La conjura del Apollo (Novela) Captulo 8
Publicado en Mar 12, 2015
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- ¡Eres un cobarde, Morris¡ ¡Y tú también eres otro cobarde, Nolan! ¡Ese tipo se ha metido hasta el mismo corazón de nuestro Harlem de Nueva York y, simplemente, nos ha barrido del todo! ¡Nos ha hecho polvo a todos los de "The Kids Courage" esta mañana y eso todos lo recordarán como nuestro primer gran fracaso! ¿Se puede saber que habéis hecho vosotros dos para evitarlo?
 
- Ni yo ni Nolan hemos podido hacer absolutamente nada. Pero... ¿qué has hecho tú, Jones, que al fin y al cabo eres nuestro líder y tenías que haber dado ejemplo de que lo eres y por qué lo eres?
 
- ¡Lo mío no ha sido ninguna cobardía! ¡Estaba muy cerca de él pero no tengo ni puñetera idea de qué ha sido lo que me ha pasado! ¡Durante todo el tiempo que ha estado hablando y desarmando toda nuestra estructura mental no he podido verle con ninguna claridad porque una extraña energía me lo ha impedido! ¡No sé que puñetas me ha sucedido pero no he podido ni tan siquiera despegar los labios para poder hablar! 
 
- ¡También a nosotros nos ha ocurrido lo mismo! ¡Esa extraña energía que nos ha dejado mudos tampoco nos ha dejado verle con nitidez y estábamos tan cerca de él como tú! ¡Ha sido como cuando San Pablo fue derribado de su caballo en el  momento que estaba persiguiendo a los cristianos, solo que esta vez ha sido mucho peor porque hemos caído todos juntos! 
 
- ¡Maldita sea nuestra mala sombra! ¡Vaya palizón que nos ha dado un solo tipo y en nuestro propio terreno! ¡Haced el puñetero favor de no volver a recordármelo ni una vez más en nuestras asquerosas vidas! ¿Sabéis cuántos puntos hemos perdido hoy ante todos nuestros seguidores y seguidoras? ¡Ha sido un total desastre! ¡Nos ha dejado el prestigio en un cero absoluto y la moral incluso bajo cero! ¿Os dáis cuenta ya de lo importante que es esta noche para nosotros?
 
- Yo tengo miedo, Jones. 
 
- ¿Te vas a echar ahora para atrás, Morris?
 
- No es que me eche para atrás, Jones, pero me siento muy cansado, sin fuerzas, como si de repente hubiese envejecido noventa años de golpe. 
 
- ¡Pues no podemos ya abandonar nuestros planes si queremos seguir siendo quiénes somos!
 
- ¿Y quiénes somos en realidad, Jones? Yo también tengo miedo, estoy sin fuerzas y no sólo es como si hubiese envejecido 90 años de golpe sino hasta 100 para ser más exactos.
 
- ¡Si me dejáis ahora solo ante el peligro os juro que os despellejo vivos y os cuelgo de una farola del Marcus Garvey Park para ejemplo y escarmiento de todos los que ahora decidan echarse para atrás!
 
- ¿Por qué no podemos retrasar unos meses más nuestros planes para ver si el tiempo hace olvidar a todos y a todas lo que ha sucedido esta mañana?
 
- ¡Imposible! ¡Es ahora más que nunca cuando debemos dejar bien sentado quiénes son los que mandan en el Harlem de Nueva York! ¡No podemos consentir que un simple estudiante universitario y, para colmo de los colmos, de raza blanca, nos desprestigie de esta manera tan acongojante!
 
- ¡No es un simple estudiante universitario blanco nada más! ¡Yo he visto en él, a pesar de lo borroso de mi vista, a un líder genial, a un revolucionario de masas! ¡Qué lástima que no sea uno de los nuestros porque de verdad que sería nuestro gran capitán!
 
Ante estas palabras de Nolan, a Jones le dio un ataque de celos. 
 
- ¡Eso jamás! ¡Eso jamás lo voy a permitir! ¡Aquí el que tiene los cojones más grandes soy yo!
 
- ¡Perdona mis palabras, Jones, pero ese tipo tiene un carisma tan especial que nunca jamás lo he visto en mi vida! ¡Tú no le llegas ni a la suela de sus botas así que es mucho mejor que nunca más vuelva a aparecer por aquí o tendremos que preguntar a todas nuestras chicas quién es el que más cojones tiene de verdad! 
 
- ¿Me estás retando, Nolan?
 
- ¡Eso jamás me atrevería a hacerlo contigo pero he visto las miradas de todas las chicas! ¡Parecía como si estuviesen en un verdadero éxtasis y no precisamente religioso por cierto sino verdaderamente real! ¡Si no lo hubiese visto con mis propios ojos no me lo creería jamás! Pero lo hemos visto todos...
 
- ¡Dejemos ya de hablar de ese extraño personaje! ¡Digamos que no ha sucedido nada y que sólo ha sido una alucinación colectiva!
 
- Pero da la casualidad de que nadie ha estado alucinando sino que todos estábamos sobrecogidos.
 
- ¡No hablemos más de ese personaje, Morris!
 
- Esá bien, Jones, pero no te cabrees tanto con nosotros porque la culpa es de nuestras chicas y no nuestra. La verdad siempre duele, Jones, la verdad siempre duele cuando no nos favorece en nada.
 
En ese momento sonaron unos pequeños golpes en la chapa metálica de la puerta del mal iluminado y angosto hangar.
 
- ¡Dios mío, que no sea un policía, Jones!
 
- ¡No seas tan cobarde, Morris, y no cites más a Dios en este aciago día porque bastante hemos tenido que escuchar acerca de su existencia! ¿No sabéis que estamos esperando la llegada de White?
 
- ¡Ah, si! ¡Ya se me había olvidado que estamos esperando a White!
 
- ¡Hoy estamos todos muy gilipollas perdidos por culpa de ese tipo! ¿No os dais cuenta de que a este oscuro y lóbrego lugar nunca se atreven a entrar los policías? ¡Pasa, White!
 
Efectivamente, era White el que venía con la mochila donde portaba los cinco ejemplares de "La tempestad" de William Shakespeare. 
 
- Ahora que citas a la policía, Jones. ¿Qué es lo que de verdad ha sucedido con Baldwin, Chandler, Hammet y Cain?
 
- ¿Qué sabes tú de todo eso, White?
 
- Quiero saber por qué han sido detenidos tan fácilmente y están ya encerrados en chirona. ¿Tienes tú algo que ver en todo eso, Jones?
 
- ¡Dedícate a cumplir con tus obligaciones para con "The Kids Courage" y no metas las narices en asuntos que no te deben importar!
 
- Pero resulta que sí que es un asunto que me importa; y me importa demasiado porque yo era amigo de esos cuatro.
 
- Escucha bien, White. ¡Las reglas del juego son las reglas del juego y tanto Baldwin como Chandler, Hammet y Cain, por muy amigos que sean de ti, sólo son cuatro pringados! ¡En cualquier pandilla que se jacte de serlo siempre son los pringados los que deben comerse el marrón! ¿Entendido?
 
- ¿Estás diciendo que has sido tú el que los has delatado?
 
- ¡Estoy diciendo que ser pandillero supone aceptar las reglas del juego! ¡Yo le debía una al teniente Reagan! Eso es simplemente lo que ha sucedido. Pero no podemos perder todo por culpa de unos pringados que no valen para otra cosa sino para ser unos pringados.
 
- ¡Me decepcionas por completo, Jones! ¡Tú bien sabes que eran los más inocentes de "The Kids Courage" y, sin embargo, no has tenido compasión de ellos! 
 
- ¿Es que te estás haciendo cristiano, White?
 
- Tal vez sí, Jones, pero eso sólo lo debe saber mi conciencia como he aprendido esta mañana. Hay una chavalilla de tan solo dieciseis años de edad, neoyorquina como todos nosotros, que va escribiendo cosas como "tengo la impresión de que la literatura amplió mi capacidad de compasión".
 
- ¿Cómo se llama esa traidora?
 
- No te preocupes tanto porque es blanca. Se llama Susan Sontag y tú nunca llegarás a poder comprenderla porque no tienes ni la millónesima parte de su inteligencia.
 
- ¿Estás confesando que te está convenciendo ese tal Malcom para que te de por leer cosas que nunca nos ha importado a la pandilla?
 
- Estoy confesando que yo no sigo...
 
- ¿Qué has dicho?
 
- ¡No me das ninguna clase de miedo, Jones! ¡He dicho que desde este momento ya no formo parte de "The Kids Courage"!
 
- ¿Te falta el coraje suficiente para seguir siéndolo?
 
- ¿Tú sabes, en verdad, lo que es tener coraje?
 
- ¡Tener los cojones bien puestos!
 
- Como dijo Ibsen: ¡Qué coraje falta en determinados momentos para elegir la vida! Eso es, en verdad, tener coraje, Jones. Algo así como nos lo ha predicado, hace tan sólo un par de horas, un genial estudiante universitario blanco al cual nadie aquí, en el Harlem de Nueva York, le conocía. Pero a mí me ha convencido del todo. Hace ya bastante tiempo que tengo amistad con Malcom y Malcom me ha enseñado mucho sobre lo que es el derecho a la vida y la obligación que tenemos de respetar la vida de los demás sean quienes sean; pero, sin embargo, hoy he podido escucharlo, comprenderlo y entenderlo del todo. ¡Elijo la vida y no la muerte! Así que conmigo no contéis. Os entrego los cinco ejemplares de "La tempestad" de Shakespeare pero prefiero que la tempestad no le siga haciendo más daño a mi alma.
 
