Palabras de Manuel Juliá: "dicen que quien conquista el corazón de un niño tiene un amor para siempre. Ahí se echa una semilla que crece en la oscuridad de las almohadas, que se convierte en mítica mientras van pasando los años y esa semilla se agarra a la piel para convertirse en un sueño. El tiempo después va solidificando la esperanza, y un día lejano el sueño puede hacerse verdad; pocas cosas podrían luchar contra su deseo"
 
Sueño. Factura para la eternidad. El único precio de dicha factura se llama ilusión. La curva que nos lleva desde el silencio a la cima es esa travesía romántica de la presencia en medio de las esperanzas para saber estar rodeado de pasiones. ¿Quién dijo que la pasión es una desgracia? Sin pasión no hay victoria. Hay muchos hombres adultos que consideran imposible que un adolescente, siendo un niño nada más, obtenga victorias maduras en los momentos de su ensoñación. ¿Soñar es una mentira? ¿Quiénes dicen que soñar es una mentira? Quienes nunca han llevado a cabo el esfuerzo de quitarse méritos de grandeza para conquistar ese talento que se llama humildad.
 
¿Símbolos? ¿Quiénes creen que las victorias sólo son los símbolos del poder? Otra mentira más. El verdadero símbolo de grandeza no es el poder sino el saber; lo cual es tan antagónico que para evolucionar hacia la cima de nuestras realizaciones personales hay que despojarse del mito para convertirse en leyenda viva. Podemos ser viajeros hacia el destino de la inmortalidad dentro del breve espacio de un sólo segundo donde, de repente, una idea genial explota todos sus anhelos y, de pronto, piensas: "esto no va a parar jamás". Es la inmovilidad convertida en movimiento heroico.
 
En el rincón del tiempo hay siempre un espacio libre. Esa es la liberación que nos encumbra. Y, para conseguir eso, no es necesario ser un superdotado sino ser único en el mundo. Definir esa grandeza sólo lo puede hacer un poeta: "somos éxito infinito y espectáculo de nuestra Fe". O esa angelical esencia llamada inspiración. Algo así como cuando sorprendes a tu almohada con un discurso directo al sentimiento y se escuchan tus historias a través de las ondas imaginarias de una imaginaria retroalimentación. Por ejemplo.