A un olmo seco (Comentario)
Publicado en Oct 13, 2014
A un olmo seco (Comentario)
Texto.- Al olmo viejo, hendido por el rayo / y en su mitad podrido, / que la lluvia de abril y el sol de mayo / algunas hojas verdes le han salido. / ¡El olmo centenario en la colina / que lame el Duero! Un musgo amarillento / le mancha la corteza blanquecina / al tronco carcomido y polvoriento, / No será, cual los álamos cantores / que guardan el camino y la ribera, / habitado de pardos ruiseñores. / Ejército de hormigas en hilera / va trepando por él, y en sus entrañas / urden sus telas grises las arañas. / Antes que te derribe, olmo del Duero, / con hacha el leñador, el carpintero / te convierta en madera de campana, / lanza de carro o yugo de carreta; / antes que rojo en el hogar, mañana, / ardas de alguna mísera caseta, / al borde de un camino; / antes que te descuaje un torbellino / y tronche el soplo de las sierras blancas; / antes que el río hasta la mar te empuje / por valles y barrancas, / olmo, quiero anotar en mi cartera / la gracia de tu rama verdecida. / Mi corazón espera / tambíén hacia la luz y hacia la vida, / otro milagro de la primavera. (Antonio Machado). Comentario.- Con Antonio Machado hay que ser siempre algo así como un intérprete de la luminosidad. Al olmo le hiende el rayo del agua condensada por los siglos. Hay agua en la lluvia de abril y mayo y hay hojas verdes que dan calidez ("líquida" calidez) al poema. Otra vez nos encontramos con el rio Duero pero, en esta ocasión, la imagen del agua se encuentra en esa pátina que el tiempo hace concurrir al musgo con la corteza blanquecina. ¿Somos troncos de la existencia? Siempre he afirmado que Antonio Machado más que simple poeta es, sobre todo, filósofo de la poesía; porque traspasa el límite de los conceptual para vertebrarse en imágenes de cara al pensamiento: pardos ruiseñores, hormigas en hilera, telas grises de arañas, hacha del leñador, madera para el carpintero... todo es un escenario de una filosofía existencial que no tiene nada que ver con el existencialismo. Gracias a Dios. Y como hablamos de la existencia, podemos reflexionar (con Antonio Machado), sentados en un camino antes de vernos como torbellinos que "van a parar a la mar". He aquí la presencia del agua asaltándonos la conciencia humana. Una sensación que nos empuja hacia ese lugar despierto de nuestra inteligencia que no habita en el cerebro sino en un corazón que engendra mientras espera... Y esperamos la llegada de la luz para que se produzca el milagro de la primavera; esa compañera que nos llega, repentinamente, cuando la lluvia de abril y mayo nos despereza y nos hace olvidarnos de la abulia. ¿Y qué ocurre con el olmo seco? Pues yo no encuentro la muerte de los enfermizos románticos sino la transformación de los románticos con Fe. Conviviendo con Antonio Machado yo me he transformado, infinidad de veces, en mi propio yo; algo que, desconocido para los demás, nos hace ser salteadores de valles y barrancas hasta alcanzar la cima de esa montaña desde donde se observa, atentos a la incertidumbre, la exactitud del tronco carcomido por esa pátina que tanto añoramos cuando observamos al olmo seco en la fotografia añeja, de color sepia, que muestra lo que fue. ¿Y nosotros? ¿Qué somos nosotros cuando nos enfrentamos al poema con ojos de exploradores en medio de la vida? Ya sabemos que la fotografía de un poeta podemos llevarla junto al corazón pero... ¿y la realidad?... ¿podemos transformar la realidad en una experiencia nueva día tras día? No sólo podemos sino que lo necesitamos. El corazón puede esperar un poco de tiempo, pero siempre se rebela y actúa. Es en la acción (y no en la forma) de los versos de Antonio Machado donde reside la verdadera esencia de su poesía. Emotividad a raudales