Emilito y Pepito (Cuento Infantil)
Publicado en Oct 24, 2013
Había una vez, en el centro exacto de la Tierra, un país llamado Sueñolandia. En Sueñolandia todos podían conseguir que se hiciesen realidad los más grandes sueños que desearan durante su vida. Y hablando de vida, vivían en Sueñolandia dos pequeños niños muy especiales. Los dos niños se llamaban Emilito y Pepito. Emilito era rico, muy rico, riquísimo... mientras que Pepeito era pobre, muy pobre, pobrísimo...
Emilito tenía tanta cantidad de dinero que vivía rodeado de toda clase de lujos, pero nunca se contentaba con todo lo que tenía sino que sus grandes sueños eran poseer cada vez más dinero y riquezas materiales porque deseaba ser, de mayor, el hombre más poderoso del mundo. Pepito tenía muy poca cantidad de dinero pero el único gran sueño que tenía era conocer a la Princesita más linda de la Tierra solamente para jugar con ella. Para Emilito la fama consistía en ser el más poderoso hombre del mundo entero e incluso llegar a ser mucho más rico que el famoso Rey Midas. Para Pepito el éxito era solamente poder jugar algún rato con la Princesita con la que soñaba. Emilito, ávido de egoismos, veía que mientras él no conseguía nunca ser mínimamente feliz, con Pepito sucedía lo contrarío porque, a pesar de su pobreza, siempre sonreía y era feliz de verdad. Así que Emilito se interesó, una noche, en poder conocer cuál era el secreto de la felicidad de Pepito y comenzó a hacer todo lo posible para descubrirlo; y no se le ocurrió mejor idea que ir a consultar a la Bruja Estruja quien, por una gran cantidad de dinero, le contó a Emilito que el secreto de la felicidad de Pepito consistía en que soñaba con conocer a su Princesita. Emilito pensó que si Pepito soñaba con una Princesita él haría todo lo posible e imposible para conocerla antes que Pepito y así quitársela solamente para fastidiarle de lo lindo. Desde entonces comenzó una lucha silenciosa entre Emilito y Pepito, el primero para descubrir a la Princesita y el segundo para ocultarla dentro de su corazón. Emilito también pensó que si Pepito soñaba con aquella Princesita es que aquella Princesita debía ser la más rica y más millonaria que podría existir. Como Emilito ansiaba y deseaba llegar a ser el hombre más poderoso del Universo entero, empezó a conocer a todas las Princesitas más ricas y más millonarias de la Tierra. Por su parte, Pepito seguía solamente soñando con conocer a la Princesita más linda del mundo que, ahora, llevaba oculta dentro de su corazón para que Emilito no se la quitara. A Pepito no le interesaba, para nada en absoluto, que su linda Princesita, la más linda de todas ellas, tuviera o no tuviera dinero. Emilito era siempre inconformista y no podía renunciar al dinero mientras que Pepito se conformaba sólo con poder jugar con su Princesita una vez que la llegara a conocer. Un día, cuando Emilito se dio cuenta de que era imposible que con sus propios esfuerzos pudiera descubrir a la Princesita de Pepito entre las más ricas y millonarias del mundo, le pidió ayuda al Diablo. No le importaba, en absoluto, cuál pudiera ser el físico de la Princesita más rica y millonaria del mundo creyendo que esa era la Princesita de Pepito porque Pepeito era tan pobre que Emilito no podía pensar otra cosa sino que Pepito estaba buscando a la princesa que más dinero tuviera. El Diablo soltó una profunda carcajada y le juró a Emilito que pronto conocería a la princesa que estaba buscando. Mientras tanto, Pepito le pidió ayuda a Jesucristo para que Emilito nunca descubriera a la guapísima Princesita que tenía guardada dentro de su corazón. Jesucristo le acarició el cabello y le dedicó una sonrisa. De esta manera, Emilito creció y creció y creció, cada vez acumulando más dinero y más tesoros en su palacio y se hizo muy pronto mayor; mientras que Pepito, en su humilde vivienda, no se hacía nunca mayor porque antes de eso quería conocer a su preciosa Princesita para poder jugar un buen rato con ella antes de ser mayor. Emilito llegó a conocer a todas las Princesas más ricas del mundo, buscando a la que fuera la más millonaria sin importarle cualquier otra cosa que fuese. No le importaba si era guapa o fea, triste o alegre, agradable o insoportable... porque él sabía que con la fortuna de ella más su propia fortuna tendrían toda clase de lujos y caprichos que ambos quiseran. Y, efectivamente, una vez que conoció a la más millonaria de todas se casó con ella... aunque nunca jamás fue feliz ni él ni todos los que le rodeaban. El Diablo se regocijaba viéndole tan infeliz. Mientras tanto, una vez que Pepito se enteró de que Emilito se había casado con una princesa que no era su linda Princesita, la más bonita de todas las princesa de la Tierra aunque también era pobre como él, le pidió a Jesucristo que la hiciera salir de su corazón para poder conocerla y jugar con ella. Así hizo Jesucristo y así fue cómo Pepito no sólo pudo jugar toda su vida con su Princesita sino que se hicieron mayores y Pepito se casó con ella para ser eternamente feliz. La Princesita de Pepito, por orden de Dios, fue cada vez más bonita y comenzó a tener dinero que ella, junto con Pepito, utilizaban para hacer felices a los niños que tuvieran también bonitos sueños como los de ellos. Como dice Timoteo en la Biblia: "El amor al dinero es la causa de todos los males".
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