Hombres y mogovos (Novela - Cómic - Guión Cine) -Capítulo 9-
Publicado en Jan 26, 2014
Al llegar el mediodía un agricultor de los dorfus entra en la ciudad guiando una mula que arrastra un carromato lleno de heno y, sobre el heno, se encuentra el cadáver destrozado de la bellísima Braina. El agricultor llega hasta la puerta del Palacio de los Gobernantes, recoge el cuerpo de Braina y lo deposita, suavemente, en el suelo mientras comienza a gritar desesperadamente...
- ¡¡¡Han matado a Braina!!! ¡¡¡Han matado a Braina!!! ¡¡¡Han matado a Braina!!! Inmediatamente salen a la calle El Gran Isén y la pérfida Sigrid. - ¿Qué ha sucedido, Groen? ¿Qué ha pasado con Braina? El agricultor Groen, con lágrimas en sus ojos, empieza a explicar... - ¡¡Ay qué dolor, Gran Isén!! ¡¡Han asesinado a Braina!! -¿Dónde y cómo ha ocurrido eso, Groen? Groen consigue serenarse... - Yo había terminado de labrar un pedazo de tierra yme fui a descansar, por un rato, al bosque de los abetos. - ¡Sigue contando, Groen! ¿Qué sucedió en el bosque de los abetos? - Iba yo caminando tranquilamente por el bosque cuando divisé, a lo lejos, a una hembra atada a uno de los árboles... - ¡¡Por todos los dioses y las diosas dorfus!! ¡¡Continúa y no te detengas en la narración de los hechos!! - Cuando me acerqué al árbol, Braina estaba completamente desnuda, la habían violado brutalmente y después la habían torturado de tal manera salvaje que estaba completamente muerta como lo podéis estar viendo. - ¡¡No puede ser!! ¡¡Vaya desgracia ha caído sobre los dorfus!! ¿Quiénes han podido ser esos canallas asesinos? - Mantén la calma, Sigrid, y aguanta tu ataque de nervios. Viendo el cadáver no hay ninguna duda de que han sido los mogovos. - ¡¡¡Esos salvajes peludos no merecen seguiR vivos, Gran Isén!!! Braina era la hembra dorfu más inocente, humilde y sencilla, que yo he conocido... Una dulce voz femenina se escucha a espaldas del Gran Isén y Sigrid. - Cálmate ya, Sigrid... porque la muerte de Braina será vengada... El Gran Isén y Sigrid se dan la media vuelta... - ¡Zaida! - Sí, Sigrid. Soy Zaida. Y tal como has escuchado te juro por ese Ser Superior al cual nosotras llamamos simplemente Dios que el cruel crimen cometido con la pobre Braina merece una venganza. ¡Alguien hará justicia contra quienes hayan cometido tan horrendo asesinato! Dicho esto, Zaida se aleja y sale de la ciudad en dirección del río donde se encuentra, pescando, el noble Zyriab. Llega a su lado, se sienta junto a él y, sin decir nada, comienza a llorar completamente derrumbada. - Vamos, vamos, Zaida... ¿qué te sucede?... En medio de las lágrimas y el profundo dolor, Zaida hace un esfuerzo para poder hablar... -¡Han asesinado a Braina, Zyriab! ¡Han asesinado a mi gran amiga íntima Braina! A la más inocente de todo mi grupo de hembras. - No llores más, bombón, y ven hacia mí. Zyriab le da un beso a Zaida en la mejilla izquierda de ésta, limpia las lágrimas del bellísimo rostro de aquella escultural hembra y la estrecha contra su pecho. - No, Zyriab... ahora no... - Comprendo tu dolor, Zaida, porque yo siento lo mismo que tú, pero no estoy intentando aprovecharme de tu dolor para abusar de ti. ¡Jamás haría tal cosa y sabes que esa es mi verdad! - Lo sé, Zyriab... pero ahora no quiero que me abraces... Zyriab la suelta y Zaida permanece a su lado pero en silencio mientras Zyriab vuelve a lanzar la caña de pesca al río. - ¿En qué estás pensando, Zaida? - Zyriab... ¿por qué existe el dolor?... Zyriab sigue mirando fijamente las aguas del río mientras habla... - ¿Quieres que te cuente algo sobre el dolor, Zaida? - Sí. Por favor. Lo necesito saber. Zyriab saca limpiamente una gran trucha del río, la guarda en la cesta, vuelve a colocar una lombriz en el anzuelo y de nuevo lanza la caña antes de empezar a contar mientras sigue mirando las claras y limpias aguas del