. Y entre las últimas sílabas de los últimos versos me introduciré en el oscuro túnel de la luz final y allí, una vez llegado al límite de lo desconocido, me sentaré junto a los gorriones para esperar... esperar... esperar a que tú vuelvas para juntos reiniciar la búsqueda de lo infinito. No sé cuándo, ni cómo, ni tampoco por qué, pero llegará una noche en que te pediré que me acaricies un poco... solamente un poco... para poder iniciar tan largo viaje. - Lo siento, Don León, lo siento de verdad pero sus lágrimas no tienen nada que ver con mi mundo. - ¿Y a qué mundo cree usted que pertenecen mis lágrimas? ¿Al mundo de los desgraciados? ¿Al mundo de los necesitados? ¿Al mundo de los que siempre vamos de derrota en derrota y por eso somos solamente perdedores locos solitarios nada más? ¿No es verdad que en estos momentos usted cree que yo soy ese solitario perdedor que siempre tiene que pasear por las calles con la cabeza mirando al suelo porque ustedes, los triunfadores, siemrpe caminan con la cabeza levantada al cielo y nunca dejan un espacio en sus cielos a los demás? Escuche, Don Pedro. Soledad tiene nombre de mujer y Micaela me gusta... - ¿Está usted diciendo que se va a ir con mi hija hacia esa Isla Hiperbórea? ¿No ve usted que eso es una locura? - Eso estoy diciendo. ¡Tengo el mismo derecho que cualquier otro ser humano para aspirar a ser feliz! Si usted ha gozado de Micaela durante 19 años, yo tengo derecho a gozar con ella otros 19 años. No creo en la justicia humana, siempre tan llena de trampas y de sucias artimañas a favor de los más poderosos y en contra de los más inocentes, pero creo en la justicia de Júpiter y los demás dioses. ¡¡Estoy aburrido de vivir tan solo!! ¿Sabe lo que es pasar años enteros con las manos dentro de los bolsillos y ver a las parejas de enamorados besarse en los bancos de las plazas de la ciudad, en los autocares que eligen para ir de excursión, en las noches al salir la luna... ¡Ver todo eso y darse cuenta de que tu única compañía es la triste Soledad! ¿Sabe usted lo que es eso? - ¿Por qué no ha elegido usted a otra víctima que no fuese mi hija? Ni ella es culpable de su Soledad ni yo soy culpable de su llanto. ¿Por qué no ha escogido usted a una mujer que tenga más o menos su edad? - ¿Cuánta edad cree usted que tengo yo? - 85 ya cumplidos. - Pero como resulta que a los 18 me eliminaron, en contra de mi voluntad, toda la posibilidad de poder ser feliz ahora resulta que pro propia decisión mía, y no me importa si los demás lo aceptan o no o aceptan porquelo que digan los demás no me interesa para nada salvo lo que diga Micaela, mi verdadera edad es tan sólo 18 años. Incluso Micaela tiene un año más que yo. ¿Lo cree usted justo o lo cree usted injusto? - No creo justo que lo haya hecho usted en contra de su voluntad y forzándola a seguirle. - ¿La voluntad de su hija? ¿Sabe usted bien del todo cuál es la voluntad de su hija? - Ser siempre feliz al lado de su novio y su novio no es usted. ¿No cree que está cometiendo una injusticia mayor de la que usted sufrió? - De acuerdo. Puede ser como usted dice, Don Pedro, pero hay un detalle muy importante. Ella desea ser de todo corazón una estrella cienmatográfica y yo soy ese corazón que busca. - ¡¡Está usted tarado del todo!! - ¡Fin de la conversación! ¡¡Consiga a como dé lugar esos dos billetes para la Isla Hiperbórea1 ¡¡La Isla Hiperbórea existe y sus habitantes están esperando que Micaela y yo lleguemos hasta ellos!! Dentro de 38 días y 8 horas exactas le volveré a llamar y espero que, para entonces, lo haya conseguido. - Oiga... ¡Espere! - No espero; no tengo por qué esperar y, además, no me sale de las narices esperar más del plazo que he fijado. León Tigre y Gato cortó la comunicación y apagó su móvil. - Me siento triste, Don Carlos... - Cuidado con la tristeza, es un vicio. Lo dijo Gustave Flaubert y siempre la llevo dentro de mi memoria para no caer en su trampa. - ¿Me ha tendido una trampa