La quietud de tu manto terroso,
esconde el vibrar suculento de la vida.
Eres el lar de la flora perdida;
te besa el sol al pasar poderoso;
Abrigo verde tu orillar frondoso.
En tu alma palpita el derretido suelo,
que arrastra la lluvia al caer rendida.
Solloza la garza en la copa erguida.
Acompaña las aguas en el triste duelo
un pecezuelo de nadar moribundo,
exhala un grito que ahoga mi anzuelo;
al verlo tan triste yo soltarlo quiero
pero llevo, en mi, el hambre del mundo.
¡Oh tinito, refrescante meca que mi sed visita!
¡Se bebió tu esencia la ambición supina,
te va matando su pasión mezquina;
Sabiéndote herido y que te necesita
este pueblo ignaro,el silencio esgrime;
pero un viejo pez solitario gime,
al ver que a la muerte con tu voz existas
en la orilla seca de tu endeble cuerpo!
¡Y en el pútrido hedor que emana tu aliento,
describir no puedo aquí lo que siento:
destruirte en pos de un virtual progreso
y me ahoga el llanto, mientra mas lo pienso!