Los amigos del patafs (Diario)
Publicado en Sep 05, 2014
¿C era un amigo verdadero? Patafús. ¿L era un amigo verdadero? Patafús. La sinceridad es aquello que demuestra siempre los que somos en cada momento de nuestras vidas. No sólo cuando la vida nos sonríe (o cuando nos sonríe la chavala que más nos gusta) sino cuando la vida nos hace llorar (y quien no halla llorado nunca es que se ha perdido lo más emocionante de la vida). El verdadero amigo te regala paraguas y abrigo. Sobre todo cuando te insultan por todas partes. Voy por partes. En el bamboleo de la archi famosa década de los prodigios (digamos a partir de 1968 después de Jesucristo) los amigos crecían más que las setas. Por todas partes aparecían amigos que se llamaban a si mismos amigos. ¿Eran amigos de verdad o sólo los amigos del patafús?
¿Qué era el patafús en aquellos tiempos dorados? Como decía mi abuela materna (sabia de la vida porque la vida la había convertido en sabia), "no todo lo que reluce es oro". Y no todo lo que en la archi famosa "década de los prodigios" era realmente prodigioso. Lo prodigioso era poder sobrevivir sin caer en el abismo del patafús. Caníbales del pensamiento (de los que te comían el coco si te descuidabas), los había a porrillo y por doquier. Verdaderos caníbales del pensamiento. Lo mejor era ver, oír y callar... pero con las armas siempre preparadas para no caer en los combates. A la hora del "cuerpo a cuerpo" yo me había especializado en artes marciales y si L era muy marcial en sus caminares y C era muy marcial en sus deseos, ninguno de los dos era Lalanda (el más grande según las famosas canciones del verano de aquella época). ¡Vaya veranos los de aquellas noches! Después, a los 23 años de edad, una vez superada la etapa del "veo veo", llegó la etapa del "que te cojo". Era el patafús en su versión más caníbal y había que ser más valiente que "El Platanito" para arrojarse al ruedo y esquivar a todos los que traían las cartulinas (entiéndase carnés) listas para ser firmadas. ¡Ni borracho firmé yo ninguno de aquellos carnés que servían para hipotecarte el pensamiento o comerte el coco al estilo más o menos de mandril! En la "década prodigiosa" lo que realmente era importante era ligar (o intentar ligar) con las chavalas más interesantes (lo de guapas y sexys se sobreentiende) sin que los amigos del patafús se enteraran de por donde "iban los tiros" según me había enseñado mi propio padre. ¿Por qué era necesario intentarlo cuerpo a cuerpo y en silencio? Porque, como decía mi abuela materna, "cuanto menos bulto delante mayor claridad" y "la carne de burro no es transparente". La sinceridad es aquello que no deja lugar a las dudas. Y si dudabas en aquellos tiempos con esto de las chavalas es que estabas más perdido que un maoísta en un callejón sin salida alguna más que la depresión por culpa de "los pelos" en la lengua. Lo de Mao sólo me producía una sensación de jolgorio juvenil; porque a mí, lo que respecta a mí y los demás que creyeran lo que les diese la gana, no me importaba Mao sino Mahou (cosa que no es lo mismo) en la Cervecería Alemana digamos por ejemplo. Entre una "mahou" y otra "mahou" alguna vez era necesario perderse por los laberintos de las calles madrileñas menos alumbradas; por allí por donde los amigos del patafús ni tan siquiera se imaginaban que caminaba yo con las manos metidas en los bolsillos de mi pantalón. Sinceridad obliga. Era obligatorio darles "esquinazos" antes de caer en las trampas de aquella rocambolesca vida que tenía más de picaresca que "El Lazarillo de Tormes" en versión de "rock and roll", que significaba "enrollate cómo puedas, Rocky". Y, haciendo el papel de Rocky, tuve la gran ocasión de salvarme combatiendo en el ring de los sentimientos. C y L o L y C (porque el orden de los factores no altera el producto) eran unos pardillos; pero no cuento lo que les sucedió por no aumentar sus desconsuelos. En cuanto a Consuelo supongo que todavía se lo está pensando... En definitiva, lo prodigioso de la "década prodigiosa" era hacer prodigios día tras día, tarde tras tarde, noche tras noche y madrugada tras madrugada, como prestidigitador de lo imposible que se convertía en realidad. La realidad no era lo que se veía mientras yo caminaba en silencio escuchando a los amigos del patafús. Y, sobre todo, que nunca te fallara la fórmula más adecuada: T x Y = TY (Tú por Yo igual a Tuyo) que yo la había aprendido en mis tiempos de estudiante de Bachillerato Superior y que, en definitiva, ni C ni L ni L ni C (porque el orden de los factores no altera el producto) ni lo habían experimentado. Y ahora me viene a la memoria lo de Morenilla S.L., que quiere decir que la Sociedad Limitada de la Morenilla era lo guay ente ella y yo... con mucho sueño por cierto ya que, luna tras luna, yo siempre soñaba sin descansar...
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