Las locas están en casa (Relato y Guión literario para Cine)
Publicado en Aug 20, 2014
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Los dos caminaban, deteniéndose de vez en cuando como ahora que estaban sentados en el suelo y cruzadas sus piernas a manera de jefes sioux en sesión parlamentaria, para conocer qué era todo aquello que se decía de "La Casa de Las Locas". Ni Truper ni Dovarco sabían nada más, de aquel asunto, que lo escuchado al viejo Jacobo en el bar "La Reconquista" de Feliciano.
 
- Espera un momento, Truper... ¿y si todo esto solamente es una mentira?
- Puede ser una mentira o puede ser una verdad, Dovarco, pero tenemos la promesa de que nos van a pagar un buen puñado de dólares si conseguimos una buena historia.
- ¿Una historia creíble?
- ¿Que más da si es una historia creíble o es una historia increíble? Lo único que nos ha pedido Víctor Lacasa es que sea una historia.
- Lo que no sé es cómo nadie ha podido confirmarla o negarla.
- En estos pueblos las gentes son muy poco comunicativas.
 
Los dos se levantaron del suelo y volvieron a caminar, ahora silenciosos, hasta que, diez kilómetros más adelante, vieron la señal que el viejo Jacobo les había contado.
 
- ¡Mira, Truper, el letrero indicativo de "La Ley Sin Retorno"!
- ¡Ya lo veo, Dovarco! ¡Y además está a la entrada del bosque!
- ¿Seguimos o no seguimos, Truper? ¡Nadie de los que han entrado ahí han podido regresar para contarlo! 
- Por eso mismo si lo conseguimos hacer nosotros podemos pedir que nos dupliquen el premio que nos han ofrecido.
 

Demasiado unidos por la verdadera amistad, ninguno de los dos retrocedió y se internaron en lo denso de la espesura...
 

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- ¿Cómo es posible que no les hayas detenido, Feliciano?
- Escucha bien, Amanda. No han querido aceptar ningún consejo. 
- ¿Les contaste la verdad?
- Les conté la verdad que todos conocemos. Les dije que nadie pudo jamás contar si es cierto o no es cierto lo de la existencia de "La Casa de Las Locas" así que les aconsejé que, por su bien, no intentaran ellos lograr lo que nadie ha conseguido. Pero Truper ama mucho las aventuras peligrosas y Docarvo desea mucho al dinero. Si los dos están locos no es culpa mía ni tampoco lo es del viejo Jacobo.
- ¿Fue el viejo Jacobo el que les contó la historia?
- Repito que tampoco le culpes de nada al viejo Jacobo. Todos sabemos que sufre de demencia senil.
- ¿Y cómo es posible que dos jóvenes inteligentes hagan caso a las habladurías y los chismes de un demente senil? ¿Puedes explicarme eso?
- Porque Víctor Lacasa es muy convincente y poderoso.
- ¿Ese extranjero editor de historias imposibles?
- Ese. Pero lo mejor que puedes hacer es no inmiscuirte para nada en este asunto, Amanda. Son cosas de hombres y, además, en este caso de hombres enloquecidos por las apuestas.
- ¿Ha sido por una apuesta? ¡No creo eso de que Truper y Dovarco busquen aventuras por apuestas! Son demasiado profesionales para eso.
- Y demasiado temerarios también...

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- ¿Has oído ese chillido,Truper?
- Será una grulla, Dovarco.
- Quizás sea una grulla pero...   lo que sucede es que las grullas no gritan así...
- ¿Quieres decir que ha sido un alarido?
- Humano o inhumano... ha sido un alarido...
- ¡No des ni un paso más adelante, Dovarco!
 
Dovarco quedó inmóvil pero no en silencio...
 
- ¿Qué planeas hacer ahora? ¿Matarme para cobrar todo el premio tú solo?
- ¡No seas ni tonto ni idiota, Dovarco! ¡No des ni un solo paso más hacia adelante! 
- ¿Qué es lo que está pasando, Truper?
- ¡Estás a punto de pisar una trampa!
- ¿Una trampa?
- Sí. Una trampa mortal.
 
Cuando Dovarco centró  toda su mirada en el suelo, descubrió la verdad.
 
-¡Zambombas! ¡Si por aquí viven esas locas no parecen tener mucho sentido del humor!
 
Truper cogió una piedra del suelo y la lanzó hacia el lugar donde estuvo a punto de pisar Dovarco y un gigantesco cepo capaz de atrapar a un elefante y partirlo por la mitad saltó por los aires cerrando sus garfios de hierros puntiagudos; lo cual hizo que a Dovarco se le helara la sangre.
 
- ¡Te debo una, Truper!
- ¡Me debes dos, Dovarco!
- ¿Cómo es eso de que te debo dos?
- Recuerda que el mes pasado te salvé de una paliza.
- ¡Jajaja! ¿Te refieres al enfado de Donald?
- Sí. No le gusta nada que piropeen a Amanda delante de él.
- ¿Pero si Amanda es una preciosa y super atractiva jovencita todavía soltera y sin compromiso con nadie?
- Pero Donald cree que es suya.
- Está bien. Te debo dos...
 

