Historia de "Thaler" (Novela) -Captulo 16-
Publicado en Nov 28, 2013
17 de octubre de 1908. Cafetería de Tim Millison en Los Ángeles de California, Estados unidos.
- Buenas tardes, Tim Millison... ¿porque usted es Tim Millison, no es cierto? - ¿Cómo lo ha sabido? ¿Es que es usted un adivino adivinador? - ¿Tengo yo cara de adivino adivinador? - No. Pero eso tiene fácil arreglo si usted me lo permite... - Si lo puede conseguir se lo permito... Tim Millison le arreó tal tortazo a Paul Anaconda que sonó en todo local. - ¡¡¡Plassssssssss!!! Paul Anaconda no tuvo otra reacción más que echarse a llorar como un bebé de ocho meses de edad. - ¡¡¡Buaaaaaaaa!!! ¡¡¡Buaaaaaaaaa!!! ¡¡¡Buaaaaaaaa!!! ¿Qué... qué... qué le he hecho yo para pegarme de esta manera? ¡¡¡Buaaaaaaaa!!! ¡¡¡Buaaaaaaaa!!! ¡¡¡Buaaaaaaaaa!!! - ¡Bruto! ¡¡Más que bruto!! ¡¡¡Qué le ha hecho mi pequeño adalid para haberle pegado de esa manera? - Pues a mí no me parece tan pequeño porque le hecho por lo menos unos cincuenta y a lo mejor me quedo corto. Además... él me dió su permiso. - ¿Me permite usted ahora a mí? - Si se empeña, señora mía... - ¿Y dale con la fea costumbre de que todos me llamen señora suya? ¿Me prmite o no me permite? - Le permito... Andrea Jeger le atizó tal tortazo a Tim Millison que volvió a resonar en todo el local. - ¡¡¡Plassssssssss!!! A Tim Millison no le quedó más remedio que reaccionar llorando también como un bebé de ocho meses de edad. - ¡¡¡Buaaaaaaaa!!! ¡¡¡Buaaaaaaaa!!! ¡¡¡Buaaaaaaaaa!!! ¿Qué... qué... qué le he hecho yo para pegarme de esa manera? ¡¡¡Buaaaaaaaa!!! ¡¡¡Buaaaaaaaa!!! ¡¡¡Buaaaaaaaaa!!! - ¿Pero esto es una cafetería o una guardería infantil? Los dos mozarrones dejaron de llorar mientras ella daba las órdenes como buena puritana samaritana que era. - ¡Usted, Tim, sírvanos dos cafés de inmediato y aprenda la próxima vez que quien le ha dicho a Paul Anaconda que usted se llama Tim Millison he sido yo y en cuanto a ti, Paul. deja ya de hipar y siéntate frente a mí delante de esa mesa vacía porque ya te cantaré las cuarenta en bastos si es necesario por si sucede que esto de invitarme a café resulta luego que es mentira! Los demás clientes sólo alucinaban... - A sus órdenes mi sargento... - ¿Cómo me has llamado, Paul? - No. No me pegues por favor que pago yo. - Sí. Eso es verdad. Pero... ¿cómo me has llamado, Paul? - General. Sargento General. - Si te vas a tomar la cita a cachondeo me largo y santas pascuas. - No. Por favor. Yo sin tu amor no soy nada. - Entonces hagamos como que no ha pasado nada y empecemos de nuevo. - ¿Hay que salir de la cafetería para volver a entrar? - ¡Eso he dicho y me parece que hablo en español puro! - Está bien. Salgamos y volvamos a entrar para empezar de nuevo. Los demás clientes sólo alucinaban... cuando la pareja salió de la cafetería y volvieron a entrar como si no hubiese sucedido nada. - Buenas tardes Tim Millison... ¿porque usted es Tim Millison, no es cierto? - ¿Cómo lo ha sabido? ¿Es que usted es un adivino adivinador? - ¿Tengo yo cara de adivino adivinador? - No. Pero eso tiene fácil arreglo si usted me lo permite... - Si lo puede conseguir se lo permito... - ¡¡¡Basta ya!!! ¡¡¡Me estáis poniendo los dos mal de los nervios!!! ¿Es que tal vez o acaso sois dos gilipollas? - Está bien... no empecemos con las bofetadas... pero... ¿cómo ha sabido usted que me llamo Tim Millison? - ¿Le pica la curiosidad tal vez o acaso? - Estoy hablando con el caballero y no con usted. - ¡Dile algo para poner a cada uno y cada una en su debido lugar, Paul! - Esto... lo sé porque me lo ha dicho ésta... - ¿Cómo me has llamado, Paul? - No me peques por favor y deja que termine la frase. Quiero decir esta guapa señorita se lo crea usted o no se lo crea usted, señor Millison. Tim Millison soltó la carcajada. - ¡¡¡Jajajajajaj!!! - Demuestra que en