Diez meses (2)
Publicado en Nov 12, 2013
Diez meses
2 Permanecía atenta, esperando que sucediera algo, aunque no sabía muy bien el qué. La normalidad de la última semana no había supuesto ningún alivio, el miedo a nuevas situaciones que la pusieran a prueba lo había impedido. Con la tensión que acumulaba durante los días y la falta de descanso por las noches, Alicia creía inevitable que su cuerpo dijera basta, sólo esperaba que no sucediera mientras se encontraba en el trabajo. Intentó concentrarse en el libro que estaba leyendo. La historia no conseguía captar su interés y acabó dejándolo encima de la mesa. Fue el último regalo que le hizo a su padre. Tampoco a él le gustó. El libro se eternizó en su mesilla de noche. Ningún comentario le acompañó de camino a la estantería. En algún sitio había leído que el duelo por la muerte de un ser querido podía prolongarse por espacio de tres años. Si esto era así, todavía entraba dentro de lo razonable el dolor que sentía al pensar en él. Había olvidado cuánto tiempo necesitó para asumir la muerte de su madre; cuando ella les dejó, toda su atención se centró en el bienestar de su padre, descuidando el suyo. Desde que sólo debía ocuparse de sí misma habían aflorado inquietudes que reclamaban la dedicación negada durante mucho tiempo. Se balanceó suavemente en la mecedora situada frente al balcón. Pasaba horas allí sentada, observando el escaso entretenimiento que ofrecía la calle. La visión quedaba limitada por el muro del convento, recientemente elevado, aislando más si cabía a sus discretas vecinas. Si giraba la cabeza a la derecha veía parte de la plaza que daba nombre al barrio; si lo hacía en sentido contrario, el cruce de calles que se adentraban en el tumulto de la ciudad. Podía permitirse algo mejor, pero aquel lugar se le antojó el más idóneo para ella, tal vez porque era lo que más se alejaba del amplio piso de la periferia donde vivía antes. Su nuevo hogar, pequeño y acogedor, era perfecto para ella sola. Lo había decorado de un modo práctico, pero con esmero. La elección de colores claros en paredes y muebles, junto con los ligeros visillos que cubrían las ventanas, proporcionaban más luz de la que en un principio, y debido a la ubicación de la casa, había previsto. Aún quedaba por definir una de las dos habitaciones. De manera provisional la utilizaba para almacenar las cajas con libros, fotografías y otros recuerdos que no terminaba de desembalar. Todavía confiaba en convencer a su hermana para que se las guardara. Elena estaba molesta con ella. De ahí la excusa de que no tenía suficiente espacio en su casa para las cajas. La decisión de trasladarse a vivir al centro de la ciudad no era de su agrado.”Lejos de la familia y los amigos”, solía decir, negando con la cabeza. Alicia esbozó una media sonrisa. Apenas les separaban treinta minutos en autobús y, sin embargo, resultaba ser una distancia considerable, como había tenido oportunidad de comprobar. Ya no podía cruzar la calle y presentarse en casa de Elena cuando, sin motivo aparente, el corazón comenzaba a latirle en un lugar equivocado, más cerca de la garganta que del pecho; ni llamar a su puerta cuando el sonido de la televisión era incapaz de enmascarar la soledad y el silencio. Alejada de cualquier tutela, un poco de intimidad había bastado para desencadenar una confusión que aguardaba latente la ocasión oportuna de dejarse ver. Y puesto que se había manifestado y que tenía que convivir con ella, le pareció que lo más sensato era tratar de comprenderla.
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Josep
Saludos, leer tu sobria y excelente prosa es un encanto.
carmen garcia tirado