Historia de "Thaler" (Novela) -Captulo 14-
Publicado en Nov 19, 2013
Historia de "Thaler" (Novela) -Capítulo 14-
17 de octubre de 1908. Tienda de Antigüedades "Swart" de Los Ángeles de California, en los Estados Unidos. - ¡Buenas tardes, viejo Sherwood Swart! - ¡¡Hombre!! ¡Pero si eres el borracho de André Agusti! Aquel recibimento no le gustó demasiado a André que canturreó mientras se sentaba frente a Sherwood con la mesa metálica por delante... -Borracho, borracho, borracho me llamaban, borracho, borracho, borracho serás tú. A lo cual el viejo Sherwood continuó con la cancioncilla... - Tan borracho eres tú como yo que yo como tú, que tú como yo. Tan borracho eres tú como yo que yo como tú. André sentenció finalmente para acabar con aquella forma tan original de saludarse mutuamente... - ¡Que somos los dos! - ¡¡Deja ya de incordiar y dime a qué diablos vienes!! - Tranquilo Sherwood. Que yo sepa el primero que ha empezado a incordiar eres tú. - ¡Venga! ¡Venga! ¿A qué has venido? - Tengo una verdadera perla en mi bolsillo. - ¿Una perla? Te has confundido de negocio. Esto es una Casa de Antigüedades y no una Joyería; así que... ¡ya puedes largarte con el viento fresco y piérdete de mi vista! - ¡Poco a poco, Pico Peco que te pico te pico y te pico! - ¡Más tonterías no, por favor, so infantil! - Te estoy haciendo saber que tengo algo muy valioso y que te va a encantar... - ¡A mí no me encanta nadie ni aunque sea la vampiresa Theda Bara! - ¡Déjate de historias ahora y pon atención, Sherwood Swart! Y que no se entere tu esposa porque te veo y no te veo... - ¡¡Por favor, no se lo digas nunca!! - Si quieres que no se lo diga brindemos con una de whisky. - Eso... eso... brindemos los dos... pero que no se entere por favor... - Tú saca ese brebaje que escondes en el primer cajón de la mesa y después verás. Sherwood Swart, con un temblor exagerado de sus manos, sacó la botella de whisky y dos vasos del primer cajón de la mesa metálica que le servía para recibir a sus clientes. - Me está temblando mucho el pulso, André Agusti... - ¡Escancía ya de una vez por todas o se lo cuento! Con los nervios a flor de piel, Sherwood Swart sólo consiguió derramar el whisky encima de la mesa, con tal mala fortuna, que el líquido terminó por manchar el pantalón de pana de André Agusti quien se levantó rápidamente para escurrirse la mancha. - ¡¡Manazas!! - Tranquilo ahora tú, André, o también se lo cuento a la tuya. - Está bien. ¡¡Llena ya los dos vasos y brindemos porque lo que vas a contemplar es un ejemplar inolvidable!! - ¡Ah, no! ¡Eso sí que no! ¡¡Fotografías de chicas casi desnudas no admito!! - ¿Estás soñando, Sherwood? - Si no es eso... ¿qué es?... En ese mismo momento, mientras Sherwood Swart terminó de llenar los dos vasos, André Agusti volvió a sentarse y, sacando a "Thaler" del bolsillo derecho de su ya super sucio pantalón de pana, se lo mostró a Sherwood Swart. - ¡Atiza! ¡¡Arrea!! ¡¡¡Caramba!!! - ¿Qué es lo que pasa? - ¿Eso es un dólar? - Esto es un dólar. - Pero si no existen dólares de esa clase... - Es que estamos hablando de "Thaler". - ¡Me interesa! ¡¡Me interesa!! ¡¡¡Me interesa!!! Sherwood Swart alargó su mano derecha y tomó a "Thaler" entre sus manos pero sus movimientos eran tan verviosos que volcó su vaso de whisky contra él mismo y se manchó toda su impecable pechera de algodón mientras dejaba el dólar sobre la mesa. - ¡¡¡Jajajajaja!!! ¡¡Donde las dan las toman, Sherwood!! ¡Ahora ya estamos los dos empatados y podemos negociar en igualdad de condiciones físicas muy desagradables