- ¿Así que te vas para siempre?
 
- Me voy para siempre.
 
- ¡Está bien que seas tan cobarde como para rajarte en el momento en que más te necesitaba pero dime a quiénes has elegido para completar el número de cinco como teníamos previsto!
 
- ¡Imposible, Jones! ¡He echo hasta lo imposible para convencer a dos más! Nadie ha querido. Ningún chico ni ninguna chica ha querido formar parte de la conjura; así que tendréis que conformaros con ser solamente tres. Lo siento pero esa es la realidad. Nadie quiere, de momento, formar parte de tus planes, Jones. Quizás sea porque acabas de perder toda la credibilidad que tenías.
 
- ¿Por no haber debatido nada con ese universitario blanco?
 
- Quizás sea por eso. Quizás sea porque nadie de todos nosotros y nuestras chicas está tan preparado como para debatir con él y todos esperaban que lo hicieses tú. A lo mejor es que esperaban más hombría de tu parte, más valor, más coraje, más decisión para enfrentarte cara a cara con él. Pero yo no te culpo porque tampoco yo lo hubiese podido hacer. Lo único que quiero que sepas es que yo me voy de la pandilla porque quiero, como quiere Malcom, ser alguien el día de mañana si es que existe la posibilidad de que haya un mañana mejor para mí. 
 
- ¡Vete al infierno, Judas!
 
- Te equivocas mucho, Jones. Te equivocas demasiado. Resulta que aquí el único Judas que existe eres precisamente tú, porque tú eres el que ha entregado a nuestros amigos Baldwin, Chandler, Hammet y Cain al sargento Reagan. ¿Cuántas monedas te han dado por los cuatro, Jones? ¡Supongo que les distes un beso en la cara a cada uno de ellos mientras les tracionabas entregándoselos a Reagan! ¡Antes te admiraba, Jones, pero ahora que sé cómo eres en verdad, solamente me das verdadero asco! ¡Tú eres capaz de tracionar hasta a tu pobre padre y a tu pobre madre por un simple plato de lentejas nada más!
 
- Te olvidas de citar a mi abuelita materna...
 
- ¡Por supuesto que ahora ya sé que también traicionarías a la madre de tu madre! ¡Pero no la venderías ya que lo harías por nada! ¡Eres así de cobarde! ¡Yo puede que me vaya al infierno pero tengo todavía una posibilidad de salvarme y la voy a aprovechar! ¡Tú sin embargo estás condenado desde que viniste a este mundo porque tú no tienes ni un gramo de humanidad a pesar de esos maravillosos músculos que luces en los gimnasios para que te adoren las chicas que es, en verdad, lo único que te preocupa! ¡Esa es tu única Causa! ¡Ser el mejor donjuan del Harlem de Nueva York! ¡Y por eso tienes miedo, Jones! ¡Por eso usas la violencia sin límites! Según decía Oscar Wilde, se puede admitir la fuerza bruta, pero la razón bruta es insoportable. Lo peor de todo es que en ti se unen ambas cosas a la vez. Solo eres fuerza bruta y razón bruta al mismo tiempo. Me voy para siempre de tu lado y espero que, cuando nos crucemos alguna vez por las calles, no me dirijas jamás la palabra porque ni palabra tienes; lo cual es el mayor deshonor que existe para quien quiera ser un líder. Engañas a los tontos útiles y engañas a las tontas del bote porque son bobos y bobas y les tienes a todos ellos y a todas ellas embobados y embobadas pero a quienes tienen inteligencia no les puedes engañar jamás. Por eso me voy con Malcom. Él, por lo menos, no me obliga a matar a nadie si yo no quiero matar a nadie. Tú sin embargo te escondes tras los asesinatos para ir diciendo que eres justiciero. Tu Causa no es la justicia como tanto pregonas, charlatán de feria, sino no perder nunca a las chicas que tanto te adoran. Si ellas supiesen como eres en realidad...
 
- ¿Te vas a encargar de contar toda esa basura a las chicas porque me tienes envidia?
 
- ¡Nunca jamás haría tal cosa ni tan siquiera por envidia! Olvidas que las que no piensan lo suficiente por sí mismas nunca me han interesado. Puedes quedarte con todas ellas juntas porque yo buscaré a la que no te haga ni caso.  
 
White ya no dijo nada más, salió del oscuro y angosto hangar y cerró tras de sí la puerta metálica que produjo un chirriante sonito como si estuviera quejándose de tanta porquería que había dentro de aquel lóbrego lugar.
 
- ¡Bueno, colegas! ¡Ya sabéis cómo están las cosas y ya sabéis que este es el momento perfecto e idóneo para que os convirtais en héroes del Harlem de Nueva York! ¡Os prometo que tendréis de todo cuando lo hayamos logrado! No me refiero solamente a las chicas. ¿Qué decides hacer ahora, Morris? 
 
- ¡Sé que me estoy equivocando pero no te voy a abandonar! ¡Cuenta conmigo aunque sé que me estoy equivocando y sólo soy un estúpido nada más!
 
- ¡Nada de que eres un estúpido! ¡Eres un valiente, Morris! ¿Y tú, Nolan?
 
- ¡Vaya contradicciones que tienes, Jones! ¡Hace sólo unos minutos tanto Morris como yo solamente éramos dos cobardes y ahora, en sólo unos minutos nada más, no sólo Morris es un valiente porque va a hacer lo que tú le mandas sino que lo vas a convertir en un héroe! ¡Eres muy mentiroso, Jones, y la mentira un día de esto te va a dejar desnudo antes los demás!
 
- ¡Déjate de pavadas, Nolan, y dime de una puta vez qué vas a hacer tú!
 
- ¡Digo lo mismo que Morris! ¡Digo que sé que me estoy equivocando pero no te voy a abandonar! Sin embargo, ¿puedo hacerte una pregunta, Jones?
 
- ¡Adelante, valiente! ¡Tú también serás un héroe del Harlem de Nueva York!
 
- Ni me lo creo ni me lo creeré jamás pero mi pregunta es la siguiente: ¿tú harías lo mismo por Morris y por mí?
 
- No entiendo la pregunta...
 
- Te estoy diciendo que si tú te arriesgarías tanto por Morris y por mí como nosotros nos vamos a arriesgar por ti.
 
- ¿Cómo se te ocurre dudar de eso? ¡Yo jamás os dejaría solos ante el peligro!
 
- ¿Entonces por qué lo de Baldwin, Chandler, Hammet y Cain?
 
- Escucha, Nolen. Hablemos como personas inteligentes. Para conseguir algo hay que ofrecer algo a cambio. Es ley de vida en el Harlem de Nueva York.
 
- ¿Eso es hablar como personas inteligentes?
 
- ¡Por supuesto que sí! ¡No ocurre solamente en el Harlem de Nueva York sino que ocurre y ha ocurrido siempre en cualquier parte del mundo! ¡Tanto me ofreces tanto te doy! ¿Vas entendiendo ya que los héroes siempre se construyen con mucha mierda a su alrededor? ¿Quieres ser un héroe o quieres ser una mierda?
 
- Quiero ser yo.
 
- ¡Pues para ser tú sólo tienes que obedecerme nada más!
 
- ¡Está bien, Jones! ¡Me estoy equivocando pero voy contigo! No me preguntes por qué lo voy a hacer porque no sábría qué contestar.
 
- ¡Eso es lo único que os pìdo! ¡Que tengáis fe ciega en mi!
 
- La fe no puede ser nunca ciega, Jones; porque hay que saber cuestionarla.
 
- ¿Quién te ha enseñado a pensar así?
 
- Un día me lo explicó Malcom. 
 
- ¿Qué te dijo ese maricón?
 
- Me dijo que la Fe no sólo consiste en creer lo que no se ve sino, sobre todo, en sentir lo que se ve… porque la Fe nunca es ciega... 
 
- ¿Y tú qué crees?
 
- Que Malcom no es ningún maricón.  
 
- ¿Tú crees que Malcom no es un maricón?
 
- No es lo que yo crea o no crea sino lo que dicen todas las chavalas que le conocen y han estado alguna vez con él. 
 
- ¡Cuánto odio a ese tal Malcom!
 
- Jones...
 
- Te escucho, Morris.
 
- ¿Por qué no empezamos ya a preparar nuestro plan?
 
- Está bien. Eso es lo que tenemos que hacer en lugar de perder el tiempo sabiendo si Malcom es maricón o Malcom es muy machote. Ya tenemos los libros. Resulta que ya no vamos a ser cinco sino solamente tres; así que que tendremos que ser mucho más certeros. ¿Me estais comprendiendo?
 
- Te comprendemos, Jones.
 
- Muy bien, Morris.
 
- Pero quiero preguntarte de qué forma o manera nos van a dejar pasar a nosotros tres esta noche al Teatro Apollo de Nueva York.
 
- Recordad, y no lo olvideis nunca, que esta noche somos invitados especiales porque formamos parte de la Plataforma Cultural de Harlem.
 
