Con 14 años de edad (Diario).
Publicado en Feb 06, 2014
Con 14 años de edad yo, Mágico Solitario como siempre, embarqué todas mis palabras y salí de Altamira para desembarcar en San Isidro. Ya estaba bien informado que no es lo mismo saber que querer saber. Así que con lo ya sabido en Altamira y Lope de Rueda, quería saber hasta donde podría yo llegar en la aventura de San Isidro. Con 14 años de edad yo, Mágico Solitario como siempre, ya preparaba mis estrategias para ser el líder natural que algunos estaban esperando. No era para mí importante ser el chico más famoso del San Isidro, sino el chico más singular. Ni vanidad ni engreimiento. Lo mío era cumplir para ser cumplimentado. Terminaba mi Bachillerato Elemental para dar el salto cualitativo al Bachillerato Superior. Ya se estaba gestando definitivamente la clase de liderazgo que comenzaba a intuir y que debería asumir llegada la hora adecuada.
Entre lección y lección... entre la biología del conocimiento y la anatomía de lo desconocido... me configuraba la personalidad paseando, con las manos dentro de los bolsillos de mi pantalón, por los tres patios del recreso isidrino. Allí fortifiqué mis propias atalayas para observar sin ser observado. Esa era la grandeza de ser el chico más original sin tener que ser el chico más famoso. Jornada tras jornada, superando los bostezos de las plúmbeas jornadas dentro de las aulas, ni corría como un descerebrado para salir a jugar ni me quedaba jamás quieto en lugar alguno. Viendo a los demás se aprende mucho para no ser como los demás. Así forjé mi carisma de líder natural al que añadía, siempre, esa pequeña porción de sonrisa y chistes para conseguir el cóctel adecuado. Mis hermanos pequeños oscilaban entre quedarse quietos o moverse de algún lado para otro; mientras yo seguía construyendo mis propios miradores para observar el horizonte de los tres patios donde, una vez ya asentadas las bases necesarias, comenzamos a iniciar nuestros propios juegos personales (balonmano con pelotas de papel) antes de que, un par de años después, saltáramos las barreras del "sonido" y forjáramos al inolvidable Esparta (de San Isidro de Madrid por supuesto); pero ahora, a los 14 años de edad yo estaba entretenido en jugar con la imaginación en las clases de historias mitológicas con las cuales ser algún día héroe inolvidable mientras los demás se agotaban en carreras inútiles que no les guiaban aninguna parte. El cabreo general me importaba menos que seguir soñando.
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