Me quedo contigo (Una Invitacin a la Literatura)
Publicado en Nov 05, 2013
Oscila el pensamiento mientras el mundo entero discurre más allá. Lo interrogante del momento son esos tus divinos ojos que derriban el muro de todo ese alrededor que rezuma de seducción irresistible. En la azotea el aire hace bailar a la fila indefinible de las prendas que, en actitud diletante, parece cantar a coro este atardecer donde las hojas de los árboles, amarillas ellas, susurran versos blancos mientras caen sobre la acera.
Asomado yo al espejo de mi satisfacción, tú eres tan de verdad que apareces en mi mundo envuelta en esa aureola de mis nuevos sentidos. El café caliente humea dentro de la taza y siento la intuición de que, al sondear la vista, el horizonte se me acerca hasta que lo atrapo con mis manos y ere tú en medio de la magia. Entonces me doy perfecta cuenta de que te trae la brisa. Decido no hacer otra cosa más que seguir soñando. El relámpago de las luces, al fondo, se hermana con mis acciones. Me levanto para asomarme al cristal de esta ventana desde donde contemplo este sentimiento de ser un hombre que maneja sus sentimientos bajo la cálida presencia de algo tan enigmático y significativo como es sentir tus manos a manera de ilustres palabras singulares surgidas desde el corazón. Aparto mi mirada del horizonte, lo dejo de nuevo escapar y continúo sintiendo el café de mis afanes. Durante los segundos que van marcando las agujas del reloj de mis ensueños estamos juntos, una vez más, sentados en el límite de aquellos olvidos nuevos. Nueva forma de ser cantando con la sonrisa y esa sensación de ser audaz cuando escribo poesía en medio del oleaje de tus miradas. Me impresionan más las tristes derrotas de los ajenos avariciosos que mi única victoria, pero propia, mientras enciendo el cigarrillo y medito. Hora de transmitir este sumergirse en la sombra atravesando el alegre espacio que existe entre tu encantadora presencia y el numeroso pasear de transeúntes sensaciones en medio de la calma. Felicidad. La felicidad es poder debatir conmigo mismo para reconocerte dentro de la propia ilusión convertido en el diálogo de la realidad. La realidad son los versos encadenados que acumulo mientras a la ventana se acercan los gorriones. Me sirve para el bienestar de mi corazón acariciar tu suave cabello y seguir pasando, como un desconocido errante de la música sonora del cercano río, mientras encuentro tus labios y tu bello rostro añadiéndose a mis emociones. En este ahora donde sigo viendo pasar el tiempo con su atmósfera de presencia proverbial, puedo escribir que el reino del amor se centra en la locura de tu generoso cuerpo entregado a mi cálida alma. El café sigue cubriendo expectativas de libérrimo silencio mientras escucho el sonido del vecino piano y las conversaciones que me trae esta extraña profesión de ser poeta divertido cuando miro tu esencia de mujer y el resto de tu cuerpo es el siempre milagroso despertar en medio de mis pensamientos. Me surge el sentimiento. Me pregunto dónde estará ese tu don deivino con el que se calma mi voz besando tus labios. Dedicado, ahora, en descubrir el flujo y reflujo de los rayos de este sol que está dedicando su presencia a las horas de abrazarte sin fronteras, quizás hay que dejar de ser humano para convertirse en misterio; tal vez haya que ser misterio para reproducirse como milagro; y posiblemente haya que dejar de ser milagro para conocer la realidad. Misterio. Milagro. Realidad. Todo mi misterio, todo mi milagro y toda mi realidad eres tú. Apuro el cigarrillo mezclando la sensación de esta inquietante experiencia mientras voy sembrando notas en tu memoria de mujer para hablarte sin fronteras ni barreras. Al otro lado de la calle las escenas son simplemente imágenes de los recuerdos; pero quizás por todas ellas se produce el cambio de mi mundo entero. Tus párpados me preguntan con toda su energía y yo soy capaz de transformar el silencio en una sola palabra llamada Liberación. Liberado de todo aquello ya pasado aflora, hoy, en mi sentimiento el conjunto de tus miradas y te concentras en mi propia voz y soy quien oye y quien escucha el latir de tu corazón, de tu siempre tierno corazón, de tu siempre limpio corazón, con la insaciable presencia de la alegórica plegaria llena de alegría. Canto para no escuchar todo aquello que ya no tiene nada que ver con mi entusiasmo y tú deslizas tus dedos por mi rostro. Me quedo contigo.
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