río. - Una hembra de más allá del pueblo dorfu me hizo saber, un día, que el verdadero dolor, como la locura, es un territorio sin palabras, el reino desolador de lo inefable. El mutismo del dolor se me antoja a mí como una seriedad muy grave y tengo un profundo respeto a las verdades de cualquier sufrimiento. Los deudos del dolor saben lo que digo. Yo, que perdí a mi padre y a mi madre siendo todavía muy joven, aún no he podido a llegar a desentrañar esa clase de mutismo doloroso que nos abunDa el alma con el recuerdo del dolor. Yo, que soy muy extrovertido y me considero feliz en la vida, no puedo por menos que guardar respeto hacia el dolor; ese mutismo que parece que se recrea en el silencio para no hacernos olvidar. - Por favor, Zyriab, continúa... - Es el dolor el que nos hace cuajar como personas capaces de superarlo todo. - Voy comprendiendo, Zyriab... Zyriab sigue mirando a las aguas claras y limpias del río mientras continúa hablando al lado de aquella super hermosa y super sexy hembra... - Dolor... ¿por qué no haces el favor de marcharte ya de mi lado? Déjame. Déjame con la herida abierta que sé rotundamente que el Tiempo, ese generoso Tiempo que nos regala la Existencia, muy pronto, prontísimo, me curará completamente la herida... pero tú... dolor... vete definItivamente de mi lado. Déjame. Déjame curar la herida. Simplemente eso. Y el Tiempo hará el milagro... - ¿Por qué eres tan inteligente, Zyriab? - Porque siempre existen hembras tan hermosas como lo era Braina y lo eres tú. - ¡Jajaja! - ¿Sigues teniendo dolor? - Sí. Pero a tu lado se me cura esa sensación. Lo que quiero saber es para qué sirven las lágrimas que acompañan al dolor... - Aún recuerdo las lágrimas viajeras reclamos del dolor ausente encendiendo los ojos del camino y haciendo corazón en las esperas. Hoy, asomado al alféizar de esta lluvia de verano seco aún recuerdo aquella flor de lágrimas traspuestas en el alma de la tarde llena de desvarío. Aún recuerdo el llanto de la luna asomada al pretil de los oteros y una rama de árbol envolvente rozando la fuente de la bruma. Hoy, asomado al éter de la noche con estrellas en las pupilas del trasluz, aún recuerdo aquella brillante luz que fue antorcha en mi pecho ardiente. Aún recuerdo aquellas lágrimas viajeras que hicieron verdad en mi camino. Aún recuerdo... aún recuerdo el fulgor de sus besos lastimeros. Y hoy, asomado a la quimera del tiempo vencido en este agosto, aún recuerdo las lágrimas del rostro envueltas en aquella ausencia. - Preciosa definición, Zyriab. - La dedico a la Inocencia Primera como era Braina y como eres tú, Zaida. - Zyriab... en la muerte de Braina hayalgo que no es normal... Zyriab mira de frente a los ojos de color de miel de ella. - ¿Qué sucede, Zaida? - Braina era la hembra más prudente de todo mi grupo y la más prudente de todas las hembras del pueblo dorfu. - ¿A dónde quieres ir a llegar, Zaida? - A que nunca jamás se había internado a solas en ninguno de los bosques porque siempre que lo hacía iba acompañada por mí y, a veces, junTo conmigo y el resto de las hembras de mi grupo. ¡Y jamás rompió esa costumbre! - Eso nos da dos opciones para meditar... - ¿Cuáles, Zyriab? - La primera opción es que se fue sola al bosque de los abetos; lo cual es muy improbable y debemos descartarla porque, en primer lugar, nunca jamás lo hizo y no creo que esta vez rompiera con su costumbre sabiendo que los mogovos están ya muy cerca de los dorfus. - Es cierto, Zyriab. Braina jamás rompió con sus costumbres y menos en tiempos tan peligrosos como los actuales. - En segundo lugar, si se hubiese ido sola, lo cual ya lo descartamos, hubiera sido imposible que ella misma se hubiese atado al árbol... - Lo que quiere decir, Zyriab, que iba acompañada de alguien. - Exacto, Zaida. Iba acompañada de alguna persona o de algunas personas. - Eso me hace deducir que