ese tal Don León? - Le está intentando hundir en la tristeza a través de la trampa de la desesperación. Le ha puesto 2.000 horas y cada hora son 60 minutos de cualquier estado de ánimo que se quieran para vivirlas. Él prefiere que usted sienta la desesperación que él mismo siente. ¿Quiere que le cuente algo sabio sobre las horas? - Si me sirve de consuelo... - Le servirá de consuelo pero, sobre todo, le servirá para que reflexionemos los tres juntos y no nos hundamos en la desesperación. Escuche. Cada hora es un pasar completo de páginas de libros que escribimos en la bitácora del tiempo. Somos como aves de vuelo sin retorno en el momento en que estamos sintiendo. Dejamos discurrir la hora y ésta se va llenando de 60 mintuos complejos que luego son imposibles de clasificar con una etiqueta. Nada de etiquetas. No etiquetes la vida de tus horas conuna señal hasta que no se haya hecho significativa en tu día. Entonces sí. Entonces, cuando una determinada hora haya dejado de ser misterio y se te haya convertido en descubrimiento... entonces ponle un nombre. Pude ser Tristeza. Puede ser Nostalgia. Puede ser Felicidad. Puede ser Amigo. Puede ser Amor. Puede ser Vida. Pero nunca caigas jamás en la desesperación de llamarla Soledad o de llamarla Muerte. ¡Cuántas cosas puede ser una determinada hora que, con sus 60 minutos complejos, nos ha llenado de sentimientos! Yo siempre animo a mis alumnos y alumnas a que nunca vivan sus horas cnvertidas en Desesperación. Así que no se desespere, Don Pedro. Yo creo que este viejo está totalmente dolido con la sociedad por culpa de su Soledad y quiere que usted experimente lo que es pasar 2.000 horas seguidas llenas de una tal Desesperación que pueda volverle loco. No caiga en ese error. - Gracias por su ánimo, Don Carlos... pero... ¿qué es eso de la Isla Hiperbórea? ¿Cómo puedo conseguir dos billetes para esa isla inexistente? - No tan inexistente, Don Pedro. NO tan inexistente. Él cree de manera absoluta en la existencia de la Isla Hiperbórea. Y si lo cree de esa manera tan absoluta yo me pregunto ¿por qué no puede existir esa isla? Quizás sí exista y esté poblada de seres como él. Lo que sucede es que los considerados "normales" no podemos verla. ¿Somos normales los que no creemos en la Isla Hiperbórea o somos realmente anormales por no creerlo? Si preguntamos a ese niño o esa niña que llevamos, cada uno de nosotros, dentro de nuestras almas, esos niños y esas niñas afirmarán que existe la Isla Hiperbórea. ¿Los niños y las niñas son anormales o somos anormales nosotros los adultos? - ¿Tan malvado puede ser un ser humano? - Quizás no sea tan malvado del todo, Don Pedro. ¿Por qué todos los hombres tenemos siempre la estúpida manía de opinar sobre los demás antes de conocer todas las circunstancias que rodean a esas personas? Podría ser que lo que está dispuesto a hacer no sea más que una terapia para sentirse alguien importante en su porpio mundo. ¡Sentirse alguien importante, Don Pedro, en medio de un mundo tan absurdo como le ha tocado vivir! ¡Qué se esconde en el fondo del alma de un hombre singular? Yo, cuando escribo mis guiones cinematográficos, procuro tener mucho cuidado con la responsabilidad que contraigo al crear mis personajes y solamente cuando estoy plenamente convencido de que algunos de ellos son verdaderamente malvados es cuando los presento como tales. Es algo que aprendí desde mi más tierna infancia. Todo solitario tiene algo de mágico. - Escuche, Don Carlos, yo creo que es verdad que ese tal León Tigre y Gato está loco completo porque, como dijo Talleyrand, las palabras salen del hombre para que se puedan escribir sus pensamientos. Y los pensamientos de ese viejo verde dejan mucho que desear. - ¿Está usted seguro de eso, Don Pedro? - La evidencia es la más decisiva demotración. Lo dijo Cicerón. - ¿Y qué evidencia tiene usted para demostrar que ese viejo esté loco? - Porque no es normal lo que está haciendo. - ¿Usted se