- ¡No digas más chorradas, Jones! ¿Cómo vamos a formar parte de esa Plataforma si ni tan siquiera sabemos lo que significa la palabra cultura? ¡Apenas sabemos leer y eso con mucho esfuerzo, Jones!
 
- ¡Jajajá! ¡Lo de la definición de cultura me lo paso yo por los cataplines! Aquí lo único que es importante es que esta noche pasemos por ser tres miembros de esa Plataforma.
 
- Eso es lo que estoy diciendo. ¡Imposible que nos dejen pasar de esa manera!
 
- Esta mañana habéis escuchado por boca del universitario blanco que no existe lo imposible. Y si lo imposible no existe para un blanco tampoco lo imposible existe para un negro. 
 
- ¡Habla en serio, Jones!
 
- Estoy hablando en serio, Nolan. El asunto es muy sencillo. El concejal Cooper me debe muchas. Ya sabéis a lo que me refiero. Muchas fiestas, mucho champán, muchas mujeres, muchas drogas... en fin... que me debe muchas y a cambio de todo ello le he pedido que nos haga el favor de hacernos pasar por miembros de la Plataforma Cultural de Harlem y nos ubique en un palco estratégico para nuestro plan sin que sepa él de qué se trata. ¿Soy o no soy inteligente?
 
- Eres muy cabrón, Jones, pero digamos que eres muy inteligente. Ni Morris ni yo queremos por nada de este mundo que tu autoestima se venga al suelo.
 
- ¡Dejemos ahora la ironía, Nolan! ¡Si tenemos éxito esta noche nos convertiremos en lo que antes éramos pero con mucha más fuerza que antes!
 
- ¿Y los rifles, Jones? ¿Cómo vamos a meter los rifles en el Teatro Apollo sin que seamos descubiertos?
 
- También tengo ese asunto solucionado, Morris. No tenemos por qué preocuparnos. Lo hará Wellman.
 
- ¿Ese capitán de policía tan corrupto que no le puede ver ni tan siquiera su esposa?
 
- Los problemas que tenga el capitán Wellman con su esposa no es cosa nuestra, Nolan. Nosotros vamos solamente a lo nuestro y lo nuestro son nuestras chicas nada más. Lo que de verdad importa ahora es que cuando lleguemos al palco reservado para nosotros tres los rifles ya estarán allí escondidos por Wellman.
 
- ¿Y ese tal Wellman no está mal de la cabeza?
 
- Se dice que está con problemas por culpa del alcohol y del juego; pero tiene la cabeza en su sitio. Y hablando de cabezas ya sabéis que nuestro objetivo, esta noche, solamente es O'Dwyer.  
- ¿Estás seguro de que el Alcade de Nueva York acudirá esta noche al Teatro Apollo?
 
- Totalmente seguro. Me han confirmado que es un enamorado del teatro y de todo lo relacionado con el teatro.
 
- ¿También está enamorado de las artistas?
 
- ¡Dejate ahora de bobadas, Nolan! Esto no es ni un juego de niños ni un concurso de chistes malos. Lo único que nos importa es que O'Dwyer es nuetro objetivo y que O'Dwyer acudirá puntualmente al estreno de "La tempestad" de Shakespeare.  
 
- ¿Y qué pasa con Gould?
 
- ¡Ese periodista será nuestro próximo objetivo porque estoy seguro de que aprovechará el suceso para iniciar una investigación a fondo!
 
- Cuidado, Jones. Gould es muy peligroso si mete las narices en todo este asunto.
 
- ¡Por eso será nuestro próximo objetivo!
 
- Todo claro hasta ahora, Jones.
 
- Muy bien, Morris. Ahora vamos a sentarnos los tres, vamos a abrir los libros y vamos a leer desde el comienzo.
 
- ¡Dios mío! ¿Tenemos que leer toda la obra?
 
- ¡Ya os he pedido antes, Norris, que no volvamos a decir nada de Dios en todo lo que queda del día!
 
- Perdona. Se me ha escapado.
 
- ¡Pues ten cuidado no vaya a ser que se me escape a mí una hostia!
 
- ¡Nada de volver a pelear entre nosotros, Jones! Vamos a sentarnos y hacer lo que dices.
 
Se sentaron los tres en sillas de madera.
 
- Parece que Morris es el más culto de nosotros tres...
 
- ¿No me digas que me ha tocado a mí la china?
 
- ¡No me importa, para nada, si te ha tocado la china o si te ha tocado la japonesa! ¡Lo que te estoy mandando es que leas tú!
 
Con una total resignación propia de un carmelita descalzo haciendo el Camino de Santiago más que de un semianalfabeto del Harlem de Nueva York, Morris comenzó a leer mientras los otros dos seguían atentos la lectura usando sus otros dos libros.
 
- "La tempestad" de Shakespeare.
 
- ¡Eso lo sabemos de memoria, Morris! ¡Haz el puñetero favor de empezar a leer el texto de la obra o nos eternizamos y se nos pasa la ocasión de cumplir nuestra venganza!
 
- Está bien, Jones, pero no te vuelvas a cabrear otra vez con nosotros por culpa de que nuestras cihcas estén todavía pensando en el universitario blanco.
 
A Jones le dio otro ataque de celos.   
 
- ¿Quieres empezar ya y dejar de recordarme a nuestras chicas? ¿Hasta cuándo voy a tener que aguantar esta derrota?
 
- ¡Allá vamos! Se oye un fragor de tormenta, con rayos y truenos. Entra un Capitán y un Contramaestre.
 
- No te pares más y sigue todo de carrerilla porque los minutos están ya contados.
 
- Capitán.- ¡Contramaestre!
 
- Contramaestre.- ¡Aquí, capián! ¿Todo bien?
 
- Vas bien, Morris.
 
- No te estoy preguntando nada, Jones. Sólo estoy leyendo lo que pone aquí.
 
- ¡Joder! ¡Ya sé que soy totalmente analfabeto pero podías haberme avisado antes!
 
- Insisto en que no quiero hundir tu autoestima que ya la tienes por el suelo.
 
- ¡Que sigas, joder!
 
- Capitán.- ¡Amigo, llama a la marinería! ¡Date prisa o encallamos!
 
- ¿Por qué tienes que callarte ahora, Morris?
 
- Perdona, Jones, pero no estoy callado. Lo que viene aquí escrito no es "¡Date prisa o callamos!" sino "¡Date prisa o encallamos!". ¡Callar viene del verbo callar y encallar viene del verbo encallar!
 
- ¡Me cago en toda la marinería andante!
 
- Perdona, Jones, pero la marinería nunca es andante sino navegante. Quizás quisiste decir que te cagabas en toda la caballería andante.
 
- ¿Puedes ya dejar de tocarme los cataplines, Morris? ¡Sigue y no te pares más veces o no nos vamos a enterar de nada!
 
- Entonces no me queda otro remedio que volver a repetirlo y te pido que, por favor, no vuelvas a interrumpir mi lectura. Si no sabes leer no es culpa ni de Nolan ni mía.
 
- ¡Me voy a liar a hostias de un momento a otro!
 
- Capitán.- ¡Amigo, llama a la marinería! ¡Date prisa o encallamos! ¡Corre, corre!
 
- ¡Mierda, mierda y mierda! ¿No os estoy diciendo que aquí no entran nunca los policías? ¡Os recuerdo que si alguno entrara tenemos la coartada de que estamos ensayando una obra de teatro!
 
- Pero Jones...
 
- ¡Ni peros ni peras!
 
- ¡Que lo que pasa es que no te he dicho a ti que corras sino que en el libro pone "¡Corre, corre!".
 
- ¿Podemos ya hacer el puñetero favor de seguir leyendo sin discutir ni un segundo más? 
 
- ¡Por una vez en tu estúpida vida llevas razón, Nolan!
 
- ¡Pues déjame ya leer todo seguido y no vuelvas a mosquearte más veces, Jones! ¡Tú no hagas caso de lo que yo lea hasta que decidas que debo dejar de leer!
 
- Está bien. Sigue ya sin parar.
 
- ¿Toda la obra completa?
 
- ¡Toda la obra hasta que yo ordene que basta! ¡Sigue, Morris!
 
- Sale.
 
- Entran los Marineros.
 
- Contramaestre.- ¡Ánimo, muchachos! ¡Vamos, valor, muchachos! ¡Deprisa, deprisa!
 
- ¡Que no puedo seguirte tan deprisa, Morris!
 
- ¿Pero estás tonto del todo, Jones, o te has atontado solamente de momento? ¡No te estoy pidiendo que me sigas deprisa sino que aquí pone "¡Deprisa, deprisa!".
 
- ¡Si vuelve a haber otra interrupción más yo, desde luego, abandono el plan de esta noche porque me estáis aburriendo más que a un mariquita dentro un claustro de monjas!
 
- ¡Lleva razón Nolan! Si me vuelves a interrumpir yo también abandono.
 
- Bien. ¡Sigue!
 
- Repito.
 
- Contramaestre.- ¡Ánimo muchachos! ¡Vamos, valor, muchachos! ¡Deprisa, deprisa! ¡Arriad la gavia! ¡Y atentos al silbido del capitán!
 
- ¡Basta!
 