no fue ella la que se ató al árbol. - Bien deducido, Zaida; pero hayalgo más que es muy fácil de deducir. - No acierto a saber qué es. - Que no fue acompañada de ningún hombre dorfu ni de algunos hombres dorfus. - ¿Cómo puedes saber eso? - Porque un hombre dorfu o varios hombres dorfus la hubiesen violado brutalmente pero no la hubiesen asesinado porque los hombres dorfus nunca hacen eso. - ¿Por qué? - Porque asesinando a una hembra dorfu se les acabaría la oportunidad de seguir gozando sexualmente de ella. Si la hubiese violado algún hombre dorfu o algunos hombres dorfus, la hubiesen desatado como siempre hacen una vez satisfechos sus deseos. - Luego fueron los mogovos los que la violaron brutalmente y luego la torturarOn hasta destrozar su cuerpo. - Exacto. Pero eso me lleva a otra conclusión. - ¿A cuál, Zyriab? - A la conclusión de que si no fue ningún hombre dorfu o un grupo de hombres dorfus los que la ataron al ábol, está muY claro que debió ser alguna hembra dorfu o algunas hembras dorfus quienes lo hicieron. - ¿Quieres decir que fue víctima de algo relacionado con los celos y la envidia? - ¡Eso es, Zaida! - Tengo que meditar a solas, Zyriab. Permíteme que me aleje lo suficiente como para meditar a solas. Te prometo que en menos de una hora vuelvo a tu lado. - Está bien, Zaida. Yo seguiré pescando mientras tú meditas hasta hallar tus propias respuestas; pero ten mucho cuidado... - Sé que existe peligro pero te prometo que volveré. - Te espero, Zaida. Y mientras Zaida camina hacia la parte más escabrosa y rocosa del lugar donde nace el río, Zyriab sigue concentrándose en la pesca meditando... - Este asunto me parece que es una cuestíon de celos y de envidias. Alguna o algunas de las hembras de los dorfus tiene o tienen celos y envidias de la suprema belleza de Zaida y la han querido producir el mayor dolor posible haciendo desaparecer brutalmente de este mundo a Braina. Braina era la mejor y la más íntima amiga de Zaida y matándola era la mejor manera de hacerle el máximo daño y dolor a Zaida. Un dolor tan intenso que la está haciendo llorar continuamente. Y me parece que ya sé quien puede haber tramado esa cruel venganza; porque esto es cuestión de tener mente cerrada o tener mente abierta. Tanto Zaida como yo somos dos personas con mente abierta. No puedo decir lo mismo de cierta hembra que me viene ahora a la memoria. Esperaré a Zaida para comentarlo con ella. Zaida ha llegado junto al punto más elevado del escabroso acantilado, pero alguien la ha estado siguiendo si que ella se haya dado cuenta hasta que, en el momento de llegar justo ante el profundo abismo de la catarata del rio, el ruido de una piedra desprendida por culpa de alguien la pone en alerta. - ¿Quién anda por ahí? Al ser descubierta, Sigrid aparece saliendo desde su escondite tras una mata. - ¡Hola, Zaida! ¡No te asustes, por favor, que soy yo! - Hola, Sigrid. ¿Cómo tú por aquí? ¿No deberías estar al lado de tu querido y amado Zarkón ahora que necesita tantos cuidados físicos y morales? - No vengo a ironizar contigo sino que vengo a hacer la paz. - ¿De qué paz me estás hablando? Sigrid ya está frente a Zaida... - Siento tanto como tú la pérdida de Braina pero quizás su muerte sirva para algo... - La muerte de Braina no sirve para nada salvo para el regocijo de quienes la odiaron tanto que se satisfacen de ello. ¿Cómo has llegado hasta aquí? - Cuando vi que te dolió tanto el crimen cometido contra tu íntima amiga Braina y que salías de la ciudad, te seguí para tener un momento de charla contigo a solas y así consolarte de alguna manera humana; pero tuve la precaución de no molestarte mientras hablabas con Zyriab. -¿Y escuchaste todo lo que Zyriab y yo hemos hablado? - No pude evitarlo, Zaida. - Entonces... ¿qué haces aquí?... - Te repito que ahora somos tú y yo a solas y por eso es el momento oportuno de