Miseria
Publicado en Feb 01, 2014
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Siempre busqué personas miserables para apegarme a sus almas, torturarlas con falsa simpatía, dormirlas entre brazos de modestia que no existía y brindarles mi amor lleno de envidia y rencor. Ya estaba harto de personas felices que me humillaban, harto de la malicia de otras personas que me buscaban por ser miserable, así que, simplemente, decidí buscar personas más miserables que yo mientras pensaba en mi intenso deseo de causarles mal, de verlas sufrir para ser feliz. Sin embargo, ¿por qué sería que yo no podía recuperarme de la miseria? Me sentía bien conmigo mismo, era feliz y a la vez siempre estaba esa pequeña vocecita que me decía que en verdad era miserable, que por eso jamás iba a ser feliz. Y yo, yo ya estaba cansado, ya no quería ser feliz, quería ser un triunfador, aquel ser que triunfaba a costa de la miseria ajena, que otro cayera para que yo pudiera pisarle los pies, cortarle cada articulación, cada tendón para que nunca más se pusiera de pie. Claro, no podía verme el rostro porque entonces yo no podría enseñarle mi expresión de lástima y comprensión para decirle que también había pasado por lo mismo. Ese no era el plan. El plan consistía en lastimarlo por la espalda, destruirlo y luego aparecer al frente, campante y sonriente, para extenderle una mano amiga y decirle que todo estaba bien, que le ayudaría a avanzar siempre que estuviese detrás de mí. Y pobre aquel que decidiera superarme, tendría asegurado mi odio para siempre, aunque todos los días sonriera y dijera que lo quería, que lo adoraba con todo mi corazón. Púdrete, púdrete, eso era lo único que decía en el fondo de mi corazón, húndete hasta el fondo del lago para que entonces mi gentil corazón te ilumine en tu camino de regreso.
 
Por supuesto, había días en que estaba verdaderamente compungido. Un día de invierno, una mañana muy fría en que derramaba lágrimas de hielo y me preguntaba por qué no podía amarme más, entender que sin lastimar a nadie yo era muchísimo mejor, que no necesitaba miserias humanas a mi alrededor para darme cuenta que era mejor. A veces, en verdad me daban lástima algunas de mis víctimas; en otras ocasiones, hasta me enamoraba de alguna y caía víctima de un círculo vicioso de infelicidad mientras me preguntaba cómo podía vivir tan humillado. La humillación a la que yo sometía a las personas de pronto me golpeaba a mí y mi amor era torturado con falsa simpatía, me llenaban de amor envidioso y rencoroso. Alguna vez quise algo honesto, alguna vez quise felicidad, sin embargo, no la tengo y ya no pretendo tenerla porque yo soy una sombra imposible de cortar, una sombra destinada a la malicia y no al amor. Y es que, no importa cuánto lo haya deseado, el amor que yo quería no existía, nadie me lo iba a brindar porque todos a mi alrededor eran mejores que yo, yo, la sombra hundida en el fondo del lago.
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Foto del autor Camila Jara
Textos Publicados: 19
Miembro desde: Nov 19, 2012
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Descripción

Las relaciones que nos hunden son una paradoja. ¿Quién hunde a quién? ¿Tengo deseos honestos o sólo quiero brillar junto a un ser más oscuro que yo?

Palabras Clave: miseria relaciones humanas

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Relatos



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J

Fantásticamente contado una perversión humana que lo hunde todo.
Responder
February 01, 2014
 

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busy