cuando podemos comenzar a pensar, por ejemplo, en ese rojo fuego que crepita en un hogar cualquiera (hasta mísero inclusive) donde el olmo seco, traspasado por el rayo luminoso ("líquido" rayo luminoso) nas da el suficiente aliento como para seguir calentando nuestros pensamientos hasta convertirlos en un sentir tan poético como para poder expresarnos ante los demás con lo natural de nuestro ser. ¿Es el río el que empuja a la existencia del olmo o es el olmo el que ayuda a la existencia del río? Yo diría que es una conjunción (simbiosis literaria) de ambas acciones. Antonio Machado siempre nos hace llegar a conclusiones tan interiorizadas que, a veces, nos faltan palabras para poder explicar el porqué de nuestras transformaciones humanas. Pero supongo que no paramos de evolucionar continuamente cuando leemos a este insigne poeta. "A un olmo seco" le podemos recordar a través de algunas hojas verdes con la que poder plantearnos el descubrimiento de nuetros perpetuo discurrir humano. Somos ríos que van a parar al eje de nuestras emociones (llamémosle, por ejemplo, mar de nuestras convicciones) hasta llegarnos a centrar en lo más hermoso del poema: "habitado de pardos ruiseñores". A veces no es suficiente con un gorrión gris que nos escuche sino que necesitamos, también, cantar como ruiseñores para demostrar, al mundo que nos rodea, que siempre la vida es un milagro. Quizás por eso el líquido elemento (el "agua" de nuestras expresiones) sea mucho más que un árbol seco... ¿Qué preferimos ser? ¿Lanza de carro o yugo de carreta? Siempre tenemos que elegir en la dualidad que nos propone Antonio Machado como nos lo propone la vida misma. O somos lanza de liberación o somos yugo de condenamiento. Esta es la propuesta de Antonio Machado y su pensar en un río que, desbordado, rebasa valles y barrancas para convertirnos en seres unívocos o entes epicéntricos. Una de dos. Antonio Machado nunca plantea cualquier otra cosa. Caminante no hay camino es lo mismo que decir río no hay cauce... puesto que somos cauce cuando fluimos... y en ese fluir de nuestras premisas radica la esencia del milagro. ¿Y el rayo? ¿Qué significa el rayo que hende al olmo seco? Quizás romper con la monotonía y la brevedad de la vida (un poco unamuniana por cierto) hasta convertirla en una extensa e intensa sensación prolongada más allá de los límites de la lógica realista. Y es que Antonio Machado es mucho más imaginativo que realista ("la mentira manifiesta falta de imaginación / la verdad siempre se inventa cuando habla el corazón") con lo cual no sólo estoy de acuerdo sino que me implico diariamente como modo de vivir completo. Digamoslo con un simple pareado para sentirnos mucho más sencillos a la hora de decir la verdad: Somos agua que discurre / en un mundo que transcurre. Ya está. Ya he comprendido esa esencia machadiana que convierte la sequedad en un elemento líquido lleno de primaveras. Posiblemente al leer "A un olmo seco" muchos pensarán que Antonio Machado es un escritor pesimista. Y no. No es cierto. No es así porque Antonio Machado es un ser reflexivo que siempre ofrece la alternativa de elegir en la dualidad del ser o no ser que, más allá incluso de los shakesperiano (demasiado estático para mi forma de pensar) se acerca al discurso de nuestras existencias positivas: O sea, nada que ver con lo negativo del existencialismo posterior de otros escritores que son solamente experimentalistas de las ideas sino que, bajo el prisma machadiano, "o se vive o no se vive". Y en eso estoy totalmente de acuerdo porque vivimos, como el rayo, hacia la luz o hacia la sombra. Vida y muerte. La dualidad de la cual Antonio Machado extrae la vida porque ha elegido la luz. (José Orero De Julián "Diesel")
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