LIBRE DE PECADOS / CUENTOS ENAMORADOS
Publicado en Sep 13, 2009
CARMÍN ENCENDIDO * Elizabeth decidió ser una diosa. Dejó de lado su antiguo nombre, tomó distancia de su modesto barrio, cortó de lleno con sus parientes, se despidió sin culpa de sus amigos y renunció al seguro trabajo de vendedora. En su afán de transformarse en una top model nunca tuvo presente la posibilidad de algún imprevisto, la mínima sospecha de un error, la razón fría del imponderable. Desde niña supo que estaba dispuesta al triunfo, a ser una elegida, a gozar del éxito. "Yo valgo", se decía permanentemente, tratando de sostener un reinado sin base. Si Marilyn fue una diva en los años cincuenta, Jane Birkin en los ochenta, Claudia Schiffer en los noventa y Nicole Kidman en el dos mil, por qué ella no podría ser Penélope Cruz o Catherine Zeta-Jones.¡ Quién era Julia Roberts, Cindy Crawford o Naomi Campbell antes de ascender la escalera de la fama! Ahora su mirada estaba centrada en Adriana Lima, que acababa de firmar dos contratos millonarios para representar la imagen de Maybelline New York y Victoria's Secret. Espigada, alta, caribeña, apasionada por patinar en el Central Park y declarar con ingenuidad: "Me paso la vida de un lado a otro, así que estoy acostumbrada a soluciones rápidas. Estoy feliz, no hay nada mejor que estar contenta para que tu cara esté relajada". Elizabeth sabía que en el mundillo de la moda, Adriana había desplazado a Gisele Bündchen, quién pecando de sinceridad había sentenciado: "Creo que conforme van pasando los años la cosa va para peor". Elizabeth se creía fatal, estaba todo el tiempo comparándose y necesitaba llamar la atención para darse a conocer. Construyó su imagen al estilo Meg. Los ojos celestes achinados jugaban a su favor. Resolvió desorganizar su cabellera que una vez matizada de un rubio intenso tomo el aspecto de paja seca. Las inyecciones de colágeno vistieron sus labios como boca de pez. Corporalmente era contundente - 1,70 metros, 64 kilos -; su cuello largo y escultórico ayudaba a la seducción y su sonrisa amplia embriagaba a cualquier voluntario. Durante meses hidrató su cuerpo con una crema a base de cereza, ciruela, manzana y pera. Como un conejillo se sometió a un médico especialista en cirugía estética y reconstructiva. Aprobado el tratamiento personalizado, el profesional le realizó implantes mamarios naturales, dermolipectomía, lifting de brazos y piernas, levantamiento de glúteos, rellenado de surcos y labios, botox, mejoramiento de nariz, mentón, pómulos, párpados, muslos y rodillas. Una dieta completaba el cuadro de situación. Muchas fibras, puré de hortalizas, frutas secas y en especial semillas de salvado de trigo, avena y centeno. Preparada para el desafío, terminó de dilapidar sus últimos ahorros concretando un viaje a Italia para estar cerca de los centros de la moda. Ya nunca más volvería a ser Elisa Torres. Tampoco regresaría al barrio de La Paternal. Evitaría, en lo posible, presentar a su padre, un humilde taxista y a Sofía, su madre, asumida ama de casa. En cuanto a su experiencia, jamás reconocería que durante cuatro años vendió pan y facturas en la panadería de su padrino, un simpático pastelero del barrio de Almagro. "Mi sueño siempre fue salir en la tapa de "Play Boy", le confesó Elizabeth a Manolo Tejera, el fotógrafo con quién desde hacía 2 años compartía el departamento en las afueras de Madrid. Manolo trabajaba para una agencia, pero no pasaba de ser un empleado calificado. En la práctica los dos soñaban con el éxito y para alcanzarlo todos los caminos eran válidos. Ambos sabían de sobra que mantenían un vínculo por conveniencia. El placer de la cama no alcanzaba para empinar el proyecto. En cuanto uno de los dos se aferrara al tren de la gloria, el otro quedaría a pie como vagabundo solitario. Una y otra promesa quedaba sistemáticamente frustrada. Como por arte de magia aparecían las propuestas, los casting, las pruebas, pero ninguna dejaba de ser una ilusión. La relación comenzó a desgastarse con la economía. Manolo sólo visitaba el departamento para