YERBABUENA
Publicado en Sep 25, 2013
Abuelita Magdalena, siempre risueña y con dientes blancos y de ojos azules, agitando su cabellera blanca recomendó esa dolorosa mañana a mi madre que cuando tuviera dolores de amor, leves o agudos, aunque siempre se parecen y hacen igual daño recogiera yerbabuena. Mucha yerbabuena fresca los jueves al atardecer. Si escuchas el canto del trespiés cuando la recoges, mucho mejor, ¡mucho mejor!, repetía insistente abuelita Magdalena y alguna vez me pareció verle lágrimas cuando lo decía. Después de las seis y antes de las siete, para recogerla con todo su poder. Esa dolorosa mañana mamá no podía contener su llanto mientras yo armaba barquitos de papel y los rasgaba junto al estanque. Por la noche acomodas la yerbabuena debajo de la cama formando tres cruces con los manojos. Risueña, abuelita Magdalena de manos blancas y desde su silla de ruedas, aseguraba a mi madre recién abandonada por mi padre, que amanecería tranquila y mejor amada. O un poco bienamada si por la noche hueles el perfume de la yerbabuena. A mí, no me huele a nada.
Página 1 / 1
|
Gerardo Llamozas
Felicitaciones
Saludos