Pesadilla No.1
Publicado en Jan 06, 2015
"Que me quemen los brazos, que mis manos ardan en las llamas,
que las brasas lleven a mis labios, que me cuelguen de las más altas ramas." Escribió al borde de la página con las manos aún temblando, miró por la ventana encontrándose con los tejados rojizos de las casas , las tejas mojadas por el rocío matutino resplandecían por el sol que tras las colinas se asomaba. No recordaba la última vez que aquél sueño le había despertado, siempre era el mismo, siempre de la misma forma, siempre se despertaba bañado en sudor pero ésta era la primera vez que lo recordaba todo tan vívido como si huviera sido real. Estaba aliviado de que tan sólo fuera un sueño, se levantó de su escritorio y camino hacia la cocina, necesitaba hidratarse y prepararse para comerzar el día. El sonido del cristal estrellándose contra el azulejo dio paso a un silencio sepulcral, no podía creer lo que sus ojos veían, se quedó inmóvil esperando despertar pero no lo haría, su respiración comenzó a acelerarse mientras podía escuchar el latir de su corazón en sus oídos, la temperatura descendió hasta que pudo ver su respiración; quería salir de ahí, deseaba salir corriendo colina abajo y perderse entre las calles de la ciudad, entre algún callejón donde la oscuridad le tragase y le hiciera desaparecer de la vista de todos, deseaba que todo terminara y que su vida fuera nuevamente como antes de las pesadillas, pero sabía que nada volvería a ser como antes, no podía escapar, no había lugar donde pudiera esconderse. Despertó con un gran dolor en la cabeza, nunca antes había sentido dolor así ni siquiera después de beber vodka durante toda una noche; tenía frío, intentó ponerse de pie pero su piernas no respondieron, las tenía entumecidas y empapadas, poco a poco se incorporó mientras imágenes de la mañana anterior sacudían su mente; se dirigió al lavabo aún aturdido y se miró en el espejo, había cambiado tanto en tan poco tiempo, si su esposa le pudiera ver seguramente le reprocharía el poco cuidado que se tenía, pero no había nadie ahora que pudiese reprocharle algo, jamás tuvo hijos y esa pequeña habitación en la que sobrevivía permanecía cerrada la mayor parte del día, nadie más que él cruzaban esa puerta vieja y oxidada casi tanto como los rines de esa antigua bicicleta que rescató un día de la basura. Mientras se lavaba el agua comenzó a teñirse naranja, sintió cómo la sangre manaba de su nariz hacia su boca, sintió el sabor y la calidez del líquido vital, ya no había nada que hacer, sabía que pronto, en algún momento de la noche tal vez, todo terminaría para siempre.
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