La Realidad
Publicado en Dec 06, 2013
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El balón multicolor rebotaba incesante por toda la casa, un golpe en el marco de la puerta de caoba era el indicio de que Adriana se dirigía al patio, su única  ilusión era provocar el  rebote de aquel objeto esférico, que se negaba a permanecer estático en algún lugar de la casa. María Urrutia, empleada de oficio y confidente de la señora de Balladares por designio de la misma, había terminado de lavar la ropa, y se disponía a subir a la terraza para colgar la misma, en su trayecto de no más de diez minutos, se encontró con la pequeña Adriana, la cual con una sonrisa le informo que se dirigía al patio. María Urrutia con un gesto que informaba lo cansado de su labor, solo le devolvió a una pequeña sonrisa, que luego Adriana recordaría como una mueca que proyectaba alguna alegría, María Urrutia se despidió de la niña, continuo por las viejas escaleras de adobe y ladrillo pulverizado. Adriana llego con tres sonidos de su balón, el patio de color café con unas líneas de color blanco, se dibujaba como el inmenso campo que un día vería en su viaje a la Argentina, ahí estaba Adriana con su balón disfrutando de cada esquina que le proporcionaba una aventura diferente, de pronto y sin ningún aviso el balón fue a dar a la tina, que María Urrutia tiempo antes utilizo para lavar la ropa de sus patrones. El balón mecido por las pequeñas olas de un agua turbia y jabonosa, suplicaba el favor de algún rescatista que la salvara, así Adriana se apresuró a rescatar al pequeño amigo que rebotaba con ella en el juego, se subió en un banco cuya textura se percibía como cedro, y tomando un fuerte impulso salto al mar en busca de su amigo, lo que nunca comprendió Adriana era que el agua cuando se mescla con el jabón, se convierte en un espeso océano, que niega cualquier posibilidad de rescate, por eso la pequeña Adriana se vio hundida por su propio peso en el  interior de aquel océano que se negaba hacer mar, y ahora Adriana era quien tragaba agua y pedía por un rescatista. “Le entrego dos libros, el primero Gargantua y Pantagruel, el segundo pero no menos importante el curso sobre el Quijote de  Vladimir Nabokov, ella para no perder la línea de aquel evento donde los libros se observan, se perciben y se consumen, a la par también compro un Curso sobre el Quijote. Esta anécdota la relataba mientras sus estudiantes despejaban la mente de un curso eterno sobre el mejor de todos los mundos. El Licenciado mientras tomaba una silla, y se disponía a depositar toda su humanidad, continúo con su plática. -Mi mujer se compró otro libro, porque pensaba que lo nuestro no iba a durar, que todo iba hacer pasajero, pero ahora ya vamos diez años. -Pero está seguro, que va a continuar, dijo un alumno que se encontraba cerca del escritorio.-Claro, va estar conmigo hasta la muerte, o hasta que yo me ponga más viejo. Una estridente risa invadió el ambiente del aula, el licenciado subiendo más la vos de lo que las risas de sus alumnos pueden alcanzar, soltó  la palabra silencio acompañada en perfecta conjugación con un muérganos, que provoco un silencio, y posteriormente otras risas. Después de esto, la clase continúo con la explicación sobre la enciclopedia, inmediatamente otra anécdota asalto la mente del licenciado, y continúo. “El niño Jorge Luis Borges, se encontraba tranquilo en su casa, nada lo inmutaba, todo en su universo estaba organizado con la perfecta simetría de lo que va hacer su posterior vida, también y como un constante recordatorio el niño Jorge Luis Borges durante las mañanas  recordaba los constantes sueños sobre laberintos y animales fantásticos, su vida a la igual que la de los demás niños se debatía entre juegos y un tablero de ajedrez. Pero él tenía algo que no tenían los demás niños, su padre un profesor, poseía la colección completa de la enciclopedia Inglesa, por lo que el niño Jorge Luis Borges, pasaba horas enteras de su niñez leyendo cada fascículo. Su erudición creció a la par con cada tomo que su vista logro grabar.” Miras la sorpresa de tus alumnos, adivinas que ellos no saben nada sobre el tema, tal vez, y solo por casualidad aquellos dos alumnos que te observan, con una mirada que induce al conocimiento, tenían una mera especulación sobre la erudición de Borges. Pero te detienes, tomas un sorbo de café, este día el café está en su punto máximo, un sabor como a nostalgia y determinación, una idea cruza tu mente, el retiro, estás pensando en cómo vas a  vivir cuando ya no este ese aparato donde tenías que meter tu pulgar, pero tranquilo, tranquilo los libros son infinitos. Ahora todos están murmurando, te miran, algunos consultan su reloj, otros solo sacan sus celulares por la costumbre de la tecnología, otro razonamiento asalta tu mente. ¿Acaso ellos no pueden vivir sin luces de neón?, esa duda te la guardas para ti, ves ahora tienes que analizar cuando aquel aparato infernal del pulgar deje de estar en busca de tus huellas. Es todo te levantes, empiezas por la parte más difícil, ellos explicaran lo mismo cuando tú ya no estés, y así ellos harán lo mismo, por los siglos de los siglos, dices amen casi impulsivamente, todos lo dijimos. Es hora, como lo sabes, es por el sonido de tu celular, ahora tú no puedes vivir sin las luces de neón. Te despides con una broma, algunos se ríen otros no, continuas por el pasillo, te detienes porque alguien te saluda con tono amable, le devuelves sus palabras y sigues. Entras a la sala de los tuyos, ahí está la máquina infernal, el dios cronos solicita tu presencia, te acercas extiendes la mano y lo pulsas, el sistema hace lo demás, esa es tu salida, ahora puedes morir con la paz. Te suena el teléfono es Adriana, te dice que va a venir por ti, tu solo sonríes, te preguntas como te casaste con ella, sientes felicidad, tienes sesenta y cuatro años, y sigues siendo adolecente. Te despides de todos, y bajas por las escaleras, ya en la puerta miras al cielo, la luna hoy no se puede ver. En la oscuridad del mar, unos brazos levantan la marea. María Urrutia vio desde la azotea como Adriana caía en el inmenso mar de espuma, ella que nunca fue muy atlética se preguntó mientras secaba a la pequeña Adriana que aun reclamaba por su balón multicolor hundido todavía en el mar de la espuma, como hiso para bajar tres pisos en menos de cinco segundos, se repitió mientras rescataba el balón multicolor que los milagros solo ocurren una vez y eso porque dios está de espaldas viendo a otro lugar del mundo. Adriana que solo pudo entender en parte lo que había pasado con su aventura en el mar de espuma, seguía pensando en aquel sueño que tuvo, el profesor que estaba en esa clase, que dijo el nombre de un escritor que ella todavía no conocía, y aquel aparato infernal del pulgar, ella como niña se olvidó de todo cuando su balón multicolor fue salvado.
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Foto del autor washington paez
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Descripción

Cuando nos encontramos frente a un espejo nos sugerimos casi, por autonoma una idea, y esta es si en verdad estamos vivos, o simplemente somos el sueo de un Dios menor.

Palabras Clave: La realidad

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Relatos



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