- ¿Cómo que basta, Jones? ¡Todavía no ha terminado de hablar el contramaestre y además sólo estamos empezando el primer acto de la obra!
 
- ¡He dicho que basta para que me pongáis atención, so borricos!
 
- Pues si nosotros somos dos borricos pero sabemos leer... ¿qué clase de animal serás tú, Jones?...
 
Jones se levantó impulsivamente tirando su silla al suelo. 
 
- ¡Si me vuelves a llamar animal te arranco la cabeza, Nolan!
 
- ¡Nada de arrancarse la cabeza los unos a los otros! ¿Quieres decir que cuando has dicho basta es porque esa es la contraseña para que disparemos al objetivo?
 
- ¡Por fin alguien me entiende! ¡Gracias, Morris, te debo una! ¡Quiero decir que cuando escuchemos lo de "¡Y atentos al silbato del capitán!" es cuando yo lanzo un silbido y disparamos los tres a la cabeza de O'Dwyer! ¡Sería mucho mejor que fuésemos cinco pero solo somos tres, así que tenemos que ser certeros del todo para eliminarlo sin remedio! ¡Por una sola vez en la vida Shakespeare va a servir para algo importante y no sólo para engordar el ego de los altos burgueses blancos que van a los teatros de lujo sólo por decir que son cultos, lo sean de verdad o no lo sean!
 
- Entendido, Jones... ¿y qué va a pasar con Malcom?...
 
- A ese de momento nada de nada. Malcom es cosa solamente mía y yo me encargaré personalmente de él cuando llegue la ocasión de encontrarle cara a cara.
 
- ¿Es por lo de Hope?
 
- ¡Jajajá! ¡No me hagas reír, Nolan! ¡Quitarle Hope a Malcom va a ser mucho más fácil que cuando le quité a Desiré!
 
- Pues esta vez no te creas que será mucho más fácil porque lo tienes crudo del todo.
 
- ¿Qué quieres decir con eso, Morris?
 
- Que Desiré es la más facilona de todo el Harlem de Nueva York y nadie la quiere ya a su lado salvo tú que pareces un hambriento siempre y te conformas con una cualquiera; pero Hope es la más dura que todos hemos conocido y no la consigue ligar ni Truman en persona. 
 
- ¡Pues yo la conquistaré al primer intento para demostraros quién so yo!
 
- No te pidas a ti mismo imposibles que no puedes alcanzar. Parece la frase de un filósofo pero es tu dura realidad, Jones. 
 
- ¿Y ahora qué estás queriendo decir, Morris?
 
- Que somos muchísimos y muchísimas quienes vimos cómo se besaban profundamente en la boca en nuestro querido Circus Garvey Park de nuestro amado Harlem de Nueva York.
 
- ¡Mierda, mierda y mil veces mierda! ¡Cuánto odio a Malcom! 
 
Malcom y Hope caminaban, cogidos de la mano, muy cerca del Central Park y ajenos por completo a lo que, dentro del viejo y oscuro hangar, hablaban de ellos.
 
- Háblame un poco de Desiré, Malcom...
 
- En verdad te digo que para mí ya no significa nada más que una prueba de Dios en mi camino.
 
- ¿Me puedes explicar eso? No lo entiendo.
 
- Hay que saber perdonar para saber vivir bien y si puedes hacerlo con una sonrisa es mucho mejor la bendición que obtienes.
 
- ¿Cuál es la razón más profunda para responder de esa manera a alguien que ha jugado con tus sentimientos?
 
- La razón más profunda y, a la vez, la razón más verdadera para un buen cristiano como lo soy yo es que así es la mente de Jesucristo.
 
- Vi a Desiré en el Circus Garvey Park. Estaba algo así como cambiada. Noté algo nuevo en ella. Descubrí que había perdido su vanidad mientras escuchaba al joven universitario blanco. La vi llorar o a punto de llorar cuando ese joven universitario blanco repitió, varias veces y una tras otra, lo que es saber amar. 
 
- Una de las cosas más importantes que he aprendido de la forma de ser de Jesucristo es la intensidad que hay que tener para mantener una ilusión por encima de cualquier ofensa. Te llena por completo esa sensación de paz si eres capaz de sentirla muy dentro de tu corazón. Al final eso es lo que nos permite estar en lo más alto de la sociedad. Más que una cuestión de educación es una manera de ser. No creo que Desiré llorara por mí sino por ella misma. Y yo no llamo a eso egoísmo sino encuentro con su conciencia. También es algo que nos hizo saber el joven universitario blanco si mal no recuerdo.
 
- Pero debió ser muy doloroso para ti.
 
- El dolor nos engrandece, Hope. Por eso hay que estar agradecidos a quienes nos hacen sufrir. Es la mejor escuela para aprender a perdonar y seguir tu camino hacia la felicidad.
 
- ¿No es eso una contradicción, Malcom?
 
- La misión de un buen cristiano es predicar cuando las contradicciones de los seres humanos son más fuertes. Jesucristo nos habla siempre de una manera apropiada y oportuna para que no nos equivoquemos a la hora de actuar. Es claro y pertinente. Es propio de un hombre sabio. Tener juicio no es tomar venganza sino usar las contradicciones humanas para cambiar las acciones humanas. Si yo digo que te amo, Hope, no es porque me gustas muchísimo sino porque te siento muy dentro de mí seas quien seas. Ayer mismo casi no te conocía pero hoy, después de lo que escuché decir a ese joven universitario blanco, es como si te conociera de toda la vida. Esa es la contradicción de los que nos llamamos cristianos. No damos validez a las injurias porque las injurias nos hacen más fuertes.
 
- Pues yo siempre he creido que las injurias destruyen la autoestima de los seres humanos que las reciben.
 
- Si sientes al Espíritu de Dios dentro de ti no hay ninguna injuria, por muy grande que sea, que pueda destruirte. Es más, Hope, yo en verdad te digo que si sientes el Espíritu de Dios en tu interior, cada injuria que recibes eleva mucho más tu autoestima como hombre o como mujer; porque nos sirve para ser más firmes en nuestra personalidad. No sé en estos momentos quién fue pero alguien afirmó que si no tienes ningún enemigo es porque no has hecho nada importante en tu vida. 
 
- Nuestro Harlem de Nueva York necesita a muchos hombres como tú, Malcom.
 
- Yo sólo soy uno entre un millón.
 
- Precisamente por eso es por lo que destacas tanto. Eres de esos chavales que nacen para ser líderes natos y naturales bajo cualquier clase de circunstancia.
 
- Quinto Horacio Flaco, unos diez años antes de que Jesús de Nazaret vino a la Tierra, ya dijo que lo que hace falta es someter a las circunstancias, no someterse a ellas.
 
- Me gustaría aprender a saber hacerlo...
 
- Un anónimo, no se sabe si hombre o mujer, dejó dicho para la posteridad que la esencia de la grandeza radica en la capacidad de optar por la propia realización en circunstancias en que otras personas optan por la locura.
 
- ¿Y tú que dices sobre este asunto?
 
- Si vences a las circunstancias alcanzas siempre tus metas. Es tan fácil de comprender que muchos no lo entienden. Eso es lo que sucede en el Harlem de Nueva York. Ninguno de esos pandilleros de "The Kids Courage" saben vencer a sus circunstancias y por eso nunca llegarán a ser personas importantes ni tan siquiera para ellos mismos. Si las circunstancias gobiernan tu mente es porque tu mente se ha empobrecido tanto que no sabes ser un verdadero hombre o una verdadera mujer.  
 
- Estoy pensando ahora que Jones nunca te perdonará por eso mismo.
 
- No me preocupa Jones. Me preocupa nuestro Harlem de Nueva York.
 
- Pero supongo que Jones irá a por ti.
 
- Lo sé.
 
- ¿Y qué vas a hacer ahora?
 
- Necesito que me ayudes en algo muy importante.
 
- Te ayudaré en todo lo que tú quieras.
 
- Necesito que me acompañes a comprar un libro a alguien muy especial a quien quiero que conozcas personalmente. 
 
- ¿Y para eso tan simple me necesitas tanto?
 
- Aunque no te lo creas es ahora cuando te necesito más que nunca.
 
- ¿Y a dónde vamos?
 
- A comprar ese libro.
 
- ¿Te estás refiriendo a la Biblia?
 
- Ahora no. Ahora me estoy refiriendo a "La tempestad" de William Shakespeare.
 
- ¿Es un antojo?
 
- Es una necesidad. 
 
- ¿Pero dónde vas a encontrar ese libro tan desconocido? Seguro que no lo tienen en ninguna librería.
 
- No vamos a ir a ninguna librería, Hope. Voy a comprárselo al lechero Gulliver.
 
- ¿Pero si el lechero Gulliver solamente es un viejo loco que no sabe ni lo que es un libro ni nada que se parezca a un libro?
 
- Las apariencias nos engañan siempre, Hope. Gulliver ni es tan viejo ni está tan loco. No se gana la vida solamente vendiendo leche.
 
- ¿El lechero Gulliver vende libros?
 
- Sí, Hope. El lechero Gulliver vende libros entre otras cosas más. 
 
- ¿Estás dándome a entender que lo de la leche es sólo una tapadera?
 
- Eso es, Hope. ¡Pero mira! ¡Ya hemos llegado!
 
Gulliver recibió entusiásticamente a Malcom dándole un fortísimo abrazo.
 
