Seres peligrosos (Novela) -Captulo 3-
Publicado en Jan 08, 2015
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El Austin de color negro ya se encontraba en la ciudad de Albuquerque.
 
- Estamos en Barela/Sout Valley, Adán. 
 
- Muy bien, Abel. ¡Aquí nos quedamos nosotros dos!
 
El llamado Abel se quedó mirando, como hipnotizado por la encantadora mira de ella, a Eva...
 
- ¿No podríamos ser tú y yo amigos verdaderos?
 
- ¿Cómo has dicho, chaval?
 
El llamado Abel se dio cuenta de que Adán también se estaba dando cuenta... 
 
- Lo decía por nosotros dos, Adán. Me gustaría presentarte a mi Janeth. Te va a gustar. 
 
- Prefiero no tener tanto gusto. 
 
- ¿No podríamos ser los cuatro unos verdaderos amigos ya que tenemos, aproximadamente, la misma edad?
 
- Pues va a ser que no.
 
- ¿Por qué es imposible, Adán?
 
- Escucha, chaval, me caes bien y te has portado muy bien durante todo el viaje pero debes saber, por si no estás enterado, de que en el amor tres son una multitud y cuatro son un gentío. ¿Me has cogido la onda?
 
- Pero si sólo me estoy refiriendo a una sana amistad... 
 
- Pero da la casualidad de que yo soy de los que piensan que cada uno con la suya está mucho mejor o, dicho de otro modo, cada oveja con su pareja y menos lobos Caperucita.
 
- ¿Estás de broma conmigo?
 
- Tómatelo como mejor te dé la real gana. Ponte a llorar o ponte reír. Pero yo digo que cada uno con la suya y Dios con todos.
 
- ¿Qué tiene que ver Dios con eso de que podemos ser buenos amigos los cuatro?
 
- En la vida he aprendido cosas muy fundamentales. Las más fundamental de todas te la puedo contar si no te enfadas demasiado. 
 
- Después de haber recorrido tantos kilómetros escuchando canciones de Frank Sinatraya ya no me ofendo por nada. 
 
- Pues entonces aprende, por si te llega la ocasión, lo de no le prestes jamás a un cura ni tu mujer ni tu burra. ¿Me has comprendido o te lo explico mejor?
 
- ¿Es que estás casado con ella?
 
- Supongamos que me ha cazado del todo y, como dicen bien las cazadoras salvajes, más vale pájaro en mano que ciento volando...
 
- ¡Jajaja! ¡De verdad que eres chistoso!
 
- No imagines más de la cuenta, chaval, no vaya a ser que te corras demasiado. 
 
Esto ya no le hizo nada de gracia al llamado Abel; mientras que Norah Tatiana, que se había despertado hacía ya media hora, no pudo resistirse más y soltó una carcajada antes de hablar...
 
-¡Jajaja! ¡La verdad es que sí que eres un pájaro de cuenta! ¿Se puede saber qué has querido decir con eso de no prestes jamás a un cura ni tu mujer ni tu burra?
 
- Después te lo explico. Sólo estoy hablando en futuro plucuamperfecto que es el mejor futuro que conozco de todos mis posibles futuros. 
 
- ¿Y yo qué tengo que ver con todo eso?
 
El llamado Abel intervino de nuevo...
 
-¿Podemos o no podemos?
 
- ¿A qué te refieres, chaval?
 
- Ser amigos los cuatro, Eva. 
 
Fue Adán el que entró ahora al quite... 
 
- Quizás en otro mundo, Abel, pero como eres un buen chico y te has portado como un buen chico, te voy a hacer un regalo pero deja de mirarla tanto porque no es transparente...
 
Esta nueva broma tampoco le hizo gracia alguna al llamado Abel... 
 
- Perdona... no comprendo... 
 
- Quiero decir que te busques la vida con tu Janeth. 
 
- Es que no puedo... 
 
- Ya veo que no puedes; así que te voy a ayudar regalándote esta tarjeta de la Editorial Pelícano. 
 
- ¿Es que eres un relaciones públicas o un comercial?
 
- Digamos que no estás dando ni una. Soy un escritor. 
 
- ¿De verdad eres un escritor?
 
- De verdad soy un escritor como esta chavalilla es mi musa. ¿Sabes lo que es una musa?
 
Norah Tatiana quiso intervenir para protestar por lo que pensaba que era un engreimiento innecesario de Joseph pero se contuvo un momento y solamente se le escapó otra angelical sonrisa.
 
- Supongo que una chavalilla que sonríe porque está como un tren. 
 
- Pues eso. Lo de los trenes vendrá después según lo tengo planificado, pero ahora ¿te puedo hacer una pregunta muy esencial?
 
- De acuerdo, Adán, hazme esa pregunta. 
 
- Escucha, tío. ¿Te gustan las novelas del Oeste?
 
- Muchísimo siempre que tengan un argumento muy original y suspense hasta el final de la novela.
 
- Pues entonces coje esta tarjeta de Editorial Pelícano y no hagas más el ganso. 
 
- ¿Y qué gano yo con esta tarjeta?
 
