Río Duero, río Duero (Comentario)
Publicado en Oct 12, 2014
Río Duero, río Duero (Comentario de "Diesel")
Texto.- Río Duero, río Duero, / nadie a acompañarte baja; / nadie se detiene a oír /tu eterna estrofa de agua. / Ignorante o cobarde, / la ciudad vuelve la espalda. / No quiere ver en tu espejo / su muralla desdentada. / Tú, viejo Duero, sonríes / entre tus barbas de plata, / moliendo con tus romances / las cosechas mal logradas. / Y entre los santos de piedra/ y los álamos de magia / pasas llevando en tus ondas / palabras de amor palabras. / Quien pudiera como tú, / a la vez quieto y en marcha, / cantar siempre el mismo verso / pero con distinta agua. / Río Duero, río Duero, / nadie a estar contigo baja, / ya nadie quiere atender / tu eterna estrofa olvidada, / sino los enamorados / que preguntan por sus almas / y siembran en tus espumas / palabras de amor palabras. (Gerardo Diego). Comentario.- En "Romance del Duero" (quizás el mejor poema de Gerardo Diego o, al menos, el más conocido por la mayoría de los lectores) el agua es tan fundamental que si no fuese por ella el poema no tendría sentido alguno. Y es que todo el conjunto de los versos forma un espacio homogéneo (yo mejor diría "líquido" homogéneo) donde la secuencia nos va arrastrando hacia un lugar llamado amor. Gerardo Diego comienza por presentarnos la soledad (yo mejor diría la "líquida" soledad) donde antes hubo presencia. Ya nadie baja a acompañar el agua que se convierte en espejo de una ciudad que le da la espalda a su propia realidad: una vieja ciudad por donde fue pasando el tiempo y se ha detenido en medio de un mundo indiferente, ausente, atemporal y extraño a los romances de las ondas del río donde sólo han hecho hogar palabras de amor palabras... ¿Qué son las palabras de amor para Gerardo Diego? Quizás una especie de abandono en donde cada estrofa es el eco desdentado de unas gentes que han decidido abandonarlas porque a veces en el amor sólo hay silencio. Sin embargo, más allá del silencio, el amor es palabra o es ausencia. Muchos cosechan minutos de amor como licencia para existir y, sin embargo, son solamente como "santos de piedra" (lo duro de la vida convertida en vulgar cotidianidad) y alejados, por completo, de la magia de los álamos que adornan la "sonrisa de plata" (preciosa y precisa metáfora) del río; un río vertebrado de estrofas que nos guian, momento tras momento, a ese inveterado encuentro de las parejas (hombre con mujer o mujer con hombre) en donde las palabras se musitan en voz tan baja como el leve murmullo del agua. Agua. Agua corriendo hacia su destino. ¿Qué destino tienen las palabras en un romance de amor? Sólo los enamorados de verdad lo saben porque sólo los enamorados de verdad las viven. Y entonces todos nos preguntamos lo mismo que nos surge del fondo de nuestras almas: el profundo y hondo discurrir de la aventura que consitse en recitar a la mujer de nuestros sueños masculinos palabras de amor palabras. Es entonces cuando nos detenemos (quietos y en marcha al mismo tiempo) para poder saborear el sentimiento...porque más acá de las palabras se encuentra el corazón de esa única mujer. Siempre que leo "Romance del Duero" sonrío porque recuerdo... tal vez sea porque el escenario me anega de ondas para cantar versos con la espuma del tiempo vivido y del tiempo por vivir: la curiosa paradoja que Gerardo Diego maneja con total exactitud para convertirnos en héroes de supervivencia amorosa. Y esque esta supervivencia original, en medio de la actual sociedad, es poder decir, a la única mujer amada, palabras de amor palabras; algo así como hacíamos con la almohada cuando, en época de adolescencia, soñábamos con pasear por entre los álamos con ella asida en el centro de nuestras ilusiones. La posesión de la magia de los álamos es como estar siempre presentes en esa escena donde nos encontramos vestidos de sentimientos que compartimos en el estanco de las palabras de amor palabras. Y después, al dejar de soñar con las ilusiones, nos preocupamos por la búsqueda exacta de esa eternidad llamada amor noble. El romance es lo que nos queda como punto de encuentro (cuando la ciudad ya nos ha abandonado indiferente y cobarde ante nuestras emociones) donde ya nadie nos quiere atender porque nos hemos enamorado de verdad. Es ese instante vital donde los demás compañeros de viaje (amigos y enemigos por igual) nos abandonan para quedarnos a solas junto a ella e ir grabando en la corteza del álamo elegido nuestro amor de la ribera. El río sigue discurriendo pausadamente, lentamente, mansamente... y al poder exclamar palabras de amor palabras nos convertimos en los verdaderos héroes de esas riberas donde quedó grabado el amor; allí donde fabricamos, en cualquier momento de soledad, un poema (yo mejor diría un "líquido" poema) con el que nos convertimos en caudal de las emociones (yo mejor diría en "líquidas" emociones). Y entonces, cuando preguntamos al río dónde quedaron nuestras promesas de amor, nos responden las palabras de amor palabras mientras allá, en la indolente y vieja ciudad, las cosechas mal logradas se pierden en experiencias inanes, experiencias huecas, experiencias vacías... vacuas experencias (porque sólo son falsas) de quienes no saben conjugar las palabras (yo mejor diría "líquidas" palabras) para sentirse el uno y la otra como las partes esenciales del poema que crece dentro de los dos como nos hace conocer Gerardo Diego. Hasta es posible que el poeta nos haya querido decir lo que un día sentimos en aquella adolescencia en que ansiabamos poseer un tan gran vocabulario como para decir, a la que soñábamos desde siempre, palabras de amor palabras. El agua como continente. El amor como contenido. Y esas hojas verdes que han salido del tiempo para eternizarse con el canto del agua. ¿Qué hay más emotivo para los enamorados que escuchar al agua cuando las ramas de los álamos nos transmiten, con el viento meciéndolas suavemente, algo así como: palabras / sólo soy un conjunto de palabras arduas / encendidas en tus orillas / de infinito amor? Podríamos estar horas enteras observando al río mientras nos enamoramos de esa soledad en la que podemos ser, ellas y nosotros, la más bella imagen de un romance escrito en la corteza del álamo elegido como juez presencial de ese amor inolvidable que hace sonreír al río mientras las aguas siguen el camino que les dicta ese sentido universal de ser corriente continua de nuestras emociones. Y si de emociones hablamos (palabras de amor palabras) podemos convertirnos, en esos momentos, en poetas de la urgente necesidad: Soy el río que despierta / emociones de un encuentro / mientras yo ya me asiento / a espaldas de la ciudad yerta. / ¿Quieres tú ser esa puerta / por donde entro dispuesto / y con verbo predispuesto / a ser metáfora abierta? / Es verdad que siempre acierta / todo aquel que es poeta / con su corazón inquieto. / La palabra siempre es cierta / cuando mi alma despierta / y el tiempo se queda quieto.
Página 1 / 1
Agregar texto a tus favoritos
Envialo a un amigo
Comentarios (0)
Para comentar debes estar registrado. Hazte miembro de Textale si no tienes una cuenta creada aun.
|