No se lo digas a nadie (Diario)
Publicado en Nov 07, 2014
Finales de los 70. Fue Marianito "El Meneo" quien se lo hizo saber a Andresito "El Patuchas". No se lo digas nadie, dijo "El Meneo" y, como respuesta de "El Patuchas", recibió un tú eres gilipollas chaval porque lo único que sabes de la vida te lo he enseñado yo. En medio de aquella conversación yo guardaba silencio. Y es que las noches madrileñas, para mí, no significaban otra cosa sino decirle al mundo entero que por la calle Huertas yo iba de pub en pub con mi corazón en bandolera. Los bandos de los cutres que se creían más sabios que Currito Farolas, como sucedía con "El Meneo", me atraían menos que una tarde entera viendo jugar a las carambolas de las ideologías entre tipos que sabían menos de ideologías -y sigo refiriéndome a "El Meneo"- que cuanto más lejos estuviesen en mi Memoria menos trabajo me costaba olvidarles. No se lo digas a nadie. Como si la luz de la Luna pudiese ocultar lo que era bien visible. Si "El Meneo" entendía (que era lo mismo que decir que era un poco "maruja") lo dijo bien alto y bien claro "La Vallecana".
Sólo recuerdo, de todo aquel "jazz" inolvidable que eran las peripecias que había que ir sorteando para que no te tocara hacer el "gilito", al Café Central de la Plaza del Ángel, número 10, también de Madrid, a donde acudí alguna vez para escuchar jazz como gato madrileño subido en el tejado de cinc mientras maullaban las estrellas y sonaba el trombón; porque lo de Ventura de la Vega, número 7 (No se lo digas a nadie) era más simple que el mecanismo de los chupetes de los cuales mamaban los horteras como "El Meneo". No se lo digas a nadie... y "El Patuchas" soltó una carcajada que rebotó en los tejadillos de los madriles nocturnos mientras el clarinete, en el Central, descentraba a más de uno y a más de una hasta colocarlos al borde del precipicio. Cosas de colocaos y no de colacaos. Y es que la diferencia siempre es la diferencia; o sea que los colocaos reptaban por los suelos para saber bien donde se encontraban mientas los de los colacaos éramos los amos de las pistas. Pero no se lo digas a nadie.
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