Memorias de un líder inesperado -Capítulo 11- (Diario)
Publicado en Dec 29, 2013
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Algún envidioso que otro (al igual que sucedía en el Banco) intentaba superarme compitiendo conmigo, cosa que a mí me resultaba gracioso y sólo sonreía porque jamás competía contra nadie sino que iba solamente en busca de mis metas y mi Gran Sueño. Así que mis amigos que se iban quedando en el camino, totalmente derrotados por culpa de los ideólogos políticos, confiaban plenamente en mí y. de vez en cuando, algunas de las que más me gustaban fisicamente hablando (dejando aparte lo espiritual) se me acercaban para aprender algo de mis sabidurías periodísticas pero no podían descifrar el código de mis apuntes y ya se sabe que un código que no se puede decodificar no vale para comunicar nada más que con aquellos y aquellas que saben el código. Yo a todas las que me gustaban físicamente (dejando aparte lo espiritual) les decía que sí, que podían copiar mis apuntes y mis trabajos periodísticos y ellas me lo agradecían porque sabían que iban a pasar un buen rato agradable conmigo y, entendiesen o no entendiesen mis códigos de comunicación social, se iban a sus casas alegres y contentas. Solían pasar un buen rato escuchando los razonamientos que yo exponía ante los demás alumnos y alumnas cuando tenía que hacer prácticas de profesor. Al mismo tiempo que aprendían y se sorprendían de lo que yo sabía de la profesión, se pasaban momentos felices y hasta se les escapaba la risa con algún comentario mío de inspiración humorística que no había copiado de nadie sino que salían, inesperadamente, de mi interior. Para eso servía que yo fuese el interior derecho (el número 8) en los equipos de fútbol. Las conclusiones finales eran que abundaba cada vez más en mis sanos razonamientos y exponía todas mis ideas con tanta claridad que ni se lo esperaban los mismos profesores; sobre todo aquella profesora que se hacía cruces y más cruces al demostrarle yo que, si ella había confiado en mí para hacer un gran trabajo de Historia del Periodismo Español, yo había superado todas sus expectativas y, por eso y solamente por eso, los mejores profesores y profesoras (que sabían que yo era ya un extraordinario periodista desde mi infancia) me dejaban consultar palabras claves (que no es lo mismo que copiar y que en los periodistas debe estar permitido) para hacer los exámenes, a los cuales yo siempre llegaba vestido con aquella chaqueta de color azul marino que hizo época en la Facultad puesto que nunca la llevaba salvo en los días de exámenes. Ya saben por qué... y es que hacerlo mejor era imposible y así lo determinaron todos los mejores profesores y profesoras. A todos ellos les convencía a la hora de la verdad mientras que los empollones no servían en la práctica del oficio y, por eso del saber o no saber hacer reportajes, por ejemplo, me tenían tanta envidia que no podían disimularlo (como sucedía con un tal Sastre que, por no valer como periodista, se dedicaba a hacer la pelota a la profesora de Historia del Periodismo Español regalándole ramitos de flores que ella tiraba al cubo de la basura. Por eso no me regaló ningún calendario (fue al único que no se lo regaló de toda la clase porque yo antes le había dedicado el famoso poemita, en la pizarra lo dejé escrito, de "Si tanto te molesta / el humo del tabaco / métete la testa / debajo del sobaco) pero, mira por donde, "sastrecillo valiente", mi cuñado tenía miles de calendarios con escenas mucho más atractivas y de entre todos esos miles de calendarios elegí, porque gusto me sobraba, el de la fotografía de mi perro setter irlandés, aquel "Chester" color canela me me había inspirado todo un magnífico cuento literario y que me era mil por mil fiel porque amor con amor se paga y las que ahora se den cuenta pues ya es demasiado tarde y sé por qué lo digo pero era un secreto mío y nunca lo dije a nadie para no herir a nadie. Si sufrí y lloré era porque era demasiado hombre para odiar y me tragaba los dolores y las penas no con el alcohol como alguna llegó a pensar sino, para que se enteren, jugando al fútbol mejor que nunca. 
 
