Pensé que me moría... (Diario)
Publicado en Oct 18, 2013
Sierra de Cazorla, también llamada Alto Guadalquivir o Comarca de Cazorla, es el nombre de una comarca de la provincia de Jaén (España). Una parte significativa de su territorio forma parte del Parque Natural de la Sierra de Cazorla, Segura y Las Villas. La Sierra de Cazorla se extiende en el extremo suroccidental del Parque, con una altura máxima de 1.847 metros en Pico Gilillo. En una de sus ladrera se asienta la población de Cazorla rodeada de olivos y vigilada por la Peña de los Halcones que le sirve de telón de fondo; esta localidad, con categoría de ciudad, es por su estética una de las más bellas de los contornos.
De las muchas veces en que Dios me ayudó para salir de momentos muy apurados, incluídos momentos al borde de la muerte, recuerdo una muy especial que me sucedió a finales de los 70. Yo entonces sólo era un empleado de Banca y un estudiante de Periodismo que, como siempre me ha sucedido desde que nací, era (y sigo siendo) un joven inquieto y dispuesto siempre a experimentar aventuras sanas y saludables. Así que me apunté a una Excursión de Semana Santa hacia la Sierra de Cazorla. Éramos muchos chicos y chicas y acampamos en lo alto de la Sierra. Todavía no comprendo cómo estoy vivo para poder contarlo pero Dios me volvió a ayudar para salir del apuro. El caso es que, estando en lo alto de la Sierra para pasar la noche dentro de las tiendas de campañas no había lugar para todos. Yo me dispuse a dormir al pairo, o sea al aire libre, pero embutido en el mullido saco de dormir que me habían regalado los del grupo de amigos y amigas por mi cumpleaños. Pero claro está... había una chavala que no tenía con qué abrigarse... y fui yo y le presté mi saco de dormir (no sé al final qué sucedió con aquella prenda) y tuve que pasar una noche que es, dentro de las muchas vividas por mí al aire libre, quizás la más fría -o una de las más frías- de mi todavía corta vida. Había muchos grados bajo cero y yo me había quedado sin saco de dormir y sin tienda donde entrar. Menos mal que Dios se apiadó una vez más de mí, y perdonando mis pequeños pecadillos por ser tan joven como soy, me mantuvo despierto toda la noche. Pensé que me moría pero salí vivo de aquella fría experiencia porque permanecí despierto y en pie toda la noche. Al no dormirme me salvé de amanecer totalmente congelado. Es más, al día siguiente, al llegar el alba, los más aventureros y aventureras decidimos subir a lo más alto de la montaña. La caminata despertó todos mis sentidos. Desde la cima pudimos observar, por la claridad del día, los Montes Atlas de Marruecos. Pensé que me moría pero como Dios es tan Grande hoy lo puedo seguir contando. Gracias a Dios Padre, Gracias a Dios Hijo Nuestro Señor Jesucristo y Gracias al Espíritu Santo. Hay que haberlo vivido para poder creerlo. Nadie puede imaginarse el frío que pasé si no lo ha sentido dentro de su cuerpo. Pero fue una prueba más que no sólo no me asustó para nada sino que fortaleció un poco más a mi sano cuerpo.
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