Una vida en este mundo -4- (Novela y Guin literario para Cine)
Publicado en Feb 14, 2014
Red
El bombardeo está destrozando la ciudad convirtiendo lo que fue belleza en un patético cementerio compuesto de cascotes, polvo, muerte y gritos de desesperación por todos los lados a los que alcanza mi vista. ¡Escucho los gritos de desesperación y cuando un edificio se derrumba es otro sueño que me destruyen! ¡Maldita guerra! ¡Maldita guerra! ¡Maldita guerra! Estoy aquí, escondido en un agujero negro, viendo y viviendo los horrores de la guerra. ¡Tengo miedo, mucho miedo, tanto miedo que quizás, si salvo la vida, me nombren héroe de la valentía y hasta me levanten una estatua o pongan mi nombre a una lujosa calle de la gran ciudad! Pero yo sólo sé que tengo miedo y disparo porque tengo miedo. Veo hombres, mujeres, niños que arden envueltos en llamas hasta sus cabelleras. Después sólo son cuerpos calcinados nada más. ¡El fuego! ¡El fuego que extiende su odio por todas partes de la ciudad! Tengo mi fusil en la mano y disparo. ¿Por qué disparo? ¿Para qué disparo? ¿Contra quién disparo? ¡No sé por qué disparo, ni para qué disparo, ni contra quién disparo! Quizás todo se reduzca sólo a que tengo miedo aunque mañana posiblemente, si tengo suerte y no caigo, me nombren héroe nacional pero... ¿quién ha dicho que los soldados no sabemos llorar? Es muy posible que los generales estén jugando al ajedrez en sus cuarteles pero con figuras humanas. Yo, mientras tanto, sólo veo fuego por todas partes y veo el humo de la atmósfera y ese humo, o ese fuego, o ese llanto ajeno de los que van perdiendo a sus seres cercanos, me hace llorar. ¿O me hace llorar esta clase de sinrazón que es matar a los demás antes que los demás me maten a mí? Lanzo una ráfaga completa de 16 disparos con mi fusil ametrallador. ¿A cuántos habré matado? ¡No tengo valor suficiente para poder ir contando los cuerpos que se arrastran por el suelo antes de convertirse en cadáveres! ¡Odio la guerra pero estoy al servicio de la guerra para poder sobrevivir mientras mi propio hermano está a mi lado, sudando y temblando de pavor! - ¡No salgas, hermano, no salgas! Pero mi propio hermano no entiende nada o no quiere seguir teniendo miedo o no deduce otras cosa nada más que poder escapar de este infierno. - ¡No salgas, hermano, no salgas! Pero sale... y una ráfaga de metralleta le hace bailar la danza de la muerte. Dando traspiés tras traspiés, mi propio hermano yace en el suelo, inerte, muerto, y la sangre le borbotea desde su corazón partido. Quiso partir hacia el paraíso y sólo encontró el infierno. - ¡Te dije que no salieras, hermano, pero tú siempre tuviste la fatal manía de no hacerme nunca caso! Quisiera poder salir para cerrar los párpados de sus ojos, desesperados ojos abiertos en cuerpo muerto, y poder murmurar una oración por él... pero... ¡tengo miedo!... ¡tengo miedo y disparo sin saber ya hacia dónde disparo! Las bombas siguen destrozando todo lo que un día amé. Ahora sólo aborrezco la existencia aquí, acongojado y dentro de mi agujero negro, oculto a la mirada de todos mientras sólo puedo llorar. ¿Sabe el mundo lo que es el llanto incontenido de un soldado que puede llegar a ser nombrado héroe nacional? ¿Sabe el mundo de mi valentía cuando solamente soy tan cobarde que tengo miedo y disparo con miedo y el miedo es lo único que me rodea por todas partes? Tengo todavía suficiente memoria para recordar los horrores de la guerra; así que saco un cigarrillo y lo enciendo mientras rememoro la escena de Peter Paul Rubens que nos va explicando el maestro. - La figura principal es Marte que, dejando abierto el templo de Jano (según la costumbre de los romanos permanecía cerrado durante las épocas de paz), avanza con el escudo y la espada ensangrentada, amenazando a los pueblos con una gran ruina, sin ocuparse apenas de Venus, su mujer que, acompañada de amores y cupidos, intenta retenerlo con caricias y abrazos. Marte se encuentra arrastrado por la furia de Alecto que lleva una antorcha en la mano y va acompañado por dos monstruos, la peste y el hambre, consecuencias inevitables de la guerra. En el suelo, dándonos la espalda, yace una mujer sobre los restos de un laúd roto, símbolo de la armonía, incompatible con la discordia de la guerra; y a su lado una madre con el hijo en brazos, para demostrar que la fecundidad, procreación y caridad, resultan arrasadas por la guerra que todo lo corrompe y todo lo destruye. También aparece allí, caído por tierra, un arquitecto con sus instrumentos en la mano, para significar