descansar y como no consumía, le planteo a Elizabeth su triste realidad: aportaría la tercera parte del alquiler. La modelo enojada le recriminaría que durante el primer año ella lo mantuvo y que ahora su decisión era una cabronada. Manolo entonces le propuso una salida: hacer fotos de desnudos y venderlas. Elizabeth aceptó. Manolo fue por más, la convenció para que participara posando eróticamente con otra modelo sin trabajo que seguramente accedería. El resultado fue brillante. En seis meses la pareja ya ocupaba un piso en la Gran Vía y de ahora en más la meta parecía cercana. Manolo abandonó su trabajo, montó un estudio y se asoció con un cortometrajista que había incursionado en el cine pornográfico. Elizabeth sin descuidar su carrera, se fue relacionando con el mundillo de los diseñadores. Así llegó hasta Manuel Pertegaz, con quién trabo amistad. En menos de un año Elizabeth Burriel fue tapa de "Play Boy". Por este beneficio recibió 7.000 dólares, cifra demasiado exigua para las pretensiones de una estrella, pero reales para el momento que vivía. Creyéndose triunfadora le planteó a Manolo la necesidad de separarse. En rigor, ya desde hacía tiempo nada los unía. La costumbre parecía ser el vínculo más directo. La despedida fue entre las sábanas, para dejar en claro que el sexo estaba intacto. El adiós no tuvo misterio. El invierno llegaba a Madrid y el sol débil llamaba a sosiego. Abril acaba de cumplir 15 años. Su padre, una vez más, se disculpó por el correo electrónico diciéndole que las cosas no le iban muy bien. Con éste ya sumaban siete los mail donde Manolo repetía lo mismo: "Perdón mi pequeña, tu padre te adora pero la distancia es muy grande. Te prometo que muy pronto nos veremos". En Buenos Aires la primavera es ventosa y este año aún más. La ciudad se ha llenado de turistas que a simple vista uno los reconoce. Dicen que aquí se vive mejor que en Europa, que los porteños son creídos y las mujeres muy bellas. Aunque nadie hable la infelicidad colectiva se palpita en las calles. La inseguridad que antes pertenecía a Nueva York, a Río de Janeiro o a Cali, ya estaba tuteándose y alimentando a la miseria. Don Pedro que durante 40 años calentó los riñones sobre el tapizado plástico del asiento de su auto de alquiler, sólo espera las cinco de la tarde para juntarse con los muchachos en el viejo boliche de Alvarez Jonte y Avda. San Martín. Allí un café quemado y pastoso lo acompañará. Si alguien lo invita, dirá que no, porque el no puede devolver el gesto. A las ocho saludará y caminando a paso lento volverá a su casa donde lo aguarda Sofía con alguna cena inventada. A las diez la radio los entretenerá con tangos y comentarios obvios, mientras sufren con la llegada de Abril que concurre de noche al bachillerato de orientación artística. La nena ya ha comenzado a estudiar teatro con Patricia Palmer y canto con Julia Zenko, pero en verdad, su mayor deseo es modelar y ser una de las chicas de Pancho Dotto. Su madre no está muy convencida porque en Argentina todo es más difícil y ya Lancôme no tiene en los centros de belleza, el lápiz labial carmín encendido que ella usó para la tapa de "Play Boy". Manolo Tejera cumple una condena de 10 años en la cárcel de Valdemoro (Madrid) por defraudación y estafa reiterada. Elisa Torres es vendedora en una tienda de ropa femenina. Todos la llaman la Meg Ryan argentina. Abril abandonó la escuela secundaria y espera el llamado del estudio de Pancho Dotto Models para iniciar su carrera como modelo. Pedro Torres falleció de un paro cardíaco. Sofía, su mujer, se mudó a la casa de su hermano Tito, quién vendió la panadería para jubilarse. En los próximos meses se radicarán en el balneario "Las Toninas" porque allí la vida es más sana y económica. * Cuento galardonado con el Primer Premio 2004 en el V Salón Participativo de Cuento y Poesía organizado por UPCN (Unión Personal Civil de La Nación).
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gabriel falconi
REALIDAD TOTAL
FELICITACIONES POR EL PREMIO
MUY BUENO EL FINAL
inocencio rex
le dejo, con humildad, 5 estrellas