Diez meses ( 6 )
Publicado en Dec 02, 2013
6
En el comedor todavía quedaban algunos familiares que habían tomado el relevo de Susana ayudando a los ancianos con la comida. Alicia hizo balance de las cuatro mesas que aún faltaban por recoger. Por mucho que insistiera su hija, Elvira no se terminaría el puré, le daba cinco minutos antes de que pidiera el postre; Juan tenía el pollo troceado y se desenvolvía bien solo; Teresa comía de buena gana el yogur que le ofrecía su sobrina y Eugenia esperaba el batido que Susana no tardaría en traer de la farmacia. Con el comedor bajo control, Alicia cogió un carro vacío y se dispuso a retirar las bandejas de las habitaciones. –Pilar, ¿adónde va? – preguntó Alicia pegando el carro a la pared. – A mi habitación. –No puede ir sola. Quédese aquí, vengo enseguida – dijo Alicia volviendo a sentar a la anciana en el sillón del que a duras penas había conseguido levantarse. –Si hija, te espero. Alicia pasó por delante de Pilar varias veces antes de poder ocuparse de ella. –Ya nos vamos – dijo Alicia incorporando a la anciana. Con Pilar agarrada de su brazo, avanzaron penosamente por el pasillo. – ¡Ay, hija! No sabes lo mal que lo estoy pasando. Si al menos tuviera la cabeza perdida y no me diera cuenta de nada… –No diga eso – dijo Alicia abriendo la puerta de la habitación. –Con lo bien que estaba en mi casa. –Puede volver cuando se recupere. Guardaron silencio. Las dos sabían que eso no iba a ocurrir. – ¿Dónde me dijo que vivía? – preguntó Alicia. –Enfrente de la catedral. –Esa zona está imposible con las obras. Yo vivo cerca de allí. La anciana miró a Alicia con renovado interés. –Hace dos meses que me trasladé – dijo Alicia. – ¿Y te gusta el barrio? –Creo que si. –Ha cambiado mucho desde que, de recién casados, mi marido y yo nos fuimos a vivir allí. Los comercios, las calles, la gente…todo ha cambiado tanto. –Acuéstese. –Todas las tardes bajaba a merendar a una cafetería que hay al lado de mi casa. A lo mejor la conoces. Tienen las mejores tartas de la ciudad. Las hacen ellos mismos. –No la conozco – dijo Alicia. –Mi tarta preferida era la de manzana. Alicia bajó la persiana, lo justo para oscurecer ligeramente la habitación. –Es una cafetería muy tranquila y agradable. Alicia dejó las gafas de Pilar sobre la mesilla. –Mis vecinas me ayudaban, podía haber seguido en mi casa más tiempo. –Procure dormir un poco – dijo Alicia cubriendo las piernas de Pilar con la colcha. –Mañana, ¿vienes tú a levantarme? –Si. –Hasta mañana. –Hasta mañana – dijo Alicia saliendo de la habitación. El primer indicio del otoño se dejó sentir en su cara sacándola del aturdimiento. La puerta de la pequeña terraza donde se escapaban cuando conseguían arañar unos minutos al trabajo estaba abierta. Alicia se reunió con Susana en la soleada pared de donde pronto se retiraría el sol. – ¿Hemos acabado? –Hay que rellenar el parte de incidencias y pasar los datos a las gráficas, pero necesitaba fumarme un cigarro – dijo Susana. Y dejando caer la ceniza al suelo añadió– Mañana volvemos a estar solas. –Qué novedad. –Ya no soy tan joven, y me cuesta sacar tanto trabajo adelante. Alicia miró a Susana para comprobar si hablaba en serio. Tenía treinta y seis años, diez más que ella. ¿Cómo podía ser un problema la edad? –Diez años se notan más de lo que piensas. Alicia apartó la mirada de su compañera; cerró los ojos hacia un sol engañoso, incapaz de reconfortarla, y pensó, de poder elegir, dónde desearía encontrarse al abrirlos. Lejos, fue la rotunda respuesta que se dejó oír en algún lugar de su mente.
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