- Como te has portado bien, Abel, y como te gustan las novelas del Oeste muy originales y con suspense hasta el final, con esta tarjeta puedes ir a cualquier librería de Albuquerque y te hacen un descuento del veinte por ciento si compras mi novela "Dos pistolas escarlatas" que te doy mi palabra de honor que te va a gustar demasiado. 
 
- ¡Ostias! ¡Vaya título más atractivo!
 
- Pues no te la pierdas. Es una ocasión única. Y date prisa antes de que se agote toda la tirada. 
 
Joseph salió del Austin color negro, abrió la puerta de atrás e hizo salir a Norah Tatiana que, a la luz de la Luna, todavía se la veía mucho más espectacular, y se despidió del llamado Abel. 
 
-¡Adiós, Abel! ¡Quizás Dios nos permita vernos otra vez de nuevo por las calles de Albuquerque o por las calles de cualquier otra ciudad de este mundo! ¡Nunca se sabe lo que quiere Dios hasta que lo vemos con nuestros propios ojos!
 
- En ese caso, cuando volváis por aquí, si es que volvéis algún día, pregunta por Samuel Sanova Dunlop. ¡Ese soy yo! 
 
- Pues hasta que Dios quiera, Samuel. 
 
Y Samuel Sanova Dunlop arrancó su Austin de color negro perdiéndose por las calles de Albuquerque. 
 
- ¿Y ahora qué hacemos, Joseph?
 
- ¿No te importa viajar en un tren de mercancías?
 
- ¡Dios mío! ¡Si mi padre se entera de que he viajado en un tren de mercancías con un extraño como tú me pone definitivamente de patitas en la calle por desvergonzada! 
 
- Pero da la casualidad de que yo no soy tan extraño como parezco.
 
- ¿Puedo pensarlo hasta diez veces antes de contestarte?
 
- Perfecto. Vayamos a una cafetería y, mientras te lo piensas hasta diez veces antes de decirme que sí, tengo que hablar contigo de algo muy importante para tu futuro.
 
Ella volvió a quedarse sin poder decir ni una sola palabra más y Joseph la tomó de la mano caminando los dos muy juntos hasta llegar a la cafetería "Down Town Savajoe's".
 
- ¡He aquí lo que buscaba, Eva! 
 
- ¿Estás medio loco o loco del todo? ¿En ese antro quieres que entremos?
 
- ¿No te gusta ni tan siquiera un poco?
 
- ¡No me gusta nada de nada! ¡Parece un nido de buitres sicodélicos! 
 
- Ya. Eso parece. Estoy pensando que puede ser el último refugio de los hipys. 
 
- ¿Y quieres que tomemos un café mezclados con esos melenudos que ni tienen moral ni la han conocido nunca?
 
- Juntos pero no revueltos, princesa. 
 
- ¿De verdad quieres que entremos en esa tienducha?
 
- Para hablar contigo me importa menos que un rábano quienes sean los que estén a nuestro alrededor. No tengas miedo. Sé cómo utilizar las artes marciales con este tipo de gentuzas. 
 
- Lo que no entiendo es por qué te empeñas en que tomemos el café aquí.
 
- Por lo de gentuzas. Cuando te lo explique te darás perfecta cuenta. ¿Entramos o no entramos? Al final sólo tú tienes la respuesta, Eva. 
 
- ¿Puedo decidir libremente si entro contigo o no entro contigo a ese tugurio?
 
- Te juro que no voy a ir en contra de tu decisión. 
 
A Norah Tatiana Towers Decastle le gustaban mucho los retos difíciles, cuanto más difíciles mucho mejor, y más cuando el retador era un tipo tan original como aquel tal Joseph Gold Road Saint Vincent. Así que no se arredró ni por un momento.
 
- ¡Entremos, Adán! 
 
- No te vas a arrepentir, Eva. 
 
- No me importa si después me tengo que arrepentir.
 
- Pero yo no voy a consentir que eso ocurra.
 
La entrada en el oscuro local fue apoteósica porque el grupo de pandilleros que estaba celebrando una de sus famosas peleas contra alguna otra pandilla rival se quedaron anodadados al ver entrar a una chavala como aquel bello monumento que jamás habían visto en su vida. Pero Joseph no soltó la mano de Norah Tatiana hasta que estuvieron sentados, otra vez frente a frente, mientras una pelirroja se les acercó desafiante. 
 
- ¿Vosotros dos de qué manicomio habéis salido?
 
- Tranquila, Eva, tranquila. 
 
- ¿Quieres decírmelo tú?
 
- Por supuesto que quiero decírtelo yo, pelirroja. Somos dos sicóticos que acabamos de escaparnos del manicomio de Kalamazoo después de haber asesinado a veinte enfermeros que se nos pusieron por delante, así que sírvenos dos cafés con leche bien calientes y apártate lo suficiente no vaya a ser que tengamos que seguir matando. 
 
El grupo de los pandilleros se quedaron mirando atentamente después de oírle decir estas palabras a Joseph y mientras la peligrosa pelirroja se batía en retirada para cumplir con sus obligaciones de camarera. 
 
- Escúchame bien ahora, chavalilla, porque estoy hablando en serio. ¿De verdad quieres entrar a formar parte del grupo de actores y actrices de ese tal Paul Anski?
 
