Nuevo Cuaderno: Gaboneses (Diario)
Publicado en Oct 21, 2014
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¡En menudo jaleo me encuentro! Estoy rodeado de gaboneses por todas las partes. Todos y todas me piden, con enorme ansiedad, algo de comer. Yo solo tengo una caja de galletas María Fontaneda. Me la han arrebatado de las manos con tal violencia que la caja se ha abierto y las galletas han salido disparadas en todas las direcciones habidas y por haber. No he podido hacer nada por impedirlo. Solamente observo una batalla campal en la que no se respetan ni edades ni géneros de ninguna clase. Es tan enorme el follón, que se establece una fiera lucha sin cuartel en el suelo mientras las galletas, o trozos de galletas debido a que muchas se despizcan entre las ávidas manos, son devoradas por quienes las consiguen atrapar. Solamente uno, que parece el líder de todos ellos y de todas ellas, está en pie y se encara conmigo.
  
- ¿Quién eres tú y qué haces aquí?
 
Solo sé que me trajeron, en un camión, los de ACNUR y me dejaron, con la caja de galletas, a una distancia de 20 kilómetros de este lugar.
 
- Primero dime tú dónde estoy.
 
- Estás al pie de las montañas de Birougou, muy cerca de Mbigou. 
 
- ¿Mi bigote? ¿Has dicho mi bigote?
 
Me entra la risa sin poder evitarlo y la contagio a todo el grupo menos al que parece el líder que está más serio que Roberto Alcázar, el de los tebeos de mi infancia.
 
- ¡He dicho Mbigou!
 
- Gracias. Ahora sí lo he entendido. ¡Menos mal que te has quitado la zapatilla de la boca para hablar!
 
Otra vez todo el grupo se parte de risa, excepto el que parece el líder que está mas cabreado que Don Berrinche, el de los tebeos de mi infancia.
 
- Te crees muy simpático, ¿no es cierto?
 
- No es cierto del todo. Depende de cómo se me mire. Hay muchos que son miopes.
 
- Creo que tienes presencia física y personalidad más que suficiente como para ser un líder. Sí. Tienes madera de héroe.
 
- ¿Y eso es bueno o es malo en estas tierras del Jabón?
 
Todo el grupo aumenta el volumen de sus risas, pero el que parece el líder se muestra mas hiératico que El Guerrero del Antifaz, el de los tebeos de mi infancia.
 
- ¡Esto no es Jabón! ¡Esto es Gabón!
 
- Pues es una lástima que no sea Jabón porque un buen lavado de cara no te vendría mal del todo para ser un poco más guapo. 
 
Los del grupo ya se desternillan de risa mientras, ahora, el que parece el líder está a punto de estallar.
 
- ¡Reconozco que eres valiente! ¿Quién eres y qué haces aquí?
 
- Ordena a todos los tuyos y a todas las tuyas que se sienten delante de mí y luego te sientas tú también. Os voy a cantar...
 
- ¿Sabes bien lo que vas a hacer?
 
- Lo sé muy bien. Voy a contestar a tu pregunta.
 
- Está bien, extranjero. Espero que seas convincente.
 
Todos, incluido el que parece el líder, se sientan en el suelo frente a mí. Y canto aunque estoy algo bronco por culpa del cambio de clima. 
 
-  Que importa saber quien soy ni de donde vengo, ni por donde voy, lo que yo quiero son tus lindos ojos morena tan llenos de amor. El sol brilla en lo infinito y el mundo tan pequeñito, que importa saber quien soy ni de donde vengo, ni por donde voy.  Tú, tú me desprecias por ser vagabundo y mi destino es vivir así, si vagabundo es el propio mundo que va girando en un cielo azul. Que importa saber quien soy ni de donde vengo, ni por donde voy, solo quiero que me des tu amor que me da la vida, que me da calor, que me da calor. Que importa saber quien soy ni de donde vengo, ni por donde voy, lo que yo quiero son tus lindos ojos morena tan llenos de amor. El sol brilla en lo infinito y el mundo tan pequeñito, que importa saber quien soy ni de donde vengo, ni por donde voy. Tú, tú me desprecias por ser vagabundo y mi destino es vivir asi, si vagabundo es el propio mundo que va girando en un cielo azul. Que importa saber quien soy ni de donde vengo, ni por donde voy, solo quiero que me des tu amor que me da la vida, que me da calor, que me da calor. Yo soy vagabundo y no te lo niego, yo soy vagabundo y no te lo niego, pero a ti te quiero, te quiero, te quiero, pero a ti te quiero, te quiero y te quiero. ¡Y sanseacabó como decía mi querida abuela materna! ¿Me habéis entendido todos y todas bien? Porque no soy de los que repiten dos veces los cantos para que me puedan comprender ya que si me comprendeis mejor para vosotros y si no me coprendeis hasta la vista que yo me largo de aquí.
 