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- Si Divarco está frustrado, porque no le hago ni caso, eso no le da derecho a pervertir a Truper. 
- Amanda, Truper no es tonto. 
- Pues muchas veces lo parece, Feliciano.
- Mi abuelo, antes de morir, me dijo lo siguiente: "Cuando un hombre enloquece sólo puede ser por dos motivos: o está  totalmente enamorado de una mujer o el amor por una mujer le ha hecho tonto".
- No estoy para bromas, Feliciano.
- ¿Y qué quieres que hagamos? A estas horas ya deben estar metidos de lleno en el avispero. Así que o nos lo tomamos a risa o nos tomamos un par de copas. Invita la casa. 
- Que sean de anís, Feliciano.
 
Feliciano sacó la botella y dos vasos que llenó de anís hasta los bordes.
 
- ¿Cuáles son tus verdaderas intenciones, Amanda?
- Quitarme del pensamiento a uno de esos dos descerebrados...
- ¿Y crees que con el anís lo vas a conseguir?
- Lo intento. 
- Pues yo, en tu lugar, me conformaría con los millones de Donald. Eres muy hermosa y sexy pero Truper no está enamorado de ti y tú no estás enamorada de Divarco.
- ¿Eso es lo que piensas tú?
- Eso es lo que pensamos todos los de Niaquitín...
- ¿Y si resulta que todos estáis equivocados?
- Entonces es que la Tierra no es redonda.
- Esto huele mal, Feliciano...
 
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- ¡Qué mal huele, Truper! 
- Huele que apesta, Divarco.
- ¿Algo así como un cuerpo putrefacto tal vez?
- Eso es, Divarco. Por aquí debe haber algo podrido del todo.
- ¡Mira, Truper! ¡Mira cuantas moscas revolotean en aquellos arbustos!
- Me parece que allí hay algo que no es precisamente un pastel, Divarco.
- ¿Vamos a descubrirlo?
- Por supuesto que sí. Como decía mi abuelo, si algo huele a podrido en Dinamarca es hay algo que huele muy mal, y no se refería a nada relacionado con el water.
- No sé... Truper... quizás deberíamos pensarlo mejor...
- Ya no hay tiempo para pensarlo, Divarco. Hay que saber qué es lo que está podrido.
- Pasemos de largo...
- No. Tenemos que aguantar como sea el olor pero vamos para allá...
 
Rápidamente se acercaron los dos a los arbustos.
 
- ¡Zambombas, Truper! ¡Es el cuerpo podrido de una mujer muerta! ¿Qué hacemos ahora?
- Déjame pensar, Divarco...
 
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- Déjame pensar, Feliciano...
- Piensa lo que quiera... pero es mejor que pienses en la realidad, Amanda...
- ¿Y si Truper fuese mucho más realista de lo que parece? Todos los hombres soñadores que se atreven con las aventuras más peligrosas tienen, siempre, un as escondido entre una de sus dos mangas.
- ¡Jajaja! ¿Pero de verdad crees que Truper piensa con lógica?
- ¡A mí me da la sensación de que más que tú y yo juntos!
- ¿Y Divarco? ¿Qué opinas de Divarco?
- Ese sólo piensa en una cosa nada más.
- En ti, Amanda. 
- O en mi dinero, Feliciano.
- ¿Es que no puede un hombre normal estar enamorado de dos cosas a la vez?
- ¿A cuál de los dos te estás refiriendo?
- Lo mejor es olvidarles, Amanda. ¡Ya no los volveremos a ver más veces por aquí!
- ¿Quién anda diciendo por aquí que todos los que entran en ese bosque no regresan jamás?
- Lo proclama continuamente el viejo Jacobo.
-¿Y tú crees que un demente senil puede tener tanta obsesión con la muerte?
- Según los psiquiatras eso no es cierto...
- Pues entonces aquí hay gato encerrado...
 
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- Aquí hay gato encerrado, Dovarco,
- ¿Por dónde empezamos, Truper?
- ¿Sabes de alguna mujer que haya desaparecido en los últimos tiempos?
- Hace quince días desapareció una extranjera, pero nada se ha vuelto a saber de ella.
- ¿Algo más, Dovarco?
- Hace ya dos días que la hija del panadero Díaz no aparece por Niaquitín.
- Pero todos sabemos sus graves problemas que tiene para comunicarse con su padre.
- Lo cual la descarta...
- Espera, Dovarco. No tan deprisa. 
- ¿Quieres decir que pueden tener alguna relación directa ambas desapariciones?
 
Otra vez el alarido humano o inhumano hizo temblar de miedo a Dovarco.
 
- ¡Mejor lo dejamos, Truper! ¡Estoy aprendiendo a saber que el dinero no lo es todo en la vida! 
- ¿Y qué es todo en la vida, Dovarco?
- Poder vivir para contarlo.
- Pues si no tenemos la historia completa... ¿quién va a poder contarla?...
- ¡Es verdad! ¡Qué idiota soy!
 
