Los jugadores de domin (Diario)
Publicado en Nov 23, 2014
Día tras día cumplen su ritual. Son los jugadores de dominó. Algunos saben ganar y otros no saben perder o, viceversa, algunos saben perder pero otros no saben ganar. Cosas de la vida cotidiana. Se agrupan alrededor de las mesas (jugadores más mirones) y comienza la liturgia imperecedera. Todos ellos forman una colmena humana al estilo "celiano". Si Camilo José Cela hubiese estado aquí presente, quizás hubiera aprendido un poco más de este lenguaje español del cual él se creía, soberbio y prepotente, el "maestro supremo" de todos los siglos habidos y por haber. Pero yo aprendo más lenguaje en medio de los jugadores de dominó que leyendo, por ejemplo, "La familia de Pascual Duarte" o "Mazurca para dos muertos" porque, además, estar escribiendo en medio de todos los jugadores de dominó es ir aprendiendo lenguaje de manera viva, presencial, realista sin dejar de ser, al mismo tiempo, esperpéntico. Y es que el esperpento es algo que no sólo dominaba Pío Baroja sino que es una expresividad cotidiana de los jugadores de dominó que, día tras día, ocupan un lugar en sus "batallas dialécticas" mientras los visitantes se hacen cruces y se cruzan apuestas "clandestinas" por ver quién vence a quién y las damas brillan por sus ausencias posiblemente asustadas de tanta pelea consituedinaria.
Dominó. Jugar al dominó es algo que he aprendido a convertirlo en una labor "mágica" mientras me llegan al cerebro imágenes variopintas. Los hay que se enfadan por cualquier nimiedad y los hay que no se enfadan aunque pierdan hasta la camisa minuto tras minuto. ¡Qué desesperante debe ser tener el "seis doble" y que nadie te dé la oportunidad de colocarlo en la columna de fichas que parecen ejércitos de jenízaros envueltos en esta batalla de palabras (algunas veces palabrotas) con las que las adrenalinas de los jugadores y mirones los convierte en "héroes y villanos" al estilo quevedesco! Todos juegan mirando, a hurtadillas, a los que tienen a sus lados. ¿Poner el "cuatro pito" o poner el "dos tres"? ¿Qué le sucede al compañero de enfrente que se está poniendo más pálido que el papel de fumar mientras mira, ansiosamente, sus fichas de manera desesperada? El rumor general envuelve a esta atmósfera de pequeños improperios mientras juego a mi "dominó mágico" contra mi propio y eterno rival: ese otro "yo" que me empuja hacia el abismo de los jugadores aprendiendo a cuestionar, ficha tras ficha, esta existencia de "hogar" que reproduce imágenes en mi memoria. Con cada golpe de ficha sobre la mesa pienso en Alcantarilla. ¿Beber o no saber beber? ¿Vivir o no saber vivir? Prefiero estar expresando sentimientos en mi cuaderno de notas que estar contemplando cómo se pierde la existencia en una discoteca de "mala muerte". Aquí, en Bombay, estoy muy lejos de Alcantarilla, donde la guadaña de la insensatez vuelve a segar vidas como resultado final de esa costumbre que tienen algunos de ejercitar sus caprichos a costa de la vida de los demás. Mientras escribo, estoy inmerso en la experiencia diaria de escuchar comentarios a golpe de "fichajes". En Alcantarilla, ya tan lejos de mí, gitanos o no gitanos sólo saben morar en las cloacas donde las ratas roen sus pensamientos y les convierten en seres infernales. Alguien me dijo (bastante falto de luces), en algún día del crudo invierno, que "cuando conozcas a todos los de Alcantarilla te vas a llevar muchas sorpresas". Lo que no sabía ese alguien (bastante falto de luces) es que a mí ya no me asombra nada. Por eso juego a mi "dominó mágico" mientras procuro colocar los adjetivos más adecuados a cada personaje de esos que es mejor no conocer. El egregio e impenitente conversador de Bombay (quizá imitando a las "greguerías" de Ramón Gómez de la Serna) sigue dando lecciones de aprendizaje real. Como la vida misma. Quizás es que tener la barba canosa nos hace ser más interesantes. Quizás. Pero Carlos Jesús y Pedro ya no pueden contarlo. Escucho a los jugadores de dominó y una especie de efervescencia natural aumenta la calidez de mi propia manera de estar en este mundo. Quizás. Una vez más el quizás de todos los días. O ese ABC que todos deberíamos haber aprendido para saber de qué va todo este mundillo de los jugadores que no pierden la esperanza de ganar, de vez en cuando, un poco de gloria ante los demás. Cierro mi Diario con la misma interrogante de siempre. ¿Por qué? A ver si saben responder a esta pregunta "Los Pijotes" de turno; esos que esconden su cobardía haciéndonos creer que llevan "sangre de reyes" en las palmas de sus manos cuando, en realidad sólo llevan, a parte de roña hasta en los dedos, unas cuántas armas mortales.
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