- Sí. De verdad. ¿Qué hay de malo en ello?
 
- ¿Sabes lo que quiere decir seres peligrosos?
 
- ¿Tú crees que me da miedo un director de cine que ha llevado a cabo una película pornográfica titulada "Camas desnudas"? 
 
Ahora el que sonrió fue Joseph antes de hablar... 
 
- ¿Sabes de verdad quién es esa especie de dios salvaje?
 
- No me interesan para nada los dioses si es a eso a lo que te estás refiriendo. 
 
- ¿Qué crees tú que es a lo que me estoy refiriendo?
 
- A que o voy a la cama con él o no me da ninguna oportunidad.
 
- ¿Y qué opinas ante eso?
 
- Lo que opine yo a ti no te debe importar porque sigues siendo un completo desconocido para mí. 
 
- No tan completo pero algo es algo...
 
Ella no pudo resistirse más y sacó a relucir otra divina sonrisa de esas que enloquecen  de verdad a los hombres más duros y maduros.
 
- A lo mejor es cierto que todos somos unos canallas con muy mala leche. 
 
- ¿De qué me estás hablando ahora, Joseph?
 
- No te preocupes tanto por mí ni por lo que digo.
 
- No me estoy preocupando por ti pero me interesa lo que dices.
 
- Lo que sucede es que uso un humor desalmado y corrosivo, ¿no es cierto?
 
- Si tú lo dices... 
 
- Lo que estoy intentando decirte es que ese es el humor de tipos tan desagradables como ese tal Paul Anski. Un tipo de mente tan cerrada y asfixiante que te puede dejar hecha polvo desde el primer momento que contactes con él.
 
- ¿De verdad crees que voy a admitir ir a la cama con Anski para alcanzar el estrellato?
 
- Eso lo tendrás que decidir tú misma. 
 
- Pues entonces deja de advertirme tanto.
 
- ¿Te interesa ser la muñeca rota de un sadomasoquista?
 
- Ahora sí que estoy preocupada. ¿Ese tal Anski es sadomasoquista?
 
- Ha demostrado serlo con "Lunas en la piel". ¿Sabias tú que Paul Anski dirigió la película "Lunas en la piel" con un guión sadomasoquista escrito por él mismo? Ya puedes imaginarte cómo graba las lunas en la piel de sus víctimas. 
 
- ¿Quieres decir que mi vida junto a él sería como vivir dentro del infierno? 
 
- No lo quiero decir sino que lo digo. 
 
- ¿Algo más, Joseph? 
 
- Si quieres terminar siendo una mercancía de uso acude a la cita con Paul Anski y líate con él y todos sus secuaces. ¿De qué te sirve ser la actriz más impactante del mundo entero si te van a quitar hasta la voz a base de zurriagazos? Pero, eso sí, serás la moneda del placer que vaya de mano en mano entre toda esa morralla de cerdos drogadictos. Son tan cerdos que en lugar de hablar gruñen. Si te gusta vivir en medio de los cerdos que gruñen eso será lo único que te permitirán emitir. Gruñidos en lugar de palabras. 
 
Fue en aquel instante cuando la pelirroja dejó los dos cafés calientes sobre la mesa y, al retirarse de nuevo, apareció ante Joseph y Norah Tatiana el feroz y embrutecido líder seguido de todos sus pandilleros. En vez de hablar parecía gruñir.
 
- ¡No me gustan lo seductores de niñas menores de edad!
 
Joseph desvió la mirada que tenía posada en los bellísimo ojos de Norah Tatiana, miró por unas décimas de segundo a aquel bestial personaje que llevaba todos los nudillos llenos de anillos con púas de hierro e hizo como que no le había oído; lo cual enfureció a aquel energúmeno que en vez de hablar parecía gruñir como los cerdos.
 
- ¡Te estoy hablando a ti, medio hombre! ¡No me gustan los seductores de niñas menores de edad!
 
Joseph decidió entonces hablar... 
 
- ¿Es que te has mirado en algún espejo?
 
Aquel humor corrosivo dejó por un momento como mudo al mastodóntico personaje. 
 
- ¿Cómo has dicho, medio hombre?
 
- Que quizás no te gustan los seductores de niñas menores de edad porque te has mirado en algún espejo. ¿Has entendido el chiste o no te parece gracioso del todo?
 
El bestia volvió a gruñir... 
 
- ¡Te voy a matar, medio hombre!
 
Joseph, levantándose como una centella de su asiento, detuvo el golpe del bestial energúmeno y, doblándole el brazo derecho contra la espalda, hizo que aullara de dolor. 
 
- ¡Auuuuuuugh!
 
Inmediatamente después, cuando ya aquella mole humana estaba de espaldas a él, aplicó su pie derecho en el trasero del monstruo y lo empujó hacia adelante llegando a estrellarle contra el grupo de sus secuaces pandilleros. Aquello enervó definitivamente a aquella especie de animal salvaje que, incorporándose de nuevo, se lanzó en tromba contra Joseph apartando con codazos brutales a dos de sus secuaces que, al recibir sus impactos en los riñones, aullaron también.
 