- ¡Hola, muchachote! ¡Venid a mis fuertes brazos los que estais hambrientos de existencia porque yo os daré con tanta abundancia que pensareis que estais en el paraíso terrenal gozando más que un calamar en su tinta!
 
- ¡Este tío está como una regadera, Malcom! 
 
- Ahora observa nada más pero no digas nada, Hope.
 
- ¡Qué delicioso día, muchachote! ¿Vienes a saciar tu sed? Recuerdo que yo tenía mucha sed siempre en mi vida anterior y por eso te comprendo mejor que nadie. ¡Tengo toda clase de mercancías! ¡Así que pedid, gran sediendo, y yo os daré en demasía!
 
Hope no salía de su asombro pero guardó silencio...
 
- Quiero un ejemplar de "La tempestad" de Shakespeare.
 
- ¡Todos los truhanes teneis suerte, muchachote! ¡Pareces todo un bucanero! ¡Como decía mi tatarabuelo, la cultura es la cordura! ¿Deseas comprar uno solo o una docena de ejemplares? Si me compras la docena te hago un descuento del cero coma cero cero por ciento. ¡Menos da una piedra, muchachote, y además te regalo, dicho sea de paso, una estampita a color sepia verde de Marlene Dietrich para que cantes, siempre que la veas y a pleno pulmón, eso de "¡Adiós Lilí Marlene! ¡Adiós Lilí Marlene!" que queda muy bien cuando nos estamos mojando bajo la lluvia!
 
- Sólo quiero un ejemplar nada más. 
 
- Entonces tendrás que pagarme viente dólares en efectivo. No admito ni cheques ni chicas como pago. ¿Entiendes, so hampón?
 
Hope no se pudo aguantar...
 
- ¡Esto es un abuso total, viejo verde!
 
- ¡Señorita, la moda es la moda y la moda es la moda! ¿Me comprende? ¡"Hamlet" está "out" y "La tempestad" está "in"! ¡Así que vístase de tempestad y alcanzará el éxito entre todos sus admiradores! ¡Eso también lo decía mi tatarabuelo en tiempos de tambores lejano cuando los indios eran indios de verdad!
 
- Está bien, Gulliver. Te compro uno pero deja ya en paz a mi enamorada.
 
- ¿Enamorada? ¿Este bombón se ha enamorado de un sinvergüenza como tú?
 
- Eso ya lo discutiremos a solas entre ella y yo algo más tarde. Ahora sólo limítese a venderme el libro.
 
- ¡El pago es por adelantado porque mi tatarabuelo siempre decía que más vale un pájaro en la mano que cientos de pájaros volando!
 
Malcom hizo un gesto a Hope para que siguiera otra vez callada y sacó, del bolsillo trasero de su pantalón, cuatro billetes de a cinco.
 
- ¡Aquí están los veinte pavos! ¿Contento?
 
- Contento no pero feliz sí. Mi tatarabuelo decía que estar contento sólo sirve para un rato mientras que estar feliz sirve para toda la vida. ¿Me comprendes bien muchachote?
 
- Sé muy bien a lo que se está refiriendo.
 
- ¡Ahora mismo te lo traigo!
 
El lechero Gulliver se introdujo en la trastienda.
 
- ¡Está más cascado que las nueces de mi tio paterno, Malcom!
 
- ¡Jajajá! ¿Tu tío paterno tiene nueces de verdad?
 
- Si yo te contara... 
 
- ¿Cómo se llama tu tío paterno?
 
- Angel. Mi tio paterno se llama Angel y es un gran leñador. Hubo un tiempo en que se dedicó a la lucha libre americana y le conocían como "Black Angel". 
 
- ¡Jajajá! ¡Con ese nombre debe tener muchos atributos!
 
- Pero mi tío paterno Angel es muy generoso. Reparte mucha leña entre los que en verdad la necesitan.
 
- Quizás podría haber sido un gran policía.
 
- No. Le ofrecieron la oportunidad de serlo pero no quiso ser nunca un policía porque no tiene mala leche. ¡Mi tío paterno Angel es la leche!
 
En ese momento volvió Gulliver con "La tempestad" en su mano izquierda puesto que era zurdo.
 
- ¡He oído hablar algo de leche! ¡Yo también reparto muchas leches!
 
- No, gracias Gulliver. Quizás en otro momento más oportuno.
 
- ¿Cuándo? Mi tatarabuelo siempre decía que la ocasión la pintan calva y por eso es por lo que yo estoy calvo del todo.
 
- No te preocupes tanto por lo que decía tu tatarabuelo, Gulliver, ni porque hayas perdido tantas oportunidades. Quizás mañana mismo solucionemos lo de las leches. Ahora lo que este bombón y yo necesitamos es comer. ¡Te invito a comer, Hope!
 
- Como el tatarabuelo de este viejo verde decía que la ocasión la pintan calva pues acepto esa invitación antes de que se me caiga el pelo a mí también.
 
Malcom cogió "La tempestad" con su mano derecha, puesto que era diestro y, dando su mano izquierda a Hope, los dos muy juntos salieron de la lechería de Gulliver caminando hasta llegar a la vieja cantina Clarks.
 
- ¿Qué quieres comer, Hope?
 
- ¡Un par de huevos fritos acompañados de un buen chorizo!
 
- ¿No te interesa que los huevos sean estrellados?
 
- ¡Ni hablar de eso! ¡Para ver las estrellas no necesito un par de huevos estrellados! Me apetecen más al natural.
 
Se sentaron ante una mesa y Malcom se quedó pensativo.
 
- ¿Qué estás pensando, Malcom?
 
- En la pobre gallina...
 
- ¡Jajajá! ¿Tal vez en la gallina de los huevos de oro?
 
- ¡Exacto, Hope! ¡Es como si me leyeras el pensamiento! Estoy pensando en cómo murió la gallina de los huevos de oro por culpa de la ambición humana.
 
- ¿Te gustan mucho los cuentos, Malcom?
 
- ¡Me encantan los cuentos, Hope! Hasta he escrito ya uno.
 
- ¿Puedo saber cómo se titula?
 
- "Tanata".  Lo he titulado "Tanata".
 
- ¿Algo de ciencia ficción?
 
- No. Es parecido a la ciencia ficción pero no.
 
- Supongo que no hay nada imposible...
 
- Eso es. Se trata de un cuento que demuestra que no hay nada imposible si se actúa por amor.
 
- ¿Y quién es Tanata? 
 
- Si te digo que es un mágico recurso para espantar a los cobardes, ¿te lo crees?
 
- ¿Algún duende de tus fantasías?
 
- Podemos decir que sí.
 
Se acercó el mesero...
 
- Caballero, para esta señorita y para mí también, haga el favor de servirnos un par de huevos fritos acompañados de un buen chorizo a cada uno de los dos. Solamente eso. Para beber, un par de cocacolas si no le molesta.
 
El mesero tomó nota del pedido y se alejó...
 
- ¿Puedo hacerte una pregunta un poco atrevida, Malcom?
 
- Sé que las chavalas muy guapas sois siempre muy curiosas; pero eso forma parte de vuestra naturaleza humana y es comprensible. Pregunta.
 
- ¿Tú has estrellado muchos huevos?
 
- Alguna que otra vez; pero yo he cambiado mucho desde que salí de "The Kids Courage". Ahora me dedico a algo más provechoso.
 
- ¿Pensando en tu futuro?
 
- Eso es. Algo mucho más provechoso para nuestro futuro.
 
- Entonces, ¿va en serio eso de que yo formo parte importante para ti?
 
- La más importante de todas.
 
- Luego es cierto que has olvidado por completo a Desiré...
 
- Tú lo has dicho.
 
- ¿Y he acertado?
 
- De pleno. Has conseguido acertar de pleno. Ya sólo pienso en ti.
 
No volvieron a hablar hasta que terminaron de comer y beber.
 
- Y ahora viene lo más importante, Hope. Por eso necesito tu ayuda.
 
Malcom cogió "La tempestad" que estaba sobre la mesa...
 
- Necesito que me ayudes a leer esto.
 
- ¿Necesitas que te ayude a leer todo eso a pesar de todo lo que sabes leer tú? ¿Por qué?
 
- Porque hay algo que me está preocupando desde ayer mismo.
 
- ¿Y está relacionado con Shakespeare? 
 
- Está relacionado con nuestro Harlem de Nueva York. Te lo voy a explicar. Es muy raro y muy extraño que Jones y sus matones esbirros estén tan interesados por esta obra teatral cuando en realidad casi todos son completamente analfabetos porque no van nunca a la escuela y prefiren ir a los billares. Sólo hay unos pocos, muy pocos de ellos, que saben leer con muchísima dificultad. Así que repito que es muy raro y muy extraño que Jones haya comprado cinco ejemplares de este libro prácticamente desconocido en el Harlem de Nueva York.
 
- Sigue, Malcom. Estoy cogiendo la onda.
 
- Ya sabes que esta noche representan "La tempestad" en el Teatro Apollo y que estamos invitados a ir todos los que hemos formado la Plataforma Cultural de Harlem. Pensemos. ¿Por qué tienen tanto interés, esa pandilla de analfabetos, tan de repente, con esta representación cuando no han visto ni una sola obra de teatro en sus vidas y no saben ni tan siquiera lo que significa una obra teatral?
 