Un silencio sepulcral se adueña de la escena. El ambiente está tan tenso que parece que el aire, o alguien que no sea el aire, va a ser cortado por el filo de un machete. Hasta que el que parece el líder decide romper el silencio.
 
- ¡Es señal inequívoca de que vales para líder! ¡Sí! ¡Creo que eres un gran líder! ¡El líder de nuestras leyendas! ¡Y eso es bueno para nosotros!
 
- ¿En qué sentido lo dices? En que parezco agradable para charlar un rato conmigo o en que parezco apetitoso para ir a la caldera de agua hirviendo... 
 
El grupo ahora no para de reír; pero el que parece el líder está otra vez más recogido en sí mismo que Tarzán de los Monos en Nueva York, el de los tebeos de mi infancia. 
 
- ¡Eres el líder que tienes que guiarnos hacia la libertad!
 
Me pilla de sorpresa que me diga eso, pero reacciono a tiempo...
 
- ¿Eso es cierto?
 
- ¡Lo dicen las leyendas de nuestros antepasados!
 
- ¡Otras! ¡No puede ser!
 
Otra vez el silencio sepulcral se adueña de la escena y otra vez lo rompe el que parece el líder...
 
- ¿Por qué no puede ser?
 
- Porque ni creo en la libertad ni he creído nunca en la libertad ni creeré jamás en la libertad.
 
- ¡Nosotros necesitamos la libertad!
 
- Pero la libertad no os necesita a vosotros porque ni ha existido nunca ni jamás va a existir.
 
- ¿Y qué existe entonces que sea bueno para mi grupo?
 
- Una manera de vivir distinta a la que estáis viviendo.
 
- No comprendo. ¿Qué quieres decir?
 
- Que os liberéis de los chamanes, de los brujos y de vuestros falsos dioses.
 
- ¿Eso es en todo lo que nos puedes ayudar?
 
- Solamente eso.
 
- ¡Pues yo me voy! ¡Ahora te quedas tú al frente de todo el grupo y a ver cómo consigues salir de este problema!
 
- No hay problema alguno si los demás no nos crean problemas.
 
- ¿Qué quiere decir eso?
 
- Que no soy un matemático que ha venido a enseñaros que uno más uno son dos y, en base a eso, robar haciendo números como hacen todos los políticos con ideologías que he conocido yo en mi todavía corta pero muy intensa vida.
 
- Cada vez te entiendo mejor...
 
- ¿Cómo te llamas?
 
- Macondo.
 
- ¿Como el pueblo de García?
 
- ¿Quién es García?
 
- Gabriel.
 
- Yo sólo conozco, y muy bien además, a Gabriel Alonso, el del Real Madrid.
 
Por esta última confidencia deduzco que el que parece líder debe tener, por lo menos, cien años de edad. 
 
- ¿Eres centenario?
 
- ¿Cómo lo has adivinado?
 
- Porque, aunque parezcas muchísimo más joven, si recuerdas tanto y tan bien a Gabriel Alonso, el del Real Madrid, es que tienes unos cien años de edad. ¿Dónde y cuándo viste jugar a Gabriel Alonso?
 
- Le vi jugar en Francia contra el Stade de Reims en 1956. Yo acababa de cumplir lo cincuenta años de edad.
 