arreglar cierto asunto que quedó pendiente entre tú y yo. - Que yo sepa no tengo ningún asunto pendiente con ninguna hembra dorfu ni con ningún hombre dorfu. - ¡Tú y yo tenemos una cuenta que arreglar! - ¿Te refieres a lo ocurrido la otra noche? Yo ya lo he olvidado del todo. - ¡Pero yo no! ¡Y ha llegado el momento de tomar mi revancha! Sin más previo aviso, la pérfida Sigrid empuja a Zaida hacia atrás tirándola al suelo. - ¡Quiero que sepas, antes de que mueras a mis manos, que fuimos Lusalla y yo quienes atamos a tu amiguita Braina al árbol esperando que los mogovos la encontraran tal como así sucedió! - ¡¡Bruja!! Sigrid no está dispuesta a perder la ocasión viendo a Zaida en el suelo y se lanza contra ella; pero Zaida, gracias a la proverbial elasticidad de su esbelto y super atractivo cuerpo, levanta sus dos piernas para, aplicando los dos pies contra el abdomen de Sigrid, hacer que ésta caiga también de espaldas al suelo. Y así sucede mientras ahora la que queda en pie es Zaida. -¡No quiero pelear a muerte contigo, Sigrid! Pero ya que has confesado vuestro horrendo crimen ahora mismo te voy a llevar, aunque sea a rastras, al Palacio de los Gobernantes para que se lo confieses todo al Gran Isén! Sigrid consigue también ponerse de pie y empieza a retroceder ante la decisión de Zaida por someterla y llevarla hasta la presencia del Gran Isén. - ¡¡No retrocedas más, Sigrid!! ¡¡Estás en el mismo borde del precipicio!! - ¡¡No creas que me vas a engañar con ese truco, Zaida!! - ¡¡Te repito que intento salvarte la vida!! ¡¡Si das otro paso más hacia atrás te caes al abismo!! ¡¡Puedes comprobarlo dándote la vuelta!! -¿Crees que me vas a engañar con ese estúpido truco para darte la espalda y me derribes fácilmente atacándome a traición? ¡¡No te creo para nada, Zaida!! La pérfida Sigrid da un paso hacia atrás y, como le estaba advirtiendo Zaida, resbala y cae hacia el abismo. - ¡¡¡Noooooooooo!!! Zaida no ha podido evitar que Sigrid caiga por el precipicio rocoso golpeando con su cabeza y su cuerpo en las aristas puntas de las rocas hasta hundirse mortalmente en la rugiente agua de la sonora catarata. -¡¡Dios mío!! ¿Cómo puede ser tan necia una persona? Viendo que ya no puede hacer nada por Sigrid, Zaida baja rápidamente de la zona más escarpada y escabrosa de aquel siniestro paisaje y llega, corriendo, hasta el lugar donde Zyriab sigue dedicado a la tarea de pescar truchas. - ¿Qué te ocurre, Zaida? Parece como si hubieses visto a algún fantasma. - ¡Peor que eso, Zyriab! ¡He visto morir a Sigrid! - ¿Has matado a Sigrid? Precisamente yo estaba pensando en ella... - ¡No, Zyriab! ¡Yo nunca he matado a nadie y, aunque Sigrid se lo merecía, yo ni tan siquiera la odiaba! Ella misma se ha caído al abismo después de confesar que fueron Lusalla y ella las que ataron a Braina en el árbol. Pero ya no lo podrá confesar a nadie porque, como te cuento, se ha caído ella sola hasta el fondo del precipicio! - ¿Cómo ha sucedido eso, Zaida? - ¿Me crees o no me crees? -¡Te creo del todo, Zaida! ¡Tú jamás me mentirias a mí! - ¿Puedo sentarme otra vez a tu lado? - Siéntate si quieres contarme lo sucedido. Zaida ahora se sienta tan junto a Zyriab que su pierna izquierda vuelve a rozarse con la pierna derecha del pescador. - Según sus propias palabras, antes de morir por no hacer caso a mis consejos de que no siguiese retrocediento ante mí, ella confesó que me había estado siguiendo desde que salí de la ciudad, que al ver cómo llegaba hasta ti y hablábamos los dos, se escondió para no ser descubierta pero nos escuchó toda la conversación y que, una vez que yo me alejé de tu lado, me siguió para tomarse venganza por lo sucedido la noche en que la vencí delante de todo el pueblo dorfu. Dijo, con gran regocijo, que Lusalla y ella habían sido las que ataron a Braina en el árbol para que la descubrieran los mogovos