por cierto! - Negociemos... - ¿Cuánto me das por él? - ¡Diez dólares! - ¡Veinte dólares! - ¡¡Diez dólares!! - ¡¡Veinte dólares!! - ¡¡¡Diez dólares!!! - ¡¡¡Veinte dólares!!! Estaban ya los dos enrojecidos del todo por tanto chillarse el uno al otro. - ¿Se puede saber por qué nos chillamos tanto si somos amigos desde la infancia, André? - Yo tampoco comprendo por qué nos chillamos tanto si somos amigos desde la infancia, Sherwood. - Bueno... pues ya calmados los dos... diez dólares... - Malo... pues ya calmados los dos... veinte dólares... - Ni bueno ni malo... diez dólares... - Ni malo ni bueno... veinte dolares. - Si tú eres tan terco quiero que sepas que yo soy más cabezota que tú. - Si tú eres tan cabezota quiero que sepas que yo soy más terco que tú. - Dies dólares y no se hable más. - Veinte dólares y me quedo callado. - He dicho que diez dólares y me has escuchado perfectamente bien. - Acerca un poco más tu cabezota para que te lo cuente más despacio y así me escuches perfectamente mejor. Sherwood Swart acercó su cabeza hacia André Agusti quien, más rápido que un rayo veloz, agarró las dos grandes orejas de Sherwood y comenzó a contar tirando de ellas con las dos manos. Por cada número que contaba le estiraba de ambas orejas. - ¡Uno! ¡Dos! ¡Tres! ¡Cuatro! ¡Cinco! ¡Seis! ¡Siete! ¡Ocho! ¡Nueve! ¡Diez! ¡Once! ¡Doce! ¡Trece! ¡Catorce! ¡Quince! ¡Dieciséis! ¡Diecisiete! ¡Dieciocho! ¡Diecinueve! ¡Veinte! Una vez finalizado su cuenteo de dólares a cobrar, Sherwood Swart se echó hacia atrás con sus dos grandes orejas más coloradas que dos amapolas silvestres. - Espera que ahora te diga yo a ti cuántos dólares te voy a pagar yo por "Thaler". Acerca ahora tu cabeza un poco más. André Agusti acercó su cabeza sin darse cuenta de que Sherwood Swart aprovechó la ocasión para agarrar sus también dos grandes orejas y repitió lo mismo que André había hecho con él. - ¡Uno! ¡Dos! ¡Tres¡ ¡Cuatro! ¡Cinco! ¡Seis! ¡Siete! ¡Ocho! ¡Nueve! ¡Diez! André Agusti también terminó con las orejas más rojas que dos amapolas silvestres. - Espera, Sherwood, acerca otra vez tu cabezota. André Agusti empezó a estirar de nuevos de las dos grandes orejas de Swerwood Swart mientras le hacía una rebaja. - ¡Uno! ¡Dos! ¡Tres! ¡Cuatro! ¡Cinco! ¡Seis! ¡Siete! ¡Ocho! ¡Nueve! ¡Diez! ¡Once! ¡Doce! ¡Trece! ¡Catorce! ¡Quince! ¡Dieciséis! ¡Diecisiete! ¡Dieciocho! De nuevo Sherwood Swart reaccionó cogiendo las orejas de André Agusti para ofrecer su última oferta tirando de ellas. - ¡Uno! ¡Dos! ¡Tres! ¡Cuatro! ¡Cinco! ¡Seis! ¡Siete! ¡Ocho! ¡Nueve! ¡Diez! ¡Once! ¡Doce! ¡Trece! ¡Catorce! ¡Quince! Agotados ya los dos y con las orejas tan enrojecidas que no podían resistir el dolor llegaron al acuerdo mientras se las frotaban para calmar los dolores. - ¡Ay! ¡¡Ay!! ¡¡¡Ay!!! Está bien. Dame quince dólares por él. - ¡Ay! ¡¡Ay!! ¡¡¡Ay!!! Está bien. Toma quince dólares por él. Sherwood Swart sacó del bolsillo de su chaleco quince monedas de dólar y se las entregó a André Agusti que se las guardó en el bolsillo interior de su camisa a cuadros. - ¿Brindamos entonces, Sherwood? - Entonces brindamos, André. André Agusti esperó a que Sherwood Swart llenase de nuevo su vaso con whisky y, ante la sorpresa de éste, le arrojó el whisky de su vaso al rostro de Sherwood. - ¡Avaro! ¡¡Avaricioso!! ¡¡¡Avariento!!! Sin saber bien lo que se hacía, Sherwood Swart, cegado por la ira y el whisky que le había tapado, momentáneamente, los ojos... cogió con su mano diestra un gran bote de hojalata que contenía cien monedas antiguas de diferentes