- ¡Auuuuuuuugh!
 
- ¡Auuuuuuugh!
 
- ¡Te voy a matar, medio hombre!
 
Pero Joseph detuvo la enorme cabeza de aquel bruto poniendo su mano derecha en el rostro de aquel pedazo de animal  y, con la izquierda, le propinó tan fuerte golpe en el estómago que le hizo vomitar lo que había bebido para, después, con la derecha, propinarle un puñetazo en la nariz que hizo que su rival sangrase como un verdadero cerdo. Pero el bestia no caía al suelo. 
 
- ¡Te voy a matar, medio hombre!
 
Esta vez Joseph logró mejorar su puntería y levantando su pierna derecha, como había aprendido en las artes marciales de auto defensa, a la altura de su cabeza, propinó un punterazo en la barbilla de aquel barbudo con aspecto de gorila quien salió despedido hacia atrás cayendo en brazos de sus secuaces pandilleros. El bruto volvió a la carga, pero Joseph, dando un prodigioso y ágil salto con las dos piernas al mismo tiempo, golpeó con tal tremenda fuerza en el pecho de aquella especie de cerdo grasiento que, con una doble patada, hizo que éste cayera al suelo. Pero, a pesar de ello, volvió a levantarse.
 
- ¡No vas a poder con él, Adán!
 
- ¿Crees de verdad que no voy a acabar con él, Eva?
 
- ¡Es demasiado bestia!
 
- Entonces será mejor liquidarlo definitivamente para ver si así mejoramos la raza humana.
 
La predicción de Joseph fue acertada porque, cuando ya el monstruo se abalanzaba contra él, Joseph usó las dos palmas de sus manos abiertas y las estampó en los oídos de su bestial atacante quien resopló como si se le hubiesen roto los dos tímpanos e, inmediatamente después, Joseph decidió dar por terminada la pelea arreando, con su pie derecho y con toda la energía que pudo reunir, una patada en los cataplines del cerdo quien, aullando como un jabalí al que le estuviesen castrando, se agarró sus partes y quedó doblado sobre su cuerpo.
 
- ¡Auuuuuuuuuuuugh!
 
Estando en esta posición ya fue muy fácil para Joseph darle un mazazo en la espalda con sus dos manos cerradas y juntas. Fue el remate final porque el bestia quedó tirado en el suelo, retorciéndose de dolor y siendo recogido por un par de sus secuaces pandillero que estaban verdaderamente asombrados de la fuerza aplicada por Joseph con el más mínimo esfuerzo de su musculatura. Al cerdo se le saltaban las lágrimas de los ojos. 
 
- ¡Le has hecho llorar, Adán!
 
- Sí, Eva. Son verdaderas lágrimas de cocodrilo. Quizás esté pìdiendo un poco de caridad para seguir emborrachándose en vez de acudir al colegio a aprender un poco de lenguaje humano en vez de gruñir como los cerdos. 
 
Todos los pandilleros quedaron inmóviles y asombrados cuando descubrieron que aquel joven luchador incluso se tomaba el asunto a broma. 
 
- ¿Alguno de todos vosotros quiere saber si soy medio hombre o ya creéis todos que soy un hombre entero? Puedo seguir haciendo demostraciones así que mi chavalilla acepta apuestas. Podéis incluso ganar unos buenos millones. ¿No os apetece probar fortuna para fardar delante de vuestras cerdas?
 
Todos recogieron a su líder y, en menos de diez segundos, desaparecieron por completo de la cafetería mientras Joseph hablaba con Norah Tatiana todavía en pie por si alguno decidía probar suerte...
 
- Como decíamos antes, ¿te merece la pena ser la moneda de oro que de mano en mano va y ninguno se la queda?
 
Pero ella estaba demasiado admirada... 
 
- ¿De dónde sacas tanta energía?
 
- Eso no tiene ninguna importancia. Responde a mi pregunta y si deseas ser una moneda de cambio, aunque sea de oro pulido, desapareceré para siempre de tu vida porque a mí no me interesa ningún tesoro de esos de los que tanto se enorgullecen ese tal Paul Anski y los que son tan inmorales como él. 
 
- Lo he pensado bien. ¡No entiendo cómo ni por qué has entrado a formar parte de mi vida ni por qué te has cruzado en mi camino pero creo que llevas razón!
 
- Entonces vamos a bebernos tranquilamente el café y luego piensas bien si quieres viajar conmigo en un tren de mercancías.
 
Joseph se volvió a sentar frente a ella mientras comenzaron a beber sus cafés. 
 
- ¿Por qué tiene que ser en un tren de mercancías?
 
- Si crees que es un antojo olvídalo porque no estoy embarazado. 
 
- ¡Jajaja! ¡Me encanta tu sentido del humor! 
 
- Hablando en serio, Eva. En estos momentos ya deben estar buscándonos por todo el Estado de Texas así que cuanto más lejos de Texas estemos será mucho mejor para los dos y, por eso mismo, no es bueno que viajemos con los pasajeros ya que alguno puede pensar que somos nosotros dos la parejita de tortolitos enamorados a quienes buscan. ¿Lo comprendes ahora?
 
