Alfa y Omega
Publicado en Sep 02, 2009
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El recuerdo de la última vez que él y Beatriz habían estado felices, plenos, compenetrados el uno en el otro, dispuestos a escuchar y a ser escuchados, hoy parecía un sueño; una imagen tan distorsionada de la realidad, que se asemejaba a la copia, de la copia, de la copia de su existencia.
En los últimos tres años habían intentado terapias de pareja, terapias individuales, conversaciones eternas al regresar del psicólogo, que siempre terminaban por abrir las viejas heridas que fingían sanar, pero que se podrían más y más a cada segundo.
En un brevísimo lapsus de claridad, Ramón había caído en cuenta que el amor y la felicidad que tanto deseaba que le diera su mujer, empezaba por su disposición hacia ella; por la determinación y la constancia que él mismo tuviera para sanar sus propias heridas, para comenzar a reparar sus propios cimientos y no esperar que ella lo hiciera primero. La felicidad, reflexionaba Ramón, es una búsqueda individual, no depende de ella, depende de mí.
Se le colmó el alma con un nuevo motivo, con un claro en el camino sinuoso. Esta visión, estaba seguro, era la renovación de ese amor; tenía que ser un camino de dos vías, pero el trecho más importante era el de ida hacia ella. Ese primer tramo de camino y que tenía que allanarse, era una tarea que le correspondía a él.
Por un instante se olvidó de las diferencias y afanoso se concentró en las coincidencias de sus almas, de la vida que habían construido juntos con tanta energía e ilusión y que poco a poco se fue perdiendo en los pequeños detalles, en las nimiedades.
-Beatriz ama esas cajas de chocolates con una cereza en el centro. Se dijo a sí mismo con una sonrisa enorme en la cara.
Al llegar a casa esa tarde, decidió acompañar a la caja de chocolates con una rosa roja, fresca, húmeda.
Abrió la puerta y entró a hurtadillas con el corazón galopante, ansioso, listo para empezar de nuevo.  
Al pasar por la mesita al lado de la escalera notó un llavero diferente, eran las llaves de un automóvil de lujo. El alma se le atoró en el pecho, un sudor frío le heló la piel y empezó a imaginar miles de cosas. Se encontraba en medio de dos fuerzas descomunales, una lo obligaba a subir las escaleras de la casa y buscar a Beatriz, la otra lo jalaba hacia la salida. Los latidos de su corazón le movían la camisa, la boca se le secó hasta agrietarse y la vida se le empezaba a ir con los pensamientos.
Uno por uno subió los escalones de la casa avispando el oído y detectando esos gemidos de Beatriz de placer, esos que él no le había arrancado en años.
Sin darse cuenta ahorcaba la caja de chocolates y se enterraba en la mano una espina de la rosa, hasta que un hilo de sangre le corrió hasta las mancuernillas. No sentía las piernas, avanzaba como flotando con la mente girando en todas direcciones, mientras los gemidos aumentaban en intensidad.
Abrió la puerta de su recámara y la encontró ahí desnuda, recostada en la cama, con las piernas abiertas mientras un nadie le lamía el sexo vehementemente. No lo escucharon entrar y él se quedó petrificado en la entrada, con la caja de chocolates aprisionada en la mano hasta blanquearle los nudillos. Avanzó pausado hasta el closet de la recámara y sacó el viejo revolver que guardaba ahí, específicamente para defender la estabilidad y la integridad de ese hogar. Al cerrar la puerta del closet, los amantes se percataron de su presencia y él solamente levantó el arma y los encañonó.
Desnudos y sin tener nada a la mano para ocultar su osadía, los dos se encimaron al tratar de hablar y de explicar lo inexplicable.
Conforme se iban arrebatando la palabra, el movía el arma apuntando a uno y a otro con la mirada perdida; con la sangre hirviéndole en las sienes. Su rostro no tenía expresión y sus oídos no registraban nada. Aquellas voces infames se detectaban como esa realidad de la que quería escapar; sonaban como la copia, de la copia, de la copia…

Una lágrima empezó a rodarle por la mejilla, mientras amartillaba el arma.
No quitaba los ojos de Beatriz.

