CANDIDATURA DE RICARDO LAGOS
Publicado en Nov 18, 2008
A propósito de la Candidatura de Ricardo Lagos
Creo que a ningún analista serio le caben dudas acerca del bajo prestigio que posee Lagos como para afrontar exitosamente una elección presidencial, estos ya no son los tiempos de la inocencia. En ese contexto, resulta burda y predecible la maniobra del PPD para allanarle el camino a quién se ha afanado de un modo obstinado por alcanzar el poder. Desde que alzó su dedo populista y fundó un partido instrumental como el PPD (hace ya dos décadas), se le conocen bastante bien sus tretas para conseguir sus objetivos -¿acaso alguien podría dudar que Lagos no es un político experimentado?-; esta es otra de sus tretas y estoy convencido que fue planeada con antelación por el propio Lagos junto a sus operadores políticos, ¿cómo explicar sino la notoria falta de convicción de quienes se vieron involucrados en su proclama como candidato del PPD? Creo que hoy en día la política va a la baja precisamente por esa falta de honestidad, ese abuso de tratarla como un artefacto que produce jugosas utilidades. Ahora bien, a juzgar por la forma como se viene resolviendo la elección del candidato presidencial de la Concertación, me atrevería a constatar la siguiente evolución: lo que alguna vez fue un conglomerado de corrientes políticas aunadas por un proyecto común, con el correr de los años, ha ido dando paso a un descollante desarrollo de los personalismos, en el cual los intereses colectivos se ven palidecer cuando las ambiciones personales consiguen instalarse como sus legítimas herederas; en consecuencia, estamos en presencia de condiciones que hacen posible el surgimiento y su reactualización del fenómeno socio-político conocido como caudillismo. En ese contexto, resulta lamentable la obsecuencia con la que ha actuado el PPD –hace unas pocas semanas se inclinaba por cualquier otro candidato de la coalición- en pos del objetivo presidencial de Ricardo Lagos. Creo que ahí radica precisamente el pecado original de una coalición gobernante cuya palpable decadencia, al parecer, ya nadie está dispuesto a objetar.
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Simon Cofre Iturra