- Vuelvo a insistir que no sé cuál es la razón de que hayas aparecido en mi vida pero creo que vuelves a llevar otra vez la razón y, sobre todo, me parece que no me queda otro remedio. 
 
- Tienes el remedio de regresar ya a tu casa con papá, mamá y el resto de la familia, para comportarte como una chica buena de la alta sociedad de Nueva York viviendo en el glamur de la existencia. 
 
A ella no le importó esta ironía... 
 
- ¿Y qué va a pasar contigo?
 
- Tendré que acostumbrarme a ser un eterno fugitivo.
 
- ¿No te parece demasiado eso de eterno? 
 
- No. La eternidad es sólo un tiempo demasiado corto así que no me voy a quejar. 
 
- ¡Pero si no has matado a nadie!
 
- El Gafitas se ocupará de intentar demostrar lo contrario. ¿A quién cres tú que van a creer?
 
- A mí cuando yo cuente la verdad. 
 
- Lo mejor de ti no sólo es tu extraordinaria belleza y lo muy buena que estás sino lo ingenua que eres.
 
- ¿De verdad te parezco ingenua?
 
- Más ingenua que yo que ya es decir. No te enfades y tómatelo, por favor, como un  piropo. Hoy en día es muy difícil encontrar chavalillas como tú. 
 
Ella no dijo nada... 
 
- ¿Has terminado de beber tu café, princesa?
 
- Sí.
 
Joseph se puso en pie... 
 
- ¿Y qué has decidido hacer?
 
- Que me voy contigo en el tren de mercancías pero todavía no sé por qué te hago caso. 
 
- ¿Le has preguntado a tu corazón?
 
Ella solamente se levantó, dejó que él la tomara de la mano y, los dos otra vez muy juntos, caminaron rápidamente pero sin correr para no llamar demasiado la atención de ningún policía, en dirección a la Amtrak Station de Albuquerque.
 
- ¿Cómo nos va a tocar viajar, Joseph?
 
- Posiblemente en medio de muchos kilos de patatas o, incluso peor que eso, en medio de muchos kilos de cebollas pero, si tenemos suerte, quizás podamos viajar sobre unos buenos lechos de paja. Tal vez.
 
- ¿No pica demasiado la paja?
 
- ¿Prefieres oler durante varias semanas enteras a cebolla cruda?
 
- ¡Jajajá! ¡Jamás!
 
- Entonces elegiremos la paja aunque pique más de la cuenta.
 
Poco después llegaron a la estación de trenes.
 
- Ahora tenemos que tener mucho cuidado y aplicar todos nuestros sentidos, Eva. ¿Tienes miedo?
 
- No tengo miedo pero estoy seriamente preocupada...
 
Adán no quiso preguntarle a Eva por qué estaba seriamente preocupada pero ella lo estaba porque sentía que se enamoraba sin ningún remedio de aquel chaval tan valiente y, sobre todo, tan inteligente. 
 
- Primero vamos a ojear... 
 
- ¿Ojear? ¿Qué quieres decir con eso?
 
- Que, con mucho cuidado para no despertar sospechas, vamos a consultar el horario de los trenes de mercancías que salgan hacia Los Ángeles. 
 
- ¿Vamos a ir hasta Los Ángeles de California?
 
- Quizás sí o quizás no. Eso depende de Dios. 
 
- ¿Tú eres muy creyente, Adán?
 
- Haber tenido la ocasión de conocer a una chavalilla como tú me hace creer totalmente en la existencia de Dios y que Dios no está muerto; estoy en contra de lo que predican tantos dictadores del pensamiento que van enseñando la mayor estupidez humana, a pesar de ser doctores en Filosofía.
 
- ¿Cuál es la mayor estupidez humana, Adán?
 
- Ir predicando en las aulas universitarias, para comerles el coco a sus alumnos y alumnas, que Dios está muerto, Eva. Si eso fuera cierto no existirían los bombones como tú ni existiría ninguna posibilidad de conocer a bombones como tú.
 
- Gracias por el piropo, Adán.
 
- Considéralo sólo como un regalo de cumpleaños ya que acabas de cumplir los dieciocho. 
 
Ambos comenzaron a buscar en el panel de Salidas de Albuquerque hacia Los Ángeles.
 
-¡Ya está, Eva! ¡Dentro de cinco minutos sale un mercancías hacia Los Ángeles! Ahora tenemos que actuar con mucha agilidad mental y movernos con cautela para que no nos detengan los vigilantes.
 
Ambos llegaron al andén donde se encontraba estacionado el tren que Joseph consideraba el mejor para sus propósitos.
 
- ¿Y ahora que hacemos, Adán? Hay dos vigilantes cerrando las puertas de todos los vagones. 
 
- Observa lo que voy a hacer pero guarda silencio, por favor.
 
Joseph sacó su grande y viejo móvil, lo lanzó con todas sus fuerzas contra la máquina del tren y, al estrellarse explosivamente, resonó en todo el andén; lo cual llamó la atención de los dos guardianes que, abandonando su trabajo de cerrar las puertas de los vagones, cuando ya sólo les quedaba el último de ellos, acudieron a toda velocidad de sus piernas para saber qué había sucedido, pasando por delante de Norah Tatiana y Joseph sin darse cuenta de la presencia de los dos jóvenes...
 