cree un dios para poder decidir sobre lo que es normal y lo que no es normal? Pero… ¿de verdad usted cree que esa Isla Hiperbórea existe en la realidad? - Tiempo al tiempo, Don Pedro. No adelantemos acontecimientos dando palos de ciego. Ahora lo que importa es lo que tiene que decir Roberto acerca de sus emociones. Micaela me ha contado, en alguna que otra ocasión, que Roberto tiene una gran facilidad para reconocer los acentos regionales del idioma español. - ¡Gracias por darme la voz, Pepe Luis. Pensé que Don Pedro no me iba a dejar hablar nunca. - Suelta lo que hayas pillado. - En primer lugar es cierto que no es murciano. - ¿Cómo puedes afirmarlo tan seguro? - Porque su habla tiene acento aragonés y porque ha dicho, en un momento de la conversación en que ha bajado la guardia y se ha exaltado excesivamente, varias expresiones típicamente aragonesas. Me refiero a todo eso de “Mañico! ¡No tienes trasláu! ¡A mí me las den todas! ¡Vuelta la burra a las coles! ¡Míale que majo! ¡Estate atento! Y, después, más adelante, dijo ¡Te has caído, chaquetón! Además ha ironizado con lo de la virgen de Pilar que es una parodia de la célebre canción baturra. - ¡Excelente, Roberto! Ya sabemos que no tiene residencia propia en Porlán. ¿Y usted, Don Pedro, sigue opinando que el novio de su hija Micaela es tonto? - No… yo no he dicho nunca que sea tonto… yo digo que no estudia lo suficiente… - ¿No estudia lo suficiente o no aprueba la asignatura de Derecho Penal por algún problema ajeno a su voluntad? - ¡No me creo que exista ninguna profesora que le tenga odio! ¡Es demasiado atractivo, simpático e inteligente como para caerle bien a todos y a todas que va conociendo! Pues yo creo que por ahí andan los tiros. ¿Qué sucede en realidad, Roberto Félix? - Lo que sucede en realidad, aunque Don Pedro no quiera creerlo porque le es más fácil para él no creerlo, es que existe una tal Doña Suplicio Grande Malaparte que me ha jurado odio eterno lo mismo que Aníbal se lo juró a Roma. - ¡Jajaja! ¿De verdad que esa tal Doña Suplicio Grande Malaparte te ha jurado odio eterno? - Sí, Pepe Luis. Y es por eso por lo que no puedo pasar del Segundo Curso. - A qué se debe ese odio? - A que un día, delante de todos mis compañeros de aula, la llamé mentirosa en voz alta. Y era verdad que estaba mintiendo porque me estaba suspendiendo injustamente ya que yo no estaba copiando el examen. Por eso se lo dije en voz bien alta para que lo escucharan todos. - ¿Solamente por llamarla mentirosa una vez te juró odio eterno? - Es que hay más… - ¿Puedes explicarlo? - No lo puedo explicar estando Don Pedro delante. Creo que no lo va a entender. - ¡Estamos trabajando en equipo, petimetre! ¡Puedes contarnos la historia que supongo estás inventando para justificarte ante mí! - Yo creo que no debe ser ninguna historia inventada sino algo que sucede en la realidad. - ¡Gracias, Pepe Luis! Usted me da confianza… - Entonces cuéntalo sin miedo alguno. ¿Es cierto que esa tal Doña Suplicio Grande Malaparte te ha propuesto mantener un lío con ella? - ¿Un lío con una veterana profesora universitaria? ¡Eso me parece imposible de creer! ¡Eso sólo ocurre en las telenovelas de pésima calidad! - Calle, por favor, Don Pedro. Deje hablar libremente a Roberto. Este es el momento de saber la verdad. A ver, Roberto, ¿es cierto o es falso que esa tal Doña Suplicio Grande Malaparte te impide pasar al Tercer Curso de Derecho porque te niegas a mantener relaciones sexuales con ella de manera oculta? - Totalmente cierto, maestro. Y no soy el único que ha sufrido o está sufriendo esa clase de acoso. Pienso que soy el único que no se ha ido a la cama con ella. - ¡Yo creo que está mintiendo, Don Carlos! - ¡Yo creo que está diciendo la verdad, Don Pedro! - ¿Por qué le cree usted? - Porque no es normal que teniendo unas notas tan sobresalientes en todas las demás asignaturas, entre las que hay algunas matrícula de honor que otra, no pueda aprobar Derecho