Cuando una norma no se debe cumplir (Reflexiones)
Publicado en Feb 06, 2014
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Conozco a Norma Duval. Está muy bien Norma Duval, sobre todo anunciando las burbujas de champán en las fiestas navideñas. Pero no es de esa clase de Normas a las que me refiero, sino a ciertas normas que se imponen de manera rígida y autoritaria. ¿Es justo o no es justo cumplir con esa clase de normas?
 
En mis largas estadías en la ciudad de Quito (Ecuador) he sido invitado multitud de veces por parte de José María para desayunar, comer, merendar o cenar, en su propio hogar. Yo siempre se lo he agradecido. José María tenía la tradicional norma (cada uno implanta las normas que desea en su propio hogar) de que una vez sentados todos y todas alrededor de la mesa estaba terminantemente prohibido levantarse de tu silla hasta que todos los comensales no hubiesen terminado. Hasta ahí todo bien, todo correcto y todo asumible. Pero, observador como soy por naturaleza y por periodista, descubrí un grave fallo en esta rígida norma.
 
Sucedía que, aprovechándose de la orden dictada por José María, el más pequeño de la familia, que era un "niño mimado", se quedaba tonteando en lugar de comer y hacía que todos los demás miembros de su familia e invitados, tuviesen que esperar todo el tiempo que a él le daba la real gana de tardar. Esto levantaba las quejas de sus hermanos y hermanas y el aburrimiento de tener que esperar mientras el "niño mimado" tardaba todo lo que le daba la real gana de terminar.
 
Yo siempre he sido muy correcto y muy bien educado pero, claro está, aquello pasaba de castaño oscuro y se convertía en un abuso descarado por parte del "niño mimado". Después de esperar unos minutos, que yo consideraba ya suficientes, siempre pedía permiso a José María para levantarme de la silla sin esperar a que el "niño mimado" me tuviera sentado todo lo que le diese la gana. Así que, tanto si José María me daba permiso o si José María no me daba permiso, una vez que yo consideraba que lo que hacía el "niño mimado" era obligar a todos a aguantarse por sus caprichos de tardar lo que le daba la real gana, yo me levantaba de la silla (tras pedir permiso y tanto si me daban permiso como si no me lo daban) y salía al exterior de la casa, donde encendía un cigarrillo y, mientras seguía escuchando las protestas razonables de quienes tenían que permanecer sentados y aburridos por culpa de los caprichos del "niño mimado" yo razonaba con total tranquilidad e imparcialidad.
 
Está muy bien que José María impusiera aquella norma pero no era normal y, además, era muy injusto que todos y todas tuviesen que perder largos minutos de aburrimiento general por que al "niño mimado" le daba la real gana de tardar todo el tiempo que a él se le antojaba. Entonces pensaba que la norma estaba bien impuesta hasta el límite en que caía ya en la injusticia. Una norma puede ser justa cuando se cumple con nobleza (porque la nobleza obliga) y puede ser injusta cuando se produce el abuso por parte de alguien contra los derechos de los demás. La norma fallaba porque José María no la sabía aplicar; lo normal y justo hubiese sido que dicha norma tuviese un límite sensato. En otras palabras, que si el "niño mimado" abusaba de aquella norma porque tardaba en comer lo que le daba la real gana a pesar de las protestas de los demás y las demás, lo justo hubiese sido que se estableciera un límite máximo de espera para cumplir con dicha norma. Por eso cuando yo decidía que el límite ya había llegado y, pidiendo permiso para levantarme de la silla, me levantaba tranquilamente tanto si José María me daba el permiso como si José María no me daba el permiso. Simplemente me levantaba de la silla y salía a la calle a encender un cigarillo y meditar hasta llegar a la conclusión de que hay normas que, por no tener los límites razonables que impone el buen criterio del entendimiento general, no hay por qué obedecerlas. 
 
Ya en la callle, mientras seguía escuchando las protestas de los victimarios y las víctimas de los caprichos del "niño mimado", pensaba en que, durante mi infancia, en mi casa madrileña desayunábamos, comíamos, merendábamos y cenábamos todos juntos (la abuela, el padre, la madre, una hermana y cuatro hermanos) pero que no teníamos ninguna dificultad en levantarnos de las sillas porque todos teníamos el respeto de los unos para con los otros para terminar al mismo tiempo o con escasos segundos de diferencia. La norma de comer todos juntos era en mi casa madrileña (durante mi infancia) obligatoria pero eso de levantarse de la silla una vez terminada la comida no era ningún problema ni levantaba protestas de nadie porque, repito, nadie se aprovechaba de dicha norma y, como no había ningún "niño mimado" entre nosotros, solíamos terminar de comer todos al mismo tiempo. 
 
En cuanto a Normal Duval sigue estando muy bien.  
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Foto del autor Jos Orero De Julin
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Descripción

Reflexiones de carcter social y educativo.

Palabras Clave: Comunicacin Divulgacin Refelxiones Sociedad Edcuacin Conocimieto Realidad Verdad.

Categoría: Conocimiento

Subcategoría: Instrucciones



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