- Eso no tiene lógica, Malcom... espera... excepto que hayan montado una conjura...
 
- ¡Exacto, Hope! A no ser que sean parte de una conjura ideada por alguien mucho más inteligente que todos ellos juntos.
 
- ¿Y en qué te puedo ayudar yo?
 
- Si existe una conjura debe haber una clave dentro de este libro titulado "La tempestad".
 
- ¿Vamos a tener que leernos toda la obra completa para poder descubrir dicha clave?
 
- Creo que no. Quien haya ideado dicha conjura, en el caso de que exista dicha conjura, sabe perfectamente que los que forman la pandilla de "The Kids Courage" no son capaces de leerse ni tan siquiera el primer Acto completo, así que dicha clave, si existe dicha conjura, debe estar al principio de la obra. ¡Es muy inteligente ese tipo sea quien sea! Ahora tenemos que demostrarle que tú y yo somos más inteligentes que él. 
 
- ¡Manos a la obra, Malcom!
 
- ¡Jajajá! ¡Nunca mejor dicho! ¡Manos a la obra, Hope!
 
- Pásame "La tempestad"...
 
Hope cogió con sus dos manos el libro que le entregó Malcom con su mano derecha.
 
- Antes de empezar, Malcom, debemos tener en cuenta que, efectivamente, la persona que ha ideado la conjura, en caso de que ésta sea cierta, ha pensado mucho en la nula capacidad que tienen los pandilleros para leerse una obra de teatro completa.
 
- En efecto, Hope. No olvidemos que el único requisito que se debe cumplir para formar parte de una pandilla barriobajera es ser un total ignorante y tener una inteligencia de cero absoluto. No sólo sucede en nuestro Harlem de Nueva York sino en cualquier otra parte del mundo.
 
- Bien. Leamos el principio de "La tempestad" de Shakespeare...
 
Hope abrió el libro y buscó dicho principio. Por unos veinte segundos estuvo leyendo, para sí misma, la primera página del texto.
 
- Malcom...
 
- ¿Qué pasa, Hope? ¿Ya has encontrado algo? 
 
- Escucha esto, Malcom. Es muy interesante.
 
- Adelante, Hope. Lee.
 
- Contramaestre.- ¡Ánimo. muchachos! ¡Vamos, valor, muchachos! ¡Deprisa, deprisa! ¡Arriad la gavia! ¡Y atentos al silbido del capitán!
 
- ¡Dios mío, Hope! Me parece que hemos encontrado la clave.
 
- En toda conjura hay siempre alguna vítima, ¿correcto, Malcom?
 
- Correcto, Hope.
 
- Eso quiere decir que se va a cometer un crimen.
 
- Eso es, Hope. A alguien lo quieren asesinar y, teniendo en cuenta que estaremos en un teatro, la mejor manera es disparándole con un rifle...
 
- O con varios rifles a la vez, para asegurar que lo han matado...
 
- ¡Buena observación, Hope! Por eso todo está preparado para que sean cinco los que disparen.
 
- Si te das cuenta, Malcom, la primera frase que he leído es una doble forma de exhortación a unos muchachos. ¿Qué son "The Kids Courage"?
 
- Solamente unos muchachos nada más.
 
- Unos muchachos que se las dan de hombres. ¿Verdadero o falso? 
 
- Verdadero.
 
- Pero sólo saben actuar en grupo porque de uno en uno se saben impotentes.
 
- Exacto. Todos los pandilleros de baja estofa actúan de esa manera tan cobarde no sólo en nuestro Harlem de Nueva York sino en todas las partes del mundo.
 
- Después de la doble arenga para que tengan valor viene la exclamación "Deprisa, deprisa". ¿Qué crees que puede significar eso, Malcom?
 
- Que se den prisa en apuntar bien a la víctima para no ser descubiertos antes de disparar. Les mete prisa para que todo suceda en muy pocos segundos.
 
- Muy bien, Malcom. Yo creo que estamos razonando y deduciendo muy bien.
 
- Es por eso por lo que el texto dice "arriad la gavia"...
 
- ¿Qué significa gavia, Malcom?
 
- En un barco, se llama gavia a la vela que se coloca en los masteleros. El nombre de gavia aplicado a estas velas tiene su origen en una especie de jaula o garita llamada gabbia que se formaba antiguamente en la parte superior o calcés de los palos y servía para colocar el marinero de atalaya.. 
 
- ¡Eso es, Malcom! Has dicho jaula o garita colocada en la parte superior que sirve como atalaya.
 
- ¿Qué quieres decir, Hope?
 
- Que van a disparar desde un palco del Teatro Apollo.
 
- Y, si estamos en lo cierto, el aviso para que disparen debe ser un silbido. Eso desconcertará a todos los asistentes y, en décimas de segundos, aprovechando el desconcierto, van a disparar todos al mismo tiempo y apuntando al mismo objetivo para que no haya posibilidad de error.
 
- ¿De verdad vas a ir a ese estreno teatral, Malcom?
 
- Tengo que ir, Hope. Todos los que formamos la Plataforma Cultural de Harlem hemos sido invitados y yo soy el fundador y presidente de esta Plataforma. Además he sido invitado por el alcalde O'Dwyer para que me siente a su lado en el palco de honor. ¡Se me presenta una gran oportunidad para poder hablar con él de cara a mi futuro y no puedo dejar escapar esta oportunidad!
 
- Está bien. Si crees que eso es bueno para ti no te pondré ningún freno para que no acudas pero...
 
- ¿Qué sucede, Hope?
 
- ¡Se va a cometer un atentado criminal! ¡Ten mucho cuidado, Malcom! ¡Por Dios, ten mucho cuidado! Acabo de empezar a conocerte y quiero seguir haciéndolo por muchísimo tiempo más.
 
- No te preocupes, Hope. Tendremos tataranietos y los veremos crecer.
 
- ¡Jajajá! Me gusta tu sano humor. ¿Me acompañas hasta mi casa?
 
- Te acompaño hasta tu casa aunque sea para que me despidas para siempre.
 
- ¿Fue eso lo que te pasó con Desiré?
 
- Fue eso.
 
- ¿Y no lo puedes olvidar?
 
- ¿Para qué necesito olvidarlo? No me hace ningún daño recordarlo sino todo lo contrario. Cuando lo recuerdo me sirve para crecer un poco más.
 
- ¿Por lo que dijiste antes de que el dolor nos hace ser más fuertes como personas?
 
- Sí. Y nos prepara para ser más felices.
 
- Vámonos ya, Malcom.
 
Él llamó al mesero, pagó la cuenta, recogió el cambio y "La tempestad" y los dos salieron otra vez cogidos de la mano y muy juntos en dirección a la casa donde vivía ella. Allí se despidieron con un beso en la boca.
 
- ¡Ojalá que esta despedida no sea la última, Hope!
 
- No olvides nunca que yo no soy Desiré ni actúo como Desiré. Si no me hubieses gustado de verdad jamás habría salido contigo. Soy de esas chavalas que no juegan con los sentimientos de los chavales aunque, por eso mismo, me llamen la más dura del Harlem de Nueva York.
 
- Gracias, Hope.
 
- ¿Gracias? ¿Por qué me das las gracias si la afortunada soy yo?
 
- Por no jugar con los sentimientos de los chavales.
 
- ¡Jajajá! Vete ya. Necesitas prepararte bien lo que le vas a decir a O'Dwyer para poder quedar bien ante él. Pero... ¡ten mucho cuidado, Malcom!...
 
- No te sigas preocupando y pasa una buena tarde.
 
- Te repito que Jones te odia demasiado. Quizás hasta es posible que la víctima que están buscando para esta noche seas tú.
 
- Conozco muy bien a Jones para saber que no soy yo. Sé que me la tiene jurada pero a nivel muy personal. Si tiene alguna ocasión en el futuro lo va a querer hacer cara a cara para recuperar el prestigio que ha perdido, sobre todo en cuanto a las chicas se refiere. Además, nadie armaría toda una conjura para acabar con un ser tan de poca importancia como yo.
 
- De momento ya eres muy importante para mí y, con el tiempo, estoy segura de que lo serás para todo nuestro querido Harlem de Nueva York.
 
- Lo que quiero decirte es que si hay una conjura debe ser contra un pez gordo y yo puedo ser cualquier cosa menos gordo.
 
- ¡Jajajá! ¡Anda, vete ya y no te descuides ni un solo momento!
 
- Lo haré pensando en ti. ¿Nos podemos ver esta noche después de la obra?
 
- Imposible. Ni mi padre ni mi madre me van a dejar salir tan tarde. Espero verte mañana.
 
Malcom se fue perdiendo por el final de la calle en dirección al hogar donde le esperaba ya su madre.
 
- Vienes tarde, Malcom. Te esperaba mucho antes para que comieras junto con toda la familia.
 
- Lo siento. He tenido que invitar a comer a una persona muy importante para mi vida.
 
- Por eso me siento tan orgullosa de ti.
 
- ¿Es que he hecho algo especial?
 
- La generosidad de tu corazón es la que te hace ser no algo especial sino ser alguien muy especial.
 
- Lo dices porque eres mi madre...
 
- Lo digo porque estoy enamorada de ti aunque sea tu madre. Ninguno de tus hermanos es igual a ti. 
 