Penal. - ¿Conoce usted las notas que saco en las demás asignaturas? - Me lo ha contado Micaela cuando hemos hablado de este problema tuyo con esa tal Doña Suplicio Grande Malaparte. - ¡Conozco a mi futuro yerno lo bastante como para decir que miente! - ¡Conozco a su hija Micaela lo suficiente como para afirmar que Roberto dice la verdad! - ¿Qué tiene que ver Micaela con todo esto? - Una tarde su hija me contó algo sobre una posible persecución sexual de la tal Doña Suplicio Grande Malaparte contra Roberto Félix Alegría del Campoverde y, si no me equivoco, ese joven es este que está aquí presente. Así que resulta muy bueno que lo haya contado. - ¿Y a mí de qué me sirve haberlo contado? - Por los grandes esfuerzos que estás haciendo para ayudar en esto de poder atrapar a ese tal Don León Tigre y Gato, creo que te mereces mi ayuda incondicional. Ahora que llegan los exámenes de septiembre hablaré con la tal Doña Suplicio Grande Malaparte y te prometo que te dará el aprobado en la asignatura de Derecho Penal, ipso facto y aunque no te presentes al examen. ¡Te aseguro que tú terminarás la carrera! - Gracias, maestro. - O te aprueba ya mismo o yo me encargo de que toda la Universidad sepa la verdad de lo que sucede para que ella sea expulsada del oficio de profesora. ¡Vaya manera de educar a la juventud chantajeando sus sentimientos! - Otra vez gracias, maestro. - Y ahora continuemos de nuevo con nuestro asunto antes de que se convierta en un problema imposible de solucionar a tiempo. De ese tal Don León Tigre y Gato destaco la inteligencia que tiene en todo lo que dice. O es locura o es sabiduría muy elevada, pero no se queda en un insulso término medio. ¿Dónde puede estar ese León junto a Micaela? - No lo sé… pero sí sé que utiliza un escarabajo. - ¿Cómo es que usa un escarabajo? Si eso es verdad debe ser un brujo o un alcohólico como muchos de los personajes de Edgar Alan Poe. - No, Don Pedro; ninguna de esas dos cosas. Lo que está diciendo es un automóvil. - ¿Un Volkswagen? - Eso es. Un Volkswagen Argentina. - ¿Cómo sabes eso, Roberto Félix? - Muy sencillo, Don Pedro. Me lo han dicho en la Biblioteca Municipal de Murcia y me lo puede confirmar, si necesita usted una confirmación, Nacho Ávila Contreras de la Villa. - ¿Y quién es ese? - El empleado de la Cafetería del Polideportivo Juan Carlos I de Murcia. Un tipo del cual no hay que fiarse demasiado porque anda rondando a Micaela pensando que no me he dado cuenta. - Entonces… ¿cómo puedes afirmar que dice la verdad? - Porque le interesa ahora decir la verdad. No lo hace por mí sino por no perder a Micaela y tener alguna oportunidad de ligar con ella. - ¿Mi hija ligando con un simple camarero? - También me parece a mí un absurdo total, pero nacho Ávila se cree un donjuán… aunque más gordo que Sancho Panza. Tiene tanto ego que debería llamarse Marco Antonio; Marco por lo de que se cree más guapo que un cuadro de Sorolla y Antonio porque se cree Antoñito El Fantástico haciendo de Flautista de Hamelín con todas las chavalas que conoce. - Absurdo. ¡Realmente absurdo! ¡¡Ese tal Nacho Ávila Contreras de la Villa debe ser el joven más absurdo que existe!! ¿De verdad cree que puede ligar con mi hija? - Eso no se lo cree ni borracho pero lo intenta… - Dejemos ya ese asunto que no tiene importancia alguna. Su hija, Don Pedro, sólo está enamorada de este joven Roberto Félix y nadie puede cambiar ese sentimiento. - Dejemos ese asunto, Don Carlos. Lo que yo me pregunto es… ¿cómo ha podido introducir en España un automóvil argentino con lo que cuesta traerlo desde allí y sabiendo que es pobre de solemnidad? - Espere, Don Pedro. Podría no ser tan pobre. - ¿Cómo deduce eso, Don Carlos? - Traer un automóvil desde América cuesta bastante dinero y, además, tiene suficiente como para alquilar un piso en Porlán; luego estoy pensando que puede ser un vagabundo pero no un mendigo. - Yo diría, maestro, que no forma parte de los vagabundos sino de los