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- ¡Ya está, Feliciano! ¡Qué idiota soy!
- ¿Por qué eres idiota, Amanda?
- ¿Cómo no me había dado cuenta antes?
- ¿Algún misterio?
- No, Feliciano. Una evidencia.
- ¿Desde cuándo hablas como una investigadora?
- Desde que conozco a Truper. Pero no es eso. 
- ¿Entonces?
- Acabo de darme cuenta de que si Donald es multimillonario y yo soy multimillonaria no es por el dinero por lo que se ha encaprichado conmigo.
- ¡Menos mal que ya te has dado cuenta!
- Ahora acabo de descubrir que con Donald tengo todo un seguro de vida.
- Y la vida no hay que perderla antes de tiempo, Amanda. 
 
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- Escucha, Dovarco. La vida no hay que perderla antes de tiempo. 
- ¿Ya empezamos con los jueguecitos de palabras? ¡La vida se pierde cuando se busca la muerte! ¡Vamonos ya de aquí, Truper!
- Te equivocas en algo, Dovarco. Esta extranjera no buscaba la muerte sino algo mucho más interesante.
- ¿Qué puede ser más interesante que la muerte, Truper?
- Que una mujer te diga que no...  no tiene por qué hacerte tanto daño, Dovarco, y en cuanto a lo que es más interesante que la muerte deja que lo consiga descubrir...
- Si es que no morimos en el intento y eso es lo que nos va a suceder. 
- Pues yo confío y tengo fe en que podré contárselo a mis bisnietos.
 
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- Confío y tengo fe en contárselo a mis bisnietos. Con Donald lo puedo conseguir.
- Sí. Es un seguro de vida sin fecha de caducidad. 
- Pero...
 
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- Pero...
- ¿Pero qué sucede ahora, Dovarco?
- Que estamos totalmente indefensos.
- ¿Y de quién tenemos que defendernos?
- ¡De la muerte, Truper, de la muerte!
- La muerte abre sus puertas solamente si se la llama.
- Pues si encontramos su casa yo no llamo...
- ¿Tú crees que "La Casa de Las Locas" existe de verdad?
 
Un tercer alarido resonó en el bosque.
 
- ¡Ya lo estás oyendo, Truper!
 
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- ¡Ya lo estás oyendo, Feliciano!
- Cuando el dinero llama al dinero se oye mucho el sonido de la fortuna.
- ¿Quién dice eso?
- El viejo Jacobo.
- Ese viejo será un demente senil pero no es nada tonto. 
- No es necesario ser tonto para enloquecer, Amanda...
 
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- No es necesario ser tonto para enloquecer, Dovarco. 
- ¿Qué me quieres decir con eso?
- Que no tenemos por qué llamar a la puerta de nadie si podemos ver lo que pasa a través de una ventana abierta. 
- ¿Eso es uno de esos pensamientos filosóficos que dicen los chinos?
- Tal vez sí o tal vez no, pero es sabio. Reconozco que le echo mucho valor a mis aventuras peligrosas. 
- Entonces... ¿nos volvemos para atrás?
- Todo lo contrario, Dovarco. Vamos hacia adelante. Esto nos duplicará el premio que vamos a poder recibir si lo conseguimos,
- ¡Eso me convence!
- Escucha, Dovarco, si no son gritos de grulla... ¿de quién crees tú que pueden ser?...
- ¡De alguna de las locas de la casa!
- Eso me parece más correcto.
 
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- Eso me parece más correcto.                      
- ¿Qué te parece más correcto, Feliciano?
- Que por fin hayas pensado en Donald en lugar de ese desastre de Truper.
- Es que hay que ver el lado positivo de la vida...
- Y el lado positivo de la vida es el que más beneficios nos da. Así que brindemos por tu sabia elección.
- ¡Un momento, Feliciano! ¡Truper todavía no ha muerto! 
- Pues dudo que lo vuelvas a ver vivo. 
- Recuerdo que cuando le conocí por primera vez me dijo que la esperanza no es lo último que se pierde sino lo primero que se conquista.
- Porque sueña demasiado...
- ¿Puedes explicarme algo más, Feliciano?
 
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- ¿Puedes explicarme algo más, Truper?
- Que yo sepa para explicar algo debe ocurrir algo.
- ¿Y te parece poco  lo que ha sucedido ya?
- Si existe "La Casa de Las Locas" me parece muy poco.
- ¿De qué manicomio te has escapado?
- No. La pregunta exacta debe ser ¿con qué manicomio nos podemos encontrar?
- ¿Estás pensando lo mismo que yo?
- ¡Exacto, Dovarco! Estoy pensando que tenemos que seguir...
 