Entonces, de repente, se me ocurría pensar en cosas (que Dios me perdone pero no hacía daño alguno) como "en Molina buena está la vecina y en Mollina la gallina" y me quedaba en casa escribiendo historias culturales tale como "Galicia a través de sus ríos" sin haber estado todavía nunca en Galicia (cuando visité esta región descubrí que era exacto a lo que yo había escrito en el salón de mi casa) y me convertía en una verdadera fiera escribiendo de todo un poco gracias a mi ya alcanzada cultura mosaico. A pesar de todos aquellos esfuerzos físicos e intelectuales, llegaban los domingos y jamás faltaba a los partidos de fútbol pues tenía condiciones y recursos fuera de lo normal para aguantar todas las horas dirigiendo a mi equipo y en cualquier condición climática. Para entretenerme entre materia y materia me daba por coleccionar jeroglíficos y, cuando salía harto de tantos apuntes periodísticos, mi afán por descubrir respuestas más o menos acertadas para resolver aquellos jeroglíficos (que eran algo así como propuestas de ejercicios intelectuales y terapia cultural) yo seguía avanzando y avanzando en mi voluntad por terminar ser Licenciado. Otra ocupación colateral consistía en coleccionar bolsitas de azúcar y, como yo siemrpe he sido muy cafetero desde que me emancipé del dominio de mi padre y de mi madre (aunque no por eso dejé de vivir en la casa paterna y materna) me pasaba horas enteras observando esas colecciones de jeroglíficos y de bolsitas de azúcar que llegaban ya a la altura del éxtasis.
 
En el Banco las chavalas abrían los ojos cuando, los lunes, me veían llegar completamente fresco y sin que me apuballaran jamás las miradas de odio de Gominolas, porque a éste le daba envidia que las mejores y las que estaban de mejor ver no le hacían ni caso. No era mía la culpa ni tenía nadie por qué culparme a mí de que Gominolas fuese tan feo como de feo era Grogüe y muchos más y es que yo tenía unos dones naturales de los cuales ellos habían carecido siempre. Dios da a cada uno lo suyo y que le pidieran explicaciones a Dios porque yo estaba demasiado ocupado en seguir trabajando con las máquinas mientras la máquina del tiempo me hacía volver, una y otra vez, a los tiempos de Cima y a aquellas experiencias donde el tabaco (que nunca fumaba pero aparentaba hacerlo) me daban mayor prestancia ante ellas. El tabaco hizo su aparición en mi vida juvenil porque me servía para distracción y enrollarme con las mejores y las más selectas de los estudios de Secretariado y todo aquello era un secreto. No fumaba aunque lo pareciese. En realidad, rememorando en mi reciente pasado, yo era el mismo tanto en Cima como en el Banco y en la Universidad y en cuanto al Bene no sabía ni lo que decía cuando me dirigió el absurdo de que "cuando entraste al Banco sí que eras un hran hombre". ¿Y ahora qué era según el tal Bene? La verdad, para que se entere el tal Benedicto, y no soy más papista que el Papa, le aclaro que era igual de gran hombre al entrar en el Banco como durante todo el tiempo que estuve en el Banco hasta que me fui del Banco por propia voluntad. A lo mejor el Benedicto ya se ha caído de la higuera. En realidad siempre era, y sigo siendo, un chico despierto pero despistado algunas veces. Estos despistes son los que tienen los grandes genios de la Humanidad. Pero jamás me perdía, para nada, en los entresijos de todos aquellos mundos de las calles madrileñas. Los caminos que yo elegía (acompañado de amigos o completamente solo) eran los más adecuados para seguir aprendiendo a ser un líder inesperado y, de manera inesperada, me presentaba donde menos se lo esperaban mis enemigos. Por eso pasé y paseé (solo o acompañado) cuantas veces me dio la real gana por la llamada por ellos su "Zona Azul".`Me pasaba por los cataplines lo de la "Zona Azul'" porque para mí todas las zonas eran iguales. Y si tenía que pasar por delante de los neonazis no lo dudaba ni un solo segundo. Pasaba y se tenían que apartar. Lo más adecuado, para mí, no era el miedo, ni el temor, ni el pavor producidos por esos imbéciles niñatos neonazis y sin tener que decirles nada me los pasaba a todos por los cataplines. Lo demostré muchas veces. Tantas veces como me dio la gana demostrarlo.  
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Foto del autor José Orero De Julián
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Palabras Clave: Diario Memoria Recuerdos.

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Personales



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