Tinte Verde (antes del Flex) -Diario-
Publicado en Feb 03, 2015
1953. Coincido con Paco Silva. Antes de que el Flex inundase las viviendas madrileñas, el trabajo de nuestras madres era muy abnegado y consistía en limpiar el suelo y los colchones. Limpiar el suelo, que generalmente era de ladrillos de barro o de losas hidráulicas, suponía tener que llenar el cubo de agua (apenas salía agua por el grifo porque no había bombas y en los pisos altos nunca llegaba), había que hacer unos estropajos que se hacían despeluchando cuerdas y ponerse de rodillas y restregar con unos polvos que se llamaban Pedramol. Luego se aclaraba todo y se pasaba una josifa o aljofifa que es un trapo basto (también a mano y de rodillas). Ejercicio diario.
Pero lo que llamaba mucho la atención, era cuando se subían los colchones a la azotea, se descosían y se sacaba la borra que formaba el relleno. Esto ya fue un adelanto, ya que antes se rellenaban de paja que vendían en la Posada del Mesón. Había dos tipos de colchones con relleno "moderno", los de lana y los de borra. En mi casa usábamos los de borra que es la parte más mala y corta de la lana y que era de color negro. Estos había que aventarlos y estirarlo una o dos veces al año. Estirando la lana / borra. Se ponía una sábana vieja en el suelo de la azotea y se hacía un montón con toda la borra y se dejaba un tiempo para que le diese bien el sol. Luego, había que coger cada trozo de la borra y estirarlo para que se desapelmazara y cogiese volumen. Era una tarea muy larga. Luego, cuando ya se habían estirado todas las borras y se había lavado el forro del colchón, se volvía a rellenar, se cosía y ya estaba listo para otra temporada. Los que no han conocido esto no saben lo que se pierden, y que estos colchones cogían la forma del cuerpo rápidamente y tenían memoria (como los de viscolástica de ahora) por lo que te quedabas empotrado pasando un calor toda la noche que para qué contar. Mejor no hablar si el niño se hacía pis. Por las mañanas las madres tenían que luchar a brazo partido con los colchones para "borrarle" la memoria y que se quedasen otra vez planos. Aunque parece que las borras y las lanas no pesaban, os aseguro que para darle la vuelta al colchón hacía falta tener mucha fuerza. Es de justicia hacer un homenaje a nuestras madres que con tanto trabajo y sacrificio soportando tantas penurias y falta de medios han conseguido sacarnos de esa época y que seamos un país moderno. Aquello de los colchones de borra y de lana dieron lugar a un oficio llamado colchoneros; y de ahí les viene a los del Atlético de Madrid el sobrenombre ya que aquellos inolvidables colchones, donde te hundías en un hueco interminable y para salir de ellos debías ser como Bernardo Ruiz subiendo los puertos de la Cordillera Cantábrica o el Tourmalet francés, eran rojiblancos. Recuerdo el año del Tinte Verde. No me refiero al pelo de los "punkis" (muchas décadas posteriores a los colchones de borra / lana) sino a la línea media del Atlético de Madrid. Me refiero a 1953. Rafael García Repullo, conocido futbolísticamente como Tinte fue un jugador y entrenador de fútbol español. Nació en Córdoba el 29 de diciembre de 1923 y falleció, en la misma localidad, el 11 de enero de 2000. Tinte inició su carrera en dos modestos equipos cordobeses, el San Lorenzo y el Electromecánicas, pasando luego al primer equipo de su ciudad, el Real Club Deportivo Córdoba, antecesor del actual Córdoba. En 1948 fichó por el Atlético de Madrid, el único equipo de Primera en el que militó. Allí jugó siete temporadas, en las que sería dos veces campeón de Liga y una de la Copa Eva Duarte, antecesora de la actual Supercopa de España. Santiago Ordaz Fernández, conocido futbolísticamente como Verde, fue un jugador español del Atlético de Madrid y compañero, durante dos temporadas, de Tinte. Nació en Madrid el 10 de noviembre de 1928 y falleció en la misma ciudad de Madrid en 2014. Verde jugó para el Atlético de Madrid entre 1952 y 1959, y entre 1954 y 1955 lo hizo en la Unión Deportiva Las Palmas. Jugó exactamente cien partidos para el Atlético de Madrid, con noventa y siete encuentros en la Liga y tres en la Copa de Europa, entre 1958 y 1959. Jugó veinte partidos en el equipo de Las Palmas. Aunque su lugar natural era defensa, se alineó varias veces formando línea media con Tinte. Los dos coincideron en el Atlético de Madrid en las temporadas 1952-1953 y 1953-1954. Tinte Verde fue uno de mis primeros