La estrategia del posicionamiento social.
Publicado en Nov 06, 2013
"No nos atrevemos a muchas cosas porque son difíciles, pero son difíciles porque no nos atrevemos a hacerlas" (Séneca).
Cuando existe una tendencia hacia la derecha y existe una tendencia hacia la izquierda, lo más aconsejable es llevar a cabo una interpretación para, a partir de ella, desarrollar una motivación teniendo en cuenta el eje axial de las circunstancias vitales que acompañan a tu pensamiento. Cuando tu pensamiento se puede desarrollar según las coordenadas intrínsecas de tu personalidad, llega el momento de plantearnos una situación analógica que ya nos predispone a nuestra propia condición humana. Tras esta composición ética y moral, podemos llevar a cabo todo un planteamiento existencial que nos ubique en el contexto de las circunstancias; ahora bien, las circunstancias pueden ser apriorísticas o a posteriori y, en ese caso, debemos mantener el equilibrio natural de nuestras ideas. Si somos capaces de entender la sistematología fenomenológica de nuestras propias ideas es cuando ya podemos pensar, con total liberación, que la acción pasa a superar las circunstancias y sustituirlas por nuestra propia posición humana enrumbada hacia un objetivo que ya está predispuesto para convertirnos en entes sociales. Es el momento en que nos sentimos y nos asumimos como un verdadero ente social liberado de las circunstancias y ya nos encontramos en el punto exacto y mediático para nuestra acción. Ese punto exacto ya está lo suficientemente adecuado al momento en que la acción se convierte en reacción. Si nuestra reacción ocupa nuestra predisposición, es la propia acción la que nos da el impulso vital para poder ejercitar nuestro compromiso. Y del compromiso con nuestra propia personalidad se llega a tener el carácter necesario para que nuestras circunstancias "per se" sustituyan a la circunstancias circundantes. Es este momento tan originario el que nos impulsa hacia la reacción que tenemos ya prevista como modelo orgánico de nuestra subsistencia y a ella le corresponde una presencia en el mismo instante en que nuestra presencia actúa e interactúa con nuestra capacidad humana desarrollando toda su potencia. A cada potencia corresponde una actitud. Si el conjunto de todas nuestras actitudes es el que nos conduce a una postura adecuada para poder influir positivamente en nuestro estado de ánimo pasamos al área específica de nuestras aptitudes. Cuando nuestro estado de ánimo se dinamiza por la propia inercia de nuestras actitudes, las citadas actitudes demuestran si hay o no hay aptitud necesaria para mantenernos en la equidistancia vital de lo que somos y lo que queremos ser. Llegados a estas disyuntiva ya sólo nos queda sobreabundar en nuestra conciencia interna y, despojados de las circunstancias externas, nos llega la hora de la introspección verdadera. Al encontrarnos con ella comprobamos que es una cita ineludible y debemos de acudir a esa consistencia humana con todo lo inconsciente alejado ya del subconsciente para que el citado estado de ánimo sea propicio y poder entregar nuestra presencia cuando acumulamos las esencias de nuestras potenciales posibilidades energéticas. Cuando introducimos nuestros afanes de vida en el contexto conceptual de la sociedad llegamos, como acción derivada y derivativa de nuestra conciencia, a los condicionamientos lineales que hay que superar a través del razonamiento que va más allá de la lógica del momento para convertirnos en perennes condicionantes de nuestra personalidad, modificando a todo lo circundante; ya que lo circundante es siempre lo más apropiado para posicionarnos o en una actitud contemplativa o en una actitud activa. Al confirmarnos en una posición consensuada con nuestro espíritu propio se produce una energía capaz de capacitarnos en medio de lo social. Lo social, llegados a este punto de nuestra concienciación, es aquel momento complementario que nos hace acumular las sensaciones que, con el peso de nuestras circunstancias internas, nos proyecta hacia el mundo de las ideas propias. Es entonces cuando terminamos con lo teórico y lo teorético y pasamos a ser agentes de transmisión social. Llegamos, ahora, a encontrarnos con la realidad de la dualidad de las coyunturas sociales. Si es una coyuntura favorable, y reactivante, renovamos nuestra espiritualidad energética basándonos en el contexto psico social para entrar de lleno en el contexto simplemente social y todo ello lo traducimos en corriente mediática para reforzar nuestro pensamiento; de esta manera dinamizamos nuestra existencia y nos consensuamos desde la generalidad circundante hasta la transformación singular de nuestra propia personalidad. Cuando ya poseemos nuestra propia personalidad el resto sólo consiste en aplicar nuestra formación endógena para poder extrapolarla al mundo social exógeno y, por fin, de esta manera nos convertimos en lo que queremos ser.
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