Cierta clase de pastores... (Reflexiones)
Publicado en Sep 09, 2014
Hay cierta clase de pastores que aman demasiado a sus ovejitas. No es un cuento de realismo mágico a lo Mario Vargas Llosa (citemos "La ciudad y los perros" por ejemplo) sino una realidad palpable; una realidad que acontece muchas más veces de lo que pensamos. La ocultación es siempre una evidencia que se pone al descubierto cuando las ovejitas se quejan. Y es que cuando las ovejitas se quejan es como el río que suena porque arrastra piedras. En la vida privada de ciertos pastores las tormentas terminan por dejar al descubierto lo que ya se suponía. Todos suponemos muchas cosas ciertas cuando sabemos observar con sigilo y buen punto de mira. Cuando el punto de mira enfoca bien ciertos problemas es cuando resulta que se descubre, con toda clase de pruebas fehacientes, que hay cierta clase de pastores que aman demasiado a sus ovejitas; siempre, por supuesto, que la pastora no se entere.
Como ha escrito Jaime Fernández Garrido en "Atrévete a vivir": Puedes tener la doctrina correcta, el fervor, el poder e incluso hacer milagros en nombre de Dios y, sin embargo estar muy lejos de Él. La clave no es ninguna de estas cosas. Lo que va a decidir tu vida espiritual y la vida eterna no es si lo que piensas es correcto, si estás trabajando mucho religiosamente hablando, o si has llegado a ser un "hacedor" de milagros y maravillas. Es triste, pero esto no sirve. Por mucha apariencia que hayas logrado reunir. Un día (¡El más triste día!) El Señor mismo dirá: "No te conozco". La vida humana es una continua representación, pero detrás de las bambalinas del teatro algunos y algunas interpretan otras obras paralelas ocultas a los ojos de los espectadores. Hasta que el telón de fondo se desgarra y, de repente, se les descubre en su verdadera dimensión. De amores está llena la representación humana. ¿Cuántos de esos amores son verdaderos y cuántos de esos amores se basan en las mentiras que, en estos casos, no son piadosas con las personas engañadas? Sigo con Jaime Fernández Garrido y "Atrévete a vivir": ¿Qué recordará la gente de nosotros?; no pienses tanto en si has hecho muchas cosas, o si lo que hiciste fue trascendental para la historia. Piensa en el valor de las cosas sencillas, y bien realizadas. ¿Hemos hecho algún bien a alguien? ¿Hemos sido de ayuda en un momento de dificultad? ¿Estuvimos al lado de quien se encontraba solo/a ? ¿Extendimos muestra mano al que ya no tenía fuerzas para continuar? En la tramoya del teatro se gestan las grandes hazañas. Lo importante no es deslumbrar sino alumbrar. Una representación sin luces adecuadas puede ser muy interesante, puede estar llamando la atención de los espectadores, puede estar dejando una sensación de que algo importante está sucediendo; pero si falla el alumbrado la escena se oscurece, se complica la actuación de los personajes y, cuando menos lo estamos esperando, descubrimos que hay cosas que no se ven a primera vista porque se están llevando a cabo en medio de la oscuridad. Sobre este tipo de oscuridad a la que me estoy refiriendo, traigo a colación dos pensamientos altamente ilustrativos: "Tu oscuridad gesta luces iridiscentes. Lienzos de tiempo caen como harapos. Sobre ruinas nocturnas gira un pájaro ciego, parvada de recuerdos" (de Marlene Pasini) y "La oscuridad es el miedo a los fantasmas vivos" (de José Víctor Martínez Gil). Lo que muchos olvidan, porque se creen superiores a ese Dios del que tanto hablan hacia afuera pero al que tanto ofenden hacia adentro, es que la oscuridad no puede protegerles siempre y tal como ellos están deseando. Desafiar a la luz siempre acaba por hacerles visibles sus ocultaciones; porque la luz que emana del Espíritu de Dios rasga todas las tinieblas y nos muestra tal como somos tanto cuando nos aplauden como cuando nos desconocen. Conocer a ciertos pastores va siempre mucho más allá de lo que vemos al comenzar sus