verdad es usted un gilipollas Tim y en cuanto a tí, Paul, se nota que tienes buen gusto. Tim Millison soltó otra carcajada. - ¡¡¡Jajajajaja!!! - ¡Dile algo, Paul, para que se entere de una vez por todas! Paul Anaconda soltó la carcajada. - ¡¡¡Jajajajaja!!! - Pero... ¿en qué mundo vivimos?... en mis tiempos... Paul Anaconda soltó otra carcajada. - ¡¡¡Jajajajaja!!! - Ríete todo lo que quieras pero en cuanto nos casemos te vas a enterar. - ¿Es que se van a casar ustedes dos? - Tú a tus fogones y no fisgonees tanto. Los demás clientes sólo alucinaban... - ¡¡¡No se quede ahí más parado que una tortuga de escayola y sírvanos dos cafés!!! - A sus órdenes Sargento General. Andrea Jeger ya no le hizo ningún caso a Tim Millison quien salió rápido hacia la cafetera mientras Paul Anaconda separaba una silla de la única mesa que estaba vacía pues creía que eso era lo que debían hacer los verdaderos caballeros ante sus damas preferidas pero no tuvo en cuenta que ésta ya se estaba sentando y Andrea Jeger terminó sentada en el suelo con una caída sorda pero que hizo mucho ruido. - ¡¡¡Catapum!!! Andrea Jeger, volviéndose totalmente iracuanda como buena puritana samaritana que era, agarró, desde el suelo, los dos pies de Paul Anaconda y tiró hacia adelante cayendo este al suelo sin remedio alguno. - ¡¡¡Catapum!!! - ¿Te ha gustado la broma, Paul? - Te has pasao, te has pasao, no me gusta tu peinao. - ¿De verdad no te gusta cómo vengo peinada? - Podrías mejorar mucho si... En esos momentos volvió a aparecer Tim Millison soltando un sonoro pedo. - ¡¡¡Pum!!! - ¡Indecente! ¡Es de muy malas costumbres interrumpir una conversación entre una dama y un caballero! - Perdona, Paul... pero se me olvidaba que siempre cobro por anticipado. - Está bien. ¿Te vale con "Thaler"? - Si "Thaler" quiere decir dinero me vale... Paul Anaconda sacó el dólar del bolsillo superior de cu camisa ranchera y se lo entregó a Tim Millison. - ¿Vale este dólar? - ¡Claro que vale! Así que ya puedes ir a servirnos mientras terminamos de levantarnos del suelo y la proxíma vez que tengas ganas te tirar un cuesco hazlo delante de la más querida de tus amantes, so guarro, que hueles a huevo podrido que apestas. Gateando por el suelo lo mejor que pudieron, Andrea Jeger y Paul Anaconda consiguieron, por fin, levantarse y sentarse en sus sillas correspondientes mientras Tim Millison se guardaba el dólar en el bolsillo izquierdo de su pantalón. - Paul... - Andrea... - Dime algo encantador que me encante... - Eres encantadora... de serpientes... jajaja... - Espera un momento, que ha sido muy encantador por tu parte y debo corresponder de la misma mnanera pero como a dé lugar. Andrea Jeger se levantó de su silla y, dirigiéndose hacia el atemorizado Paul Anaconda, le dio una colleja en la nuca. - ¡Ay! - ¿Te ha gustado, encanto de criatura? - No ha estado mal del todo, encantadora. - ¿Quieres que lo haga mejor? - Si pudiera o pudiese ser... - Ahora vas a ver si pudiera o pudiese ser. Andrea Jeger le dio ahora dos collejas en la nuca a Paul Anaconda. - ¡Ay y ay! - ¿Qué tal ahora, encanto de criatura? - Sé que puedes hacerlo mejor, encantadora. Confío plenamente en ti. - A lo dicho hecho. Y Andrea Jeger le dio tres collejas seguidas en la nuca. - ¡Ay, ay y ay! - ¿Te sigo encantando o ya tienes suficente encantamiento, encanto de criatura? - ¡¡Ya está bien!! ¡¡¡Voy a terminar por enfadarme del todo!!! Los demás clientes sólo alucinaban... - ¿Quieres hacer algo que me sorprenda, Paul, y que además demuestre que eres todo un hombre en quien depositar toda mi confianza? - Eso es muy fácil. Paul Anaconda le sacó la lengua y, con las manos apoyadas en sus dos grandes orejas, las movió como los elefantes y, siempre con la lengua fuera, comenzó a hacerla burlas. - ¡Bluuuu! ¡Bluuuu! ¡Bluuuu! - ¿Eres así siempre o es que estás