Diez meses ( 37, 38 )
Publicado en Mar 21, 2014
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37
La encargada ya le había advertido que Pilar llegaría tarde, pero cuando dieron las doce de la noche, Alicia dio por supuesto que no regresaría hasta el día siguiente. Por eso se sobresaltó tanto cuando a la una y media de la madrugada sonó el timbre de la puerta principal.
Tal vez fuera lo inusual de la hora o que su capacidad de comprensión se estaba agotando por lo que Alicia se dirigió a Pilar, ignorando las torpes explicaciones con las que su hijo intentaba justificar aquel retraso.
– ¿Cómo lo ha pasado?
–Muy bien, pero estoy un poco cansada.
–Enseguida estará en la cama – dijo Alicia haciéndose cargo de la silla de ruedas.
El hijo de Pilar se despidió con un beso y un « hasta el sábado». Alicia le vio subir a un coche oscuro aparcado en plena acera.
Mientras esperaban al ascensor, Alicia se fijó en los pies hinchados de Pilar. Con cuidado le quitó los zapatos y los dejó en su regazo, sobre el vestido nuevo en el que iba embutida.
–Tengo el cuerpo revuelto.
– ¿Ha comido mucho? – preguntó Alicia empujando la silla de ruedas por el pasillo tenuemente iluminado.
–Estaba todo tan bueno… – se justificó Pilar.
–Le prepararé una manzanilla – dijo Alicia sonriendo.
Nada más entrar en la habitación, Pilar empezó a revelar los pormenores de la boda de su nieto. Estaba feliz y Alicia nunca la había visto así. Aquella noche se demoró en su trabajo todo lo que supo.
Con Pilar acostada, la noche recuperó la calma. Cuando ya no sabía cómo ahuyentar el sueño, salió a la terraza. La calle que en unas horas estaría saturada de tráfico, permanecía en completo silencio. Susana solía decir que de noche era cuando mejor se trabajaba, sin tener que calcular el tiempo que podían dedicar a cada anciano. Con ser cierto, ella estaba deseosa de concluir la sustitución que la había obligado a realizar el turno de noche.
Por mucho que durmiera durante el día no conseguía estar plenamente despejada. Se sentía apagada, sin energía. Una sensación muy parecida a la que transmitía Susana. No la convenía aquel horario, su cuerpo se lo decía a gritos, y de un modo más suave, con sólo detenerse a escuchar, otras muchas cosas.
La voz no había desaparecido. Estaba presente en el alivio que sentía cuando abandonaba el trabajo, en la paz que experimentaba en la galería, en la frustración con la que finalizaban los encuentros con María. La voz siempre había estado ahí, guiándola en cada paso que daba.
 38
–Si estuviéramos en una sala de exposiciones tendríamos en cuenta la altura y la distancia entre las fotografías, por no hablar de la luz – dijo Paula elevando las cejas. – Pero aquí nos limitaremos a que estén derechas y a colocar todas las que podamos.
–De acuerdo – dijo Alicia riendo.
No sólo las aulas, también las paredes estaban muy solicitadas en el centro cultural. La segunda planta exhibía las acuarelas de un joven artista del barrio, en la primera una serie de carteles de cine clásico amenizaba los pasillos y en la planta baja pronto se podrían ver las fotografías de Paula.
El vestíbulo era el espacio más modesto que ofrecía el antiguo hospital a quienes querían dar a conocer su talento. Las fotografías tenían que sortear dos puertas, un extintor y el tablón de anuncios, sin contar con una deficiente visibilidad debido a la escalera. Con todo, no dejaba de ser una oportunidad de comprobar la aceptación de la gente en su doble condición de público y protagonista de la exposición.
Un indigente ignorado, una pareja entrelazada en el césped, una chica leyendo en un café, un niño asombrado, una mujer dejándose ver. Situaciones cotidianas convertidas en acontecimientos; así eran las escenas capturadas por la cámara de Paula cuando era ella la que decidía dónde estaba la noticia.
–Casi he sentido que esta semana sea una novela la lectura del taller. Fue muy divertido preparar la obra de teatro – dijo Paula.
–Claro, te quedaste con los personajes que menos hablaban – dijo Alicia nivelando una fotografía.
Paula soltó una carcajada. Alicia se apartó unos pasos de la pared para apreciar mejor las fotografías.
–Tienen mucha fuerza.
–Hay que cambiar algunas de sitio – dijo Paula.
– ¿Por qué?
– ¿No lo ves?
Alicia no veía lo que a Paula parecía tan evidente.
–Has agrupado las fotografías amables y quiero que se sucedan las emociones, amor y pesar, indiferencia y afecto ¿comprendes?
Alicia asintió, mientras presenciaba como Paula alteraba la secuencia de imágenes poco efectista que, sin pretenderlo, había dispuesto. Había acumulado instantes felices, y la felicidad, tal y como se mostraba en las fotografías, era humilde y discreta.
Una joven inmóvil observando el curso de un río, la misma mujer entablando, como una adolescente, un juego de miradas con un extraño, eran escenas que de haberse producido en la ciudad, ahora podrían formar parte de la armonía que, de manera inconsciente, había creado.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
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Descripción

Diez meses

Palabras Clave: Diez meses

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Ficcin



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