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- Estoy pensando que tenemos que seguir...
- ¿Cómo dices, Feliciano?
- Que tenemos que seguir bebiendo para ver si podemos olvidar.
- Pues lo siento pero yo ya no bebo más porque no quiero olvidarle.
- ¿A quién de los dos?
- Dovarco me es indiferente.
- ¿Te refieres a Donald o te refieres a Truper?
- La vida no la he inventado yo, Feliciano.
- ¡Atiza! ¡Vaya descubrimiento!
 
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- ¡Atiza! ¡Vaya descubrimiento!

Una calavera completa colgaba de una de las ramas de un árbol y parecía reírse a carcajadas de los dos aventureros.
 
- ¡Regresemos ya, Truper! ¡Hasta las calaveras se ríen de nosotros!
- ¡Demasiada locura para ser verdad, Dovarco!
- Eso es verdad hasta que sean nuestras cabezas las que cuelguen de las ramas de estos árboles.
- No me gustan los chistes siniestros pero si quieres apunta éste: "si ves una calavera ajena comprueba si la tuya suena". ¿Has comprendido el mensaje o te lo decodifico yo?
 
Un violento crujido de arbustos rotos y seguido de un bufido horrendo, como de bestia salvaje, sonaron en esos instantes.
 
- ¡Truper! ¿Has sido tú para gastarme una broma ahora que estamos con los chistes?
- ¿Tú crees que yo puedo estar en dos sitios al mismo tiempo? ¡Todo eso proviene de un lugar cerca de nosotros! 
- Entonces... ¡Dios mío, estamos rodeados!...
- ¿Crees que son las locas dando vueltas para atacarnos por sorpresa?
- ¡Presiento que sí, Truper! 
- Guarda silencio, por favor...

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- Guarda silencio, por favor...
- ¿Te estás concentrando en algo, Amanda?
- Estoy intentando pensar en qué hay más allá del pensamiento de ese calavera...
- ¿Te estás refiriendo a Truper y su fama como conquistador de chicas explosivamente guapas?
- No. Eso no me importa para nada sea verdad o sea  mentira. Sólo forma parte del mito de Truper pero no de Truper. Me estoy refiriendo al pensamiento del viejo Jacobo.
- Eso es fácil de adivinar. ¡Jacobo! ¡Ven aquí inmediatamente!

El viejo Jacobo se levantó lentamente y se dirigió a la barra de "La Reconquista" de Feliciano.
 
- ¿Cuál es tu nombre completo, Jacobo?
- Me llamo Jacobo Tobías Orosco y de joven me llamaban "Pinino".
- Está bien Jacobo. Tienes perfecta la memoria.
- Señorita... todos me llaman Jacobo... pero como usted es tan guapa... prefiero que me llame Tobías....
- ¿Por qué prefieres que te llame Tobías?
- Porque así me llamaba mi primo hermano Miguel cuando éramos niños y jugábamos al fútbol antes de que se muriera...
- Está bien, Miguel...
- ¡Eso,eso, prefiero ser Miguel para estar más guapo ante una novia tan bonita!
- ¿Yo soy novia tuya, Miguel?
- ¡No! ¡No! ¡No! ¡Usted es la bellísima princesa del amo Donald! ¡No puede ser novia de Miguel y Miguel ya no soy yo!
- Cálmate, Jacobo.
- ¡Tobías! ¡Prefiero ser Tobías! 
- Está bien...pero serénate un poco...
- ¿Se va a chivar al amo Donald de que la he piropeado?
- No tengas miedo. No se lo voy a decir a Donald ni a nadie más. Y Feliciano es nuestro amigo y tampoco se lo dirá ni a Donald ni a ninguna otra persona.
- ¡A Donald, no, por favor! ¡No quiero que se enfade conmigo! 
- ¡Te doy un dólar si nos dices, a esta señorita y a mí, que hay más allá del pensamiento de tu calavera!
- ¡Locas! ¡Todas están locas! 
- Calma, Jacobo. 
- ¡Miguel! ¡Prefiero ser Miguel para regalarla flores a usted pero que no se entere Donald, por favor!
- Es por las malas y amargas decepciones que sufrió durante su juventud. Tienes que comprender, Amanda, que no lo dice por hacer daño a nadie sino para superar ese daño que se quedó escondido, para siempre, en algún oscuro y recóndito rincón de su cerebro. O tal vez de su corazón. No bebe para olvidar sino que bebe para poder ser alguien. Aunque sea "El Borracho de Niaquitín" como le conocemos todos. Eso le da un lugar en su mundo. ¿Lo comprendes, Amanda?
- ¿Y por qué piensa tanto en las locas?
- Es para compensar el daño que le hicieron a él. En cierto modo sólo es un producto de esta clase de sociedad. Hay muchos como Jacobo Tobías prefiriendo ser Miguel, "El Borracho de Niaquitín", o Migue, "El Demente de La Reconquista" como le llaman otros para burlarse cruelmente de su desgracia.
- Lo comprendo y le comprendo, Feliciano. Es triste por lo dramático que resulta ser su mundo y por lo trágico que es su realidad.
- ¡Jacobo! ¡Yo te doy otro dólar si me dices algo que sea diferente a todo, absolutamente diferente a todo lo que dicen los demás!
- ¡Jajajajajaja!
- Vale. Esto sí que es diferente. 
 