demasiado emocionado? - Las dos cosas. - ¿Y alguna frase de sabiduría? ¿Sabes decir alguna frase de sabiduría? - Por supuesto que sí. Escucha. La mejor compañía de un hombre es poder salvarse de la Soledad. - ¿Soledad? ¿Quién es esa Soledad, granuja? - ¡No... no... más collejas no, por fa! - ¡Entonces dime ya quién es esa Soledad! - ¡Los celos te impiden ver bien con quién estás! - De acuerdo. No son los celos como estás creyendo sino que soy muy corta de vista. Espera. Andrea Jeger sacó unas gafas con cristales de culo de botellas y observó detenidamente a su acompañante. - ¡Jesús, María y José! ¡¡Qué feo eres!! - Soy lo mejor que puedes encontrar en el mercadillo de las oportunidades. - ¿Me estás llamando oportunista? - Puede ser que sí... Andrea Jeger agarró una servilleta de papel, hizo una dura bola con ella y la lanzó al rostro de Paul Anaconda que recibió el pelotazo sin rechistar. - ¡Toma pan para que hagas sopas! En ese instante regresó Tim Millison con la bandeja y los dos cafés humeando. - ¿Quieren ustedes dos dejar ya de hacer niñerías? - Estamos a lo que estamos, Tim. ¿Quién te ha dado vela en este entierro y quién te ha dicho que metas las narices donde nadie te llama? - Es que estáis deshonrando a mi local, Paul. - ¡Tú si que deshonras a tus muchas queridas y, además, amantes! Tim Millison dejó los dos humeantes cafés sobre la mesa y estampó la bandeja metálica sobre la cabeza de Paul Anaconda. - ¿Te ha gustado la receta de la casa? Paul Anaconda se levantó rápidamente. - ¡Ahora verás lo que le hago a este espía, Andrea! Inmediatamente, el forzudo Paul agarró por la chepa al asustado Tim y deslizándole por sobre la mesa le hizo que lamiera todas las migajas que todavia no se habían limpiado. - ¿Está deliciosa la receta de la casa, Tim? - ¡Sí! ¡Sí! ¡Sí! ¡Está más deliciosa que cualquiera de mis queridas y, además, amantes! - Pues ya puedes dejarnos otra vez a solas y vete en paz. Tim Millison huyó a tal velociad que, en su ciega carrera, se le cayó la bandeja metálica contra el suelo rebotando tres veces. - ¡Cataclink! ¡Cataclink! ¡Cataclink! Los demás clientes sólo alucinaban... - Bebamos en honor de nuestro romance, Paul. - ¡Paseábase el rey moro por las puertas de Granada! ¡Ay de mi Alhambra! - Pero... ¿qué estás diciendo, atontado? - Perdona pero es que en mis tiempos libres soy hispanista. - Bebe y calla, tontiloco. Paul Anaconda dio el priemr sorbo a su café; pero estaba tan caliente que le ardió la boca y soltó un chorro que fue a parar contra la cara de Andrea Jeger. - ¡Espera, querido Paul! Andrea Jeger dio el primer sorbo a su café y soltó otro chorro contra el rostro de Paul Anaconda. - Esto no puede seguir así, Andrea. Los dos comenzaron a limpiarse sus rostros con varias servilletas de papel. - ¿Por qué estás bailando, Paul? ¿Es que no puedes estarte quieto tan sólo un momento nada más? - Es que tengo ganas... - Las ganas las dejas para cuando estemos ya bendecidos por el señor obispo. - Es que tengo ganas... - Que te repito por última vez que te aguantes las ganas hasta que hayamos pasado por el altar. El baile de San Vito continuaba... - Es que tengo ganas... - ¿Se puede saber a qué te refieres? - Ya no. - O sea que... - ¡Que sí! ¡Que me he hecho pis y tengo los pantalones manchados gracias a ti! - ¡Qué emocinante! ¡Que gran caballero! ¡¡Gracias por haberlo hecho por mí!! - Ya. Pero ahora... ¿cómo me levanto sin llamar la atención? - ¿Y te vas a levantar ahora que viene los más emocionante? - ¿Lo más emocionante? ¿Puede haber algo más emocionante todavía? - Sí. Lo más emocionante de todo. Espera. Andrea volvió a llamar al asustado Tim que se acercó como espantado pero decidido a superar el miedo. - ¡Mande usted, Sargento General! - ¡Una tostada bien dura! ¡La tostada más dura que tenga usted! - Precisamente queda todavía una