naciones y épocas y las lanzó todas ellas hacia el rostro de André Agusti quien, al agacharse para evitar ser descalabrado, sintió un dolor agudo en sus riñones mientras las cien monedas antiguas de diferentes naciones y épocas se desparramaban por el suelo tras golpear en la pared con estrepitosos ruidos metálicos. - ¡¡¡Crack!!! ¡¡Clink!! ¡¡Clink!! ¡¡Clinck!! - ¡Ay! - ¿De qué te quejas, borrachuzo, si no te he dado con ninguna en la cara? - ¡Mi hernia, Sherwood, mi hernia! - ¡No me vengas ahora con cuentos y recoge todas las monedas que, por tu culpa y solo por tu culpa, están rodando por el suelo! - Por mi culpa solamente no. También tú tienes la culpa. - ¡Seas inocente o seas culpable ahora mismo me recoges todas las monedas! - ¡Gente pobre no necesita criados! ¡Cógelas tú, so lechuzo! - ¿Qué me has llamado? - Te he llamado lechuzo lo mismo que tú me has llamado borrachuzo! - Así que tienes argumentos que crees valiosos para no recoger todas las monedas... - No sé si tengo argumentos valiosos o no tan valiosos pero no me da la real gana de recoger todas esas monedas que tienen más roña que los dedos de tus pies. ¿Cómo se puede dirigir un negocio calzando chanclas cuando se tiene tanta roña en los dedos de los pies que te pareces al Diablo Cojuelo? - ¡¡Eso si que no se lo consiento yo ni al alcalde de Los Ángeles de San Rafael!! - Perdona, Sherwood, pero esto no es Los Ángeles de San Rafael sino Los Ángeles de California así que no te confundas conmigo. En vista de que André Agusti se negaba a recoger las cien monedas que seguían rodando por el suelo, Sherwood Swart se levantó de su asiento tan nervioso y fuera de sí que resbaló y fue a estrellarse contra el anaquel de las figuras de terracota del Antiguo México de los zapotecas que, tras un ligero bamboleo, cayeron estrepitosamente al suelo. - ¡Crack! ¡¡Catacracrak!! ¡¡¡Requetecatacrak!!! - ¡Mis figuras! ¡¡Mis figuras!! ¡¡¡Mi figuras!!! - ¡Mis riñones! ¡¡Mis riñones!! ¡¡¡Mis riñones!!! - ¡¡¡Mis amadas figuras de terracota del Antiguo México de los zapotecas!!! - ¡Mis amados riñones de cuando nací!!! Con la agilidad de un gato montés, Sherwood se agarró de las piernas de André y éste se vino también al suelo. - Y ahora... ¿recoges o no recoges las cien monedas una tras una? - ¡No, no y mil veces no! - ¿Cómo has dicho? - Bueno. Reduzco un poco. ¡No, no y cien veces nos! - ¿Cómo has vuelto a decir? - Está bien. Hago otra rebaja, ¡No, no y diez veces no! - ¡¡¡Basta ya de tonterías, André!!! El cada vez más iracundo Sherwood, a pesar de su avanzado estado de vejez, todavía tenía suficientes reflejos de su antigua etapa de atleta e, incorporándose del suelo, se montó a horcajadas sobre el lomo de André Agusti. - ¡Mis riñones, Serwood! ¡Que me los haces polvo! - Como no quieres recoger las cien monedas como un caballero ahora lo vas a tener que hacer como un caballo y como todo caballo tiene un jinete... imagínate que yo soy el jinete polaco y tú el caballo del jinete polaco. ¡Jajajajaja! ¡¡Hala, hala!! ¡¡¡A buscar!!! Y en diciendo estas palabras Sherwood Swart comenzó a dar golpes con su mano diestra en le trasero de André Agusti quien, con tremendos dolores de riñones a los que ahora se sumaban los tremendos dolores de trasero comenzó a ir recogiendo el mayor número posible de monedas. - ¡Ya tengo siete y estoy harto de que tú seas el jinete polaco! ¿Por qué no cambiamos de papel y tú te conviertes en caballo de Atila y yo en Atila a ver si te gusta? - ¿Qué es eso de cambiar de papel? ¿Crees que esto es el cine y estamos rodando