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-¡Jajajajajaja! Vale. Esto sí que es diferente.
- ¿Qué te sucede, Dovarco?
- Que es mucho mejor reírnos nosotros de la calavera que no permitir que la calavera  se ría de nosotros, Truper. 
- Vamos por partes, compañero. Si esa calavera está colocada ahí es que alguien la ha colocado en ese sitio. ¿O no es cierto?
- Totalmente cierto, Truper.                           
- Lo que hace falta ahora es poder saber el motivo.
- ¿El motivo de su risa?
- Digamos que sí. 
- ¿Se lo preguntamos a ella o esperamos que algunas de las locas  nos descubran y nos lo expliquen mientras nos despellejan vivos?
- Eso es lo que me estoy preguntando desde hace tiempo. ¿Por qué no nos han despellejado vivos todavía, Dovarco?
- Será que no somos los suficientemente guapos para ellas...
- ¡Exacto! ¡Eso es! 
- ¿Que no somos lo suficientemente guapos para ellas?
- No es eso pero sí algo parecido. ¡No nos han despellejado vivos todavía porque no les interesan los jóvenes masculinos!
-¡Zambombas! ¡Ahora resulta que sí son locas de verdad!
- No tiene por qué ser cierto lo que piensas. 
- ¡Vaya tomate que hay aquí armado entre las locas y nosotros que ya parecemos dos locos! 
- Lo que nos importa ahora saber es quién hizo crujir los arbustos y soltar esos bufidos como de jabalí en ataque de celos pero que no nos devoró.  
- No tiene sentido, Truper.
- ¡Mira esto, Dovarco!
- ¿Qué es? ¿Otra calavera riéndose de nosotros?
- Lo acabo de sacar de un hueco de este árbol. ¿Qué crees que es?
- Es un artilugio de galena, Truper. 
- ¿Y qué hace un artilugio de galena escondido en un hueco de este árbol?
- Parece una especie de transmisor de ondas. 
- Está bien, Dovarco, después investigaremos sobre eso. De momento me lo guardo en el bolsillo. Pasemos ahora a otro asunto. ¿Cuántas locas crees tú que hay en este lugar?
- Según cuentan en "La Reconquista" hay tantas como para poder enfrentarse a toda una legión del imperio romano.
- Muy bien, Dovarco, pero resulta que las legiones del imperio romano hace ya muchos siglos que dejaron de existir. Así que ese cuento no nos sirve porque está pasado de moda. O no son tantas como se dice en el bar o son menos de las que se cree la gente en el pueblo. ¿Qué crees que nos puede ocurrir si seguimos adelante?
- ¿Desaparecer de la estadística demográfica de este Planeta?
- Eso es lo que dicen todos, Dovarco, pero...¿qué dices tú?... sólo me interesa lo que dices tú.
- Lo importante no es lo que digan todos de nosotros sino lo que digamos nosotros de todos.                                                                                                                                                                                                                                                            
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- Lo importante no es lo que digan todos de nosotros sino lo que digamos nosotros de todos.
- Pues no me parece a mí que sea un demente senil hablando de la manera que habla y diciendo todo lo que dice, Feliciano.
- Puede ser que esté en un momento de lucidez mental. Cuando entra en trance dice que escucha frases en su interior y que las repite tal como las escucha.    
- ¡Vamos a ver, Jacobo! ¿Has visto tú a alguna de esas locas?
 
El viejo Jacobo se quedó absorto con la mirada perdida hacia el infinito.
 
- Se ha ido, Amanda, se ha ido...
 
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- Se ha ido, Truper, se ha ido...
- En efecto, Dovarco, sea lo que sea o sea quien sea se ha ido...
- Pero nos lleva una gran ventaja. Nos conoce.
- ¿Cuál de todas ellas nos conoce, Dovarco?
- Una vez que una loca te conoce te conocen todas las locas. 
- ¡Jajaja! Muy buena deducción, compañero.
- Todos los perdedores somos así.
 
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- Todos los perdedores somos así.
- ¡Pues sí que está super traumatizado este tal Jacobo! 
- Ya te dije que sufrió muchos desengaños en su juventud.
- ¿Tantos como para hundirse de esta manera?
- Es que, según me confesó un día, no tuvo nunca la oportunidad de confesarse con un padre espiritual.
- ¿No había jesuitas aquí cuando él era joven?
- Sí. Pero ninguno de ellos quiso escucharle.
- Pero eso es muy cruel...
- Es que preferían perder el tiempo en los tés con las damas de la Asociación Caritativa de Los Dolores y tomar las copas de coñac con las fuerzas vivas del pueblo mientras jugaban partidas de naipes.
- Pobre hombre...
- Pues llegó a tener una muy buena fortuna... 
- ¿Y cómo ha podido terminar de esta manera?
- Las locas, Amanda, las locas...

