El "guirigay" (Diario)
Publicado en Sep 16, 2014
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Ante la huida y el abandono de Emilín, los tres pequeños respiramos profundamente. ¡Había llegado la hora de vivir sin ser obligados! Y vivimos, a todo tren, una adolescencia afortunada. Recuerdo, en aquellas tardes en que Emilín se iba con su pandilla, que los tres nos dedicábamos a toda clase de travesuras dentro de la casa de Pizarra, número 3. ¡Aquello sí que era divertido de verdad! Una de las anécdotas más curiosas vividas por los tres pequeños fue la de realizar nuestro propio "Festival de la Canción". Ya no estaba con nosotros el "modorro" de Emilín y su monótono cantar que intentaba ser andaluz y resultaba ser solamente como un gazpacho de ruidos asonantes que sonaban peor que las cuerdas de su guitarra; aquella guitarra que vendió, por un puñado de monedas, para evitar que aprendiésemos a templar nuestras voces. Así que sí. Que nos sentábamos en el estrecho pasillo, junto a la puerta de la cocina, y usando aquellos maravillosos cancioneros de "a peseta" celebrábamos nuestro propio "popurrí" a lo San Remo. Mi madre escuchaba arrebolada por las buenas canciones que interpretábamos y mi padre no salía de su asombro aunque más de una siesta le echamos a perder.
 
Era jocoso, bastante jocoso, constatar el poco "oído musical" que tenía Bonifacio (que olvidaba los ritmos y mezclaba las sinfonías más que un monje cartujano cantando "Por culpa de un mal amor" en el "Moulin Rouge" de París) y ver como Máximo se esforzaba al máximo en el quehacer de acoplar sus trinos a los ritmos adecuados. Yo, en medio de la risa que me entraba, sacaba a relucir mi voz y todo era un "guirigay" que hasta los vecinos se hacían cruces ante nuestros atrevimientos musicales. Pop a tope y alguna que otra rumba, chachachá, o la gran cantidad de coplas que cayeron entre nuestras manos. 
 
Eran años felices pero ya se iniciaban los primeros asomos, en medio de aquel "guirigay", de los primeros años de los 60, los guiris gays a los que les empezaba a gustar eso de "salir de los armarios" con camisas de color frambuesa y pantalones de color amarillo limón acompañado todo ello de chanclas de las de "a dedo". Hasta Camilo Sesto se pintaba las uñas de sus pies para "lucir" ante las cámaras. 
 
¡Y pensar que ahora, a varias décadas vistas, acabo de leer en "El Mundo" que una señorita (o lo que sea que vaya Dios a saber lo que es) acaba de decir que "el adulterio es la clave del matrimonio"! Quizás lo diga porque ya está muy bien "adornada". Digo yo. Pero me quedo con mis años de cantante de coplas en lugar de decir tantas absurdas y ridículas declaraciones. Claro que dicha señorita (o lo que sea que vaya Dios a saber lo que es) si es que está muy bien "adornada" (que posiblemente sea eso) ya es asunto de no leer y seguir adelante. Porque la frasecica, para una novela de enredo, es guay pero lo que es para vivir la vida real es como para comer cerillas. Y yo, la verdad, prefiero comer un buen filete de ternera a la brasa en lugar de caracoles con cuernos. Si al pan hay que llamarlo pan y al vino hay que llamarlo vino pues bien dicho está; tanto lo que dice la señorita (o vaya Dios a saber lo que es) y lo que digo yo que no es por llevarle la contraria sino por tener buen gusto o, por lo menos, no tener el mal gusto que tiene ella. 
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Foto del autor José Orero De Julián
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Páginas de Diario personal.

Palabras Clave: Diario Memoria Recuerdos.

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Personales



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