LIBRE DE PECADOS
Publicado en Sep 07, 2009
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Yo quiero una aventura cotidiana. Un sueño clandestino. Un beso con después. Una caricia presuntuosa y fraudulenta. Una mirada cómplice que me invite al placer. Yo quiero un hombre sencillo. No un juguete de vidriera vestido de negro. Un descarado de todos los días. Un malhablado que viaje en subterráneo. Un atrevido que no dialogue en francés. Yo quiero un embriagado trastornado que se desnude de tarde en el balcón. Un expoliador de fantasías que me expurgue -si puede- el alma. Yo quiero un canalla que me engañe, que cuando se despida de mí mire a otra mujer. Un exaltado que me quite la razón. Un pendenciero que discuta con mi jefe. Un brabucón que orine en el palier. Porque a esta vida sin asueto al calendario, sin salario prefijado, sin gorro de cotillón, le hace falta una patraña, un motivo, una osadía, un velorio, una lluvia interior. Todo está tan prolijo, tan documentado, tan atendido, que una mueca, una burla, un coscorrón, no le vendría mal a este esqueleto antes de quejarse a los emisarios que aconsejan con las cartas del tarot. No me importa si ese tío es de Virgo o de Tauro. Si tiene credencial de ladrón. Si se cepilla los dientes en ayunas. Si come ostras al limón. Si se baña tres veces por día. Si cuando hace el amor piensa en otro amor. Si su madre lo vistió de marinero o su tía a ser cura lo llamó. Levanto la bandera blanca y pido tregua. Me cansa tanto secreto entre paredes. Me agota la buena educación, por eso digo basta y tiro los tacones por la ventana, me desvisto en el ascensor una mañana y a la mierda con tanta austeridad.
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