Se me secó hasta la corbata (Diario)
Publicado en Oct 19, 2013
Marzo de 1985. Estoy casado pero mi Princesa está pasando una temporada en Ecuador. En Madrid está cayendo lluvia ácida. A las 12 de aquella famosa noche marziana ya estoy caminando por las calles de la capital española y empiezo a mojarme. Voy con el mejor de mis trajes, la mejor de mis camisas, los mejores de mis zapatos y hasta la mejor de mis corbatas. Estoy dispuesto a defender a mi Princesa ante todos y contra todos, aunque sea incluso con la estatua de la plaza situada en la Facultad de Medicina.
Cada vez me mojo más. Cada vez el sabor del agua es más ácido. Cada vez tengo más deseos de caminar bajo la lluvia, incluso recuerdo la película "Cantando bajo la lluvia" y comienzo a cantar a pleno pulmón y a contar chistes con los que no paro de reír sobre todo el de la boina de Benito. La lluvia ácida no me importa en absoluto como no me importa en absoluto pasarme toda la noche, hasta que amanezca el nuevo día, caminando, cantando y buscando rivales bajo la lluvia. Veo incluso coches de policías persiguiendo fantasmas. Los fantasmas de la noche nunca me han asustado a mí ni me han metido el miedo dentro del cuerpo. Es una de las veces de mi vida que más me he mojado. Cuando llega el amanecer veo una manifestación por el carril de las bicicletas cerca del Arco de Triunfo. He triunfado. Sé que he triunfado una vez más cuando la lluvia deja de caer. Mojado hasta los huesos me refugió durante unos cinco minutos en los soportales cercanos al Metro de Moncloa. Es la hora de dirigirme hasta el Banco Hispano Americano de Alfonso XII. Si no me han asustado ni producido miedo alguno los fantasmas de la noche con lluvia ácida incluída menos me van a asustar los fantasmas del día ya detenida la lluvia. Lo único que me preocupa es que me voy a presentar en el trabajo con toda mi limpia vestimenta mojada del todo y por todas partes pero... se produce otro milagro y cuando llego al Banco (escasos minutos más tarde) me encuentro con todo el traje, camisa y zapatos totalmente secos. Increíble pero cierto porque ninguno de mis compañeros y compañeras (amigos y enemigos) se han dado ni cuenta de que he pasado toda la noche debajo de la tromba de lluvia ácida. Se me secó hasta la corbata. Y realicé toda la jornada laboral sin que nadie se diera cuenta. Quizás ahora algunos y algunas sepan que los milagros existen.
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