Por ti (de Jaime Fernández Garrido y José Orero de Julián)
Publicado en Nov 18, 2013
Jaime:
"Una de las canciones más famosas del gran guitarrista Eric Clapton, es "Tears in heaven" (lágrimas en el cielo). La compuso cuando su hijo Connor murió. Eric confesó que la música era la única manera de sobrellevar los momentos de angustia y tristeza mortal al recordar a su hijo. Componer canciones y tocar música le ayudó a volver en sí: "Es terrible pensar que el mejor arte surge en los momentos de desesperación" dijo. Pocas cosas hay tan tristes como la muerte de un niño. La candidez y dulzura que desprende una vida recién nacida es algo incomparable. Yo, personalmente, jamás entendí a aquellos que no sólo no han aprendido a disfrutar de la presencia de un niño, sino que (lo más cruel que puede ocurrir) incluso llegan a maltratarlos... o no les importa que sufran o mueran. Afortunadamente, la Biblia nos dice que Dios es el cuidador personal de todos los niños, y que Él envía a sus ángeles para que los protejan. No siempre es posible: Nuestro mundo rebosa tanta maldad, que Dios tendría que intervenir personalmente cada segundo en el Universo para frenar los males que los niños reciben, y eso es imposible. La libertad personal de cada uno de nosotros es un don tan precioso para Dios, que Él no quiere coartarla, aún a costa del sufrimiento de muchos. Lo que nos tranquiliza es que para encontrar una solución perfecta para la vida de los más pequeños, la Biblia nos dice que Dios recibe en el cielo a todos los niños. Todos los que mueren en la inocencia de sus primeros años, pasan a vivir cerca del corazón de Dios. Es la mejor manera de impartir justicia y defender a los inocentes. ¿Y qué ocurre cuando nosotros perdemos a alguien que vivía cerca de nuestro corazón? ¿Verdad que es difícil encontrar consuelo sólo en el hecho de que el niño que tanto queríamos está disfrutando de una vida perfecta? Déjame escribir que aún en nuestro sufrimiento Dios tiene palabras para nosotros: "El Señor sana a los que tienen el corazón hecho pedazos y venda sus tristezas" Es la mayor confianza que tenemos: A pesar de la lágrimas en el cielo (Y desde luego aquí en la Tierra), Dios no se olvida de nosotros. Él quiere sanar tu corazón y vendar tus tristezas, Él es el único que puede entender la desolación y la soledad que queda en el corazón de quien pierde a un hijo. Recuerda que Él dio el suyo (Jesús) por nosotros. Por ti". José: Viendo tales cosas como el sufrimento agónico de quienes ven morir a alguno de sus hijos no llego jamás a entender como puede haber tanto bárbaro y, a veces, tanta bárbara que no tiene ni la más mínima conciencia, ni derrama una sola lágrima de tristeza por el genocidio que cometen contra sus propios hijos que están esperando la ayuda de ellos y, a veces, de ellas para poder tener la oportunidad de ver la Grandeza de Dios viviendo felices en esta Tierra. Los eliminan. Los matan. Los asesinan. Y siguen viviendo tan secos de corazón que, faltos de toda clase de humanidad y de criterio racional, van predicando y pavoneándose por el mundo de que han abortado por su propia voluntad. ¿De qué voluntad están hablando esa clase de gentuza que ni tan siquiera derraman un sólo sentimiento por el infanticido que cometen? Si hubiesen hecho lo mismo con ellos y, a veces, con ellas no podrían tener ni tan siquiera la oportunidad de irse jactando de esos magnicidios que han cometido contra una gran parte de la población humana: los que no tuvieron ni la más mínima oportunidad de poder expresar su deseo de vivir. Pensar en eso produce tanta tristeza que sólo se me ocurre pedirle a Dios que tenga misericordia de tantos cobardes y mezquinos. Cuando alguien pierde un niño de poca edad sabe lo que es ese sufrimiento que sólo Dios puede calmar. ¿Qué dicen ahora los escorpiones y las alacranas que asesinan a su propios hijos? Eric Clapton tuvo la música como consuelo pero los hay y, a vece las hay, que más les valiera ponerse una rueda de molino atada a su cuello y lanzarse al mar por todo el daño y la maldad que están cometiendo en este mundo. No puedo reír las gracias de los chistes malditos de quienes se toman el aborto como una fiesta de feria absurda, ridícula y atrozmente inhumana. Por quienes cobardemente lo celebran, vilmente lo aceptan o simplemente se lavan las manos y guardan silencio. Por ti.
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