trotamundos. - Aceptable deducción, Roberto, pero como es tan original en su manera de vivir yo diría que es un vagamundos, que es una definición más poética, y aceptada por la Real Academia de la Lengua Española, para poder definirle. - Yo supongo, Don Carlos, que debe tener alguna cuenta corriente bancaria o alguna libreta de ahorros aunque sea solamente para vivir día a día sin ninguna clase de lujo. - Bien. Eso explica lo del escarabajo argentino. ¿Qué más podemos descubrir? - ¿Puede usted repetir la grabación, maestro? - De acuerdo. Espero que sirva para algo. - Es que al principio de ella he podido escuchar claramente algo que puede ayudarnos a descubrir algo muy importante. - ¡Vamos allá, Roberto! - ¡Ustedes dos están más locos que ese demente vejestorio! - Podemos estar locos pero ahora guarde un poco de silencio, por favor. - Don Carlos Magno Sáinz Mayoz volvió a poner en marcha la repetición de lo grabado. - ¿Dígame? - Hola. - ¿Es usted el padre de Micaela? - ¡Señor Don Pedro Sanromán Sanemeterio! ¡¡Soy el Señor Don Pedro Sanromán Sanemeterio!! - ¿Y usted cree que no le está llamando otro señor? - ¿Qué clase de señor puede ser usted cuando me molesta a la una de la madrugada? - ¡Señor Don León Tigre y Gato! ¡¡Soy el Señor Don León Tigre y Gato!! - ¡¡Ya está, maestro!! ¡¡Pare la grabación!! ¡¡Ya he escuchado bastante!! Don Carlos detuvo la grabación… - ¿A qué te refieres? - A que cuando ese viejo ha perdido sus nervios y ha subido el tono de su voz se ha escuchado un eco. ¿Lo ha oído usted también? - Cierto. Y si ha sonado el eco de su voz es porque se encuentra en un lugar montañoso o, por lo menos, en algún lugar encajado entre montañas o algo parecido. - Pero hay otro dato más, maestro. ¿Ha escuchado usted también los ruidos de fondo? - ¿Ruidos de fondo? ¿Qué clase de ruidos de fondo? - Ruidos de aves asustadas al subir el tono de su voz. Algo así como graznidos de buitres. - ¡Excelente, Roberto! ¡Puede ser que no consigamos nada en limpio porque no resulta muy lógico, pero estoy seguro de que has encontrado una pista excelente! ¿Graznidos de buitres? ¡Eso es! Nuestros personajes se encuentran en algún lugar rocoso donde habitan buitres. - Qué lugar puede ser, Roberto? - No tiene mucha lógica pero si utilizamos la imaginación podemos suponer que están en alguna cueva que sea conocida, por ejemplo, como “La cueva de los buitres”. Es una hipótesis un poco absurda, pero… - Pero se acerca bastante a lo que puede ser la verdad. Cambiemos los de “La cueva de los buitres”, porque los buitres no viven dentro de las cuevas, y digamos, en su lugar, “La roca de los buitres”. ¿Tiene usted aquí Internet, Don Pedro? - En la Sala de Estudios de Micaela, pero tiene dada la orden de que nadie use su computadora sin permiso de ella. - ¿Y usted cree que ahora podemos pedirle permiso a ella? - ¡Es verdad! Perdone, Don Carlos, es que estoy muy nervioso… - Ante la situación actual no violamos ningún derecho de Micaela porque si ella estuviera aquí haría lo mismo. - ¿Es usted siempre así de revolucionario, Don Carlos? - Para eso soy Magno y, precisamente por eso, me llaman Pepe Luis quienes me quieren de verdad. - ¡Magnífico, maestro! - ¡Dejemos ahora de hacernos la pelota entre los tres! ¡Vamos a la Sala de Estudios de Micaela! ¡Es necesario investigar a ver si es cierto lo que digo! - ¿La roca de los buitres? ¡No tiene ninguna lógica, Don Carlos, aunque recuerdo que Nacho oyó comentar a ese viejo algo relacionado con picotazos de buitres! - Por eso precisamente no debemos avisar a la Policía sino intentar resolverlo nosotros. Si la Policía de Murcia interviene en este asunto… ¡adiós para siempre a Micaela!... y usted no quiere eso… ¿verdad, Don Pedro? Ya le dije que no es cuestión de lógica sino de intuición. - Teniendo en cuenta de que es mi única hija y mi única heredera universal de todos mis bienes, prefiero que la busquemos entre los tres y la encontremos viva porque no deseo