memorias de mi adolescencia
Publicado en Mar 14, 2014
La escuela secundaria fue el tiempo mas feliz de mi vida, donde aprendí a ser vaga y callejera. Salíamos del cole, después de la séptima hora y comíamos pizza en "El Cíclope", antes de entrar a la clase de gimnasia.
Los de 4to y 5to años fumaban en el fondo del bar y tomaban café, muchos se hacían la rabona. En tercer año conocí a Betiana, ella venía de un colegio religioso, inmediatamente congeniamos... nos sentamos juntas. Una mañana de Julio, Betiana y yo cruzamos Plaza Cagancha a la altura de Artigas, era la primera escapada de la escuela, la consigna era estar presente cuando la preceptora pasase lista, luego, esfumarnos por una puerta que daba a la casa de la portera, esa puerta siempre estaba abierta. A la altura 1.100 de Plaza Cagancha, estaba "Arístides", el café donde nos sentamos muertas de frío para pasar la mañana. Enfundadas en gruesas camperas para tapar el uniforme escolar, no podíamos llamar la atención. Yo tenía sabañones en los dedos de los pies , habían empezado a picarme. No dejaba de moverme por los nervios y la picazón, como de costumbre, sentí calor y me desabroché la campera. El mozo se acercaba para tomar el pedido, vió el uniforme escolar: ¿ Qué hacen ustedes dos acá, no tienen que estar en el colegio? Bettiana, sin que se le moviese un pelo, le dijo que teníamos dos horas libres. Nosotras teníamos que presentar un trabajo en equipo, para la clase de historia, nos reuníamos antes de entrar al colegio. Bettiana tenía las llaves de la quinta de sus padres en Paysandú, si la cosa se complicaba tomábamos el micro e íbamos para allí. La quinta se llamaba " Lo del Ñato", gracioso nombre que quedó en mi memoria. Nunca supimos el liderazgo que ejercíamos sobre nuestros compañeros, al poco tiempo todos empezaron a seguirnos en nuestras escapadas. Un día entró el profesor de geografía y al notar que en el aula había solamente 5 alumnas... saltó la térmica. Para colmo en la "quinta del ñato" había árboles de mandarinas... regresé a mi casa con una diarrea, que llamó la atención de mis padres, mas el barro en la suela de los zapatos y el olor a mandarina : la verdad salió a la luz. Reunión de padres con la directora: Betiana y yo fuimos separadas, ella pasó a otra división y a mi me sentaron con Anabel Araujo, la traga y futura abanderada. Anabel y yo nunca fuimos amigas, sin embargo mis recuerdos de ella son como esas pinturas de suaves tonalidades color pastel, bordes difusos y esfumados, colores cálidos que provocan bienestar y somnolencia, e incluso abren el apetito. Al contrario, Betiana siempre se relaciona con el violeta y naranja, el rojo y el amarillo, el negro, la absorción de la luz... Años después tomé clases de dibujo y pintura con un profesor... podía quedarme horas pintando, mientras imágenes difusas se superponían en mi mente, como el prefacio de una suave locura. Jamás usé colores estridentes. La amplia gama del ocre era mi preferida... una burbuja de bienestar donde ser feliz y encontrar la calma para mi espíritu inquieto y inconformista. En mis cuadros siempre pinté a Anabel. Cuando recuerdo aquellos años locos, siempre veo su rostro afable y austero, la gravedad de su voz, su mirada entre tierna y severa: Anabel Araujo, donde quiera que sea que te llevó la vida, dedico estas lineas a tu memoria.
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Elvia Gonzalez
maria del rosario
La dolescencia es una etapa muy relevante en la vida de cada uno de nosotros.
Gustavo Adolfo Vaca Narvaja
Felicitaciones Marìa del Rosario
maria del rosario
Hija menor, tuve una personalidad que afirmar...no es fácil ser hermana menor, hija menor.
Un abrazo.