tostada que está tan dura que ningún cliente o clienta ha querido tomar por no perder sus sentido del gusto. - ¡No me venga usted ahora con romances frustrados, camarero! - Dueño. Soy el dueño. - Camarero al fin y al cabo. - Está bien. Pero no hablo de romances frustrados sino de tostadas. Ahora mismo se la traigo. Tim Millison llevó a la mesa de Paul Anaconda y Andrea Jeger la tostada más dura que nadie pudiera imaginarse. - ¡Aquí está la tostada más dura que nadie pueda imaginarse! ¡No se la come ni un león! ¡¡Eres un zorro, Paul!! - ¿Está diciendo que como Paul es un zorro yo debo ser su zorra? - No... pero como dice mi abuela... lo dicho dicho está... - Está bien. ¡Váyase por donde ha venido! Cuando Tim Millison les dio la espalda camino de la barra, Andrea Jeger se levantó de su silla con la tostada en la mano y, apuntando con total exactitud, la lanzó a manera de los que juegan al béisbol y marcando bien todos los gestos, contra la cabeza de Tim quien recibió el impacto sin decir ni pío pero llorando de dolor a lágrima viva. - ¡Qué tipo más duro este tal Tim! ¡No ha dicho ni pío! Pero Tim Millison no estaba dispuesto a dejar el asunto sin respuesta alguna y, tras enjugarse sus lagrimones con la servilleta que llevaba colgada de su brazo derecho, tiró la servilleta al suelo, se volvió de repente y se lanzó contra Paul Anaconda mientras éste, sin darse cuenta de lo que se le venía encima, ya se estaba levantando para ir al water. Por eso Tim Millison tropezó con la pierna izquierda de Paul Anaconda y, trastabilleando, fue a estrellarse contra la dura mesa de pedernal donde se encontraba un florero de cerámica con una bella flor amarilla. - ¡¡¡Catacrack!!! El golpe fue tan morrocotudo queTim quedó totalmente inmovilizado sobre el suelo mientras el florero se rompió al chocar con su pecho donde la flor amarilla quedó como bailando hasta quedarse como plantada. Paul Anaconda sólo pudo responder canturreando. - ¡Y en mi pecho yo tengo una flor! - ¡No es broma, Paul, ni tampoco para que te lo tomes a broma! ¡¡Se me ha roto la pierna en varias partes!! ¡¡¡No puedo levantarme!!! Andrea Jeger se levantó y cogió todos sus bártulos. - Como buena puritana samaritana... ¿vas a atender a Tim y me vas a dejar solo? - ¡Adiós a los dos, so infantiles! ¡Yo me largo de aquí y si os he visto no me acuerdo! - Pero.. ¿de verdad que no vas a aplicar los primeros auxilios a Tim? - ¡¡Llama a una ambulancia pero te repito que si os he visto a los dos es que ya no me acuerdo de ninguno de los dos ni me pienso acordar jamás de los jamases!! Andrea salió a toda velociad de la cafetería mientras Paul se quedó mirando al quejumbroso Tim que, metida la mano en el bolsillo izquierdo de su pantalón, encontró a "Thaler" y comenzó a acariciarle. - ¡No lo hagas por mí, Paul! ¡Hazlo por este "Thaler" que nos ha unido de verdad, amigo! - ¡Ni amigo ni leches! ¡Tú estás más sonado que la campana de Santiago de Compostela! ¡¡Yo llamo a la ambulancia y que sea lo que Dios quiera y no lo que yo deseo, que es marcharme de aquí cuanto antes!! Paul Anaconda descolgó el teléfono, avisó a una ambulancia y se marchó del local mientras Tim Millison seguía inmóvil y acariciando a "Thaler" hasta que llegó una ambulancia con un estrepitoso sonar de su sirena, lo cual hizo que todos los clientess huyeran despavoridos pisando sin querer el cuerpo de Tim Millison. - ¡Ay! ¡¡Ay y mil veces ay!! ¡¡¡Son todos ustedes y todas ustedes más brutos que el burro de Atila en plena estampida!!! Entraron los enfermeros con la camilla y, viendo lo estropeado que se encontraba Tim Wilkison, lo transportaron hacia la ambulancia mientras el dueño de la cafetería, con la mano zurda metida siempre en el bolsillo izquierdo de su pantalón, seguía acariciando a "Thaler".
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