que toda mi fortuna vaya a parar a los bolsillos del Señor Obispo por falta de herederos. Ya sabe usted lo que sucede con una esposa muy guapa y extraordinariamente sexy pero muy religiosa al mismo tiempo… - ¿No le cae bien el Obispo de Murcia, Don Pedro? - ¡Para nada! Desee que se empeñó en que deberíamos llamar a la niña con el nombre de Fuensanta no puedo ni tragarlo! ¡Ni él me traga a mí ni yo le trago a él! Se opuso hasta el final a que la pusiéramos Micaela por lo de la obra de teatro escrita por Joaquín Calvo Sotelo e inspirada en un cuento de Juan Antonio de Zunzunegui. ¡No le gusta su argumento a ese tal Obispo de Murcia! - ¡Cuente… cuente, Don Pedro… porque parece interesante y eso servirá para relajar un poco nuestra tensión… - Según la obra, Micaela es una joven sirvienta que se ve agredida amorosamente por los dos hijos mellizos de la familia de la cas en que presta servicios. Micaela queda embarazada sin poder saber cuál de los dos es el padre por lo que, en una solución salomónica, se decide echarlo a suerte. - ¡No me extraña que el Obispo de Murcia se negara a bautizarla con ese nombre! ¡Jajaja! - Pero hay más, Don Carlos. Micaela es además el nombre de una hermosa dama, novia de Atel, un joven que viste de maldad, pero con un gran corazón. Entre ellos se escribe una historia de amor sin final. - ¡Caramba! ¡No estoy ni he estado jamás de acuerdo con los carcas reaccionarios y ultra católicos porque tienen toda clase de prejuicios contra las personas liberadas de tabúes, pero poniéndose uno en el lugar de ese tal Obispo de Murcia pues la verdad es que no lo comparto pero lo comprendo! ¡Jajaja! - Pero al final vencí yo aunque, por rabia, me amenazó con la excomunión. No me ha excomulgado todavía pero eso está aún en proceso. - ¡Jajaja! ¡Con la Iglesia hemos topado, Don Pedro y eso que se llama usted Pedro como el primer Papa de la Historia Católica! ¿Ve cómo no existe la lógica en este problema de su hija? ¿De dónde procede ese tal Obispo? - De Cuenca. El arzobispo le trajo desde Cuenca y por eso se empeñaba en que la pusiéramos de nombre Fuensanta como el campo de la Balompédica Conquense ya que es un forofo del equipo de la ciudad donde nació. - ¡Jajaja! - Llevo aún evitando la excomunión pero poco me falta para ello. Desde entonces no piso para nada la Catedral de Murcia. No entro en la Catedral ni borracho. ¿Se imagina a mi hija llamándose Fuensanta Sanromán Santamaría Sanemeterio Santarosa? ¡Demasiado santoral para una sola persona, Don Carlos ¡ - ¡Jajaja! ¡Haga usted lo que quiera pero como a mí no me han llamado para meterme en camisa de once varas ni para ser más papista que el Papa arregle usted sus cuentas con el Obispo de Murcia u olvídele para siempre. - He decidido olvidarle para siempre. - Pues ahora sigamos con lo nuestro… Pocos minutos después, Don Pedro y Don Carlos estaban observando cómo Roberto Félix Alegría del Monteverde buscaba afanosamente información sobre “La roca de los buitres” en Internet. - ¡¡Ya está!! ¡¡Aquí tenemos algo que puede ser la clave, maestro!! Dime qué has encontrado. - He encontrado lo siguiente, maestro: la Sierra de la Carrodilla es una formación geológica encuadrada en el Prepirineo aragonés. De hecho, es la sierra que marca el inicio de la misma. Sus mayores alturas son El Buñero, que está a 1.109 metros de altura sobre el nivel del mar y El Picón de Sichar. - Buena pista, Roberto. Puede que estemos acertando. - ¿Por dónde sigo ahora, maestro? - Recuerdo que por esa zona se encuentra un pueblo llamado Estadilla. Busca algo sobre Estadilla. Roberto Félix Alegría de Monteverde, muy entusiasmado, volvió a navegar por Internet. - ¡¡Ya lo tengo, maestro!! ¡¡Ya lo tengo!! - Dime qué has descubierto. - He descubierto que Estadilla es un municipio y villa de la comarca del Somontano de Barbastro, en la provincia de Huesca, comunidad autónoma de Aragón, España. - ¿Tienes algo más sobre ese municipio? - ¡Sí! ¡Tengo algo