- ¿Dónde aprendiste a ser tan gamberro, Adán?
 
- ¡Ahora no digas nada ni me des ningún sermón sobre la buena conducta! ¡Solamente corre detrás de mí! ¡Les he engañado pero hay que darse prisa para subir en el último de los vagones antes de que el tren se ponga en marcha!
 
Norah Tatiana sabía que lo mejor era hacer lo que Joseph decía y corrió tras él hasta llegar a la puerta delantera del último de los vagones.
 
- ¡Ayúdame a abrirla, Eva! ¡Es muy pesada y tenemos que hacerlo lo más rápido posible!
 
Eva se puso a la labor de ayudar a Adán y la pesada puerta se abrió rápìdamente.
 
- ¡Sube, Eva! ¡Rapido! ¡Ya se va el tren!
 
Eva dio un felino salto hacia el interior del vagón y Joseph dido otro salto igual de felino; justamente cuando el tren ya comenzaba a salir de la Estación de Amtrak.
 
- ¿Te encuentras bien, Eva?
 
- Perfectamente bien, Joseph. ¿Y tú como estás?
 
- No tan bueno como tú pero puedo ir tirando...
 
- ¡Jajaja! ¡Espero no tener que arrepentirme nunca de haberte seguido en esta locura!
 
- ¡Dicen que somos dos locos de amor que vivimos de espaldas al mundo real!
 
- ¡Jajaja! El mundo está lleno de locos, Joseph, pero tú eres un loco completamente diferente a los demás.
 
- Por lo menos destaco en algo.
 
- ¡Jajaja! La verdad es que eres ingenioso y ahora ¿puedes decirme dénde has aprendido a ser tan gamberro?
 
- Soy rebelde porque el mundo me ha hecho así.
 
-¿A qué mundo te refieres, Joseph?
 
- Al mundo de los realistas.
 
Norah Tatiana le acarició el atractivo rostro con su mano derecha y le dio un beso en la boca.
 
- ¿Y esto?
 
- Porque te lo debía.
 
-¿Tú me debías un beso?
 
- ¿No lo recuerdas? No te debía uno sino dos...
 
- ¡Ah, ya! ¡Las calles peligrosas de Amarillo!
 
Ella no le dejó segui hablando porque le dio otro beso en la boca.
 
- Ya estamos a la par, Adán.
 
- Eso quiere decir que, por pagarme lo que me debías, quedas totalmente liberada para irte con ese tal Paul Anski o cualquiera que tenga tantos millones como él.
 
- Lo pensaré mientras vamos hacia Los Ángeles. Allí te diré cual es mi decisión.
 
- Supongo que como será en Los Ángeles a lo mejor Dios me ayuda y tengo un poco de suerte contigo... porque lo que es con otras pues ha sido que no...
 
- ¡Eso si que no me lo creo, Joseph!
 
- Entonces digamos que ha sido que no cuando yo quería que fuese que sí y que ha sido que sí cuando yo quería que fuese que no...
 
- ¡Pero qué sinvergüenza eres!
 
- Dejemos ya de discutir porque ni tan siquiera somo, al menos todavía, novios.
 
Ella guardó silencio mirando a los misteriosos ojos de él.
 
- No te quedes quieta, Eva, y vamos hacia dentro a ver si tenemos la suerte de tener un viaje tranquilo por primera vez desde que te conozco. 
 
Entonces fue cuando ambos, al mismo tiempo y como si estuviesen sincronizados por un mismo reloj, se dieron cuenta de que, desde la penumbra del vagón, les estaban observando tres viejos borrachos, desdentados, oliendo a bostas de ganado vacuno y más feos que tres demonios, con las bocas abiertas mientras habían interrumpido su juego de póker... hasta que el más horroroso de todos, que se llamaba Pavel Verb, pudo hablar mientras babeaba por su boca. 
 
- ¡Camaradas! ¡Vaya suerte que nos ha caído del cielo en forma de monumento de mujer! ¡Tenemos para mojar el churro todos y hasta de sobra!  
 
- ¡Un momento, viejo baboso, un momento que la están peinando!
 
-¿Qué quiere decir eso de que la están peinando, joven de mierda?
 
- Quien la huele es que debajo la tiene. Lo de mierda bien se nota que sois vosotros tres el mejor ejemplo del mundo porque oléis peor que las mofetas y, aclarado este asunto para que no haya ninguna clase de dudas, eso de que la están peinando es que yo soy el primero que la va a gozar. 
 
- ¡Eso es injusto! ¿Cuál es la razón para que sea justo?
 
- Preguntáselo al Sindicato de los vagos como vosotros.
 
- ¡Necesitamos una razón más convincente!
 
- Está bien. Os voy a dar esa razón para que no la olvidéis jamás. ¿Sabéis qué es el derecho de pernada?
 
- ¡Ni idea! ¿Qué clase de derecho es ese?
 
- Uno que no está tan torcido como vosotros tres.
 
- ¿Pero se puede saber qué es?
 