recuerdos futbolísticos cuando yo todavía no había acudido al colegio a aprender las letras y no estuvieron en las chapas porque salían en cromos que no se podían recortar como necesitábamos hacerlo para que quedaran aceptables a la hora de jugar al "fútbol-chapas" en casa. Tinte Verde fue una expresión futbolera cuando los colchoneros ejercían la labor de ayudar a nuestras madres con lo de la borra y la lana. También coincido con Francisco Javier Martínez Romero. Antes de la entrada del verano las mujeres de casa hacían una limpieza general. Limpiaban bien todos los rincones, los cajones de las cómodas, los armarios, fregaban a conciencia los suelos con lejía, jalbegaban la fachada y, sobre todo, hacían de nuevo los colchones que estaban duros, con la lana hecha pelotas de borra, apelmazada y lastimando los riñones de los que dormían en ellos. Para esa tarea, llamaban a los colchoneros, en este caso, en Madridejos, la última conocida era colchonera. El colchón de lo que hablamos es el que estaba formado por un saco o tela que solía ser a rayas a colores rojo o azules junto con blancas o bien flores grandes y difuminadas. En su interior había el relleno que podía ser de paja los más pobres, miraguano, algodón y principalmente de lana. El día antes habían deshecho el colchón, habían lavado la tela en el pilón y estaba limpia para que el colchonero hiciera el colchón después de esponjar la lana, y la lana se lavaba en las albercas de las huertas. Colocaban toda la lana apelmazada del colchón en el suelo, en un sitio empedrado y al que habían barrido bien con escoba de mijo y esparto, y entonces el colchonero entraba a tu casa para poder trabajar; también lo hacía en la calle, porque era trabajo ambulante. Armados de vara de fresno o tal vez de mimbre larga y flexible, sacudían varazos al montón de lana. La vara se hundía en la lana y salía con vedijas enganchadas a ella. Varazo tras varazo, golpe tras golpe, las pelotas de borra se rompen, se abren, se esponjan. La lana queda hinchada y la borra se hace vedija suelta y fofa. La lana bien vareada se colocaba después sobre la tela del colchón recién lavada. La colchonera la distribuye bien pareja, la cubre con parte de la tela y sentada al lado de lana y tela, la cose con aguja curva por el costado. La ensarta en medio las cintas por los ojetes o herretes de la tela y sujeta así la lana para que no se ruede al mover el colchón. La colchonera venía una vez al año, en la temporada de verano. Cobraba muy poco, pero a la vez le invitabas a comer en tu casa. Sin embargo, el más conocido colchonero de mi barrio madrileño (que aguardaba a sus clientas en la puerta del Mercado de la calle Ibiza) era agitanado y se apellidaba Mejías. Su hijo era uno de mis compañeros de colegio en el Lope de Rueda de Madrid. El cochonero Mejías tenía un defecto en el habla y parecía como si tuviese siempre ronquera a la hora de anunciar su presencia en voz alta para llamar la atención de las mujeres. No sé si era un defecto crónico en la garganta o porque tuviese la costumbre de tomarse algún trago de cazalla antes de comenzar con su labor diaria, pero su rara forma de hablar era imitada, con mala fe, por parte de José Ángel mientras yo corría para no ser alcanzado por el colchonero que, a la hora de repartir tortas, no preguntaría quien era el culpable (José Ángel) y quien era el inocente (yo mismo); así que a la hora de dar explicaciones de aquellas burlas contra el agitanado Mejías lo mejor era tomar las de Villadiego y luego, por las noches, hundido en los "socavones" del colchón de borra / lana, soñar con los angelitos mientras llegaba la hora de dormir profundamente en la "cama de a dos" que, a veces y por cuestiones de visitas, se convertía en la "cama de a cuatro". El caso era sobrevivir. Y después llegó el Flex... en 1956... se trataba de colchones de muelles entretejidos a mano por lo que esta fecha fue especialmente relevante para mis memorias... y es que gracias a la comodidad y el confort de Flex pude comenzar a soñar con Ella... arrebatando a Emilín unos privilegios que mi Princesa jamás aceptó... y por eso pasó lo que pasó y esa historia es la de mi liberación pensando en mi ecuatoriana... una vez que se acabó el tormento de la borra... y Tinte Verde quedó en mi memoria como inicios del saber futbolero que tanto me ayudó a superar escollos amorosos... reales o imaginarios pero ciertos...
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