- Procura no deicr eso delante de ellos.
 
- ¿Por qué no puedo decirlo delante de ellos? Eres un ejemplo a seguir y no un ejemplo a envidiar.
 
- La envidia en los hombres muestra cuán desdichados se sienten, y su constante atención a lo que hacen o dejan de hacer los demás, muestra cuánto se aburren. Es de Schopenhauer.
 
- ¿Y quién es ese señor tan sabio?
 
- ¡Jajajá! Ya no vive con nosotros y además fue un alemán.
 
- Me gusta aprender cada día un poco más gracias a ti.
 
- Mamá... prométeme que no harás nunca que ninguno de mis hermanos se sientan desdichados por mi culpa o se sientan aburridos por mis éxitos.
 
- No te lo voy a prometer. No tienen ningún derecho a que yo no me sienta orgullosa de ti. Tú eres diferente y tu presencia es la que me da vida para seguir adelante. Ellos, sin embargo, no han querido entenderlo. Por eso no te voy a prometer nada que vaya en contra de mis deseos. Y mis deseos es que ellos siempre sepan que eres distinto.
 
- Ya hablaremos en otra ocasión de esos asuntos, mamá. Ahora tengo que darme prisa porque tengo cosas muy importantes que hacer. 
 
- ¡Que Dios te bendiga siempre, Malcom, y gracias por no haberte sentido nunca un desgraciado por culpa de tu madre como al parecer otros sí se han sentido!
 
- No me interesa ese tema. Me siento orgulloso de ti porque eres mi madre y me has dejado vivir.  
 
- ¿Aunque te insulten tanto por mi culpa?
 
- No me insultan por tu culpa. Me insultan por culpa de ellos mismos. Por eso no les hago ni el más mínimo caso. Y ahora hasta luego. Llegaré bastante tarde esta noche pero no te preocupes demasiado. Sabes que siempre sé en donde me meto y que siempre sé salir de donde me meto. 
 
- Eso quiere decir que estás empezando a ser un gran hombre.
 
- Quizás porque tengo a una gran mujer como madre.
 
- ¿Y pensando así crees que no se lo voy a decir a los demás? Te equivocas, Malcom. No sólo se lo voy a decir a ellos sino que se lo voy a recordar a todos para que nunca lo olviden.
 
- Haz lo que más quieras hacer mamá. En realidad ya no me preocupa que me hayan dejado de saludar ni de estar conmigo nunca. He encontrado a alguien... y quizás Dios me de la oportunidad de conocerle...
 
- ¿Puedo saber quién es?
 
- Te lo presentaré cuando consiga encontrarle... para ser su amigo...
 
- A veces es difícil comprenderte, Malcom... pero si tú lo dices es porque tú te lo mereces...
 
- Eso espero. Y ahora me voy porque tengo algo muy importante que hacer.
 
Y llegó la noche...
 
- En realidad, ¿qué necesita tu gente, Malcom?
 
- En verdad, Señor O'Dwyer,  lo que mi gente necesita es dejar de ser gente para ser personas. Quizás sea solamente un  sueño, poero no es un imposible. 
 
¿Y qué podemos hacer los políticos para que ese sueño sea una realidad?
 
- De los políticos no esperamos nada.
 
- Gracias por tu sinceridad, Malcom. Hablemos entonces de la Plataforma Cultural de Harlem.
 
- Podemos decir que es el incio ede nuestra única Esperanza.
 
- ¿Qué sabes tú de la Esperanza, Malcom?
 
- Lo útlimo que he aprendido es que la Esperanza no es lo último que se pierde sino lo primero que se conquista.
 
- Hablas como unverdadero conquistador.
 
- Todos podemos conquistar lo que amamos, Señor O'Dwyer.
 
- ¿Cuánto me gustaria ser uno de vosotros?
 
- Hable en serio, Señor O'Dwyer. ¿Usted renunciaría al lujo para ser uno de nosotros?
 
- Lo que yo he aprendido es que el lujo no es la felicidad.
 
- Puede ser verdad, Señor O'Dwyer, pero hay una distancia sideral entre lo que usted dice y lo que usted piensa. Todos los políticos hablan así.
 
- ¿Puedo saber cuál es tu intención de voto?
 
- Abstención, Señor O'Dwywer. Sólo creo en la abstención. Y eso es lo que proclamamos desde la Plataforma Cultural de Harlem.
 
- ¿Tanto nos odias a los políticos?
 
- Escuche bien, Señor O'Dwyer. Considero que los políticos son personas y yo ni odio ni he odiado jamás a ninguna persona. Perdone que se lo diga con total sinceridad, pero no sé lo que es el odio. No he conocido nunca jamás ese sentimietno y sigo sin conocerlo. Lo que sucede es que los políticos no me interesan. ¿Sabe lo que un soñador dijo un día sobre la Política?
 
- Me gustaría saberlo.
 
- ¿Aunque le duela bastante?
 
- Aunque me duela bastante.
 
- Un soñador dijo un día que la Política es el Arte de saber mentir prometiendo muchas mentiras. De eso sabemos mcuho n el Harlem de Nueva York.
 
- Para mí los blancos y los negros sois iguales.
 
- Hable en serio, Señor O'Dwyer.
 
- Estoy hablando en serio.
 
- ¿Usted llevaría en su lujoso automóvil, como copiloto, a un negro?
 
- Es verdad, Malcom... los políticos mentimos mucho...
 
- Entonces hablemos de otro asunto.
 
- ¿Qué asunto?
 
- ¿Por qué "La tempestad" de Shakespeare y no "La vida es sueño" de Pedro Calderón de la Barca?
 
- Me lo propuso el Concejal Cooper y me pareció muy interesante.
 
- ¿El Señor Cooper es el Concejal de Cultura de esta ciudad?
 
- Sí. ¿Por qué me preguntas eso?
 
- Solamenrte por curiosidad...
 
- ¿Solamente por curiosidad? 
 
- Me interesa mucho la cultura. Quizás no sea solamente por curiosidad...
 
- Veo que el teatro es una pasión  para ti. 

- Sí. Cuénteme algo de "La tempestad", por favor.
 
- ¿Es que no la has leído?
 
- Sí. Pero prefiero escuchar su opinión.
 
- "La tempestad" pertenece al conjunto de lo que algunos autores han llamado "Romances tardíos" de Shakespeare. En estas obras el autor muestra su interés por las relaciones familiares y la reconciliación en un ambiente mítico.
 
- Ojalá algún día pueda dejar de ser mítico y sea solamente una realidad.
 
- ¿Por qué dices eso, Malcom?
 
- Porque es lo que ocurre con nuestro Harlem de Nueva York. 
 
- ¿Te gusta el fútbol americano, Malcom?
 
-  Me encanta el fútbol. Soy un fanático seguidor de los Gigantes de Nueva York, pero sé cuáles son mis límites. 
 
- ¿Admiras a algún  jugador en particular?
 
- No. No soy individualista. Me gusta fijarme solamente en el equipo como conjunto de individualidades porque yo siempre trabajo de esa manera. Es mi forma de ser. Trabajar en equipo sin perder nunca jamás mi individualidad. 

- ¿Por qué no te dedicas a jugar al fútbol para superar esos límites, Malcom? Eres muy fuerte y bastante alto. Todo un atleta completo. Podrías llegar a ser un sensacional futbolista profesional.
 
- Prefiero ser toda mi vida solamente un aficionado.
 
- ¿Cuál es el motivo?
 
- ¿Tiene que haber algún motivo para no querer ser un profesional?
 
- Siempre hay un motivo para cada asunto.
 
- Puede ser que esa sea la única verdad que me ha dicho durante toda nuestra charla.
 
- ¿Te estás refiriendo a algo en concreto?
 
- Sí. Pero no puedo contarle nada más no vaya a ser que esté equivocado. Hay que saber esperar a los acontecimientos.
 
- Estás un poco a la defensiva, Malcom.
 
- Exacto. Estoy un poco a la defensiva. Dicen los profesionales del fútbol que el mejor ataque siempre es una buena defensa.
 
- ¿Puedes poner un ejemplo práctico?
 
- Por supuesto que sí. Para conquistar a la Esperanza hay que saber defender a la Esperanza.
 
- ¿Te refieres a alguien en concreto?
 
- Supongamos que sí.
 
- ¿En nombre de quién estás hablando?
 
- Estoy hablando en nombre de la Providencia de Dios.
 
- ¿Desde cuándo nombras tú a Dios con tanto entusiasmo?
 
- El sabio puede cambiar de opinión, el necio nunca. Así que yo aprendí a cambiar de opinión en el momento más oportuno de mi vida. Es la enorme diferencia que hay entre Jones y yo.
 
- ¿Quién es Jones?
 
- Mejor déjelo en el olvido...
 
- Cada día es una sorpresa, Malcom.
 
- Por supuesto que sí, Señor O'Dwyer. Y entonces un día te das cuenta de que todo comienza de nuevo y la sonrisa vuelve a ser la dueña de tu vida.
 
- ¿Lo dices por alguien en concreto?
 
- Supongamos que sí.
 
- Estás suponiendo demasiado esta noche, Malcom.
 
- Nunca se supone lo suficiente, Señor O'Dwyer. Pero esperemos a los acontecimientos...
 