- Que el amo es el primero que puede disfrutar de ella y aquí el amo soy yo.
 
-¡No estoy dispuesto a admitirlo porque yo soy el más viejo de todos!
 
Pavel Verb se levantó, a trompicones por culpa de la borrachera, e intentó agarrar a Eva; pero Adán le metió tal empujón a su destartalado cuerpo que le hizo sentarse cayendo estrepitosamente al suelo. 
 
- ¡Ayyyyyyyy! 
 
- ¿Puedes seguir hablando?
 
- Esto... ay... ay... ay... sí que puedo... pero... espera... espera a que tome aliento...
 
- ¿Cómo te llamas, viejo baboso?
 
El destentado más feo de los tres, pudo recobrar el aliento...
 
- ¡Pavel Verb!
 
- Pues ya que tienes tanto verbo, porque bocazas eres demasiado, ¿sabes cuál es el verbo matar?
 
- ¡Chuta! ¡No te pongas tan serio, muchacho!
 
- Me pongo serio cuando me da la real gana. ¿Estáis de acuerdo o no estáis de acuerdo en que yo sea el primero que goce con ella?
 
- De acuerdo... de acuerdo... pero deja algo para nosotros...
 
- Pues una vez aclarado, bien del todo, este asunto de las prioridades... ya podéis seguir jugando al póker para ver quien tiene la suerte de ser el siguiente después de mí...
 
- De acuerdo... pero por qué no se lo haces delante de todos nosotros para que podamos aprender... ya que te crees tan experto...
 
- Pues va a ser que no.
 
- ¿Por qué? ¡No hay que tener prejuicio alguno! Nosotros solo vamos a mirar mientras se lo haces.
 
- Pero resulta que yo soy extremadamente tímido y no puedo hacerlo delante de nadie... así que me la llevo hasta el otro extemo del vagón para que nadie nos vea mientras vosotros seguís con vuestro póker... y si la suerte quiere quizás mojéis el churro... si es que tenéis suficiente capacidad para ello...
 
- ¡No discutas más con él, Pavel, porque lleva toda la razón y además ha sido él el que la ha traido hacia nostros!
 
- ¿Y tú cómo te llamas?
 
- ¡Me llamo Patrice Ben Avides!
 
- ¿Un moro de la morería?
 
- Sí. Pero no hay que tener prejuicios según las leyes norteamericanas. 
 
- Está bien. Espera sentado porque vas a esperar bastante. ¿Y tú que estás tan callado quién eres?
 
-  Yo... yo... yo me llamo Vinicius Third... para servirte...
 
- Pues ya que eres el tercero en discordia me da la sensación de que vas a tener que esperar muchísimo más que tus otros dos camaradas... a no ser que saques una escalera de color... pero mientras la sacas... sueña... 
 
El baboso de Pavel Verb cerró la discusión.
 
- ¡Camaradas! ¡Tenemos que estarle agradecido a este joven por lo que nos va a regalar!
 
- ¿Tú crees en los Reyes Magos, baboso de mierda?
 
- No.
 
- Pues entonces deja de soñar con regalos a no ser que te traigan carbón porque te huele el sobaco peor que el de un carbonero.
 
- ¡No discutamos más y que viva la Anarquía!
 
- ¿Puedo saber quién es esa señora?
 
- ¡Jajaja! ¡Tienes un gran sentido del humor, chaval! ¡Te mereces ser el primero!
 
- Eso ya lo sabía yo antes de que tú lo pensaras... porque da la casualidad de que yo sí que creo en los Reyes Magos y sus lindos regalos... ¿algo más que aclarar?... 
 
Ante el silencio de los tres viejos borrachos anarquistas, Joseph tomó de la mano a Norah Tatiana y se la llevó hasta el fondo del vagón, a la parte más trasera de aquel tren de mercancías. Allí se encontraban almacenadas una gran cantidad de grandes pacas. Joseph las tanteó.
 
- Tenemos suerte, princesa. Es paja.
 
- ¿De verdad vamos a dormir sobre pajas?
 
- Dormir no pero descansar sí. Así que ayúdame a abrir una de ellas.
 
- ¿Pero qué nueva gamberrada vas a hacer?
 
- La que creo justa y necesaria en estas circunstancias tan especiales.
 
Con la doble fuerza de las manos de él y de ella desgarraron fácilmente la más grande de las pacas y, acto seguido, Joseph comenzó a desparramar pajas por el suelo hasta lograr acumular un buen y mullido montón donde poder descansar.
 
- Va a picar un poco pero es mejor que descansemos algo...
 
- ¿De verdad que vamos hasta Los Ángeles en estas inhumanas condiciones?
 
- Hay un cambio de planes, princesa.
 
- ¡Qué eso de que no vamos a Los Ángeles!
 
- Yo no esperaba encontrarme con esos tres viejos de mierda y como no esperaba encontrármelos ya verás lo que hago a su debido triempo.
 
- ¿Les vas a matar?
 
- Si es necesario sí; pero no te asustes porque espero no tener que hacerlo. 
 
- ¿Puedes anticiparme algo de lo que va a suceder?
 