- ¡Arrea! ¡Tienes ciento ocho años de edad aunque parezca que sigues tieniendo solamente cincuenta! 
 
- Eres muy inteligente y sabes de matemáticas mucho más de lo que dices. ¡Tú puedes guiar a mi grupo hacia la libertad!
 
- Pues yo te aseguro que soy incapaz de conseguirlo, Macondo.
 
- ¿Cómo te llamas tú?
 
- Puedes llamarme Diesel. El resto de mi personalidad no importa en estos momentos. ¿De verdad que no has leído la novela titulada "Cien años de soledad"?
 
- No he leído esa novela, pero has acertado de lleno. Tengo cien años de soledad.
 
- Cuenta, Macondo. ¿Cómo es eso de que tienes cien años de soledad si tienes ciento ocho años de edad?
 
- Muy fácil de saber, Diesel. Tengo cien años de soledad porque cuando cumplí lo ocho mataron a mi padre y a mi madre. Quedé huérfano de todo y de todos. Me educaron las monjas de una abadía de Reims por el sentido de la culpabilidad pero juré tomarme venganza. He vivido cien años esperando ese momento.
 
- ¿Contra quiénes buscas tomar venganza?
 
- ¡Contra los franceses de la Société du Haut-Ogooué! ¡Ellos mataron a mis padres para apoderarse de las tierras que no quisieron venderles! ¿Tú eres francés?
 
- Parezco australiano pero soy español.
 
Todo el grupo suelta unas carcajadas ante la sorpresa del que parece líder.
 
- ¿Y qué hace un español aquí en Gabón?
 
- Cómo se nota que no has visto "Españoles por el mundo"...
 
- ¡Eso qué significa!
 
- Que estoy aquí por la misma razón que podría estar en La Manchuria.
 
- ¿Estás haciendo un programa cultural?
 
- Estoy recogiendo datos para hacer un programa cultural y, de paso, he venido a ayudaros en lo que pueda. Pero sólo tengo galletas y ya ves que han desaparecido; pero no comprendo que llamándote Macondo no hayas leído la novela "Cien años de soledad". ¿De donde salió tu nombre?
 
- Me lo puso un misionero colombiano que estuvo por aquí hace unas tres décadas.
 
- Ahora comprendo la relación que tienes con García.
 
Los del grupo se quedan cada vez más absortos...
 
- ¿Qué quieres decir con eso de que tengo relaciones con García?
 
- No te mosquees comigo, Macondo. No estoy diciendo que seas un gay ni nada parecido a un gay. Lo que sucede es que aquel misionero se sentía muy orgulloso de llevar el apellido paterno de García Márquez y por eso te puso lo de Macondo. 
 
- ¿Y cómo adivinas todo eso si no tienes ningún brujo hechicero a tu lado?
 
Porque si aquel misionero de hace unas tres décadas se hubiese apellidado Sánchez por parte de padre y hubiese sido español te hubiese llamado Jarama.
 
Todo el grupo suelta otras nuevas carcajadas.
 
 
- ¿Qué es toda esta palabrería, Diesel?
 
- Son palabras, Macondo. Son palabras. El arte de comunicar sentimientos.
 
- ¿Y no es eso una especie de locura?
 
- Por supuesto que lo es. Cuanto más palabras aprendes más lúcido eres y para los demás más lejano estás de ellos. Por eso llaman locos a quienes se escapan de sus ignorancias.
 
- No sé si hacerte caso pero creo que llevas razón.
 
- Por llevar razón te obligarán a terminar sentado en el sofá de un psiquiatra, piscótico por cierto de tan cuerdo que se cree que es, contándole leyendas gabonesas hasta confundirle del todo.   
 
- ¿Le puedo contar la leyenda de Diesel?
 
- ¿Te refieres a este momento?
 
- Sí. Me refiero a este momento en que descubro que eres de verdad el líder del que hablan nuestras leyendas. ¡Cada vez estoy más convencido de que tú eres el verdadero líder que necesita mi grupo para alcanzar la libertad!
 