- ¿Me estás preveniendo de algo?
 
- La vida es siempre como un libro, Señor O'Dwyer. Hasta que no se abre no se puede saber lo que contiene.
 
- ¿Lo has experimentado alguna vez?
 
- Bastantes más veces de lo que usted puede estar pensando...
 
- ¿Qué puedo pensar yo ahora?
 
-  Algo que le puede ser muy útil para su futuro, Señor O'Dwyer.
 
- Cuenta. Estoy muy interesado en saberlo.
 
- Viva sencillamente para que otro, sencillamente, pueda vivir. Es algo que deberían pensar todos los políticos de este país.
 
- Eso sería la gloria, Malcom.
 
- Pero resulta que la gloria es un veneno que hay que tomar en pequeñas dosis. Y hay muchos que mueren envenenados por culpa de meterse para adentro demasiadas dosis de golpe. ¿Me está entendiendo?
 
- Del todo.
 
- Pues entonces ponga mucha atención en el escenario porque acaban de apagar las luces y ya se sube el telón.
 
Comenzó la representación...
 
Se oye un fragor de tormenta, con rayos y truenos. Entran un Capitán y un Contramaestre. 
 
- ¡Contramaestre!
 
- ¡Aquí, capitán! ¿Todo va bien?
 
- ¡Amigo, llama a la marinería! ¡Date prisa o encallamos! ¡Corre, corre!
 
Sale el Capitán y entran los Marineros.
 
- ¡Ánimo, muchachos! ¡Vamos, valor, muchachos! ¡Deprisa, deprisa! ¡Arriad la gavia! ¡Y atentos al silbido del Capitán!
 
En ese mismo instante, Jones lanzó un retumbante sonido pero, en medio del estupor general de todo el Teatro Apollo que estaba lleno por completo, en unas décimas de segundos antes de que los tres disparon resonasen, Malcom reaccionó como impulsado por un resorte y derribó al suelo al Señor O'Dwyer.
 
- ¡Al suelo, Señor Alcalde!
 
- ¡Bang! ¡Bang! ¡Bang!
 
Los tres disparon quedaron, concentrados en un espacio de solo unos pocos milímetros des distancia entre ellos, en la madera situada detrás del asiento de O'Dwyer. Un inatante después, y antes de que Jones, Morris y Nolan pudiesen reaccionar, se abrió la puerta de su palco y aparecieron tres policías con  sus rifles apuntándoles directamente. Sonó la voz del cabo Griffith. 
 
- ¡Dejad las armas y no sigáis cometiendo más tonterías o terminais como tres coladores!
 
Morris y Nolan soltaron, rápidamente, sus fusiles... pero Jones se negó a hacerlo...
 
- ¡Antes de irme yo al infierno me llevo a vosotros tres por delante para que me presentéis mis respetos a Lucifer!
 
Fue cuando desde un palco situado a sus espaldas resonó el eco de la voz del teniente Tressider.
 
- ¡Tú decides, Jones!
 
Jones se volvió rápidamente con el fusil presto a disparar de nuevo pero el teniente Tressider fue mucho más rápido que él.
 
- ¡Bang!
 
El disparó entró de lleno en la cabeza de Jones a través de su sien derecha. Primero cayó su fusil al suelo del palco, después Jones se sujetó desesperadamente a la barandilla pero ya la inercia de su cuerpo le hizo caer hacia adelante y se hundió en el vacío hasta estrellarse en el patio de butacas antes el horror de todos los asistentes. Jones yacía completamente muerto. 
 
- ¡Me debías una, Jones! ¡Por lo que hicísteis con mi amigo el sargento Follett que ahora ya es capitán en contra de vuestros caprichos! ¡Te dije que tú decidirías y decidiste el peor de los caminos! ¡Para que sepas, al llegar al infierno, que nuestro futuro no depende del destino ni de la casualidad sino de la Providencia de Dios! ¡Ya dijo Jesucristo que quien a hierro mata a hierro muere! ¡Sólo he cumplido con esa Providencia!
 
- ¡Ya podemos levantarnos, Señor Alcalde!
 
Una vez de pie los dos, O'Dwyer, con lágrimas en sus ojos, abrazó paternalmente a Malcom.
 
- ¡Gracias, Malcom! ¡Me has salvado la vida! ¿Cuánto quieres a cambio? ¡Tú pones la cifra!
 
- ¿Ustedes los políticos siempre corresponden a quienes les ayudan pagando con dinero?
 
- Es lo menos que puedo hacer...
 
- Deje de abrazarme ya y hablemos de hombre a hombre. 
 
Una vez frente a frente, Malcom siguió hablando...
 
- Yo no quiero que haga lo menos por mí. No necesito el dinero absolutamente para nada. Sólo le pido que me den las mismas oportundiades que les dan a los blancos para poder estudiar en la Universidad Columbia.
 
- ¡Te prometo que antes de que presente mi renuncia irrevocable a seguir siendo el Alcalde de Nueva York tú estarás estudiando en las aulas de la Universidad Columbia! ¿Te interesa la Política? ¡Tienes todas las condiciones para ser el político que Harlem necesita!
 
- Se equivoca, Señor Alcalde. Ya sabe lo que pienso de los políticos y no me interesa, para nada, estudiar Ciencias Políticas. Prefiero otra clase de Ciencias.
 
- ¿A qué Ciencias te refieres? ¿Qué es lo que quieres estudiar?
 
- Quiero estudiar Ciencias de la Comunicación en la Universidad Columbia.
 
- ¿Deseas llegar a ser, algún día, como Gould?
 
- Se equivoca otra vez, Señor Alcalde. Gould no es un ejemplo para mí ni quiero, para nada, llegar a ser algún día como es Gould.  
 
- ¿No tienes entonces a nadie a quien querer imitar?
 
- Por supuesto que sí. Quiero estudiar Ciencias de la Comunicación en la Universidad Columbia de Nueva York para ser compañero del joven universitario blanco que habló, ayer, en el Circus Garvey de Harlem. Deseo conocerle personalmente y conseguir llegar a ser su mejor amigo. Más que su mejor amigo deseo llegar a ser ese hermano mayor que él, al parecer, tanto necesita. Deseo que la próxima vez que hable en el Harlem de Nuieva York, no se encuentre solo sino estar yo a su lado. Y deseo seguir siempre las huellas de sus botas por todos los caminos y pueblos por donde él vaya.
 
- ¡Ya me enteré de lo sucedido ayer en el Harlem de Nueva York! ¿Por qué te ha impactado tanto?
 
- Porque, en medio de su sincero y noble discurso sobre lo que es el verdadero amor, repitió muchas veces lo del derecho que tenemos todos a vivir y la obligación que tenemos todos a respetar la vida de los demás dejando vivir a los demás. Sé que lo decía por todos los seres humanos pero, de manera muy especial, se refería a los más inocentes. De manera muy especial se estaba refiriendo a los niños y niñas del mundo y a respetar los derechos que tienen para poder vivir y para tener la oportunidad de vivir. Lo dejó muy claro cuando habló de la infancia. Cada vez que se asesina a un niño o a una niña nacido o nacida o por nacer le duele profundamente a Dios. Cada vez que se asesina a un niño o una niña nacido o nacida o por nacer es como si le clavaran a Jesucristo una lanza en su corazón. Tienen derecho a vivir. Son los seres humanos que tienen más derecho a que les dejemos vivir porque son los más inocentes y no tienen, para nada, la culpa de nuestros errores y los horrores que cometemos contra ellos y ellas. Todos los crímenes son horribles pero los que se cometen contra los niños y las niñas son los más repugnables. Yo entendí su mensaje y por eso quiero estar siemprea su lado. 
 
- Te he dado mi palabra y la cumpliré. Ve preparando tu equipaje porque te vas a estudiar Ciencias de la Comunicación en la Universidad Columbia de Nueva York. Te deseo suerte y que se cumplan todos tus deseos.
 
- Sé que ese joven universitario blanco me necesita como ese hermano mayor que tanto espera; pero también sé que yo le necesito todavía más que él a mí porque es el gran líder que yo esperaba.
 
 
- ¿Cómo es posible que los policías de Nueva York estuviesen tan atentos a lo que ha sucedido y hayan actuado tan rápìdamente?
 
- Porque mi enamorada Hope y yo mismo estuvimos investigando sobre lo que pensábamos que podía suceder esta noche en el Teatro Apollo de Nueva York. Llegamos al convencimiento de que se trataba de una conjura y yo, antes de venior esta noche al teatro, estuve toda la tarde reunido con el Jefe Murray y el Teniente Tressider. Por eso estaba toda la Policía de Nueva York atenta a cualquier movimiento extraño dentro y fuera del Teatro Apollo.
 
- ¿De verdad no necesitas nada más, Malcom?
 
- No. Sólo necesito conocer a ese joven universitario blanco y cumplir todos mis deseos.
 
- Que Dios te los conceda, Malcom.
 
- Sé que Dios me los va a conceder porque creo firmemente, por Fe y por Razón, que Jesucristo es el Camino, Jesucristo es la Verdad y Jesucristo es la Vida. 
 
 
 
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Foto del autor Jos Orero De Julin
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Descripción

Novela

Palabras Clave: Literatura Prosa Novela Relatos Narrativa.

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Relatos



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