- Puedo y quiero. Si no he hecho mal los cálculos, dentro de un par de horas, minuto más o minuto menos, estaremos llegando a la ciudad de Gallup.
 
- ¿Y eso qué significa?
 
- El resto quiero que sea una sorpresa; pero ahora lo que tenemos que conseguir es que esos tres viejos y borrachos anarquistas no se den ni cuenta.
 
- ¿Ni cuenta de qué?
 
- De que en lugar de estar haciendo lo que ellos sueñan hacer contigo estamos descansando cómodamente aunque sea sobre la paja.
 
Los dos se tumbaron encima del mullido montón mientras, de pronto, se escuchó el desesperado grito de Pavel Verb.
 
- ¡Cuando vas a terminar, maldita sea!
 
Joseph entendió que debía volver a cerrarle la boca.
 
- ¡Escucha, viejo de mierda! ¡Yo tengo por costumbre hacerlo siempre muy bien y necesito dejarla completamente satisfecha así que tardaré todo el tiempo que sea necesario para conseguirlo! ¡Me gusta hacer fantasías!
 
- ¡Pero cuánto tiempo, maldita sea!
 
- ¡Maldices demasiado viejo bastardo! ¡Por lo menos tengo que estar con ella unas tres, cuatro o cinco horas, así que si ya habéis terminado de jugaros los turnos, empezad a dormir lo tres y soñáis con los angelitos mientras yo termino! ¿De acuerdo?
 
- ¡Somos tres anarquistas y no creemos en los angelitos!
 
- ¡Entonces soñad con que Bakunin sube desde los infiernos y os da por el trasero pero comenzad a dormir o voy yo a cantaros la nana de la cebolla hasta que os quedéis dormidos de tanto que vais a llorar!
 
Los tres viejos anarquitas dejaron definitivamente de molestar y, al poco tiempo, por culpa de los efectos de la borrachera y la ansiedad de tenerla en sus brazos, comenzaron a roncar ruidosamente.
 
- Tenemos música de acompañamiento, Eva.
 
- ¡Jajaja! ¡Por favor no te duermas también tú!
 
- Por defenterte de todos los que te ansían soy capaz de pasarme un año entero sin dormir ni un solo segundo.
 
- ¡Qué exagerado eres!
 
- Porque no soy un realista.
 
- Y a mí me está encantando que no lo seas.  
 
Norah Tatiana reclinó su cabeza sobre el pecho de Joseph y se quedó profundamente dormida mientras él le acariciba, suavemente, su bellíismo y dulce rostro. Hasta que, pasados varios minutos de las dos horas de viaje, la máquina del tren silbó varias veces. Joseph miró su reloj.
 
- ¡Vamos, Eva, despierta!
 
- ¿Eh? ¿Qué sucede ahora?
 
- Que ha llegado la hora.
 
- ¿La hora de qué?
 
- De saltar del vagón; así que no discutas conmigo y vamos a ponernos en pie.
 
- ¿De verdad vamos a saltar desde el vagón?
 
- No te preocupes. Las laderas están llenas de pradera y el tren ha aminorado completamente su velocidad. No nos va a suceder nada malo porque saltemos.
 
- ¿Pero no sería mejor bajarnos en la estación como hacen las personas normales?
 
-Es que en estos momentos no podemos ni pensar en ser personas normales porque lo que necesitamos es que los vigilantes no nos descubran.
 
Ella entendió el mensaje, se levantó sin hacer ruido lo mismo que hizo él y los dos juntos abrieron la puerta trasera del vagón silenciosamente mientras que la música de los ronquidos de los harapientos, sucios y vagos anarquistas, les seguía sirviendo de fondo.
 
- ¡Vamos, Eva! ¡Cuando yo cuente tres salta sin temor alguno!
 
- Prefiero que me des la mano.
 
-Está bien. Saltaremos los dos al mismo tiempo.
 
Ella le dio su mano derecha a él y él comenzó a contar mientras el tren seguía disminuyendo su velocidad y ya parecía como que ni tan siquiera estuviese en movimiento por la lentitud con que transitaba.
 
- Uno... dos... y tres...
 
Los dos saltaron al mismo tiempo rodando por una verde pradera.
 
-¿Te has hecho daño, Eva?
 
- Ni un solo rasguño, Adán. ¿Y tú?
 
- Yo también estoy totamente intacto.
 
- ¿Y ahora?
 
- Ahora caminaremos tranquilamente hasta Gallup porque tenemos que desayunar.
 
El tren siguió su lentísima marcha hasta que, llegado a la Estación de Gallup y ya detenido el tren, los vigilantes comenzaron a abrir las puertas de todos los vagones en busca de vagabundos que viajaban sin pagar y, al llegar al último de estos vagones, encontraron a los tres feísimos durmientes roncando como jabalíes. La lluvia de porrazos que les cayó encima les hicieron despertar de sus dulces sueños con ella y entonces se dieron cuenta del engaño en el que habían caído por sentirse superiores al joven Joseph.  
 
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Foto del autor Jos Orero De Julin
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Descripción

Novela y Guin Literario para Cine.

Palabras Clave: Literatura Prosa Novela Narrativa Guin Cine.

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Relatos



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