Cupido y sus trevesuras
Publicado en Dec 17, 2013
Sucedió en un pueblo de Andalucía, una tarde de primavera, donde el amor nace con las flores y los aromas se enredan con los sensoriales jazmines que abren sus hojas a la caída de la tarde. Ella tenía catorce de aquellas primaveras, edad delicada y curiosa al amor. Su corazón latía con más fuerza que nunca. La joven había quedado con un chico en el parque. No se trataba de un chico cualquiera, era el joven mas apuesto del pueblo, ojos negros, pelo largo, un gran flequillo arrastraba con la mano hacia el lado, como si quisiera rendirse a los pies de aquella princesa. No tendría más de diecisiete, ambos se enamoraron en la primera cita, en el primer momento. Se cogieron de la mano y una agradable sensación llegó a lo más profundo de sus entrañas. Un beso puso fin aquel seductor encuentro que no duró ni diez minutos, pero el mejor de toda la vida... Días mas tarde el chico invitó a la joven al cine, no importaba la película, los actores ni el género cinematográfico. Lo que importaba era el encuentro en un lugar obscuro, en la última fila, donde nadie podría ser testigo de los roces y caricias más allá de lo permitido. En más de una ocasión entre acto y acto se fundieron en apasionados besos, el amor llegó con fuerza, Cupido había dado en blanco una vez más. Otro día fue ella quien propuso la discoteca. Corrían los años 70, música de "The Animals" grupo musical que hicieron famosa la canción "La casa del sol naciente" para bailar pegados una y otra vez, sus cuerpos habían adivinado cada centímetro del otro, sin más obstáculo que sus propias ropas. Pero hubo otra que marcó historia en sus vidas, "Con su blanca palidez" una balada inolvidable de Gary Bropker y Keith Reid, inspirada en Johann Sebastián Bach. Esta romántica canción hacía bailar a todas las parejas de la disco, aunque lo de menos era el lugar, lo importante... el motivo. Pasaron los días y la vida impuso un cambio en el guión de aquel romántico amor. El padre de la joven era guardia civil. Fue trasladado a diferentes poblaciones españolas, no se trataba de una separación ocasional, el tiempo demostró que aquellos cambios de domicilio fueron decisivos en sus vidas. Pasaron los años y no volvieron a verse, a pesar de que la chica jamás lograba quitárselo de la cabeza. No había medios económicos para formalizar aquel noviazgo que se alejaba en el tiempo. En cambio, el destino tenía preparado otro amor para ella, a los veinte conoció un chico fenomenal, que ya había terminado la carrera. Era el candidato ideal para crear una familia e independizarse de sus padres. Se casaron y tuvieron hijos. Pasadas varias estaciones, una inesperada enfermedad arrebató la vida al espeso, dejando a nuestra protagonista sola y desconsolada. Las navidades pasaban una tras otra; como buena madre se dedicó en cuerpo y alma a criar a sus hijos y disfrutar de ellos en las diferentes etapas de sus respectivas vidas. Pero he aquí, aquella flecha de amor cuarenta y cinco años después volvió a sentirse en su corazón. Un día, alguien le llama al teléfono. ¿Quién es? Al fondo se escucha una música difícil de olvidar... "La casa del sol naciente" sus compases la trasladan a la época dorada; una voz inconfundible responde: soy yo. "Te he buscado todo este tiempo sin encontrarte, al fin he dado contigo" ¿Cómo estas amor? Quedaron en la puerta de un centro comercial, los años había marcado a los dos, pero en sus retinas la imagen que imperaba era de aquellas primaveras de juventud. Algo no había cambiado: los latidos del corazón. El encuentro pasará a la historia de sus vidas, tras cuatro décadas sin saber uno del otro. La esperaba con un ramo de rosas rojas en la mano; no había cambiado mucho, idénticos sus andares, gestos, forma de expresarse y hasta su pelo canoso; menos abundante respondía al aire que entraba del norte. Decidió llevarlo a un lugar acorde con aquel afortunado día. Una vuelta por el puerto, conversando y admirando la belleza de los barcos trabados al ancladero y el inmenso mar, era como si la tranquila brisa quisiera participar de aquella compañía a titulo de trío. Que sensación tan placentera andar de la mano, con el sol haciendo guiños, ¡hasta la sombra tenia envidia! Se detuvieron en un restaurante típico de la zona. Una esplendida comida donde el pescado fue galán; a los postres, sin haberlo previsto, apareció un grupo de músicos interpretando aquella canción jamás olvidada ¿Que significaba esa sorpresa? Ninguno de los dos sabía la respuesta. Fue una casualidad o capricho del angelical arquero? La sobremesa dio para mucha conversación, se contaron sus vidas, pasajes de emoción, risas y tristezas; dejaron para el final lo más importante: Las ataduras sociales. El tiene una familia encantadora que no quiere perjudicar. Ella aún guarda recuerdo de su querido esposo, del que tiene tres hijos. Nunca es tarde para la dicha y el amor; el reencuentro servirá al menos, para recordar aquellos tiempos felices. Unos corazones que no pierden la esperanza de volverse a ver. Según Cupido, el amor no tiene edad ni circunstancias que lo separe.
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