como así sucedió. -¿Habéis llegado a pelear? - Ella quiso pelear y no tuve más remedio que defenderme. - Y entonces la mataste en defensa propia... - ¡No, Zyriab! ¡Yo nunca he matado a nadie! Llegó un momento en que estaba retrocediendo tanto cuando dije que la llevaría por las buenas o por las malas hasta la presencia del Gran Isén que no se dio cuenta de que había llegado hasta borde del abismo. Cuando le advertí que no diese ni un solo paso más hacia atrás porque se iba a matar, no quiso hacer caso de mi consejo creyendo que la estaba mintiendo para atacarla por la espalda. Ella misma se hundió en el abismo al caerse por el precipicio. Su cabeza y su cuerpo fueron golepándose con todas las aristas de las rocas hasta que se hundió en las profundas aguas de la catarata. - Te creo del todo, Zaida. Tal como yo estaba pensando, fue Sigrid la que planeó la horrible y cruel muerte de Braina y ahora tiene su merecido como castigo de Dios. - Pero... ¿cómo voy a demostrar al Gran Isén y todo el pueblo de los dorfus que yo no la he matado? - No te preocupes por eso, Zaida. Es muy sencillo. - Nadie me va a creer. - Te olvidas de que todavía vive Lusalla. - ¡Es cierto! ¿Cómo no se me había ocurrido antes? - Lusalla confesará, por su propio bien, ante el Gran Isén y el resto del pueblo dorfu lo sucedido con Braina. Y en cuanto a lo de la muerte de Sigrid yo te serviré de testigo. - ¿Y eso no es mentir? -¡Jajaja! Eso no es mentir si, a cambio, logro salvar la vida de una inocente como tú. - ¿Me crees inocente del todo? - Tú eres más inocente que una niña de seis meses pidiendo de comer cuando todavía noestá la comida. - ¡Jajaja! ¡Menos mal que me haces reír, Zyriab! - Entonces ahora cállate un momento, Zaida, porque acabo de pescar a otra. - ¡Jajaja! ¿Lo dices por la guapísima Lusalla? - No, Zaida. Lo digo por la gran trucha que acaba de picar en el anzuelo. - ¿Cómo se te ha dado el día con ellas? - Mucho mejor que con las hembras de los dorfus. - ¡¡Jajaja!! ¡Mira que eres mentiroso! No conozco a nadie que sea más interesante para todas las hembras de los dorfus. Incluso todas las que forman mi grupo de insurgentes, subversivas y rebeldes antimachistas se fijan en ti. Lo comprobé anoche en la Cueva de Tüll. No sé qué sucede pero despiertas la admiración y el deseo de las hembras tanto dentro de nuestra ciudad como en cualquier otro lugar donde te encuentres. - Eso sólo es la mala fama que me están creando los envidiosos. - ¿Mala fama llamas a que digan de ti que eres un conquistador, Zyriab? - ¡Vámonos de aquí, Zaida! Tenemos que llegar pronto a la ciudad para contar todo lo sucedido con Braina, todo lo sucedido con Sigrid y todo lo que va a suceder con Lusalla. - ¿Te crean mala fama los demás hombres dorfus? - ¡¡Jajaja!! Ni soy un conquistador de hembras ni deseo serlo. Solamente me interesa una nada más. - Espero algún día conocerla personalmente, Zyriab. - Eso espero yo también. - ¿De verdad me la vas a presentar cuando llegue la ocasión? - Cuando llegue la ocasión tú serás la primera en saberlo. Ahora es Zaida la que da un beso en la mejilla derecha a Zyriab. - ¡¡Eres mi mejor y más íntimo amigo, Zyriab!! - Y espero seguir siéndolo pase lo que pase... - La verdad es que me va a dar mucha envidia y hasta un poco de celos cuando me la presentes. - Quizás sí o quizás no... porque la vida es impredecible... - No opina lo mismo el viejo gran brujo y hechicero Windar. - Por eso se equivoca tanto con su teoría de la evolución de los animales cuando los disecciona para adivinar el futuro. - ¡¡Jajaja!! Zyriab se levanta, recoge todos los aparejos de pesca y la cesta llena de grandes truchas y le da su mano derecha a Zaida para que ésta también se levante. Cogidos ambos de las manos regresan a la ciudad de los dorfus como dos amigos inseparables.
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