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- Las locas, Truper, las locas...
- ¿Qué sucede con las locas, Dovarco?
- Si salimos vivos del acoso de ellas seguro que terminamos nuestros días como Jacobo.
- Ahora que citas a Jacobo. ¿Tú crees que su historia podría ser interesante para Víctor Lacasa?
- No, Truper. Las historias de dementes seniles ya han pasado de moda, son muy conocidas y no les interesan a ningún editor.
-Te equivocas, Dovarco. Si la conseguimos incluir en el lugar oportuno de nuestra historia y en el momento adecuado nos dará muchos puntos de credibilidad a los ojos de Víctor Lacasa. Ninguna historia pasa de moda si está bien contada. Conozco algunos casos de escritores que han triunfado a escala mundial gracias a historias de enfermos mentales. Nosotros no lo vamos a hacer por morbo sino porque me parece muy interesante todo lo que cuenta.
- Eso quiere decir que vamos a seguir adelante...
- Sí. Pero haciendo creer a las locas que ya nos hemos retirado. Ahora tenemos que caminar escondidos para que no nos descubran.
- ¡Qué mala suerte tengo! ¡Quien me mandaría a mí haberte conocido, Truper!
 
Se produjo un intenso silencio en medio de lo profundo del bosque cuando ya se oscurecía llegando la noche. 

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Se produjo un intenso silencio en el bar "La Reconquista" cuando ya se oscurecía llegando la noche.
 
- Cuando entra en silencio profundo puede pasar meses enteros sin decir ni media palabra.
- Entonces sigamos con lo de Donald. ¿Crees que hago bien casándome con él?
- Yo no sé si haces bien o haces mal pero haces lo más sensato.
- Si es que la sensatez existe...
- Desde luego en tu admirado Truper no; así que no pienses más en él.
- ¿Cuánto sabes de mujeres y de nuestras formas de sentir, Feliciano?
 
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- ¿Cuánto sabes de mujeres y de sus formas de sentir, Dovarco?
- Lo que un ferroviario dirigiendo un barco de vela.
- O sea, que estás a la deriva...
- Pues sí. Estoy a la deriva en el asunto de Amanda.
- ¿Y cómo lo puedes afirmar tan rotundamente?
- Si no fuese por Donald...
- Si no  fuese por Donald sería otro millonario, Dovarco, así que pensemos en las locas.  
- ¡Eso es lo que más miedo me da!
- ¿Y qué crees que siento yo?
- ¡Tú no conoces el miedo! ¡Estás acostumbrado a las aventuras peligrosas!
- Pues tengo tanto miedo como tú.
- Sabes mentir muy bien,Truper... pero no estoy pidiendo compasión.
- Falsa humildad. No seas hipócrita dándotelas de lastimero conmigo. Por si no no sabías yo he llorado varias veces como un perdedor pero supe levantarme a tiempo. ¡No os comprendo a los que no lloráis pero sois incapaces de manteneros en pie! Orgullosos por fuera pero destruidos por dentro: Eso no ha pasado conmigo jamás ni pasará nunca. ¿Sabes por qué?Porque no soy un héroe sino un luchador. Solamente un luchador.
 
Otro alarido volvió a estremecer a los dos amigos.
 
- ¡No sigamos, Truper!
- Es totalmente obligatorio llegar hasta el final ahora que han pensado que nos hemos retirado definitivamente de la búsqueda de esa Casa si es que existe. No lo hago por el dinero... Dovarco... no lo hago por el dinero...
- Pues entonces no te comprendo del todo, Truper.
 
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- Pues entonces no te comprendo del todo, Feliciano.
- ¿Es que no tienes bastante con mis silencios?
- O sea, que nunca has sabido conquistar a una mujer. ¿Es por eso por lo que has nombrado a tu bar como "La Reconquista"? ¿Para soñar tal vez?
- Tú lo has dicho, Amanda.
 
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- Tú lo has dicho, Dovarco.
- ¿Se puede saber qué he dicho yo que nadie lo sepa ya?
- No me refiero a las mujeres y a tu fracaso con las mujeres, sino a que no podemos regresar vacíos...
- ¡Si seguimos adelante nos van a vaciar por completo! ¿No sabes que estas locas se dedican al arte de la taxidermia con sus víctimas?
- Lo sé. Algunas veces ocurre eso. Lo he leído en alguna historia de mi infancia.
- ¿"La Residencia" quizás?
- Quizás.
- Pues entonces... ¿se puede saber qué hacemos caminando por aquí con el juicio más perdido que el de Napoleón en Santa Elena?
- Recuperar el juicio perdido, Dovarco. 
- A veces me pregunto por qué somos amigos...
- Y yo a veces me pregunto por qué tengo un amigo como tú en lugar de tener un amigo como Donald.
- ¡Zambombas! ¿No es eso un flamante cuatro por cuarto a todo lujo?
- Vaya sorpresa. Evidente, amigo Dovarco, evidente.
- ¿Tienes alguna teoría?
- Tengo una. Pero puede ser tanto un acierto como una equivocación; así que sigamos en silencio para que sigan creyendo que nos hemos ido.
- Está bien, Truper, sigamos adelante y que los fantasmas nos ayuden... 
 
