Algo de Confucio o habla que algo queda.
Publicado en Oct 31, 2013
Allá por sus lejanos tiempos fueron proverbiales las sentencias de Confucio quien, a pesar de ser ya un vetusto de la Historia del Pensamiento Humano, anduvo como un loco citando una muy célebre. Hela aquí textualmente: "No hay nada más patente que lo secreto, ni nada más tangible que lo recóndito". Y dicho esto Confucio expiró poco tiempo después. Habla que algo queda.
En el mismo momento en que soltamos una frase más o menos genial, el Mundo se pone en movimiento y recoge dicha frase para extenderla por todos los confines de la Tierra. El Mundo es así. Cuando damos algo por cierto suele ocurrir que alguien opina lo contrario y hasta lo opuesto. Por eso observamos una cantidad enorme de pensamientos, frases y decires que se han hecho famosos pero que, paradójicamente, son opuestos los unos a los otros aun cuando se refieren a un mismo asunto. ¿Hablar? ¿En qué consiste, realmente, esto de hablar? Muchos creen que solamente significa decir palabras; pero esa definición es insuficiente y falta de esencia. Recurramos al Diccionario Español: Hablar, cuando proviene del latín "fabulari", significa proferir palabras para darse a entender. También significa comunicarse las personas por medio de palabras. Hay otras muchas más variantes sobre lo que significa hablar pero me bastan estas dos para comenzar a pensar, sentir y escribir. Escribo luego hablo. ¿Tenía o no tenía razón el tal venerable Confucio? ¿Sabía o no sabía lo que decía el venerable Confucio? Pues ni sí ni no. Ni estaba en lo cierto ni dejaba de estarlo, porque resulta que a Confucio le apetecía siempre ser casi un incomprendido o ser solamente comprendido por los iniciados en el "confucionismo". Mucha confusión pero pocas nueces. En realidad lo secreto no es tan patente sino más bien relevante. Y lo recóndito deja de ser tangible cuando hablamos de ello. Así que Confucio solamente relativizaba sus pensamientos; con lo cual sucede que al querer interpretar sus frases nos encontramos con un muro de impenetrabilidad que nos deja la definición como colgada del tiempo, como algo a determinar pero que no es determinante. ¿Se puede conocer lo profundamente secreto de cada ser humano? Ni los sociólogos, ni los psicólogos ni tampoco los psiquiatras han conseguido saber responder acertadamente a esta cuestión. A Confucio se le confundían los pensamientos que, muchas veces, son tan erráticos como su propia vida. En la existencia humana no es posible que lo secreto sea tan evidente como decía el venerable Confucio. Porque los secretos son absolutos humanos que llevamos dentro de nuestro interior y lo único que se puede descubrir de todos ellos es la relatividad que muchos interpretan sin saber la verdad de los mismos. ¿Y lo recóndito? ¿Qué me decís de lo recóndito? Habría que entrevistar a todos los seres humanos (masculinos y femeninos) para poder decir, como erróneamente decía Confucio, que lo recóndito de un ser humano es relevante; porque lo relevante, lo verdaderamente relevante de un ser humano, no puede descubrirse en lo recóndito sino en lo visible de dicho ser humano. Confucio tendrá, para muchos y muchas, grandes capacidades de sabio pero yo, permítanme la osadía, dudo de que fuese tan sabio como se decía en su época. Muchos siglos después descubrimos que sus sentencias son vagas, difusas, contradictorias y muchas veces incoherentes con la realidad misma de los seres humanos a quienes quiso catalogar como seres menos inteligentes que él. Analicemos de nuevo la famosa fracesita. "No hay nada más patente que lo secreto" es una manera de decir que no se tiene ni idea de lo que es un secreto. El secreto perdura siempre que se quiera ocultar. Por ejemplo, ¿cuál de los cuatro hermanos fue el que rompió la bombilla lanzando calcetines enrrollados por encima de la mesa del comedor? Nadie lo ha sabido hasta ahora porque nadie lo ha confesado. Si eso que es tan trivial (porque romper una bombilla lanzando al aire calcetines enrrollados es verdaderamente trivial) ¿cómo serán los secretos humanos verdaderamente trascendentales? El cerebro humano trabaja mucho más deprisa que los estudiosos del cerebro humano. Y eso no es una relatividad "confuciana" sino una gran verdad. En la segunda parte de la frase de Confucio nos encontramos con algo parecido, pero con una variable a explicar. Esa segunda parte dice: "ni nada más tangible que lo recóndito". Que yo sepa lo recóndito sólo se puede imaginar y para que sea tangible es necesario que un ser humano confiese hacia el exterior lo que existe en su interior que, paradójicamente, ni dicho ser humano conoce de verdad. Existe una Teoría del Conocimiento que yo aprendí, siendo solamente un adolescente, en la clase de Filosofía del Profesor Farelo, en el Instituto de San Isidro de Madrid, España. Según dicha Teoría del Conocimiento, los seres humanos nos podemos fragmentar en 4 porciones de nuestra interioridad. Estas son las 4 prociones. 1.- Lo que yo conozco sobre mí mismo y los demás no conocen sobre mí mismo. 2.- Lo que yo conozco sobre mí mismo y los demás también conocen sobre mí mismo. 3.- Lo que yo no conozco sobre mí mismo y los demás sí conocen sobre mí mismo. 4.- Lo que yo no conozco sobre mí mismo y los demás tampoco conocen sobre mí mismo. Fijémonos en el apartado número 4. Dando validez a esta Teoría del Conocimiento, que se ha demostrado millones de veces que es cierta en cuanto a lo que pensamos y sentimos en nuestro interior, resulta que los secretos y lo recóndito de una persona pertenecen a este apartado número 4. Con este sencillo ejemplo acabo de desmontar por completo la veracidad de la frase de Confucio y acabo de demostrar que Confucio no era tan sabio como él mismo se decía de sí mismo. Con este simple ejercicio de reflexión, que se puede llevar a cabo mediante el método deductivo y mediante el método inductivo, queda por los suelos la tan "famosa" creencia de que Confucio era todo un sabio imposible de rebatir. Termino haciendo una pregunta reflexiva. ¿Quién es el Ser que conoce lo que yo no conozco de mí mismo y tampoco conocen los demás sobre mí mismo? Lógicamente la respuesta es Dios y como resulta que Jesucristo es Dios, pues tenemos la solución definitiva de que quién nos conoce en total plenitud de nosotros mismos es Jesucristo. A ver si ahora me demuestran lo contrario los famosos "confucionistas" porque resulta que el "confucionismo" se determina, por estas demostraciones tan sencillas de aprender, que son simplemente "confusionismos". Ya no tengo nada más por aclarar sobre este asunto; salvo que dicha Teoría del Conocimiento, con la que he rebatido por completo a Confucio, es la famosa Ventana de Joharí, nominada así por sus inventores, José Luft y Harry Ingham, y es uno de los modelos más útiles para describir el proceso de la interacción humana.
Página 1 / 1
Agregar texto a tus favoritos
Envialo a un amigo
Comentarios (0)
Para comentar debes estar registrado. Hazte miembro de Textale si no tienes una cuenta creada aun.
|