La detonación de la pistola ensordeció la habitación mientras por el suelo reptaban los sesos y la sangre de Ramón bañando la caja, los chocolates y los pétalos de la rosa roja, húmeda y fresca.

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Foto del autor Arturo Palavicini
Textos Publicados: 57
Miembro desde: Jul 06, 2009
29 Comentarios 2333 Lecturas Favorito 3 veces
Descripción

Palabras Clave: Principio y Final de un Amor

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Ficcin


Creditos: Fotografa Image Bank

Derechos de Autor: Arturo Palavicini

Enlace: http://bajolamaleza.blogspot.com


Comentarios (29)add comment
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solimar

No puedo hacer otra cosa mas que felicitarte, escribes con ingenio, suspenso y final inesperado. tienes tanto que decir y tu vocabulario fácil de llevar que la lectura se hace rápida y entretenida.El tema elegido es totalmente actual, de gusto universal, 4 paginas de Textale suficientes para decir todo lo que necesitas decir y un buen número para lectores de esta página.
Saluidos y nuevamente felicitaciones.
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May 04, 2015
 

L.H. Prez

Hola, Arturo.

Bueno, soy nueva en esta página y el tuyo es el primer texto que leo. Me gustó mucho, la esperanza y la tristeza, la desilusión y el amor, mezclados en cinco páginas pero narrados a la perfección.

¡Te felicito!

Un saludo.
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December 22, 2013
 

Roberto Langella de Reyes Pea

No me debés nada amigo. De verdad, por mis escritos pasate cuando tengas tiempo y ganas. Yo también quiero leer más de lo tuyo, y así andamos. Conmigo al menos no hay compromiso ni devolución que hacer, de verdad. Y en serio te digo que este cuento me parece extraordinario; no le sobra ni le falta nada. Para mi gusto es perfecto. Abrazos.
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January 13, 2010
 

Arturo Palavicini

Roberto:

Muchas gracias por tu comentario; sigo debiendote toneladas de lecturas.

Un abrazo.

Arturo Palavicini
Responder
January 13, 2010
 

Roberto Langella de Reyes Pea

Excepcional.
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January 13, 2010
 

Arturo Palavicini

Magno:

Amigo, no he estado aquí con la frecuencia que quisiera, sin embargo agradezco, tarde, pero de corazón tu comentario.

Recibe un gran abrazo.

Arturo Palavicini.
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January 13, 2010
 

Magno Sanchez Pineda

gran final Arturo, como siempre un gusto leerte. Saludos.
Responder
September 27, 2009
 

Anna Feuerberg

Querido Arturo,
Para mí es un placer compartir lo que sé, amo la lengua y soy muy perfeccionista en este respecto ; )
Pero por encima de todo, tengo una necesidad muy grande cuando encuentro un escritor con talento.
Eres muy creativo y logras un buen desarrollo literario. ¡Te deseos muchos éxitos!
Estamos leyéndonos.
Un abrazo,
Annita

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September 11, 2009
 

Arturo Palavicini

Annita:

Aunque ya lo hice en privado, aprovecho para agradecerte públicamente tu ayuda y tus comentarios. Todos tenemos mucho que aprender siempre y te agradezco el gesto de hacerme ver mis errores.

Muchas gracias amiga.

Arturo Palavicini
Responder
September 11, 2009
 

Elvira Domnguez Saavedra

¡Querido amigo, me tenías al borde de la silla! Qué tristeza lo acontecido a Ramón, creo que ya había muerto antes de empuñar la pistola, ese tipo de dolorosas experiencias acaban con todos los corazones. Abrazos
Responder
September 10, 2009
 
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