Una sombra siniestra se presentó ante sus ojos.
 
- ¿Por qué has nombrado a los fantasmas, Dovarco? Ahora estamos ciegos del todo.
- Demos marcha atrás, Truper. Es la mejor manera de volver a ver la luz.
- ¿Y quedarnos con el mal sabor de boca por no saber qué pasa con los fantasmas? ¿Sabes que las oscuras sombras pueden ser producidas con aparatos de alta tecnología?
- Prefiero luchar contra las locas cuerpo a cuerpo antes que hacerlo contra los fantasmas de las locas.
- Pues a mí me sucede los mismo, Dovarco.
 
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- Pues a mí me sucede lo mismo, Amanda. 
- ¿A qué te refieres, Feliciano?
- A que cuando conozco a una mujer que me interesa desaparece como si fuera un fantasma nada más.
- ¿Un fantasma tú o unas fantasmas ellas?
- Un fantasma yo y unas fantasmas ellas. O sea, intocables.
 
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- No es un fantasma, Dovarco. Es la casa que estamos buscando. Fíjate bien.
- ¿Y por qué sólo hay luz en una ventana?
 
Otra vez retumbó el alarido en medio de la oscuridad.
 
- Si no vamos a por ella... ella no vendrá a por nosotros...
- ¿No existe otra solución en la que tengamos una sola posibilidad de salir vivos?
- No tenemos ya escapatoria posible. Hemos llegado muy lejos como para poder volver sin enfrentarnos a lo desconocido.
- ¿No tienes miedo de ser destripado?
- Ya no, Dovarco, yo ya no tengo miedo a ningún fantasma.
- ¿Cómo se reza a Dios, Truper?
- Como si estuvieses hablando conmigo. Cuando lo hagas reza también por mí... pero ahora mismo no podemos rezar por nadie sino actuar como Dios manda. O sabemos qué sucede con las locas o de nada sirve solamente rezar, compañero. Alguien tiene que hacerlo.
- Que Dios nos pille confesados...
 
Empujado por Truper, Dovarco decide continuar pero guardando silencio.
 
- Eso es. El silencio es un lenguaje valioso para Dios.
 
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- Este silencio me descompone, Feliciano.
- Eso es. El silencio es un lenguaje valioso para Dios.
- Pues yo necesito palabras para poder entenderlo.
- ¿Qué quieres entender?
- ¿Qué pasa con Truper?
- Quizás es que tratando con él has aprendido a sentir emociones muy fuertes.         
- ¿Y por qué él no las expresa?
- Porque tiene sentido común y usa el sentido común. Quizás es que es capaz de vivir todas sus aventuras peligrosas con el sentido común que tan pocos seres humanos saben usar.
- Menos hoy...
- La excepción confirma la regla, Amanda. 
- ¿Es posible que no sea una excepción sino una forma de ser?
- Es muy posible.
- ¿Una forma de ser eso de meterse en un lío de locas del cual no va a poder salir vivo? ¡Eso es de locos!
- ¿Y si estuviéramos todos equivocados con él? No todos podemos ser como Donald, al cual no le interesa los problemas ajenos y sólo está centrado en lo que le da beneficios económicos. No todos podemos ser multimillonarios pero podemos aprender a ser felices si somos capaces de comprender y entender a líderes como Truper.
- Para, Feliciano. No quiero ya pensar más.
 
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-  No quiero pensar más, Dovarco. O es ahora o es nunca.

Los dos amigos y compañeros de aventura cruzaron rápidamente el descampado que había entre la vegetación del bosque y el caserón que permanecía a oscuras salvo en una de sus salas donde estaba abierta la ventana y de donde provenía la luz a la que se dirigía Truper seguido por Dovarco. Lograron llegar y asomarse ligeramente a la ventana. Alguien habia puesto a sonar a todo volumen una música. Era la "Balada del Diablo y la Muerte".                                                                                                                                                                                                                                                                          
- ¡Zambombas! ¡Es la hija del panadero Díaz!
- ¡Sí, Dovarco! ¡Está bien amarrada a la silla y si alguien está lanzando alaridos es ella! ¡Pero no está loca sino angustiada! ¿Sabes la diferencia entre ambas cuestiones?
- ¡No me gustaría saberlo! 
- ¿Prefieres vivir?
- Eso quiere decir...
- Que las locas están en casa.
 
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- ¡Las locas están en casa!
- Ya está otra vez delirando Jacobo. Escucha, Feliciano... ¿existe alguna posibilidad de que salga  con vida?
- Si lo que dice Jacobo es cierto dale a tu Truper por muerto. Y no soy poeta. 
 
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- ¿Cómo podemos descubrirlas, Truper?
- Es muy fácil, Dovarco.
- ¿Quieres decir que vamos a entrar ahí?
- Eso quiero decir. Ven conmigo. Usaremos el "Método Okupa". Va a ser una sorpresa.
 