una de la época de los bárbaros? - ¡Ahora vas a saber lo que es cambiar de papeles! Con un esfuerzo inaudito, André se levantó tan repentinamente que Sherwood cayó de espaldas sin posibilidad de agarrarse a ningún lado. - ¡Ayyyyyyyyyy! ¡Mi espalda, André, mi espalda! ¡Me la has hecho polvo! - ¡Mis riñones, Sherwood, mis riñones! ¡Me los hiciste antes polvo tú a mí! Sherwood Swart vio, con gran espanto, que la inmensa mayoría de sus muy apreciadas cien monedas antiguas de diversas naciones y épocas estaban perdidas por entre los rincones de la atiborrada tienda de antigüedades y se puso, gateando como un pequeño bebé de tan sólo meses de edad, por ver si conseguia recuperarlas todas. Esto lo aprovechó André Agusti para coger una enorme pipa india que encontró sobre un anaquel y, abriendo un pequeño cofre lleno de lo que él creyó que era tabaco en polvo, llenó la pipa y comenzó a fumar como un poseso mientras Sherwood Swart seguía gateando. - ¡Otra! ¡Otra! ¡Menos mal que encuentro otra! Esta era la frase que repetía continuamente Sherwood mientras encontraba, a duras penas, alguna de las escondidas monedas porque, además, era muy corto de vista. Mas pocos minutos después la humareda que soltaba la pipa que estaba fumando André llenaba toda la tienda. - ¿Qué estas haciendo ahora, desdichado? André canturreó... - Fumando espero al hombre que mas quiero tras los cristales de grandes ventanales - ¡Ahora va a resultar que eres marica! - No. Lo que pasa es que me he vuelto poeta. - ¿Qué estás fumando? - El tabaco que he encontrado en este pequeño cofre que tenías bien oculto en el anaquel, hipócrita, fariseo, mentiroso. ¡Así que nunca fumas, verdad! - Pero... pero... pero... - Ni pero ni pera... - ¿Es que no te has dado cuenta de que eso no es tabaco sino polvo de lapislázuli molido que me habían traído desde Persia? - ¡Atiza! ¡Ya decía yo que sabía a mataratas! - !Es que precisamente lo tenía para matar a las ratas! Pero la humareda era ya tan grande que no se veían los rostros el uno al otro y menos aún todavía las muchas decenas de monedas que no habían podido ser encontradas, A los dos les entró una tos tremebunda acompañada de serios ataques de nervios. - ¡¡¡Ajum!!! ¡¡¡Ajum!!! ¡¡¡Ajum!!! ¡¡¡Jijiji!!! ¡¡¡Ajum!!! ¡¡¡Ajum!!! ¡¡¡Ajum!!! ¡¡¡Jijiji!!! ¡¡¡Ajum!!! ¡¡¡Ajum!!! ¡¡¡Ajum!!! ¡¡¡Jijiji!!! A André de respondía Sherwood de la misma manera. - ¡¡¡Ajum!!! ¡¡¡Ajum!!! ¡¡¡Ajum!!! ¡¡¡Jijiji!!! ¡¡¡Ajum!!! ¡¡¡Ajum!!! ¡¡¡Ajum!!! ¡¡¡Jijiji!!! ¡¡¡Ajum!!! ¡¡¡Ajum!!! ¡¡¡Ajum!!! ¡¡¡Jijiji!!! En medio de la espesa nube y aprovechando la poca visión de Sherwood que, además, era muy corto de vista, André Agassi alcanzó la puerta de la Casa de Antigüedades y la abrió. - ¡¡¡Por lo menos ten la decencia de dejar abierta la puerta para que se vaya toda esta humareda, sinvergüenza que ni tienes vergüenza ni la has conocido jamás!!! ¡¡Mis polvos de lapislázuli!! ¡Mis pobres polvos de lapislázuli persa! André no se paró ya a consolar al desconsolado Sherwood y desapareció huyendo por las antiguas calles de Los Ángeles de California mientras éste esperó a que desapareciera todo el humo y, dirigiéndose a la mesa de metal, cogió a "Thaler", lo guardó en el bolsillo izquierdo de su chaquetón de color negro y comenzó a meditar. - Voy a ver si me dan algo por él en el mercadillo. La pipa india estaba, abandonada, en el suelo....
Página 1 / 1
Agregar texto a tus favoritos
Envialo a un amigo
Comentarios (0)
Para comentar debes estar registrado. Hazte miembro de Textale si no tienes una cuenta creada aun.
|