más! - Usted vaya anotando los datos, Don Pedro. - Eso estoy haciendo desde el principio, Don Carlos. - ¿Está anotando en su memoria o en alguna hoja de papel? - Mi memoria falla bastante. Estoy copiando en una hoja de papel que he arrancado den un cuaderno de Micaela. Espero que, si la encontramos viva, mi hija no me eche la bronca por esto ni haga su equipaje y se largue de casa como hacían los niños pijos y las niñas pijas llamándose jipis que es una tontería a la que llamaban luchas generacionales y que no dejaban de ser estupideces de sociólogos metidos a sabihondos como el tal Amado. - ¡Jajaja! ¿Amado de qué? - Amado de su puras tonterías sobre la libertad de las flores. - ¡Jajaja! No era la libertad de las flores sino la revolución de las flores. - ¡No me haga reír más, Don Carlos, por favor! - Apunte, Don Pedro, apunte. - ¡Adelante, Roberto, estoy apuntando todo! - Entre la Sierra y la ribera, en el extremo oriental de Somontano, Estadilla es un lugar cercano a muchas partes. Su nombre, derivado del latín “Strata”, que significa, parada, hace referencia a sus remotos orígenes romanos. - Eso es, amigos. Ese tipo y su hija, Don Pedro, han hecho parada en alguno de esos lugares. - Sigue, Roberto, y usted no deje de anotar datos, Don Pedro. - En los primeros siglos de nuestra era, surgió un asentamiento junto a una calzada secundaria de las muchas que ponían en comunicación el Valle del Ebro con el Pirineo. - Luego deduzco que ha usado un camino secundario para esconderse y no ser vistos por nadie. Vamos a tener que acertar cuál es ese camino para poder encontrarles. Sigue, Roberto. - ¿Está usted anotando todo, Don Pedro? - ¡Estoy anotando todo y cada vez me está entrando más ira! - Olvide ahora la ira porque con la ira no llegaremos a ninguna parte aunque fuese que usted estuviera soñando con Ira de Furnstenberg y perdone por este chiste tan fácil. Para que usted se serene, Don Pedro, he de hacerle saber que decimos que nos enamoramos ciegamente y eso es un error. No hay ceguera en el amor verdadero si sabemos distinguir lo que es un falso espejismo. El espejo de nuestra conciencia es aquel claro cristal donde podemos vislumbrar las diferencias. Es en la esencia de todas las miradas donde podemos diferenciar lo que es un espejismo bajo el sol de lo que es una verídica confirmación bajo la luna; pues por las noches se ve mejor en cuestiones amorosas. - ¿Me está diciendo que ese vagamundos está verdaderamente enamorado de mi única hija? - Escuche bien, Don Pedro. Hay varias formas de enamorarse verdaderamente. Estoy pensando que quizás sí… que quizás esté enamorado de ella… pero eso no lo podemos saber hasta que le encontremos y pueda mirarle cara a cara. Sigue, Roberto… - Hoy es una clara encrucijada hacia multitud de destinos… - ¡Se nos complica la cosa, Don Carlos! - Por favor, Don Pedro, siga anotando y cállese porque estoy seguro de que hay algo más que nos pueda orientar mejor. - ¿Sigo, maestro? - Sigue, Roberto, sigue hasta que yo mande que te detengas. - Pero también es un excelente lugar para disfrutar de una naturaleza amable y a la vez agreste, y para descubrir una cultura ancestral y todavía viva, palpable al escuchar a sus habitantes hablar en una lengua propia: el Baixo Ribagorzano. Es el rasgo particular del tono con que habla ese tal León. ¿Puede ser suficiente con esto, maestro? - No. Todavía no es suficiente así que continúa leyendo. - El paisaje estadillano abunda en bellos contrastes que se descubren al recorrer sus alrededores: al oeste las riberas del Cinca y las fértiles llanas salpicadas de frutales, almendros, olivos, campos de cereal y viñedos; al norte las ricas huertas regadas por el manantial de la fuente: al este las abruptas formaciones serranas de la Carrodilla, donde simas y cuevas ponen de manifiesto el fenómeno kárstico. ¡¡Arrea, Pepe Luis!! ¿Qué es el fenómeno kárstico? - Con el nombre de karst, que proviene de la región eslovena de