Truper, con Dovarco siguiendo sus pasos, da un rodeo y, doblando la esquina, se encuentra ante la puerta que la abre de una tan potente patada que la cerradura salta por los aires mientras se abre con un ruido tan explosivo que parece un cañonazo de bazoca.
 
- ¡Zambombas! ¡Pero si es el señor Donald!
 
A Donald, pillado totalmente por sorpresa mientras la música ha dejado de sonar, se le cae el látigo de púas al suelo.
 
- Te dije que iba a ser una sorpresa, Dovarco, pero me lo suponía desde hace ya cierto tiempo. ¿Cómo estás de la cabeza, Donald? ¡Espera un momento que te la voy a poner en orden!
 
El puñetazo que Truper le da a Donald es de tal magnitud que éste cae fulminado al suelo.
 
- Puedes contarle hasta diez y verás cómo no se levanta. 
- ¡Está totalmente noqueado!
- ¡Átalo bien de pies y manos mientras desato a la hija del panadero Díaz. Va a ser muy interesante lo que ella le cuente al juez.
- ¿Cómo sabías que era Donald?
- No lo sabía, Dovarco. Solamente me lo suponía. Suponer no significa saber excepto cuando las circunstancias te lo van demostrando. Recuerda que Ortega dijo lo de yo soy yo y mis circunstancias. Pues eso. 
- ¿Y cómo lo pudiste suponer?
- Por una razón muy sencilla de entender. Donald siempre trataba a las mujeres como cosas suyas; algo así como sus trofeos de caza. Por eso cuando el mes pasado dijo públicamente que Amanda era cosa suya me di cuenta de que estábamos hablando con un enfermo mental.
- ¿Pero cuándo estuviste seguro de que era él?
- Cuando recogí el transistor de ondas del hueco de aquel árbol. No te dije nada para que no te pusieras nervioso pero el aparato lleva lo de "Made In China" y una etiqueta  del "Mercado de la Seda" de Pekín. ¿Quién tiene suficiente tiempo libre y suficiente dinero contante y sonante en todo este pueblo para viajar a Pekín sin darle ni la más mínima importancia? Solamente Donald puesto que cualquier otro lo hubiese contado a todo el pueblo como una aventura maravillosa. Y en cuanto a este cacharro de galena es un transmisor que usaba para producir ruidos y sonidos violentos capaces de hacer que cualquier merodeador saliese zumbando del bosque. Supo que alguien estaba rondando por aquí cuando se disparó el gigantesco cepo que a punto estuvo de partirte por la mitad y puso el sistema automático de emisión de ruidos de este aparato que se pone en funcionamiento cuando alguien se sitúa cerca de él adeas de utilizar ese lanzador de ondas atmosféricas para producir sombras profundas con las que intentar esconder el caserón. Lo que nunca se imaginó este loco mamarracho es que íbamos a seguir adelante haciendo como que habíamos huido.
- ¡Muchas gracias, Truper!
- Dale las gracias a Dovarco, chavalilla, porque él sí sabe hablar con Dios.Y ahora todos al cuatro por cuatro. ¡Regresamos a la civilización! ¡Se ha hecho de noche y es la hora de soñar!
 
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- Se ha hecho de noche y es la hora de soñar... pero no han vuelto todavía esos dos simpáticos chiflados.
- Supongo que ya están muertos.
- ¿Y por qué tenemos que suponer lo peor, Feliciano?
- Porque lo más normal es que ya no los volvamos a ver, Amanda.
- ¿Lo más normal es siempre lo más lógico, Feliciano?
- ¡Ahí me has pillado en fuera de juego! ¡No sé responder acertadamente a eso!
- Ahora que hablamos de lo normal y lo lógico... ¿dónde se habrá metido Donald?
- Es muy raro. No ha venido ni durante toda la tarde ni durante la noche y eso no lo ha hecho jamás. Ni es normal ni es lógico.
- ¿Dónde estará Donald?
-  ¡Aquí está tu deseado Donald!
 
La puerta del bar se había abierto bruscamente y los cuatro personajes estaban ante ellos. Donald, con la mirada perdida hacia el suelo, seguía medio aturdido por el tremendo puñetazo de Truper.
- ¿Qué es todo esto, Truper?
- Me parece, Feliciano, que la hija del panadero Díaz tiene mucho que contar para que todos sepan lo que es todo esto. Si lo contara yo nadie me creería. 
- ¡Yo sí te creo, Truper!
- Amanda... tengo una pregunta que hacerte...
- Ya sé lo que me quieres preguntar.
- ¿Y cuál es la respuesta?
- Que sí. Que contigo sí.
 
FIN   
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Foto del autor José Orero De Julián
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Miembro desde: Jun 29, 2009
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Descripción

Relato y Guión literario para Cine.

Palabras Clave: Literatura Prosa Relatos Narrativa Ficción Suspense Misterio Terror Guión Cine.

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Terror & Misterio



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