representaciones. Conocer a ciertos pastores es saber qué está sucediendo tras las bambalinas del teatro que, en este caso, no es comedia sino comedia de enredos. Y todos sabemos que mientras la comedia hace reír, la comedia de enredos hace pensar. Lo que sucede con ciertos pastores es que han olvidado o han querido ocultar algo totalmente esencial y evidente: Dios no ha muerto. Lo que sucedió en el Monte del Calvario es que el telón de fondo de las representaciones humanas se desgarró de arriba hacia abajo y dejó al descubierto la verdadera personalidad de quienes protagonizaban escenas ocultas. A la hora de la verdad todos somos lo que somos. Fue San Agustín el que dijo: "Si quieres conocer a una persona, no le preguntes lo que piensa sino lo que ama". Ciertos pastores aman demasiado a sus ovejitas. Es algo que resulta paradójico pero realmente significativo cuando en la oscuridad se va forjando una leyenda y todas las leyendas tienen sus causas en algún punto de origen de nuestras historias personales. De historias personales estoy hablando. De historias que van corriendo de boca en boca hasta que se desembocan como los burros ante un precipicio y se precipitan los murmullos y la luz nos hace ver lo que ellos no quieren que se vea. ¿Qué existe después de toda esa parafernalia de misticismos encantadores? Existe la realidad de seres humanos, de carne y hueso y tan mortales como todos los demás, que retan a la existencia de Dios aun clamando y exclamando que Dios existe. Lo que dice Jaime Fernández Garrido en "Atrévete a vivir" es muy importante para saber qué es lo que estamos interpretando: La razón es muy simple: Dios es el único ser para el que lo más importante son las personas. No las cosas que hacen, ni lo que saben, ni lo que conocen, sino las personas en sí. Yo añado que entendemos lo que sucede cuando sabemos lo que sucede. Es algo que olvidan ciertos pastores cuando están totalmente creídos de que las personas somos algo así como objetos incomunicados los unos con los otros salvo por las palabras que nos predican aun sabiendo que existen palabras que callan. Esas palabras que callan son las que de verdad definen lo que hacen. Esas palabras que callan son las que nos comunican todos nuestros sentidos. Esas palabras que callan es la verdad de ellos por mucho que nos asombre a nosotros cuando las descubrimos. El día 21 de septiembre del años 2010 después de Jesucristo, escribí una reflexiones bajo el título de "En la existencia de nuestros desafíos". Me parece oportuno expresarla de nuevo ante esa clase de personas que retan a la existencia de Dios creyendo que está muerto: "Tenemos relojes que esperan hallar encuentros. ¡Qué extrañas son las cosas que nunca imaginamos que pudiesen ocurrir hasta que de repente acontecen! Todo un día entero podemos estar sintiendo el fluir de algo especial que va a ocurrir dentro de sus 24 horas... ¡y nada ocurre!... pero, sin embargo, de repente, hay un día en que no estamos esperando nada y de pronto el reloj pierde su timidez y acelera su tictac hasta tal punto que nos envolvemos en un torbellino de sucesos y descubrimientos que no dejan de asombrarnos. A veces pensamos que no estamos viviendo nada. A veces pensamos que lo estamos viviendo todo. La vida, en fin, es un coloquio continuo entre los detalles de las horas que se convierten en libélulas del pensamiento iniciando una efervescente orgía de detalles. Entonces se me ocurre un breve pensamiento: la vida de un ser humano es la danza en la estrecha e íntima pista de baile de lo cotidiano. O somos simplemente cosas o somos profundamente algo. No hay término medio. La decidida confesión de lo que somos está siempre latiendo en la existencia de nuestros desafíos". Y sucede que hay cierta clases de pastores que aman demasiado a sus ovejitas (sin que se enteren las pastoras) porque han desafiado a Dios. Pero Dios no está muerto.
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