Carso, como relieve cárstico o carso, se conoce a una forma de relieve originada por meteorización química de determinadas rocas, como la caliza, dolomía, yeso, etcétera, compuestas por minerales solubles en agua. Me da la sensación de que estamos acertando. ¿Algo más, Roberto? - Sigo. La presencia de rocas calizas en la Sierra de la Carredilla ha favorecido procesos erosivos mediante los que el agua, al filtrarse a través de las rocas ha ido modelando, tanto en la superficie (Barrancos de Cahrdiz, La Chunquera, Santacum y De las Covas) como en el interior creando una red subterránea de simas (Las Gralleras), cuevas (Cueva del Agua, La Bruja, Alonsé, La Val, de la Sierra de Periz) y turgencias por als que el agua regresa de nuevo a la superficie (Mentirosa). - Continúa. Estoy empezando a atar cabos sueltos… - Alzándose a 1.108 metros de altura sobre el nivel del mar, con sus faldas pobladas de encinas y quejigos, el Pico Buñero es una magnífica atalaya desde la que se regala la vista con la contemplación de los Valles del Cinca y el Eséra, las cumbres pirenaicas de Ribagorza y Sobrarbe, la Sierra de Guara y el Somontano. Carrascas, robles, sabinas y gran variedad de plantas aromáticas y rupícolas visten sus laderas en las que abundan las apreciadas trufas. Surcando el cielo se pueden observar aviones roqueros, alimoches, buitres leonados e incluso quebrantahuesos y en el Barranco de Chardiz se puede contemplar un excepcional espectáculo de mariposas. - Escucha, Roberto... ¿puedes buscar imágenes del Pico Buñero? - ¿Qué le parece esta roca tajada en dos mitades? - Que me parrece que acabamos de hallar el lugar donde ese viejo y esa jovencita se encuentran ahora mismo pasando la noche. ¿Encuentras algo de cómo poder llegar hasta ella? - Tenemos tres opciones, maestro... - ¡Espera, Roberto! ¡No se olvide de anotarlo, Don Pedro! - ¿Puedo ya decir cuáles son esas tres opciones? - Sin dudar, Roberto, sin dudar. - Ascenso desde el pueblo de Estadilla. Dentro de esta población podemos elegir tres variantes para subir al pico: por el camino de La Mentirosa, partiendo de la plaza del pueblo y siguiendo las marcas; siguiendo el camino señalado desde la ermita de la Carrodilla y al abrigo del Cocho o partiendo de la fuente de los 12 caños. - Descartemos La Mentirosa porque sería mentiroso ir por allí. Descartemos la ermita porque este asunto nada tiene que ver con ningún tema religioso. ¿Qué nos queda? - ¡El camino que sale de la fuente de los 12 caños, la bajada por el camino de La Carredilla para luego subir por el monte que supongo que tiene un desnivel de mil metros! - ¡Excelente, Don Pedro! ¡Excelente idea! Seguiremos su intuición de padre. Don Pedro Sanromán Sanemeterio se sintió importante... - ¡Menos mal que he aportado la solución! - De momento, Don Pedro, de momento. La solución final será si en el trayecto nos encontramos con el escarabajo. - supongo que habrá más de un Volkswagen. - Pero no más de un Volkswagen América y si nos encontramos con él es que hemos acertado plenamente con la ruta. - ¡¡Vamos a poe él, maestro!! - Un momento, Roberto, un momento. Estamos los tres muy agotados y el viaje va a ser de largo recorrido. Sugiero que durmamos durante dos horas justas y, una vez con el suficiente descanso corporal iniciemos la marcha hacia Huesca. Y los tres hombres, apagando la luz Don Pedro, pusieron sus relojes-despertadores exactamente para que sonaran a las 4 de la madrugada. Después comenzaron a dormir sentados en sus cómodos sillones reclinables. - La amo muchísimo, maestro. - Lo sé, Roberto, lo sé. Pero ahora descansa un poco, por favor. Mañana me cuentas cuánta es la cantidad de amor que sientes por ella. - Infinita, maestro, una cantidad infinita. - Pues ahora a dormir dos horas y sueña con ella... Ante los primeros ronquidos de Don Pedro, Roberto Félix y Don Carlos Magno quedaron también profundamente dormidos.
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