UN BUEN DON
Publicado en Sep 26, 2013
Desde los 50 años, Silverio Ortíz Brillanga adquirió el don de multiplicar peces vivos o muertos. También obtuvo el don de multiplicar arepas hechas con maíz amarillo. Y de convertir la aguapanela quindiana en cerveza. A pesar de esto, no se consideraba Hijo de Dios ni iba por pueblos del Quindío haciendo milagros. Silverio solo decía a la gente, “¿Desean un milagro mayor que este paisaje y estas montañas y la paz de estos pueblos? ¿Van a buscar ángeles sobre las nubes en lugar de mirarlas así solas, como están de hermosas? Este es el milagro por los pueblos del Quindío, las nubes sin ángeles”. Brillanga, en lugar de ejercer sus dones o dar conferencias sobre espiritualidad y nueva era, prefería sentarse solo en la orilla del río Esmeraldas. Cerca de la parte más profunda, bajo un corpulento Yarumo blanco de cuyos frutos comían 41 especies de aves, en particular tángaras. Introducía los pies en el agua y esperaba la visita de alguna sirena. Siempre llegaba una. A veces dos. No tardaban en aparecer, siempre y cuando tarareara en voz baja la canción de Charles Trenet, La Mer. Murmuraba su letra, imitando las voces de quienes alguna vez interpretaron tal pieza musical, hombres o mujeres. Silverio prefería este don. Y cantaba como French Kiss, Annie Royer, Veronneau, Chantal Chamberland, Alain Barriere, Bing Crosby o Francoise Hardy. Encantaba a las sirenas cuando lo hacía como Dalida o Jacqueline Francoise. Nunca averiguó de dónde fluía dicho talento. Sucedía y eso era suficiente. En su primer encuentro con una sirena, en otro río del Quindío, la sorprendida fue ella, cautivada por la canción. Ambos descubrieron entonces que mediante tal melodía podían comunicarse. ¿Cuántas veces multiplicó los peces? Quince. ¿Cuántas veces multiplicó las arepas de maíz amarillo? Doce. ¿Cuántas veces cantó La Mer para sus sirenas…? Más de cien, creo. No afirmo nada sobre Silverio. Búsquelo por la montaña, donde usted encuentre una cabaña cerca del río. Comentan que vive con una de las sirenas. Fácil, solo escuche con atención cuando oiga cantar La Mer y llegará al sitio donde ambos se encuentran.
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