el canto del cavador de tumbas
Publicado en Feb 12, 2014
Shakespeare escribió que quien cantaba cavando una tumba hacia algo terrible. Supongo que pensaba que se violaba la paz de los muertos, que se olvidaba, con el leve canto del hombre cavando, el dolor de los asesinados y envenenados, de los llantos de las viudas. Violaba el buen hombre con su canto humano, la terrible música del silencio eterno de los muertos, reducía la muerte a una cena de gusanos y cenizas.
Para el cavador, después de todo, se trata de hacer llevadero su trabajo. Quizás el sol sobre su frente sudorosa, el contorno de las nubes o el vuelo rasante de algún pájaro hayan encendido en el hombre el deseo del canto. No es él, quien va a entregar un amor perdido a los brazos de la tierra (el cuerpo a enterrar es para el cavador una carga a dejar allí, a ser cubierta por tierra fresca y humus, que se hunde mientras el cuerpo se amolda al peso del barro). El cavador tampoco espera que salgan mariposas volando de lo que fue el vientre arrugado de una vieja (aunque ha visto gusanos devorando la carne pegada a los huesos y las cuencas de los ojos de algunos niños); no le interesa esconder ahí los desastres de la historia. Solo quiere cavar, hundir su pala en el humus negro, dejar un hueco decente donde depositar el cadáver que le toco en turno. Solo desea terminar su trabajo para marchar a casa y beber una fría cerveza. El acto terrible del cavador es cantar feliz por un buen trabajo.
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María Ester Rinaldi
facundo aguirre