que todo aquello que se había construido durante la paz para la comodidad de los hombres resulta destruido por la violencia de las armas. También creo, si mis recuerdos son exactos, que podrá ver arrojado al suelo, a los pies de Marte, un libro y algunos dibujos sobre un papel para simbolizar en qué manera pisa las letras y cualquier tipo de belleza; allí también se deben encontrar unas flechas o saetas desparramandas que eran el emblema de la concordia cuando se encontraban unidas por una cinta ahora suelta; y lo mismo sucede con el caduceo y la rama de olivo, símbolos de la paz, que yacen por el suelo junto a una lúgubre mujer vestida de negro y despojada de todas sus joyas y adornos; es la infeliz Europa que, durante tanto tiempo, viene siendo víctima de aquellas rapiñas, ultrajes y miserias tan evidentes que no necesitan más explicación. Apago el cigarrillo y lo aplasto contra el suelo con las duras botas del odio. Alguien se ha lanzado desde el último piso de un hotel de lujo y, ayudado por el vacío del abismo de la desesperación, se ha estrellado contra el asfalto. Algo estalla dentro de mi cerebro. Me palpo el cuerpo para saber si sigo estando vivo o ya sólo soy un muerto más de todos estos miles de muertos que siembran las calles de la ciudad. ¿Qué nacerá aquí mismo mañana de esta siembra de cadáveres? Seguramente que el odio, este odio infernal que mata a unos y deja muertos a los sobrevivientes. ¡Muertos para siempre recordando a los muertos para siempre! ¿Qué sucederá con los demás a la hora de tener que olvidar a un hermano muerto para siempre? Quizás olvidar sea lo mejor... pero no puedo... y refugio mi memoria en las palabras del poeta... - Y no podré. Y no podré soportar tu ausencia. Por eso prefiero ser yo el primero en abrir la vida y despedirme; para no tener que seguir este camino sin tu risa sonándome en el alma. Y no podré. Y no podré soportar tu ausencia. Por eso prefiero ser yo el primero en salir del mundo de los sueños y esperar al pie de la madrugada a que tú te levantes del recuerdo. Y no podré. Y no podré soportar tu ausencia. Por eso prefiero ser yo el primero en sacar del pecho la esperanza y transformarla en eco de otro mundo para que tú la escuches en silencio. Y no podré. Y no podré soportar tu ausencia. Por eso prefiero ser yo el primero en sentir la pena del olvido para que tú tengas la memoria viva y el tiempo posado en tu ventana. Dicen que existe el Día de los Enamorados pero... ¿y los días del odio?... ¿qué sucede con todos los días de ese odio que veo reflejado en quienes están a mi lado como espectros humanos en medio de este miedo que observo en todas sus miradas? ¿Podrán también todos ellos ver el miedo reflejado en la mía? ¡Se están derrumbando todos los sueños de mi existencia y sólo tengo ganas de dormir! Dormir y despertar creyendo que todo esto es solamente una pesadilla; pero el rostro ensangrentado de mi propio hermano me impide poder dormir. ¿Y después? ¡Después disparo hacia todos los lados porque tengo miedo! ¿Quién nos ha inculcado la creencia de que hay que matar para poder estar vivos? Los generales siguen jugando al ajedrez en sus cuarteles. La diferencia es que esta vez calculan el número de muertos que hay que contar para ganar la partida. Canto para animar a mi corazón que ya está helado. - Fuego y sangre. Fuego en tus ojos. Traición que despierta. Tu sueño no ha llegado. Fuego en tus ojos. Paredes que se caen. Balas que no me alcanzan porque yo soy más fuerte. No hay dolor con tu reacción. No hay razón sin protección. Incendiado estoy pero tengo control. Más fuerte soy con tu agresión. Fuego y sangre. Fuego en mi alma. Fuerza que me sobra mientras tú no tienes sangre. Fuego en mi alma. Mi fuerza positiva pisa tu conciencia sucia y negativa. No hay dolor con tu reacción. No hay razón sin protección. Incendiado estoy pero tengo control. Más fuerte soy con tu agresión. ¡Pánico! ¡Tengo pánico! ¡De repente me levanto y disparo una ráfaga de 55 disparos! Me vuelvo a esconder en el agujero negro. ¿A cuántos habré matado ahora? La tierra se tiñe de rojo y el cielo se tiñe de rojo y mi mente se tiñe de rojo. ¿A cuántos habré matado ya y para qué les he matado? Los fantasmas de sus seres queridos penetran en mi cerebro. Me estalla la cabeza por culpa de los pensamientos; me parece que ya no sé pensar.... pero canto... - ¡Oh, la saeta, el cantar al Cristo de los gitanos, siempre con sangre en las manos, siempre por desenclavar! Sólo me queda sollozar.
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