CONVERSACIONES CON PAP
Publicado en Sep 29, 2013
Para mi amiga de Textale: Mati Sait Nunca le pregunté por qué lo hacía y ninguno de mis hermanos me lo dijo. Si papá quería hablar conmigo se disfrazaba. Siempre. Me trajeron a su hogar cuando yo tenía nueve años, tras la muerte de mamá y la decisión de mi abuela, quien no soportaba verme saltar todo el día para atrapar libélulas y comérmelas. Pero, abuelita, usted por las noches… No me dejaba terminar mi defensa. Respondía, yo estoy vieja y hay demasiados murciélagos en la casa. Sólo me como uno diario. Nunca me interesaron los motivos de papá. Ni sus hábitos ni sus ostentosos disfraces ni esos silencios, incrementándose al nacer sus hijos. Cuando llegó el último, sólo pronunciaba algunas palabras evitando las esdrújulas. ¿Hablar? Eso no era hablar. Escucharle pronunciar sólo vocales que alargaba y acentuaba, afilándolas como los cuchillos que su abuela usaba para tasajear los búfalos que arrojaban al jardín, eso no era conversar. Los disfraces de papá eran su manera de hablarme enseñándome a despreciar la gente. Elegía los atardeceres y el mismo rincón de la biblioteca donde el único sonido constante era de la música Klezmer que lo conmovía. Esas lágrimas nunca fueron parte de los disfraces. Nacían de temas evocados por los funestos clarinetes. Papá ajustaba sus disfraces a dicha música cambiándoselos delante de mí. Interminables monólogos de papá que aprendí a quebrar poniéndome una peluca de mamá, la rubia cuya cabellera acariciaba mi cintura. Aún la conservo. Después adquirí las otras que conoces y nunca te he obligado a usar, hijo, pero es hora de asumir tu responsabilidad y prepararte para las conversaciones que sostendremos a partir de hoy.
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