- Espera un momento, Macondo. No volvamos otra vez a lo mismo porque cuando se charla con un amigo es para evolucionar hacia adelante y no para involucionar hacia atrás. No puedo ofrecerles la libertad porque la libertad no existe. No soy ninguna leyenda.  
 
- ¿Qué puedes hacer, entonces, por todos ellos y por todas ellas? ¡Confían en ti!
 
- Puedo intentar liberarles pero no puedo ofrecerles nada más.
 
- ¿Es una mentira la libertad?
 
- Una mentira absoluta. Es la más grande mentira que han usado siempre los que tienen el poder de las naciones en sus manos.
 
- No lo entiendo del todo aunque me parece que lo comprendo. Por eso mo me voy y te dejo a solas con todos ellos y con todas ellas. ¡Haz lo que puedas, Diesel! Yo abandono.
 
- ¿Y dejas a tu grupo cando más te necesitan?
 
- A mí ya no me necesitan porque jamás conseguiría liberarles. Tengo ciento ocho años de edad y no soy como tú.
 
- Pues no me parece muy correcto ni muy amistoso dejarme solo ante el peligro.
 
- Diesel... yo siempre he ansiado el poder... por eso no soy como tú y por eso no puedo hacer nada por liberarles...
 
- No has contestado a mi pregunta.
 
- Lo siento, Diesel. No tengo tu Fe...
 
- ¿Tú crees en tus falsos dioses?
 
- Ahora comprendo que no son míos sino que me los impusieron generación tras generación.  
 
- ¿Y hacia dónde te vas, Macondo?
 
- Al cementerio de mis antepasados. Ya ha llegado mi última hora.
 
Y Macondo se marcha, lentamente, hacia los montes de Birougou. 
 
- Quienes lo deseeis que me sigan. Sólo estamos a 20 kilómetros de distancia.
 
Todo el grupo de hombres, mujeres, niños, niñas, ancianos y ancianas, se levanta y, todos por completo, comienzan a seguirme hasta que, culminados lo 20 kilómetros de marcha como si fuéramos los senderistas del Hogar de una Nueva Humanidad llegamos a donde nos están esperando los camiones de la ACNUR.
 
- ¡Gracias, Diesel, sin tu labor no lo hubiésemos logrado! 
 
- De nada, teniente Cooper... pero usted me recuerda a la película "Solo ante el peligro"... ¿cree justo haberme dejado solo?
 
- Nosotros no lo hubiésemos conseguido jamás.
 
-¿Por qué? Si lo he conseguido yo solo con más lógica lo hubiesen conseguido todos ustedes juntos.
 
- Eso no era posible, Diesel.
 
- Lo que hace un hombre cualquiera lo puede hacer otro hombre cualquiera.
 
- Pero es que tú no eres un hombre cualquiera. A nosotros Macondo jamás no lo hubiese permitido hacer.
 
- ¿Por qué? Yo no tuve ningún problema con Macondo.
 
- Pero ninguno de nosotros tiene tanta Fe en Dios como la tienes tú. 
 
- Está bien. Puedo aceptar eso. Pero no puedo admitir que no lo intentaran sin mí.
 
- Te vuelvo a repetir que sin ti no hubiese sido posible.
 
- ¿Y a dónde vamos ahora? ¡Les he prometido la liberación porque ellos y ellas creen en mí!
 
- No te preocupes por eso, Diesel. Les daremos la liberación que les has prometido. Nos vamos a Galabadja.
 
- ¿Al Centro de Refugiados de Galabadja?
 
- Sí.
 
- ¿Y desde allí al cielo, teniente Cooper?
 
- No, Diesel. No les dejaremos morir hasta que alcancen su liberación.
 
- ¿En los Estados?
 
- Si. En los Estados.
 
Subimos a los camiones y durante el camino, protegidos por una gran cantidad de automóviles militares, todos y todas cantan un godspel afroamericano que quizás les enseñó el misionero García. 
 
- ¡¡¡Este es el evangelio de los caídos encerrado en un sueño permanente!!!
 
Me he quedado dormido. 
 

 
 
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Palabras Clave: Diario Memoria Recuerdos.

Categoría: Cuentos & Historias

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