Jess, el escritor de mi vida.
Publicado en Nov 22, 2013
Desde muy pequeña siempre fui solitaria, no compartía mis opiniones ni tenía amistades, mis padres me educaron de una forma muy rígida y correcta, nunca compartí como suelen hacerlo jóvenes de mi edad, salir a cine ni comer helados, hablar hasta tarde de el chico que le gusta o ir de comprar; ah decir verdad, nunca me ha ido bien haciendo amistades ni conservando amores, en la escuela siempre era la chica desorientada de la ultima fila, en los primeros años ocupaba los primeros puestos, era la nerd de cabello largo que todos miraban de reojos, tuve una de otra mejor amiga, pero absolutamente todas me abandonaron, quizá por mi forma de ser o pensar, era una desadaptada. En cuanto a mis hermanos, todos tenían su vida aparte, salían, llegaban y una que otra vez me preguntaban cómo estaba. Mi hermana sentía un odio infinito hacía mí, no era para menos, era la hija a la que le dieron todos los gustos, sin ser biológica. Mi mamá biológica de unos cuantos días de nacida me regaló, viví en engaño catorce años, fueron mis mejores catorce años, pese a mi soledad no lloraba ni sufría, sentí que la magia que había construido mis padres se derrumbaba, que el castillo de hielo había sido desvanecido por el verano, tempestuoso e irremediable, recuerdo cuanto dolió, lloraba como sí no existiera cura para mi dolor, como si fuese el fin… duele saber que sólo Dios me amo, que tus propios padres te abandonaron, y mi padre… sí él, jamás se quiso hacer cargo de mí, nunca quiso conocerme ni cuidarme, y así fue como supe la gran verdad, después de eso sentía como pesaba la vida, lo doloroso que era… rechazos, insultos, desprecios. Mi familia no hacía más que juzgarme, que mirarme como un bicho extraterrestre, nadie me ofrecía apoyo, mis amistades, banales todas me daban voz de aliento pero a los días desaparecían como obra de magia, era increíble como cada uno de los que un día prometieron estar se iban, como un parpadear de ojos, me convertí en un yeso duro y frío, en una piedra que solo recibía pateadas pero no sentía; tiempo después mi madre murió, en el sepelio todos lloraban y lloraban yo sólo rabeaba de angustia, la rabia me consumía quería tenerla al frente y cuestionarle tantas cosas, gritarle todo el odio que sentía por ella, el dolor me consumía, fueron largas noches de insomnio, largas lágrimas, dolor, la vida era gris mi vida ya no era vida, hasta que un día llegó la luz, llego la vida y me rescató, me tomó en sus manos y me hizo invencible, poco a poco las tinieblas se abrían y el sol volvía a salir, en visiones veía como él presenció mi nacimiento, tras de el doctor veía cuidadosamente como salía del vientre de mi madre, con una bandera gigante, una bandera de salvación me daba la bienvenida, entre gritos de dolor y de alegría abría mis ojos, era Jesús, Dios de vida, quién nunca me abandonó, estuvo en mi nacimiento y estará en mi muerte, él me amo cuando nadie me amó, y me rescató de la miseria en que me querían ver derrotada; Fué el escritor de mi vida. Hoy, con diecisiete años de vida, próxima a mi grado como visitadora médica, e iniciar mis estudios de abogada, con sueños inmensos y un gran don de escritor, le doy gracias al Dios de la vida, porque me sacó del abismo y me dio vida en abundancia.
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