¿Qué pá de cuá? (Diario)
Publicado en Mar 02, 2015
Debuto como profesor de Historia de la Literatura en el Colegio "El Sauce" de Cumbayá, localidad situada en las afueras de Quito y punto de encuentro de multitud de "pelucones" ecuatorianos. Quizás mucho piensen que estoy nervioso. Nada más lejos de la realidad. Belmont me acompaña para soportar los ratos del aburrimiento, pero estoy más tranquilo que un 8 tumbado en postura de infinito. Y es que Belmont es mi mejor amigo en estas horas trascendentales en que tengo que demostrar que sé quién es, por ejemplo, Marinetti.
Comienza un nuevo siglo en la Historia de la Humanidad y comienza una nueva aventura en la Historia de mi Vida. Todo consiste en comenzar deslumbrando a todo el personal (alumnos y alumnas incluidos) dándoles a conocer, incluso a algún padre o alguna madre de familia que viene a ver cómo me desenvuelvo dentro de la jaula (porque esto no se pueden llamar aulas sino jaulas), que Filippo Tommaso Marinetti era italiano pero había nacido en El Cairo y que fue, ni más ni menos, que un poeta y editor del siglo XX (bienvenido el siglo XXI) fundador del movimiento Futurista. Y dejo a todos y a todas con la boca abierta cuando voy y suelto que es el auor de "Los Indomables". Sé que a estos alumnos y a estas alumnas (niños pijos de papá y niñas pijas de mamá) se les considera indomables; pero yo soy mejor incluso que Marinetti escribiendo odas a los imposibles y los voy a domar a base de golpes de conocimientos puros, netos, limpios de la paja verborreica como otros hacen para ocultar que no saben nada del tema. Así que mi debut en "El Sauce" no ha podido ser más brillante. Brilla el sol tras las montañas cuando levanto la vista y contemplo mi halagador futuro en medio de tanta lucubración cultural. Pero huyo de los halagos y me tomo mis breves descansos por los arbustos mientras Belmont no deja de ser mi compañero infatigable. Así fue cómo debuté en "El Sauce" y salí vitoreado por propios y extraños; de tal manera que di la vuelta al ruedo, corté dos orejas a un gladiolo, el rabo a un repollo (con perdón dirigido a las chavalas de la limpieza que me consideran ya su héroe reivindicador) y cuando subí en el bus de vuelta a casa iba yo más ufano que un ulano de Mauricio de Sajonia. ¿Qué pá de cuá? Y es que soy, en verdad y para decir la verdad, solo la verdad y toda la verdad, un maestro muy recursivo.
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