Derribando a Balcabao (Diario)
Publicado en Jan 31, 2014
Ya soy líder natural y capitán por aclamación del inolvidable Esparta de San Isidro. Ya estoy enseñando a mis compañeros no sólo a ser excelentes futbolistas sino mejores personas. Pero las aulas están hechas para cultivarse y sólo podemos cultivarnos si atendemos las enseñanzas de los profesores y las profesoras. Es lo que intento, y consigo, hacer que mis jugadores de la camiseta amarilla y el pantalón azul lo asuman como una forma de ser y una manera de vivir. Mente sana. Cuerpo sano. Y, sobre todo, espíritus valientes para combatir a los chulos del Instituto.
Estamos en plena estación invernal. El campo de juego de La Elipa, embarrado y con numerosos charcos de agua en todo su perímetro, es pesado y asfixiante para jugar al fútbol, pero estamos consiguiendo la victoria y tengo la obligación personal y colectiva de conducir a mi equipo hasta la victoria. Es cuando, de repente, ya el partido muy avanzado y nosotros venciendo y convenciendo, se nos presentan los dos chulos (Balcabao y Albert) pidiendo insistentemente que quieren jugar en el equipo (un equipo que no les pertenece porque no forman parte de nosotros) e intentando asustar y amedrentar a quienes consideran débiles de carácter y que sin embargo ya tienen el valor espartano dentro de sus espíritus. Balcabao, que es quien lleva la voz cantante de los dos chulos del aula, se dirige a mí (porque le han hecho saber que soy el líder y el capitán de este Esparta formado por chicos sencillos pero vencedores en la inmensa mayoría de los partidos que jugamos) para que yo elimine a dos de mis compañeros y les deje jugar a ellos. Democráticamente reúno a mis jugadores y les digo que si alguien, por cansancio o cualquier otra causa, quieren abandonar el partido, que están estos dos chulos del Instituto ansiando jugar; pero todos, absolutamente todos los del Esparta Club de Fútbol, me hacen saber que jamás van a dejar de jugar hasta el final y que nadie, absolutamente nadie de todos ellos, quieren dejar sus puestos en el terreno de juego a dos chulos del Instituto. Así que les pido a los dos chulos de la clase (Balcabao y Albert) que hagan el puñetero favor de largarse porque queremos seguir jugando al fútbol y tenemos que concentrarnos en la forma y manera de superar el barro y los charcos de agua para conseguir la victoria. Balcabao monta en ira pero teme que yo le arree un tortazo que le rompa las narices y, como me tiene miedo de verdad porque sabe que estoy tan sereno como siempre, agrede a Bote pero Bote le planta cara y Balcabao se da a la fuga espantado al ver que Bote le va a partir por la mitad. El otro chulo, Albert, está paralizado por el miedo. Los dos desaparecen mientras les cantamos lo de "cogiditos de la mano se les ve por el jardín" lo cual nos hace reír un buen rato a todos los del Esparta Club de Fútbol antes de reanudar el partido y olvidarles para siempre. Como les da vergüenza lo sucedido y como ya no van a poder asustar a nadie más en el aula del Instituto San Isidro de Madrid, vuelven los dos, callados como dos putas, para ver parte del encuentro como espectadores forzados porque ni van a jugar esta vez en mi equipo ni van a jugar jamás en mi equipo. Así que escucho a Balcabao decir que yo soy una eme de jugador y escucho a otro espectador decir que no tiene ni idea de lo que dice porque desconoce que juego tanto y tan bien al fútbol que es por eso por lo que todos mis compañeros me han nombrado líder natural y capitán por aclamación. Y más después de haber demostrado a Balcaboa y Albert que no tengo miedo sino que estoy preocuapdo por si tengo que partirles la cara a los dos y se van quejando a sus "papás" porque en todas partes cuecen habas y también en el Instituto San Isidro hay algunos "niños pijos de mamá y papá" como Balcabao y Albert aunque ya se han quedado "con el culo al aire". Así que los dos se marchan para dejarnos defintivamente en paz. Pero la noticia ha debido de correr, de boca en boca, por todos los compañeros de mi aula donde Balcabao (y Albert como su esbirro) han perdido definitivamente todo su poder intimidatorio y los compañeros de aula ya saben como derribarle actuando con la tranquilidad que yo actúey el valor de Bote. Balcabao hace el último esfuerzo intentando abusar de un compañero del aula para obligarle a que le deje el asiento que no le corresponde a Balcabao sino al compañero del aula que ha aprendido a ser valiente y se mantine firme en su lugar aunque suda por lo que pueda suceder. Yo estoy observando la escena por si tengo que intervenir otra vez para partirle la cara a Balcabao pero éste se acojona y se marcha a su lugar. Desde entonces nadie volvió a tener miendo en el aula ni en todo el Instituto a chulos como Balcabo y su esbrirro Albert. Al final del Curso me da por reír todo lo que me da la real gana porque he aprobado todas las asignaturas en junio y no me han quedado pendiente ninguna para septiembre. Solamente por haber sido uno de los chavales más sonrientes pero más serios del aula y de todo el Insituto San Isidro de Madrid (época de principios de la famosa Década de los 60). Balcabao se atreve a dirigirme la palabra para decirme que por qué me río ahora que está terminando el Curso y yo le digo que me río porque me sale de las pelotas y porque ya no voy a ver más su fea cara. Así es como derribamos entre todos a Balcabao.
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